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Reseña del libro «En contra de la música» de Julio Mendívil

por Julian Monti

Escribe Julián Monti

Julio Mendívil: En contra de la música. Herramientas para pensar, comprender y vivir las músicas. Segunda edición ampliada. Gourmet Musical Ediciones, Buenos Aires, 2020.


El título de este trabajo remite casi indefectiblemente al ya clásico El odio a la música, de Pascal Quignard (El cuenco del plata, 2012), en el que el filósofo, ensayista y novelista francés indaga sobre las cualidades atroces que puede adquirir la música como medio de disciplinamiento y de tortura. Sin embargo, quien se disponga a leer En contra de la música comprenderá casi inmediatamente que, lejos de un alegato en contra de la música misma, el provocador título hace referencia más bien a la necesidad de problematizar las ideas habituales acerca la música, los lugares comunes con los cuales a menudo se piensan las prácticas musicales.

Su autor, Julio Mendívil –reconocido etnomusicólogo peruano radicado en Europa–, recoge en este volumen un serie de artículos en forma de pequeños ensayos (que además se pueden leer independientemente) en los que aborda un amplio espectro de problemáticas filosóficas, antropológicas, sociológicas y estéticas: desde las teorías sobre el origen de la música, las categorías del llamado folklore y de la llamada música clásica y el gusto, hasta la mercantilización, la “patrimonialización”, y la incidencia de la tecnología y los medios de comunicación.

El hecho de que el libro se presente como una problematización de las ideas habituales sobre la música, del “sentido común” –para lo cual, curiosamente, no pocas veces el autor parte de las definiciones del diccionario de la Real Academia Española–, permite que el lector pueda reconocer en sus propias ideas la influencia de los discursos estéticos dominantes, que según Mendívil forman parte del complejo de concepciones heredadas del romanticismo y del idealismo decimonónicos. La notable erudición de su autor –que además se refleja en una abundante bibliografía recomendada para cada tema–, encarna así en un interesante trabajo de divulgación, de lectura amena, que puede ser aprovechado tanto por profesionales como por aficionados a la música.

Queda clara también, a lo largo de las páginas, la posición estética y política del autor: declararse en contra de la música es, para él, estar en contra de los discursos que conciben a la música como “una entidad homogénea y universal, una idea que ha tenido nefastas consecuencias en cuanto a la valoración de las culturas musicales no occidentales”. Por ello, sin ignorar la tradición musical europea, en el libro abundan ejemplos de diversas culturas, desde las prácticas musicales en los rituales de los maoríes, o los huaynos ayacuchanos, hasta el rap y el heavy metal.  

Sin embargo, en su afán por defender la diversidad musical del planeta, Mendívil se ubica dentro de la “tradición relativista cultural de la etnomusicología de posguerra”, y entiende que muchas de las verdades “que damos por sentadas sólo tienen validez al interior de un régimen de verdad que las sustenta”, con lo cual a menudo queda más o menos explícita la idea de que la ciencia apenas puede conformar “paradigmas” (siguiendo a Thomas Kuhn), pero no acceder al conocimiento de ninguna verdad por fuera de éstos; el relativismo cultural deviene en relativismo, a secas. Esto se evidencia, por ejemplo, en el capítulo en el que aborda las teorías sobre el origen de la música, donde se inclina por las teorías posmodernas.  

Con todo, En contra de la música es una valiosa introducción a las grandes problemáticas que presenta la música como manifestación de la cultura humana. El libro incluye, además, un interesante ensayo en el que el autor recorre los avatares históricos que atravesó la etnomusicología, desde su surgimiento en el siglo diecinueve hasta nuestros días.


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