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Un mantra no cambia la realidad

por Jorge Brega

Escribe Cristina Mateu

Los artilugios discursivos del actual Presidente argentino –dice la autora– reiteran como un mantra falsedades históricas y propuestas económicas que llevarían a un futuro en el que proliferen el hambre y los desposeídos como a inicios del capitalismo, un futuro que la lucha popular deberá evitar.


 

Ni un loco ni un excéntrico. La irrupción de Javier Milei en la realidad argentina y su curiosa presencia a nivel internacional están vinculadas a la crisis y la decadencia del sistema capitalista mundial que ya engendró en el pasado y vuelve a crear ahora, otros especímenes parecidos.  

Las crisis recurrentes del capitalismo producto de la sostenida caída de la tasa de ganancias de los grandes capitales monopólicos, enfrascados en una competencia feroz que no pueden contener con innovación tecnológica, ni con renovadas fórmulas de especulación financiera, los lleva al intento de frenar esa caída aumentando en forma extrema la explotación de la mano de obra, liquidando derechos, precarizando las condiciones laborales, retrotrayéndolas a sus condiciones iniciales de la expansión del capital, sometiendo a los pueblos y naciones débiles para apropiarse de sus recursos. Más mano de obra barata, más recursos naturales baratos, más expansión territorial y concentración de poder económico. Como ejemplo reciente tenemos lo sucedido con las vacunas contra el COVID, solo un par de potencias mundiales con empresas monopólicas controlan y compiten por los precios, su producción y su distribución.

En el Foro de Davos, Milei sentenciaba: “El capitalismo de libre empresa no solo es el único sistema posible para terminar con la pobreza del mundo, sino que es el único sistema moralmente deseable para lograrlo”. Sin embargo, un informe –que seguramente el flamante Presidente diría que está confeccionado por «zurdos» o colectivistas–  afirma que desde el 2020 el 1% más rico ha acaparado casi las dos terceras parte de la riqueza generada a nivel global, reteniendo el 50% de la nueva riqueza. Mientras que 1.700 millones de trabajadores/as viven con salarios que están por debajo del crecimiento inflacionario y 820 millones de personas (una de cada diez) pasan hambre (Informe de https://www.oxfam.org/es/).

En todas sus presentaciones, Milei se autoproclama como el nuevo Mesías que repone verdades olvidadas. En Davos afirmó: “Hoy, estoy acá para decirles que Occidente está en peligro. Está en peligro porque aquellos que supuestamente deben defender los valores de Occidente se encuentran cooptados por una visión del mundo que inexorablemente conduce al socialismo”. Tal vez también acuse al Banco Mundial de colectivista, porque esta institución sostiene que en las últimas décadas se ha producido el mayor incremento de la desigualdad entre países y de la pobreza desde la Segunda Guerra Mundial. Milei construye sus justificaciones bajo premisas idealistas, ignorando a sabiendas o por necedad lo que la realidad y las condiciones histórico-económicas muestran. 

Vanagloriándose de ser el primer Presidente anarco-capitalista del mundo, en la apertura de las sesiones del Congreso Nacional dijo que “por el mandato de cambio que nos dio la gente y con el aval de haber dicho la verdad y nada más que la verdad en campaña, durante nuestros primeros 82 días en funciones hemos llevado adelante el programa de gobierno más ambicioso del cual se tenga memoria”. Ensoberbecido en su cruzada por “reducir el tamaño del Estado a su mínimo indispensable”, Milei niega, junto a los economistas liberales Murray Rothbard y Milton Friedman, lo que verifica la historia: donde triunfaron, las burguesías industriales necesitaron,  para fortalecer los mercados y consolidar el capitalismo, construir estados nacionales fuertes, dictando leyes con privilegios para a los dueños del capital y la propiedad privada, sometiendo a una explotación inhumana a las familias obreras y forzando a sus infancias a trabajar –desposeídas de herramientas y de tierras para su subsistencia– entre 12 o 14 horas para un patrón en condiciones insalubres. Por tal motivo, aquellos forzados a trabajar en condiciones inhumanas contradicen lo que sostiene Milei, que el “mercado es un proceso de cooperación social, donde se intercambian derechos de propiedad, voluntariamente”; no hay voluntad hay obligación a someter. Tal falacia de este economista –que adhiere a la escuela de economía más reaccionaria, la austríaca– la reitera sin ningún rigor científico y ni histórico, desconociendo las condiciones del mercado de trabajo que generó el capitalismo pasado y actual.

Se dice que Milei llegó al gobierno por el ahogo económico y el hartazgo de la juventud, también por el hambre y la rabia de los más postergados y precarizados. Sin embargo, también fue elevado de showstar a Presidente por el revanchismo de los sectores más tradicionales y conservadores de la Argentina y sus medios de comunicación. Aquellos que se consideran “argentinos de bien”, que proclaman una idealizada Argentina “próspera” solo para unos pocos, frustrados por sus fracasos en cada uno de los intentos y chanchullos para lograrla, porque esta es una Argentina en que la lucha y movilización social siempre han sido la herramienta fundamental para garantizar los derechos democráticos. Y hoy, más que nunca, siguen siéndolo.

Milei, auténtico o farsante, con sus discursos de odio, su brutalidad discursiva y simplista, su actitud mesiánica y soberbia catalizó ambas puntas del espectro social. Por un lado, los que viven en la extrema pobreza y por otro, los que disfrutan de una extrema riqueza. Eric Hobsbawm señalaba, en su Historia del siglo XX que “La principal diferencia entre la derecha fascista y la no fascista era que la primera movilizaba a las masas desde abajo” y refiriéndose a la experiencia alemana agregaba: “El fascismo se complacía en las movilizaciones de masas, y las conservó simbólicamente, como una forma de escenografía política”.

El deterioro de la estructura económica del país es producto de sucesivas políticas que agravaron nuestra dependencia económica, destruyeron la industria nacional y consecuentemente aumentaron la desocupación, hundiendo al país en un endeudamiento vergonzoso. A estas condiciones económicas se sumaron el descrédito y desesperanza generados por las distintas propuestas de la democracia liberal que no acortaron la brecha socioeconómica. 

La clase obrera inglesa a inicios del siglo XIX.

En estas condiciones de crisis e incertidumbre Milei vitupera a quien lo cuestiona por actitudes que le son propias por mentiroso y farsante. Confunde, miente, ignora y manipula. La realidad es cruel para los más desamparados del sistema capitalista en un país dependiente como la Argentina.

Cualquier artilugio discursivo, repetir y repetir un mantra o varios “No hay plata”, “Viva la libertad carajo”, “no es mi problema”, “el capitalismo es el único sistema posible”, responsabilizando al “colectivismo” y los “zurdos” por la situación a la que nos lleva el capitalismo desde que predomina mundialmente chocará tarde o temprano con la realidad. O aceptamos un mundo y un país como el que nos proponen, un futuro en el que proliferen pobres desposeídos y desamparados como a inicios del capitalismo, o luchamos –en las condiciones que impone el siglo XXI– por un futuro en el cual el 99% de los que no acceden al 50% de la riqueza reciente sean los que decidan cómo distribuir la riqueza, qué producir, cómo educar, cómo cuidar y ayudar a los más necesitados o menos favorecidos, resolviendo lo más urgente: el hambre, las enfermedades y la educación, algo que lograron las primeras revoluciones socialistas.


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