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Carmen Soler, «poeta de combate»

por Jorge Brega

“Ubicada en la línea social y popular inaugurada por Julio Correa, Carmen Soler representa por primera vez en la poesía paraguaya la irrupción de la mujer como poeta de combate. En sus poemas breves pero intensos, casi todos ellos en el ritmo del romance, se combinan el acento popular con una rigurosa intuición poética”.  Augusto Roa Bastos


 

Carmen Soler nació en Asunción, Paraguay en 1924. En su juventud fue maestra rural bilingüe (guaraní-castellano) cuando el sistema educativo aún no lo establecía, y se encuentra por primera vez frente a los problemas sociales: la explotación obrera en los establecimientos tanineros, el sometimiento y la marginación de los indígenas, las penurias de los campesinos, la particular opresión que sufren las mujeres del pueblo. Por entonces se incorpora al Partido Revolucionario Febrerista, militando en la radicalizada corriente marxista que integraba su hermano Miguel Ángel.

En 1946 participa de la fundación de la Unión Democrática de Mujeres y al año siguiente se suma a la rebelión contra el dictador Morínigo. El movimiento opositor es derrotado en la guerra civil y la familia debe refugiarse en la Argentina, al igual que miles de compatriotas. Lejos de su patria, en la soledad de la Patagonia, Carmen escribe poemas, notas periodísticas y dicta conferencias sobre literatura y cultura paraguayas. Sus versos se publican por primera vez en 1953, en revistas argentinas y alemanas.

En 1954 regresa al Paraguay, donde ya gobierna el General Alfredo Stroessner. Se incorpora a la Cruzada Paraguaya contra la Bomba Atómica, que presidía su padre. Como aporte a la campaña internacional de firmas contra la bomba atómica y por la paz mundial, junto al poeta Leopoldo Franco traduce al guaraní La niña muerta (Mitá angüé), del gran poeta turco Nazim Hikmet.

En julio de 1955 Carmen sufre su primer arresto. La policía secuestra sus manuscritos que la dictadura considera subversivos, “de fondo comunista”, como consta en la ficha policial de entonces. Se afilia al Partido Comunista Paraguayo, al que ya habían adherido sus hermanos Dalila y Miguel Ángel.

A fines de 1959, alentados por el triunfo de la Revolución cubana que derrocó a Batista, surgen gérmenes de lucha guerrillera en Paraguay. Carmen trabaja para el FULNA (Frente Unido de Liberación Nacional) y en 1960 es apresada nuevamente, junto con su segundo esposo, Carlos Casabianca. Deportados, viven tres años en Montevideo y luego en Buenos Aires.

En febrero de 1968, luego de unos meses de trabajo clandestino en Asunción, cuando se disponía a cruzar la frontera argentina para asistir al casamiento de su hija en Buenos Aires, Carmen es secuestrada y arrojada a los calabozos de “La Técnica” (hoy Museo de las Memorias, en la calle Chile). En Asunción, el periódico católico Comunidad, informaba: “La poeta Carmen Soler fue detenida el día 15, bestialmente torturada y luego hospitalizada con diversas lesiones que ponen en peligro su vida. Para poner fin a las torturas ha declarado una huelga de hambre. Intentó suicidarse”.

Se realizaron gestiones dentro y fuera del país para salvar su vida. Legisladores, artistas e intelectuales de Uruguay, Chile y Argentina enviaron telegramas al Ministro del Interior reclamando su libertad. Entre ellos, Juvencio Valle y Pablo Neruda.

Luego de treinta días de huelga de hambre, y con su salud muy quebrantada, queda con prisión domiciliaria. Cuando se recupera, sus familiares logran llevarla a la embajada uruguaya, donde le brindan asilo político. Desde entonces, Carmen vive en el exilio: Uruguay, Argentina, Chile y Suecia. Su producción poética, política y periodística no se detiene. Poemas, su primer libro, fue publicado por Aquí Poesía, Montevideo, 1970.

A fines de 1975, la desaparición de su hermano Miguel Ángel Soler, dirigente comunista secuestrado y terriblemente torturado en Asunción, la afectó profundamente. Durante meses realiza gestiones internacionales, sin resultado alguno. Pinta su retrato, le dedica poemas. Hasta hoy no se ha logrado recuperar su cuerpo.

En 1979, regresa a Buenos Aires con su salud muy deteriorada. Sabiendo que tiene poco tiempo, ordena sus poemas, escribe, corrige y selecciona. No llega a ver su libro En la Tempestad, publicado en 1986 (Edit. Cartago, Buenos Aires). Falleció en Buenos Aires el 19 de noviembre de 1985. No tuvo la dicha de poder volver a su patria. Stroessner fue derrocado recién en 1989.

En 1995 la editorial Arandurá publica en Asunción La alondra herida –una recopilación realizada por su hija­–, primer libro que se pudo publicar en su país. En 2011, la Secretaría de la Mujer de la Presidencia de la República del Paraguay publicó Poesías reunidas (Ed. Servilibro, Asunción), primer volumen de la colección “La mujer paraguaya en el bicentenario”. En 2016 La Marea editó su Antología poética, compilada y prologada por su hija María Eugenia Aponte Soler, “Matena”, militante revolucionaria como su madre, fallecida en Buenos Aires el 2 de enero de 2019. (De este libro extractamos las líneas precedentes).

Carmen Soler retratada por Olga Blinder

Dos poemas

Penas encimadas

Voy a decirlo de entrada
para el que quiera entender:
son penas muy encimadas
el ser pobre y ser mujer.

Trabaja toda la vida
apenas para comer.
Tiene las penas del pobre
y más las de ser mujer.

La rica tiene derechos,
la pobre tiene deber.
Ya es mucho sufrir por pobre
y encima por ser mujer.

Está tan desamparada
y es madre y padre a la vez.
Derechos, ni el de la queja,
por ser pobre y ser mujer.

Se hacen muchos discursos
sobre su heroísmo de ayer.
En el papel la respetan.
Pero sólo en el papel.

Y lo repito de nuevo
para el que quiera entender:
son penas muy encimadas
el ser pobre y ser mujer.

 

La obrerita

Yo soy
Dominga Villalba;
nací en el surco
donde mi madre sembraba.
La hamaca que me sirvió de cuna
la trenzó la ausencia
y la colgó el olvido.
Pablo, dicen, que se llamaba.
¡Nunca vino a verme!
El camino de los pobres
solamente el dolor
lo encuentra siempre.

Papeles,
sellados de injusticia.
Fusiles,
cargados de ignominia.
Rancho, sembrados, esperanzas, ¡todo!
era ajeno.
Nuestro,
solamente un poco
de carne encallecida
y un gran amor alimentado
de tierra, de rocío,
de pájaros y espigas.

Ahora,
soy Dominga Villalba,
obrera,
rebelde y combativa,
voz y puño en la lucha
por el pan y por la tierra.
¡Así me hicieron!
A golpes trabajaron
mi arcilla campesina
y ahora soy
¡fibra de acero!

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