El Libro de las generaciones es el poemario más reciente de Antonio Ramón Gutiérrez, publicado por la editorial porteña El Mono Armado. La contemplación del paso del río Tíber en la ciudad de Roma le evocó el transcurrir de las generaciones a través de los siglos e inspiró estos poemas de los cuales damos aquí una breve muestra.
Antonio Gutiérrez, autor de más de una veintena de libros de poesía, narrativa y ensayo psicoanalítico, es docente universitario de lingüística y psicolingüística. Nacido en 1951 en Bell Ville, Córdoba, reside hace décadas en la ciudad de Salta.
BOSQUEJO DE POEMA AL TÍBER
Veo las invisibles embarcaciones 
allá abajo, ¿tú las ves acaso?,
ahí va una, mira, mira,
un poco más allá ¿la ves?, detrás viene otra 
pintada de verde, naufragada por dentro, 
con sus maderas ausentes, con sus remos 
dibujando figuras geométricas
en el agua apacible, en el río callado. 
Son las generaciones que han confluido 
en esta tarde extraña y se dirigen
hacia las desembocaduras, hacia los prados 
de altas coníferas donde el viento estático 
arrastra inmóviles a los ahogados.
Ahí pasa otra repleta de gente, oye, 
van cantando antiguas canciones,
vienen de lejanas praderas, quizá desde siempre.
Las madres van amamantando
a sus hijos ya viejos, los ancianos 
dormitan y sueñan bajo un sol pretérito, 
los más jóvenes nos han visto
y parecieran querer decirnos algo 
pero no puedo oírlos por el bullicio
del presente, por el rumor de la época.
¿Tú los oyes ahora? Creo que sus voces 
hablan de los Idus de marzo y de un crimen 
ocurrido hace unos pocos días en el Senado.
Haz un esfuerzo, sé que puedes oírlos 
y verlos pasar en el agua insistente.
Van los esclavos, las multitudes,
los mártires, los campesinos, los soldados, 
los reyes, los emperadores, los guerreros,
los obreros, los niños, los gatos, las nombres. 
Recién, me pareció que en una de las barcas 
iba Adriano y siglos después las partisanos
y también las muertos que retornan a sus casas 
cantando de la guerra. En una de las barcas creo 
haber visto a los revolucionarios de América.
Mira, mira ahora, ahí, una barcaza avanza 
en años futuros y en ella vamos nosotros, 
tú vas leyendo un libro infinito, yo voy 
escribiendo este mismo poema.
Y las invisibles embarcaciones continúan 
pasando allá abajo como las nubes caídas,
los plumerillos del campo, las babas del diablo 
mientras nosotros, amor, miramos par ahora 
el río desde el puente Sisto.
POEMA AL PASAR
Esta mañana vi en la vasta calle 
a una familia vereda adentro.
Los niños miraban a los mortales 
desde el piso terroso del mundo.
La niñita muy bella con sus ojos negros,
el inicio creciendo con sus huesos al espacio disponible, 
el padre medio muerto, casi ya cadáver soñante,
la madre laboriosa ordenando la imposibilidad, 
sosteniendo lo real con sus débiles manos.
Sospecho, perdón por la desdichada ironía,
que no tenían hambre de poemas sino de un plato 
de comida fundamental, un caldo definitivo
que les permitiera continuar en el mundo.
Sentí entonces vergüenza de ser un poeta
en medio de tanta consumición de palabras, 
de la infernal vorágine verbal de este tiempo, 
de la absurda proliferación declamatoria
de este siglo sin parámetros ni límites.
GIORDANO BRUNO
En este lugar de la Piazza Campo de’ Fiori 
Giordano Bruno prosigue muriendo todos los días, 
ardiendo en vida como una renovada tea
ante la indiferencia de los mortales de paso 
que no ven las pretéritas llamas.
Aún se oyen sus hondos gemidos,
el crepitar de su capa viva en la piedra.
El fuego de la hoguera no se ha extinguido por cierto 
aunque la lluvia caiga en esta tarde de junio
otra vez sobre Roma como en todos estos siglos.
En definitiva todo es cuestión de tiempo 
y el pasado ha decidido estar hoy presente
para que no se pierda la memoria de los hechos 
ocurridos en aquella mañana impiadosa y remota.
Fue un pensador, un teólogo, un sacerdote
que pretendió cambiar el eje de rotación de la cabeza. 
Dicen que en el pedestal su pétrea vestimenta, 
oscurecida por el humo incesante y el uso perpetuo 
impide que los rayos del sol alcancen su rostro.
Mustio, cabizbajo, pensativo, ennegrecido,
su carne de mármol continúa sufriendo.
Y allí prosigue envuelto por las llamas invisibles, 
por la combustión de las épocas,
rodeado por los puestos y las flores perecederas
como si su muerte hubiera ocurrido ayer al mediodía 
y el mundo todavía lo estuviera velando.
Siento que le debía un poema.
NO HAY ESCRITURA POSIBLE EN ESTE DÍA
Las sombras de las madres 
acunando niños nacidos 
para una larga muerte,
cantando canciones de féretro, 
negros villancicos para mecer
la muerte entre sus brazos huecos, 
sus inexistencias recién paridas.
Los niños jugaban a esa hora
cuando el cielo se derrumbó sobre la ciudad 
y el colmillo de las bombas
se hundió en el cuello de la tarde.
¿Qué dios juzgará a una especie que ahueca niños, 
y les hunde los ojos, les despinta la luz y el sueño? 
¡Oh! La caravana de los niños desvividos,
sus cuerpos vaciados de la estopa de la infancia. 
No hay escritura posible en este día.
DE LOS PIES DE ESE JUGADOR
De los pies de ese jugador 
dependen, exagerando un poco, 
el eje de rotación del planeta,
el nivel de los mares, la tarde,
los eclipses de luna, la palabra lluvia, 
la continuidad de la ley de la gravedad 
y tantos otros asuntos por el estilo
que sería tedioso enumerar en un poema. 
En torno de su zapato amarillo,
ese punto que organiza el caos,
se ordenan las cosas de este mundo 
y entran en relación los objetos.
Todo se detiene en el instante 
en que a la tierra le va la vida 
en un simple puntapié al arco.
Pero a ese semidiós se le pide demasiado, 
de manera que si yerra el tiro
y la pelota se va desviada en la pantalla, 
será el orbe el que ruede por el declive. 
¿Cómo podrá ese botín estar a la altura 
de todo lo que de él se espera?
Es posible que agobiado por el peso 
de semejante responsabilidad
se inhiba ante el talón de Aquiles
o que el empeine entre a cavilar en exceso 
y no tome las decisiones del caso.
En definitiva, que el jugador falle el tiro 
y los bravos hinchas despierten
a lo real del paisaje de todos los días.
O que haga el glorioso gol 
y la exactitud, la perfección
y la felicidad sean por un momento 
instancias factibles en este mundo.
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