Home Notas De “El río oscuro” a “Las aguas bajan turbias”. Diferencias y confluencias de dos obras artísticas argentinas.

De “El río oscuro” a “Las aguas bajan turbias”. Diferencias y confluencias de dos obras artísticas argentinas.

por Julian Monti

Escribe Cristina Mateu

La película de Hugo del Carril «Las aguas bajan turbias», estrenada en 1952, está basada en la novela «El río oscuro», del escritor comunista Alfredo Varela. En este artículo, la autora analiza las concepciones históricas, sociales y políticas implícitas en ambos trabajos, señalando sus coincidencias y sus diferencias.


Una parte del cine argentino de las décadas del 40 y 50 visibilizó los conflictos y transformaciones sociales de la época. En esta línea se encuadra la emblemática película Las aguas bajan turbias de Hugo del Carril, director, actor y cantor de tango, peronista. La película está basada en la novela El río oscuro, del escritor y militante comunista Alfredo Varela. Estas dos expresiones culturales representaban líneas enfrentadas en la arena política de aquellos años. Sin embargo, ambas coinciden en contenidos y visiones sobre ciertos fenómenos histórico-sociales que (expresándose en el plano cultural) tuvieron y tienen importancia en el conocimiento de los afluentes de la cultura popular argentina y de su problemática. Siendo ésta una coincidencia esencial en la concepción de ambas obras, no significó una propuesta cultural convergente.

El conflicto social que traducían ambas obras era expresión de procesos de larga data en la formación social argentina desde el siglo XIX: la vida y condiciones de trabajo de los mensúes, así como las características de la cultura guaraní y criolla del nordeste argentino de la que formaban parte. Las luchas en los yerbatales misioneros adquirieron visibilidad e impactaron en la vida política desde inicios del siglo XX. En particular, con su agudización en los últimos años de la década 20 y los efectos de la crisis mundial. Sin embargo, la repercusión en los años cuarenta de la novela y luego su traducción fílmica en los años 50 implicó una recepción recortada pero centrada en las condiciones de explotación. En el caso de la película, una versión tamizada por la percepción de un pasado que aparecía superado por las migraciones internas, la inserción urbana y las políticas peronistas.

Alfredo Varela fue integrante del Partido Comunista Argentino y desde muy joven se incorporó a la comisión juvenil de AIAPE (Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores), fundada en 1936 y dirigida inicialmente por Aníbal Ponce. A fines de la década del 30, enviado como corresponsal del Partido Comunista, viajó a Misiones y recorrió la provincia durante varios meses guiado por el dirigente comunista del sindicato yerbatero Marcos Kaner. La investigación que realizó se plasmó en notas y entrevistas que fueron publicadas en el periódico partidario Orientación, en la revista Ahora y en el diario Crítica. Varela, además, escribió ensayos políticos, crónicas de viaje y una biografía de Martín Güemes. El río oscuro fue su única novela, se constituyó en un gran éxito en los años cuarenta con una estructura literaria novedosa para la época. Es considerada por la crítica literaria argentina una de las bases de la novelística social latinoamericana y fue traducida a varios idiomas. Publicada en 1943, la temática ya había sido tratada en la prensa, con las denuncias de Rafael Barret, y en las obras de Horacio Quiroga.

Alfredo Varela

En aquellos años, Hugo Del Carril leyó la novela de Varela por recomendación de la productora Lina Machinandiarena, e inmediatamente consultó al guionista Eduardo Borrás sobre las posibilidades de su adaptación al cine. Del Carril, en la entrevista que le hicieron Guillermo Russo y Andrés Insaurralde en 1977, señalaba que junto con Borrás decidieron incluir un romance pero que debieron convencer al autor y explicarle las necesidades para esta adaptación cinematográfica. “Varela –decía Del Carril– discutía sus puntos de vista, Borrás los de él, yo los míos. Y de esas discusiones surgió la adaptación de Las aguas bajan turbias, que no por apartarse a veces de los hechos que relata la novela, deja de tener el mismo contenido, la misma médula y refleja exactamente lo que Varela quiso decir”. La puesta cinematográfica de la novela de Varela refleja viejas y heredadas preocupaciones de Del Carril por las condiciones de vida del pueblo argentino: “yo no diría tampoco que son inquietudes mías, sino que ya me vienen un poco por herencia. Mi abuelo [Orsini Bertani, editor anarquista], era un viejo anarquista que andaba con una bomba debajo del brazo. Porque, precisamente, lo inquietaban este tipo de problemas”.1

Hugo del Carril había iniciado su carrera artística como cantor de tangos y luego actor durante la crítica y convulsionada década del 30. A partir de su adhesión al peronismo se convierte en una figura artística emblemática en 1949 tras grabar en disco de pasta La Marcha peronista, inaugurando su trayectoria como director de cine.2 Filmó dieciséis películas, de las cuales por lo menos tres hacen referencia al problema de la tierra y al sufrimiento de quienes la trabajan sin poseerla: Surcos de sangre (1950), Las aguas bajan turbias (1952), Las tierras blancas (1959). Asimismo, otras dos que también abordarían el tema de la tierra y el infortunio de los labriegos ­–El grito de Alcorta y O´Cangaceiro– quedaron pendientes por el golpe de estado de 1955 y sus consecuentes políticas antiperonistas.

Debido a la oposición y trabas que Raúl Apold (Subsecretario de Informaciones y Prensa de la Nación y presidente de la Cámara Arbitral cinematográfica desde 1949) puso para la filmación y posterior estreno por estar basado en la novela de un comunista, Hugo del Carril debió apelar al apoyo directo de Juan Domingo Perón. Las aguas bajan turbias recibió varios premios nacionales e internacionales. Varela recordaba: “Supe que se habían introducido en el film algunas frases elogiosas del gobierno y con eso no estuve de acuerdo. Se eliminaron luego. Eran las frases mentirosas que había que decir. Acepté la condición de no aparecer en los títulos y, poco antes del estreno, me liberaron. El tristemente famoso Raúl Apold era el dictador de los massmedia. Decía que no se podía filmar el libro de ‘ese comunista’”, concluye Varela.3

Hugo del Carril, filmando «Las aguas bajan turbias».

El cine del período clásico-industrial fue en parte un cine de raigambre social. Su intención realista se plasmaba en el vestuario, en los escenarios, en la luz, en la fotografía y en los parámetros de belleza. Esta película de del Carril formó parte de un conjunto de obras que comenzaron a proponer una nueva estrategia narrativa sobre la sociedad, buscando cierta identificación con públicos masivos. En contradicción con los productos del “star system” y sus escenarios fastuosos, Las aguas bajan turbias presenta y representa a la gente común que la historia oficial escamoteaba, enfoca la relación naturaleza-hombre, acentuando la fuerza opresiva de la selva y la tiranía del patrón que resultan en la animalización del hombre, relación central en las páginas de Varela.4

Tanto la novela en 1943 como película en 1952 llevaban la marca de las concepciones que el autor comunista y el director peronista, respectivamente, le dieron a sus obras. Según Domingo Di Núbila, los cambios en la adaptación de la novela a la película “fueron dictados principalmente por el temperamento de Hugo del Carril”. Di Núbila distingue entre la novela y la película diferencias en torno al trato de la mujer en relación a la inocencia femenina y las relaciones sexuales. En la novela, el protagonista Ramón huye solo; en la película se muestra la relación romántica con la mujer y en el final huyen juntos. Mientras que las relaciones sexuales en la novela son circunstanciales y salvajes, en la película el afecto y el respeto marcan el vínculo amoroso. En El río oscuro los mensúes son seres insensibles al dolor de sus pares y a los vínculos afectivos. Su conciencia social comienza a despertar cuando fugitivos brasileños de la revolución de Prestes llegan al yerbatal y con su actitud solidaria y relatos los hacen reaccionar. En cambio, “En la película no existen los brasileños: son los propios trabajadores argentinos quienes reaccionan y fundan el sindicato”. Si bien Las aguas bajan turbias fue considerado una película peronista por suprimir “los ángulos comunistas de la novela”, para Di Núbila no fue una película de cuño peronista porque “en ella son los obreros quienes se levantan y se sindican y luchan; la justicia social la buscan ellos y a ellos se les debe. No a Perón…”.5

Mientras que para Hugo del Carril El río oscuro “coincidía con la doctrina justicialista y con las bases del justicialismo”, en una entrevista de 1982 ­Varela afirmaba que inicialmente fue reacio a la adaptación, pero finalmente aceptó: “Con Hugo, sólo nos dimos la mano, sin firmar papeles. No hacía falta nada más, porque era un caballero”.6 Claudio España, estudioso de la filmografía argentina, encuentra diferencias en la estructura narrativa y en el desenlace de la película de Del Carril. Mientras que en la novela la trayectoria de los hermanos Ramón y Adolfo Moreyra (Santos y Rufino Peralta en la película) es lo fundamental, en la película la historia gira en torno al romance de Santos Peralta y Amelia, (esta relación se presenta en la novela como una aventura).

Ana Laura Lusnich sostiene que “la película evidencia el complejo proceso de transformaciones que se produce en nuestro país hacia 1945-46”, mientras que en el período previo (hasta 1945) en el interior se enfrentaban los peones con la aristocracia terrateniente. Esta investigadora considera que entre 1933 y 1956 el cruce campo/ciudad se hace presente en el drama social-folclórico de la filmografía argentina, representando “el campo y el universo rural en sus diferentes facetas y dimensiones históricas”.7 En Las aguas bajan turbias, el desarrollo argumental “incluye dos series o líneas de acción que mantienen una estricta simultaneidad temporal” en la relación campo/ciudad: “una secuencia final narra dos situaciones simultáneas: la huida de la pareja protagónica atravesando la selva y la persecución iniciada por los capangas” centrando las esperanzas en la ciudad como lugar protegido de la crueldad de la naturaleza y de la explotación del hombre por el hombre.

Las diferencias entre ambas obras en torno a los aspectos narrativos y, en menor medida, a los aspectos políticos, fueron descriptas por varios autores. Sin embargo, es necesario enfocarse simultáneamente en la realidad social que describen y la concepción con la abordan para ver no sólo las diferencias sino también las confluencias.

Los mensúes, condiciones y orígenes negados

¿Quiénes eran los mensúes? Para Claudio España “No existe una clara caracterización del mensú. Se los nombra en la literatura y en el cine. En sus cuentos de la vida en Misiones, Horacio Quiroga alude a ellos abundantemente y los señala apegados a la tierra, inciertamente imbricados en la naturaleza, pero tratando de emerger de ella para disfrutar de una humanidad que aún no los ha alcanzado. Sueñan o deliran entre vahos de alcohol y se arrojan animalescamente sobre las mujeres. Los acosa la locura y parecen desafiar la muerte a cada paso”.8

Pero, es necesario, tener en cuenta que la historia del mensú está ligada a la estructura de la propiedad de la tierra y productiva de la yerba mate. La yerba mate, caá-mate, constituía un alimento básico de las poblaciones guaraníes, que trasportaban en pequeños sacos de cuero y bebían o mascaban durante largas horas. Los conquistadores españoles que ocuparon la zona comprendieron y aprovecharon su uso desde 1592. Más tarde organizaron un intenso comercio a lo largo de todo el Virreinato del Río de la Plata. Los jesuitas radicados en el Paraguay comenzaron a introducir su cultivo en las “misiones jesuíticas” establecidas en el Paraguay, Corrientes y Misiones, cayendo en decadencia, cuando fueron expulsados en 1769 y las técnicas empleadas allí se perdieron. Desde entonces, el Paraguay tuvo el control comercial de la yerba mate donde crecía naturalmente.

Cien años más tarde, se logra obtener semillas para la germinación de la yerba mate y se establecieron las primeras explotaciones en San Ignacio, provincia de Misiones, en 1903. En 1911, una ley permitió entregar tierras fiscales para su desarrollo. ”El programa se encontraba destinado a integrar económica, demográfica y geopolíticamente a Misiones dentro de la Nación Argentina. Así, el cultivo de yerba mate resultó promovido como como ‘cultivo poblador’ (…)”.9

Un fragmento de la película, donde se ven las condiciones de trabajo en los yerbatales del Alto Paraná.

El investigador Víctor Rau sostiene que bajo esta colonización con inmigrantes europeos rubios se construyó el “mito de las familias de rubios campesinos europeos que debieron abrirse paso en la selva inculta, que soportaron el calor de los trópicos y sus insectos, vencieron el temor a las serpientes, los tigres y otros peligros del monte, fabricaron sus propias herramientas de trabajo, y con gran esfuerzo y el virtuoso espíritu de sabios pioneros forjaron la sociedad actual, ‘crisol de razas’ –europeas–, como se acostumbra a decir”. Pocas investigaciones, según este autor, señalan que estos pequeños productores inmigrantes –colonos– disponían de una mano de obra casi esclava de origen nativo. “Lejos de cuestionar las condiciones de explotación económica y opresión cultural en que se encontraba el proletariado misionero de la época, éstas fueron asumidas como naturales por la mayoría de los colonos, e incluso pudo acentuarse, a partir de entonces, la dimensión étnica de la discriminación social. También son escasas las menciones históricas a los aborígenes que poblaron los montes asignados en propiedad a los inmigrantes europeos”. Los colonos de inmigrante europeos que se establecieron en tierras misioneras cuando se referían a las comunidades indígenas vecinas de la zona Centro los identificaban como “indios pacíficos”. Poblaciones indígenas que cuando no fueron integradas a la incipiente economía agraria, como mano de obra barata, debieron desplazarse hacia áreas marginales.10

Como ya señalamos, aunque fueron escasas las menciones sobre el origen étnico de estos trabajadores de la yerba mate, las condiciones de vida y trabajo en los yerbatales paraguayos y misioneros fueron denunciadas desde 1908 por Rafael Barret,11 quien afirmaba en un artículo: “Sumad el ejército de los mensualeros, atacadores de mboroviré, troperos de carreta, picadores, boyeros, expedicionarios desprovistos de lo más preciso, obligados a cruzar desiertos y pantanos interminables; chateros a quienes se paga por viaje de un mes y que regresan, entorpecidos por las sequías, después de tres o cuatro meses de combate aguas arriba, con el pecho tumefacto por el botador (…) Y esa gente ¿qué come? ¿De qué manera se trata? ¿Qué salario se le abona y qué ganancia produce a los habilitados y a la empresa? Contestar a esto es revelar una serie de crímenes… Hagámoslo.”.

Hugo del Carril.

En esos años, también La Prensa publicó varias notas sobra la situación de estos trabajadores que titulaba: “Una vergüenza nacional: situación de los trabajadores en el Alto Paraná. Necesidad de medidas protectoras” (7/12/1908), “Los obrajes del Alto Paraná. Explotación de los peones. Relato conmovedor” (7/01/1909), “Castigo y muerte de obreros. Traslación del juzgado letrado”, (16/05/1909). La Vanguardia en sus páginas también daba cuenta del maltrato que recibían estos trabajadores en los obrajes y yerbatales aunque no hacía referencia a si eran indígenas, criollos o inmigrantes o sobre las causas de esa explotación extrema, representada tan vívidamente en las obras que analizamos.

Hacia 1920, las nuevas apropiaciones de tierra y las nuevas formas de organizar la producción (desplazando las anteriores formas extractivas) cambiaron el carácter de la conflictividad obrera rural. Las primeras organizaciones de cosecheros influidas por el anarquismo aparecieron con la instalación de grandes explotaciones de yerbatales. En el cuento Los precursores, Horacio Quiroga hace referencia a los ‘pliegos de condiciones’ como una de las primeras modalidades de lucha de los mensúes. Desde entonces fueron menos frecuentes las “fugas” y los motines (representados en la película), propios del período dominado por el funcionamiento del “extractivo” de la yerba mate de principio de siglo XX. Esta colonización de tierras misioneras favoreció la expansión de la producción y de las grandes empresas industriales. Sin embargo, Buenos Aires y Rosario seguían comprando la yerba mate al Brasil y el Paraguay, constituyendo un factor de crisis para la provincia de Misiones.

En esos años de la década del 20 se acrecentó la lucha de los trabajadores de las grandes empresas en El Alto Paraná y San Ignacio. Allí se organizó el sindicato que enfrentó a Carlos Sirito, dueño del yerbatal de San Ignacio, conocido por haber degollado a dos trabajadores cuando reclamaban. Ese primer sindicato y la lucha contra Sirito fue dirigido y encabezado por Eusebio Mañasco, un criollo bilingüe (castellano-guaraní) detenido por la policía misionera y condenado a prisión perpetua, acusado por un crimen que no cometió. De este modo, el sindicato fue destruido y la huelga se perdió. En 1924, el Partido Comunista realizó una gran campaña de solidaridad con los mensúes y contra la represión a los obreros misioneros. En 1927, la USA convocaba a un mitin por la libertad de Sacco y Vanzetti y reclamando también por la libertad de Eusebio Mañasco.

En los años 30, el Partido Comunista funda el Sindicato de Tareferos de San Ignacio, el Sindicato de Peones y Tareferos de Oberá dirigido por Marcos Kaner. Ramón Ayala –autor de El mensúJangaderoEl cosechero y otras tantas creaciones musicales que cuentan la vida de los trabajadores misioneros– recuerda a Marcos Kaner: “¡Tantos caminos juntos por la selva! Cada vez que había sospecha de levantamiento, lo primero que hacían era meter preso a Marcos Kaner”.12 Fue Alfredo Varela quien, como corresponsal de La Hora, escribe las famosas notas y entrevistas a Marcos Kaner, donde denuncia en plena “década infame” la brutal explotación de los trabajadores de la yerba mate, material base de su novela.

En síntesis, desde principios del siglo XX se conocían y discutían las condiciones de los mensúes, en menor medida se denunciaban las campañas de colonización de la tierra, la concentración de la tierra y de la producción. Estos factores potenciaron las primeras luchas obreras organizadas y reprimidas brutalmente. Estos esquemas productivos y laborales se prolongaron a lo largo de la década del 30, cuando una nueva crisis de la industria confluyó con la crisis argentina y mundial. En 1935 el aumento de la producción de la yerba mate no pudo colocarse en el mercado y el gobierno conservador limitó el número de establecimientos generando una mayor concentración productiva. Pero, la necesidad de sortear la crisis económica del país obligó al gobierno de Justo (1932–1938) a implementar un intervencionismo estatal mesurado con el que se proponía salvar el modelo agro-exportador. La aplicación de la sustitución de importaciones favoreció colateralmente a la industria nacional. En este contexto, varios factores favorecieron el crecimiento de un empresariado industrial argentino que a fines de los 30 impulsó el desarrollo industrial de posguerra y el consecuente aumento de la población obrera, cuya gran mayoría estaba integrada por migrantes movilizados del campo a la ciudad debido a la crisis agraria. En esos años, este fenómeno económico y social amplió inusitadamente la diversidad de manifestaciones culturales de los sectores populares urbanos. Diferentes corrientes políticas y culturales pusieron atención a este fenómeno social. La presencia de esta migración del campo a la ciudad y su creciente protagonismo condicionaron el desarrollo de movimientos políticos y culturales. Su participación en la lucha contra el régimen conservador y alimentaron un antiimperialismo que la izquierda del movimiento obrero debió articular en la lucha frente a la crisis y la desocupación, en el contexto de los conflictos sociales y del avance del fascismo y de las tendencias bélicas en el mundo. En 1946, con la legislación laboral –particularmente la del ámbito rural–, la política de reforestación en Misiones y la regularización de los títulos de propiedad, el gobierno peronista frenó los mecanismos abusivos de la explotación de la mano de obra (aunque sin limitar el peso de la gran propiedad y de las grandes empresas yerbateras de la zona), lo que genera reconfiguraciones sociales y políticas.

Tanto El río oscuro como Las aguas bajan turbias se insertan en este panorama. Ambas obras pusieron en primer plano la superexplotación de estos trabajadores en los años 20. Primero el autor y luego el director se hacen eco de las condiciones laborales brutales que soportaron los mensúes. Varela ubica la raíz de esa situación: “Veinte latifundios poderosos se hacen dueños del Alto Paraná misionero: Martín, Roca, Bemberg, Nuñez, “La Plantadora”, Herrera Vegas… Los primeros descubridores, los pioners, son tomados a sueldo… Un profundo cambio comienza a producirse en la patria de la ‘caá’… Sólo la situación del mensú no varía… Y ya durante las grandes huelgas del 18 y 19, y en 1928, y después, sus estallidos de cólera sacuden a los flamantes negreros, haciéndoles comprender que también para el dominio de los che-rubichá comienza una nueva época… Sobre las cenizas del antiguo mensú, del arriero, comienza a levantarse el peón organizado, consciente, del porvenir. Su camino de espinas ha de tener en lo sucesivo una luz, la del farol de ese humilde rancho del Sindicato Obrero…”.13

En la obra de Varela acompaña el cambio de estrategia política del Partido Comunista en la década del 30. En el Esbozo de Historia del Partido Comunista se explicaba que: “el Partido extendía su influencia entre las capas más explotadas de los trabajadores del campo, entre ellas los obreros de los quebrachales, de los ingenios de azúcar y de los yerbatales. Estas capas nunca fueron tenidas en cuenta ni por las organizaciones sindicales dirigidas por los sindicalistas reformistas ni por los partidos políticos democráticos. En el curso del año 1924 nuestro Partido inicio una gran campaña de solidaridad con los ‘mensúes’ (…) tendiente a despertar la preocupación de los sindicatos de los obreros industriales hacia los trabajadores del campo”. Efectivamente, desde su fundación en 1918 hasta 1928, el PC estuvo más concentrado en las luchas de los trabajadores de las industrias y servicios en las grandes ciudades, siendo menor y casi nula su inserción en la lucha por las condiciones laborales en el ámbito rural. Esa falta de inserción y desconocimiento de las características y de los orígenes étnicos de este sector social condujo inicialmente a una desvalorización de su papel en la lucha revolucionaria.

La nueva estrategia política comunista puso en discusión cuáles eran las alianzas y cómo se caracterizaba el campo de las clases oprimidas y quiénes eran las clases explotadoras. El VIII Congreso y la Conferencia de Partidos Comunistas de América latina definieron el carácter de la revolución agraria y antiimperialista en esta parte del continente, a partir de considerar la incidencia del latifundio, la herencia colonial de su procedencia y la penetración imperialista. Lo que llevó a debatir sobre la “integración” o “autodeterminación” de las comunidades y pueblos originarios.14

Desde la década del 30, el Partido Comunista logró una gran influencia político-ideológica entre los intelectuales y artistas, en la medida que crecía su presencia en el movimiento obrero y su preocupación por los sectores explotados del campo. La combatividad obrera y la lucha antifascista a fines de los 30 y principios de los 40 creció y favoreció la organización popular. Estos sucesos fueron de mucha importancia para los artistas e intelectuales en aquellos años, ya que contribuyeron a la constitución de movimientos y corrientes culturales antiimperialistas que en el proceso político y económico fueron expresando, a partir de estas nuevas inserciones, las diversidades culturales provenientes de la multiplicidad de afluentes sociales de donde se nutrían. El desarrollo de esta línea cultural recorre un proceso condicionado por sus elaboraciones estratégicas, que va desde su 8º Congreso de noviembre de 1928, donde se define el carácter dependiente o semicolonial del país, hasta el cambio de la política de “clase contra clase” por la de “frente único”; que se profundiza al influjo del VIIº Congreso de la Internacional Comunista en 1935. Este recorrido tuvo consecuencias en la política cultural en relación a nuevas valoraciones, tanto en lo que respecta a la dominación imperialista y la resistencia en el plano cultural, como en la valoración de las prácticas y productos culturales de las clases populares y su papel en la historia nacional. En suma, nuevas valoraciones sobre los efectos de la “cuestión nacional” durante las décadas del 30 y 40.

En este contexto, se inserta El río oscuro de Alfredo Varela. Sin embargo, también en esta novela arrastra aún una vieja concepción heredada del socialismo, la que abrevaba en la línea histórica del liberalismo-mitrista. Esta concepción histórica era tributaria del pensamiento que –desde la Generación del 37, pasando por Echeverría, Urquiza, Mitre a Sarmiento reforzada con la concepción racista de Ingenieros– ignoraba la diversidad étnica o despreciaba a las poblaciones originarias por atrasadas, ignorantes o salvajes, y desconfiaba de su capacidad revolucionaria. Varela va definiendo en su obra cómo eran esas poblaciones originarias. Uno de sus personajes dice: “Antes fue un hermoso tiempo de ignorancia. Los salvajes eran dueños de una felicidad clara y espontánea”. “En el principio fueron los indios… En manos de los encomenderos sufrieron hambre y sed. Mientras tanto, trabajaban como bestias infieles que eran”. Para el autor en El río oscuro, la presencia de las poblaciones indígenas está asociada a la etapa colonial con continuidad hasta fines del siglo XIX, antes de la aparición del mensú: “Los indios cainguás eran bárbaros, ignorantes y de carácter dulce (…)”. “La conquista frenética del oro verde no podía detenerse. Necesitaba más hombres, más sangre, más huesos, para alimentar la oscura corriente interminable”.15

En la novela, cuando se relatan los inicios de la organización de los mensúes, el indio es presentado como un “capanga”: “Resulta que habían puesto un capanga indio, se llamaba Caazapá. Era malísimo el hombre. Nos tenía locos, siempre queriendo que hiciéramos más trabajo. Yo tenía los brazos rotos de tanto machetear. Entonces decidí escaparme. Fue la primera… de las doce huidas que tengo (…) Todos decían que por ahí andaba un tigre negro y yo tenía miedo. Pero el verdadero tigre era el otro, Caazapá, que vivía saliendo el camino”.16 Si bien hay un esfuerzo por vincular aquel pasado indígena con la condición de estos mensúes a través del lenguaje guaraní, las costumbres y actividades, queda desdibujado cuál es su origen, el peso del colonialismo y el único indio que allí aparece es malvado siguiendo la concepción de la ideología dominante. Lo indígena resulta menospreciado, producto, por una parte, de un prolongado proceso político, económico y cultural de negación de la población autóctona regional, impuesto, como ya señalamos, por la ideología dominante, y por otra parte por las limitaciones del análisis crítico histórico-social-ideológico por parte del PCA en esos años.

En la adaptación cinematográfica de Del Carril la historia de la dominación colonial española, la presencia del latifundio y el vínculo con la tradición indígena no están presentes. Sólo se mantiene la figura del indio «capanga”, perverso y hostil contra los mensúes y contra el personaje central Santos Peralta –Ramón Moreyra, en la novela–, protagonizado por Hugo del Carril. En la representación fílmica de los mensúes, tanto en su vestuario como en el lenguaje, no existen referencias a una raíz indígena de los personajes sino se acentúa la particularidad regional de litoral, su música, sus costumbres peculiares. Allí el conflicto social y los vínculos amorosos (no solo entre el hombre y la mujer protagonistas sino también en el amor de la vieja madre Flora Medina o de la prostituta Flor Lys), como señalan todos los estudios que analizaron este film, están en el primer plano del relato. La explotación cruel de los trabajadores aparece como producto de un patrón perverso que se aprovecha de la ignorancia de aquellos, por fuera de las condiciones estructurales en las que se producía la yerba mate y que fueron las que favorecieron esa explotación social. Señala Abel Posadas, reivindicando la visión peronista de aquellos años: “En la novela de Varela El río oscuro los que concientizaban a los mensúes eran los brasileños y en la película son los mismos obreros quienes oponen el sindicato a la patronal; o si en la novela el protagonista muere y en la película huye con su mujer, a nosotros esas diferencias no nos preocupaban (…) En aquellos años felices pensábamos que la explotación había terminado. Ingenuamente, creíamos que el enemigo se iba, sin más ni más, a dejar el campo de batalla. Luego se comprendió que al enemigo había que exterminarlo”.17

La concepción política y cultural que impulsó el peronismo partió de reivindicar a las masas urbanas industriales que emergieron con la movilización del 17 de octubre de 1945, considerada como una síntesis inédita de los grupos sociales más autóctonos y arcaicos, cuya formación se inicia con la colonización hispánica y fusionándose con los grupos sociales modernos introducidos con la inmigración masiva, dando por resulta al “mestizo”, base de la cultura e identidad nacional de la concepción.18 Abrevando en la concepción del revisionismo histórico argentino, el peronismo sustentó la tesis del “mestizo” como esencia de la identidad argentina, reivindicando el hispanismo y adoptando la tradición terrateniente porteña rosista con la que configura la historia de la nación, su cultura e identidad para enfrentarla a la corriente liberal-mitrista impuesta por la oligarquía terrateniente argentina.

Ambos, escritor y director, con diferentes matrices políticas, ideológicas y culturales, se encontraron en la segunda posguerra. En 1952, durante la guerra fría, el gobierno peronista entraba en su segunda etapa en la que debía enfrentar una crisis económica y la presión norteamericana. En tanto, el Partido Comunista se debatía en torno a la influencia del peronismo sobre las grandes masas, su línea de “oposición sistemática” al gobierno y las consecuencias de la aplicación de la línea browderista y de la Unión Democrática desde 1945, bajo una situación mundial signada por la campaña anticomunista norteamericana y la oleada de revoluciones nacionales y mundiales en los países del tercer mundo. Escritor y director se encuentran en la denuncia de la feroz explotación de los trabajadores del litoral, pero también en desdibujar las raíces indígenas que latían en aquel proceso al no cuestionar la política e ideología dominante de la oligarquía terrateniente –que había dado por finalizada la cuestión indígena en 1880–, desconociendo los resabios y aportes de la cultura indígena a la identidad y cultura nacional, convirtiendo por oposición al mestizo o al criollo de origen europeo en la esencia del “ser nacional”.

A pesar de las diferencias políticas, ideológicas y de las condiciones históricas diferentes en las que el escritor comunista y el director peronista construyeron sus textos, lo esencial es la importancia que le asignan a la opresión y represión de estos sectores de trabajadores en los yerbatales, por lo que resultan aspectos más primordiales que estas dos producciones comparten. Desde caminos divergentes ambas se encuentran en el menosprecio o negación de resabios de una raíz indígena entre los mensúes, como así también en la valoración de la conciencia de esas masas. En el caso de la novela, esas masas atrasadas se concientizarían por fuera de su propia experiencia social y a partir de una revolución lejana y de objetivos imprecisos. Por su lado, la película postula que la conciencia y la resistencia organizada de las masas surgieron enfrentando un mal patrón y no contra un sistema económico y político que ya era innecesario combatir en la nueva Argentina del peronismo. En ambas obras se diluyen los efectos de la estructura político-económica y social, así como la identificación de los dueños de las tierras y empresas explotadoras. En 1952, cuando se estrenó la película, la crisis que sufría el gobierno peronista y los cambios a nivel internacional pusieron en evidencia que esos factores estructurales seguían presentes y que, como señalara Abel Posadas, “el enemigo no se va así nomás”.

NOTAS:

1 Maranghello, César e Insaurralde, Andrés, Hugo del Carril. El compromiso y la acción, Buenos Aires, Ministerio de Cultura Gobierno de Buenos Aires, 2006, p. 20 y 21.

2 España, Claudio, Cine argentino, industria y clasicismo (1933/1950), Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 2000. cit. p 30.

3 Borrás, Eduardo, Las aguas bajan turbias, Prólogo de Claudio España, Buenos Aires, Editorial Biblos/Argentores, 2006, p.19.

4 Lusnich, Ana Laura y Piedras, Pablo, Una historia del cine político y social en Argentina, (1896-1969), Buenos Aires, Nueva librería, 2009, p. 193 -198.

5 Di Núbila, Domingo, Historia del Cine Argentino, Buenos Aires, Ed. Cruz de Malta, Fondo Nacional de las Artes, 1959, p. 147-150.

6 Borrás, E. Op.cit., ps. 16 a 19.

7 Lusnich, Ana Laura, “Las aguas bajan turbias, un modelo de transición”, enCiudad / Campo en las artes en Argentina y Latinoamérica, 3° Jornadas de Teoría e Historia de las Artes, Buenos Aires, CAIA, 1991, p. 190-191; y El drama social-folclórico. El universo rural en el cine argentino, Prólogo de Claudio España, Buenos Aires, Ed. Biblos, 2007, p. 27.

8 Borrás, Eduardo, op.cit. p. 13.

9 Rau, Víctor, “Transformaciones en el mercado de fuerza de trabajo y nuevas condiciones para la protesta de los asalariados agrícolas”, en Ruralidades latinoamericanas. Identidades y luchas sociales, Buenos Aires, CLACSO, 2005. http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/ruralidad/Rau.pdf, p. 427.

10 Idem. Op. cit., p. 425.

11 El Diario, 20 de junio de 1908. Rafael Barret, anarquista español radicado en el Paraguay, fue periodista, ensayistas y escritor que investigó y denunció la situación de los mensú en los yerbatales paraguayos en 1908.

12 Entrevista a Ramón Ayala de Arturo M. Lozza, “Por los cauces de América latina, la jangada va”, Buenos Aires, Propuesta, 19 de Febrero 2009, p. 11.

13 Varela, Alfredo, El Río Oscuro, Buenos Aires, Editorial Directa, 1984, p. 164, p. 277.

14 En la Conferencia de Partidos Comunistas Latinoamericanos que se realizó en Bueno Aires en 1929, José Carlos Mariátegui pondrá los problemas que la cuestión indígena y la penetración del imperialismo en América latina planteaba al comunismo latinoamericano.

15 Varela, A. Op. cit., p. 37- 38, 142.

16 Varela, A. Op. cit., p.120.

17 Posadas, Abel, “El cine de la primera década peronista” en La cultura popular del peronismo, Buenos Aires, Ed. Cimarrón, 1973, p. 67.

18 Romano, Eduardo (1973) “Apuntes sobre cultura popular y peronismo” En: AA.VV. La cultura popular del peronismo. Buenos Aires: Cimarrón.


Este artículo es una adaptación para La Marea del siguiente trabajo de la autora: «Encuentros y desencuentros entre dos grandes obras: El río Oscuro y Las aguas bajan turbias (Argentina, 1943/1952)», Nuevo Mundo Mundos Nuevos. https://doi.org/10.4000/nuevomundo.63148

Cristina Mateu es historiadora y docente universitaria.

Hacé clic y aportá a La Marea

Artículos relacionados

2 comentarios

Darlene noviembre 13, 2022 - 4:10 am

Thhis excellent website definitely has alll thee informationn I wanted concerning
this subject aand didn’t know whho to ask.

Responder

Deje un comentario