(Tiempo de Palabras)
Escribe Cecilia Sigler Relgis
24 de marzo de 2025. 49 años desde el último golpe de Estado. Hoy temblando más que nunca, hoy con los cimientos enclenques, con agua corroyendo las bases, con asfixia permanente, con asedio, con cada día una pelea nueva por sobrevivir. Días y meses y dos años de sufrir un ahorcamiento constante, al bolsillo, al estómago, al corazón y a las entrañas. Una patria baleada por los tanques de unos inadaptados que no quieren entender… El aire está caldeado, pero la lucha sigue, porque salimos a la calle, nunca nos vencieron, porque salir a decir es la única manera de hacerse ver, de gritar que esto no está bien, que un jubilado no puede vivir así con la angustia en la garganta pensando qué va a ser de sus hijos y nietos dentro de unos años.
Dejé de escribir esta columna porque el diario se apagó, pero las palabras están porque los pensamientos no se callan, no se ahogan y siguen haciendo temblar el cuerpo.
Un año y medio casi que el teclado no recibía mis manos… y así con un poco de miedo y con otro tanto de esperanza y alegría vuelvo a escribir, a decir, a gritar casi…
A gritar que por qué quieren acorralarnos en la desidia y el terror cuando sabemos, sentimos, que seguimos acá y queremos salir… cambiar esta realidad, cambiar ya no para subsistir sino para poder elegir qué hacer. Una enfermera con título de instrumentadora quirúrgica que tiene que tener dos trabajos porque, si no, no llega a fin de mes, dormir, ¿para qué?… Una licenciada en Letras que vende libros, vende miel, limpia casas, vende muebles, cocina, ordena, cuida chicos, materna… Quizás se trate de maternarse a uno mismo un poco más para poder despegar y despejarse, no sé, otra vez escribo como vomitando y otra vez pienso que si algo de lo que digo te sirvió valió la pena este esfuerzo.
Maternarnos, como hicieron ellas, las madres, las locas de Plaza de Mayo, las que nunca se rindieron, las que siguieron maternando nietos, sobrinos, amigas, pueblo entero porque sus hijos no estaban… Pero sí estaban sus maridos y todo su entorno que como pudo tuvo que resistir a la pérdida, a esos duelos que te acompañan hasta el día de tu muerte, un dolor que se alivia cuando tenés al lado un corazón que late y te escucha y te contiene.
De dolor, duelo, muerte y hostigamiento. De maternar, acompañar y crecer a pesar de los obstáculos. De gritar, salir y volver a ser, volver a escribir. De letras y pañuelos va la cosa, de lágrimas y cielos azules. Para poder hablar, poder gritar, poder vivir en este infierno cotidiano sin lastimar ni lastimarnos, sin odio y con valentía. Con la certeza de existir para poder acompañar en la pelea, con la convicción de estar en el camino correcto, con la necesidad innata –o mejor con la necesidad nacida y criada– de ver la plaza llena y poder reafirmar el grito de Nunca Más. De nunca más…
De llovizna en la cara para despertar, amanecer diciendo, en un sol de letras y de esperanza. Para no morir, para no callar para escapar del silencio y seguir…
Cecilia Sigler Relgis es Licenciada en Letras. Tuvo a cargo la columna «Tiempo de Palabras» en el diario El Argentino.
