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Ferreira Gullar | Poemas

por Jorge Brega

José Ferreira Gullar, seudónimo de José de Ribamar Ferreira, nació en San Luis de Marañón, Brasil, en 1930. En sus inicios integró grupos vanguardistas como el de Poesía Concreta y él mismo fundó en 1959 el Neoconcretismo, basado en su Teoria do não-objeto. En los años 1960  se apartó de estas experiencias para volcarse a una poesía socialmente crítica, y alcanzó amplia difusión con sus poemas compuestos al estilo de la “literatura de cordel” (de venta callejera), género muy popular en el nordeste de su país. En ellos abogaba por la reforma agraria. Militó en el Partido Comunista y durante la dictadura militar debió partir al exilio. Vivió algunos años en la Argentina —donde escribió uno de sus libros más conocidos, Poema sucio (1975)—. Regresó a Brasil en 1977. Sus extensos poemas a la muerte del Che (Dentro de la noche veloz) y sobre la guerra de Vietnam (Por vos, por mí), le ganaron reconocimiento, al igual que sus ensayos, como “Vanguardia y subdesarrollo” (1969). Fue periodista, dramaturgo, crítico de arte, docente e impulsor y teórico de los Centros Populares de Cultura. En 2010 Portugal le confirió el Premio Camoes, el galardón literario más importante de la lengua portuguesa. Falleció en 2016.

A continuación, una muestra de su poesía. (Más poemas suyos pueden hallarse en nuestra edición impresa número 9).


 

El azúcar

El blanco azúcar que endulzará mi café
en esta mañana de Ipanema
no fue producido por mí
ni surgió por milagro dentro de la azucarera.

Lo veo puro
y amable al paladar
como beso de muchacha, agua
en la piel, flor
que se disuelve en la boca. Pero este azúcar
no fue hecho por mí.

Este azúcar vino
del almacén de la esquina pero tampoco lo hizo Oliveira,
dueño del almacén.

Este azúcar vino
de un ingenio de azúcar de Pernambuco
o del Estado de Río
y tampoco lo hizo el dueño del ingenio.

Este azúcar era caña
y viene de los cañaverales extensos
que no nacen por casualidad
en las faldas del valle.

En lugares distantes, donde no hay hospital
ni escuela,
hombres que no saben leer y mueren de hambre
a los 27 años,
plantaron y recogieron la caña
que se convertiría en azúcar.

En fábricas oscuras,
hombres de vida amarga
y dura
produjeron este azúcar
blanco y puro
con que endulzo mi café esta mañana en Ipanema.

 

Por vos, por mi
(Fragmento final)

Cercano a la base de Da Nang
    que todo escucha y todo ve,
    cercano a la base de Da Nang, se escurre
    entre árboles, un hombre,
    cercano a la base llena de soldados,
    ametralladoras, bombas,
    aviones, llena
    de oídos y ojos
    electrónicos, un hombre, llamado Tram,
entre las hojas y los troncos que perfuman la noche,
cauteloso se mueve
entre las hojas de la noche, Tram Van Dam,
cauteloso se mueve
    entre las flores de la muerte
    Tram Van Dam
    quince años se mueve
    entre las aguas de la noche
    dentro del lodo
    donde late la aurora
    Tram Van Dam
    con su granada
    entre cercos de alambre
    entre las minas entrerradas
    Tram Van Dam
    con su corazón
    Tram Van Dam
    donde late la aurora
    por vos por mí
    bajo el fuego enemigo
    con el cerrojo en los dientes
    con el brazo en el aire
    por vos por mí
    Tram Van Dam
    donde late la aurora
    por vos por mí
    en Vietnam.

 

Mi pueblo, mi poema

Mi pueblo y mi poema crecen juntos
como crece en el fruto
el árbol nuevo.

En el pueblo mi poema va naciendo
como en el cañaveral
nace verde el azúcar.

En el pueblo mi poema está maduro
como el sol
en la garganta del futuro.

Mi pueblo en mi poema
se refleja
como la espiga se funde en tierra fértil.

Al pueblo su poema aquí devuelvo
menos como quien canta
que como quien planta.

 

Dentro de la noche veloz
(Fragmentos)

I

En la quebrada del Yuro
eran las 13.30 horas
    (en Sao Paulo
era más tarde; en París anochecía;
en Asia el sueño era seda)
    En la quebrada
del río Yuro
la claridad de la hora
mostraba su fondo oscuro:
las claras aguas batían
sin pasado y sin futuro.
crujido de selva, piar
de ave, brisa
en las hojas
    era silencio el ruido
el paisaje
(que se mueve)
está inmóvil, se mueve
dentro de sí
    (igual que un lavarropas
lavando
    bajo el cielo boliviano, el paisaje
con sus poleas y corrientes
    de aire)
    En la quebrada del Yuro
    no era la hora
    sólo piedras plantas y aguas

 

II

No era la hora
    hasta que un tiro
explota en pájaros
y animales
    hasta que pasos
voces en el agua rostro en las hojas
pecho agitado
    la clorofila
    penetra en la sangre humana
                                                 y la historia
se mueve
    el paisaje
    como un tren
                        comienza a andar
En la quebrada de Yuro eran las 13:30 horas


III

Ernesto Che Guevara
tu fin está cerca
no basta tener razón
para ganar la batalla.

(…)

V

No está muerto, sólo herido.
En un helicóptero yanqui
es llevado a la higuera
donde la muerte lo espera

No morirá de las heridas
ganadas en el combate
sino de mano asesina
que lo abate

No morirá de las heridas
ganadas a cielo abierto
sino de un golpe artero
en el nacimiento del día

Así lo llevan a la muerte
(sucio de tierra y de sangre)
sujetado a la base
de un helicóptero yanqui

Es su último vuelo
sobre la América Latina
bajo el fulgor de las estrellas
que nada saben de los hombres

que nada saben del sueño,
de la esperanza, de la alegría,
de la lucha sorda del hombre
por la flor de cada día

Es su último vuelo
sobre los ranchos de aquellos
que ignoran lo que pasa
en aquella noche de octubre

quién pasa sobre su techo
en medio de aquel ruido
quién es llevado a la muerte
en aquella noche nocturna.

(…)


 

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