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Reflexiones sobre el avance de las derechas y una autocrítica de las izquierdas

por Jorge Brega

Escribe Carmelo Cortese

Ante el crecimiento de las derechas y los discursos fascistas en todo el mundo, el autor de este artículo publicado en nuestro número 52, aborda la necesidad de que los intelectuales de la izquierda intervengan activamente en la disputa ideológica.


Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; (…) la clase que ejerce
el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante.
K. Marx, La ideología alemana. Grijalbo, México, 1987, pág. 51.

La filosofía es la crítica y la superación de la religión y del sentido común,
y en tal forma coincide con el “buen sentido”, que se contrapone al sentido común.
A. Gramsci. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce.
Nueva Visión, 1971, pág. 10.

Advertencia inicial1

Escribo esta nota desde la posición de un militante social, sindical y político, enrolado en las filas de la izquierda revolucionaria a comienzos de los 70 del siglo pasado. Cuando mi generación accedió a la vida política, una oleada revolucionaria sacudía al mundo entero; existía el socialismo en nuestra América Latina y nos conmovía el ejemplo heroico del Che Guevara entre otros. Luego vendrían años oscuros. Ya pasaron alrededor de tres décadas desde la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS. El socialismo ya no existe, es desconocido por las jóvenes generaciones, o se asocia a una potencia imperialista como la China “comunista”.
En este contexto mundial y nacional planteo dudas y preguntas sin respuestas certeras: si la derecha avanza, crece en agresividad y violencia, gana adeptos en jóvenes y sectores populares, ¿no sería más pertinente plantear la pregunta por el retroceso de la izquierda? Y lo más preocupante es que si la derecha acumula el malestar existente con el orden social (capitalista) y adopta aires rebeldes contra los errores, impotencias y descréditos de las democracias “populistas”, cabe preguntarse si la izquierda ha pasado a defender lo existente como lo posible y ha sepultado la rebeldía socialista.
Al igual que el siglo pasado, grandes calamidades siguen azotando a la humanidad: guerras, crisis económicas, epidemias, desplazamientos, hambrunas. Si el socialismo fracasó o fue derrotado (según la explicación que se adopte) y el capitalismo ha triunfado, ¿por qué avanzan corrientes que responsabilizan de esos males a un sistema inexistente y reivindican el capitalismo como salida de las crisis?2
Comparto la hipótesis de la derrota (no el fracaso) del socialismo. Sin embargo, ¿hemos reflexionado lo suficiente sobre las causas de la derrota? ¿Cuáles fueron los errores y las falencias de los socialismos realmente existentes? ¿Por qué el socialismo ha dejado de ser un objetivo válido y deseable para gran parte de la juventud? ¿Por qué la solidaridad y los ideales igualitarios han sido desplazados por el individualismo y la competencia? Si la derecha avanzó al punto de borrar de la memoria colectiva los logros económicos y sociales del socialismo del siglo XX ¿no habrá cierta responsabilidad de la izquierda? ¿Habrán faltado lucidez teórica y audacia práctica para prever, enfrentar y frenar ese desarrollo?
En esta línea de pensamiento corresponde también reflexionar sobre las experiencias latinoamericanas denominadas nacional-populares o populistas, muy golpeadas por la derecha. La caracterización de sus sectores dirigentes y las posiciones a adoptar frente a ellos es motivo de agudos debates en la izquierda.3
Una primera reflexión es que frente al escenario “derechizado” han surgido dos enfoques contrarios, pero igualmente unilaterales e insuficientes. Uno, temeroso por las tendencias fascistas, se refugia en el escepticismo, el pesimismo y hasta la parálisis; ante la supuesta imposibilidad del camino revolucionario acepta males menores y cierra filas con la “derecha democrática”. Otro, niega o subestima la posibilidad de masas populares ganadas por la derecha; solo exhibe certezas, repite citas de autoridad y utiliza la historia como un repertorio de recetas ya probadas, que basta con seleccionar y aplicar en el presente, desechando el alma viva del marxismo, “el análisis concreto de la situación concreta”, la cual siempre es inédita y diferente.

Las rebeliones populares en varios países latinoamericanos fundamentaron una mirada crítica sobre quienes no confían en el despliegue de las energías populares.

¿Crecen las derechas o las luchas populares?

Diversos acontecimientos de este siglo XXI han dado pie a un intenso debate,4 en círculos intelectuales, académicos y en los medios de comunicación masiva, sobre las ideas de derecha y su creciente influencia, las características de una “nueva derecha” antidemocrática y cuasi fascista, asociada a ciertas formas religiosas, el predominio de las concepciones “meritocráticas”, un marcado anticomunismo, etc.
Las presidencias de Trump, Bolsonaro, Piñera, Lacalle Pou, Duque y Macri, más una sucesión de golpes y de intentos de asesinato a dirigentes, dieron sustento a teorizaciones sobre la derechización de las masas y al escepticismo para modificar el orden social. En sentido contrario, las rebeliones populares en varios países latinoamericanos (Ecuador, Chile, Colombia, Bolivia, Perú), y los triunfos electorales de Fernández, Boric, Arce, Petro, Lula, fundamentaron una mirada crítica sobre quienes no confían en el despliegue de las energías populares en el combate antioligárquico y antiimperialista en camino a la liberación social y nacional.
Coincidiendo con la segunda perspectiva, considero necesaria profundizarla con una mirada más dialéctica, que dé cuenta de las múltiples contradicciones y permita apreciar una situación compleja. Existen minorías intensas de derecha e izquierda que disputan grandes masas, heterogéneas en su composición, con características muy cambiantes, inmersas en un proceso de profundas transformaciones desde los años ‘90 (reunificación del mercado mundial capitalista, profundización de los rasgos especulativos y predominio del capital financiero, agudización de las disputas inter-imperialistas, ascenso de China como potencia mundial, refuerzo de tendencias belicistas, expansión de las modalidades extractivistas con graves consecuencias ambientales, mayor concentración/centralización del capital e incremento de las desigualdades, precarización de las relaciones laborales, nuevos dispositivos tecnológicos y de inteligencia artificial que refuerzan el control sobre individuos y colectividades, etc.).
Entiendo como unilateral ver sólo “masas derechizadas” o “masas combativas”; más bien coexisten en tensión, en el seno del “pueblo”,5 diferentes prácticas sociopolíticas y variadas identidades/subjetividades: unos resisten, luchan y se rebelan; otros se muestran confundidos, resignados, escépticos; y algunos son directamente ganados/cooptados por las visiones hegemónicas. Si una elección presidencial puede ser ganada por un puñado de votos, hoy por los rojos, mañana por los blancos, significa que una gran parte de ese pueblo no tiene adscripciones firmes o inamovibles. Suele haber confusión en este tema y no se admite, por ejemplo, que si Macri ganó una elección es porque sectores sociales oprimidos (fracciones de obreros explotados, trabajadores precarizados y desocupados, empleados públicos, cuentapropistas de subsistencia, franjas de capas medias, mujeres oprimidas, jóvenes excluidos de la educación y de futuro incierto) lo votaron. La estructura de las clases sociales condiciona pero no determina automáticamente la posición política en general, ni la electoral en particular. Algunos sectores de la izquierda han tardado demasiado en comprobar el predominio de ideas de derecha en un sector importante de la población; y la enfermedad no diagnosticada no se trata.

La lucha de clases se da en todos los planos

La derecha argentina (expresada con matices en libertarios, peronistas “racionales” y Juntos por el Cambio) manifiesta su adhesión al capitalismo como sistema económico-social y su dependencia a las potencias imperialistas. Reclaman libertad, pero sólo para los propietarios de las condiciones de producción; proponen consensos ideológicos para lograr la adhesión de amplias capas medias; y exigen palos para disciplinar al resto (principalmente trabajadores y campesinos pobres). El sector más reaccionario de las clases dominantes ha logrado imponer un núcleo de ideas que componen el sentido común aceptado como válido y legítimo por una porción de las clases oprimidas: “orden”, “ajuste fiscal”, “trabajadores versus parásitos planeros”, “abrir la economía a la inversión extranjera”, “el populismo se roba todo”, “el comunismo quiere expropiarnos”, “los mapuches son extremistas”, “la ideología de género atenta contra la familia”, etc.
Los intelectuales orgánicos de izquierda, junto a su participación en las luchas económicas y los conflictos políticos, deben intervenir activamente en la lucha por la hegemonía, en la disputa de los significados, para dotar de buen sentido al sentido común dominante. Lo cual exige investigar sobre las causas objetivas de la influencia política-ideológica conservadora y reaccionaria. Desde esa función específica puede contribuirse a las luchas populares, ya que la disputa ideológica debe darse ahora, simultáneamente con los combates reivindicativos, y no después de un hipotético triunfo.
Se trata de una lucha impostergable de las corrientes revolucionarias para conquistar la dirección moral, espiritual y cultural, el reconocimiento y la legitimidad (hegemonía) dentro del campo popular. Esto significa que la lucha contra los sectores más recalcitrantes de la derecha requiere de una amplia unidad en las luchas sindicales-reivindicativas, de confluencias políticas, incluidas las electorales, para defender libertades y derechos democráticos, y por la soberanía nacional. Pero, en el plano ideológico, sólo desde una perspectiva marxista se identifica el sistema de explotación capitalista y su fase imperialista como las causas últimas de la pérdida de soberanía, el estancamiento económico, el endeudamiento nacional, la pobreza y las desigualdades sociales. No hay coincidencia con líderes nacionales que reivindican la eficiencia del capitalismo chino y pretenden “redistribuir el ingreso” sin afectar la propiedad concentrada de las palancas económicas y sin cortar con toda dependencia extranjera.
El desafío para las fuerzas de izquierda es complejo porque pueden errar al no distinguir entre diferentes sectores de clases dominantes y tratarlos como “todos son iguales”. Pero también se puede pifiar al diluirse en un “gran frente nacional y popular” bajo la dirección hegemónica de fracciones burguesas que conceden algunas reivindicaciones para mantener la gobernabilidad y buscan cambiar de amo. La disyuntiva de fondo no es participar o irse de esos frentes como instrumento táctico, sino en qué condiciones integrarlos sin renunciar a los objetivos históricos, desplegando masivamente la propaganda clasista y revolucionaria. No me confundo entre Lula y Bolsonaro, pero para construir frentes únicos antifascistas no es necesario renunciar o postergar para las calendas griegas la perspectiva socialista.
En lo esencial, el libre juego democrático es inviable con el capitalismo (basado en la “sed insaciable de ganancias”) y las guerras por la hegemonía mundial entre las potencias imperialistas son inevitables. La lucha de clases y las luchas nacionales implican alianzas en los planos económico y político para aislar a los sectores más reaccionarios, pero ¿por qué sembrar ilusiones en un desarrollo capitalista virtuoso y en la democracia burguesa? Y en el plano ideológico, ¿por qué debería renunciarse a la crítica radical del capitalismo? Al menos no para quienes se reivindican marxistas.

Coexisten en tensión quienes luchan con quienes se muestran resignados.

Abordar los problemas de la teoría y la historia para alumbrar la práctica

Problemas de historia. ¿Son realmente nuevas las derechas? ¿Su avance y agresividad son inéditas en Argentina, América Latina y el mundo? ¿O es la deliberada ignorancia histórica la que impide sacar enseñanza de las experiencias anteriores?6
En nuestro país han transcurrido 46 años del último golpe militar y la instalación de la dictadura genocida. Gran parte de la población no tiene recuerdos personales de esa época, y la memoria histórica es trabajada muy superficialmente. Los golpes militares expresaron la necesidad de apelar al terror fascista para frenar el auge revolucionario y/o poner fin a gobiernos reformistas, pero también apelaron a grados de consenso en la ciudadanía. Los golpistas de ayer se travisten en los «republicanos» y «libertarios» de hoy, defendiendo las «instituciones» que protegen sus intereses.
La historia deja enseñanzas, principalmente las experiencias de resistencias, luchas, rebeliones y revoluciones, triunfantes o derrotadas. Pero no puede leerse en forma lineal, sino desde los intereses del presente y nunca se repite en forma idéntica. Argentina 2023 no es Rusia 1917, ni China 1949.
Problemas teóricos. ¿Ya no sirven las categorías marxistas para el análisis de la problemática social? ¿O los marxistas deben usar la teoría como caja de herramientas, enriquecida por la práctica revolucionaria y las nuevas elaboraciones teóricas de un siglo, para estudiar las problemáticas actuales? Hay quienes reniegan de Marx, Engels, Lenin, Mao, Gramsci, Mariátegui, el Che…; pero también hay quienes olvidan que ninguno de ellos escribió específicamente sobre la situación argentina y latinoamericana a comienzos del siglo XXI.
La obligación de quienes se consideran intelectuales orgánicos es abordar los nuevos problemas de las sociedades del siglo XXI. Profundizar teóricamente e investigar empíricamente: ¿Crecen las sociedades de consumo? ¿O aumenta la expulsión de población sobrante? ¿Antiguo ejército industrial de reserva, o masa definitivamente marginal y expulsada? ¿Cómo acumulan ganancias los capitalistas al reducir la composición orgánica del capital? ¿Cómo funcionan las llamadas rentas tecnológicas y capitalismo de plataformas? ¿El crecimiento de la economía informal se resuelve con la economía popular? ¿Pelear por salario universal básico, por aumento de salarios, por incluir en el trabajo asalariado, por eliminar la explotación salarial? ¿Los avances de dispositivos tecnológicos y de la inteligencia artificial suponen control total e impiden la revolución? ¿Los cambios objetivos en el mundo del trabajo imponen nuevas subjetividades adheridas al capitalismo? ¿Se debe aceptar el extractivismo para impulsar el crecimiento económico? ¿Cuál es la posición internacionalista correcta frente a las nuevas guerras? ¿Sigue vigente la consigna “o la revolución detiene la guerra, o ésta desata la revolución”? ¿Cuáles son las estrategias de comunicación frente al avance de las fake news y las abiertas mentiras dominantes? ¿Cómo utilizar la modernización productiva rechazando al capital como relación social dominante?
Si la izquierda pretende seguir siendo un faro progresivo en la historia de luchas de nuestros pueblos y naciones, debiera asumir que tan perjudicial es el abandono de la guía teórica marxista como el anquilosamiento dogmático.7
La práctica política. En este plano se dirimen finalmente los conflictos nacionales y de clase. La lucha revolucionaria es sumamente compleja. La experiencia nos ha mostrado que los compañeros de luchas sindicales y reclamos sociales pueden votar expresiones de derecha. Otros muy progresistas en sus discursos no participan de la movilización popular. Ninguno de los planos de la lucha de clases resuelve por sí solo una estrategia revolucionaria en camino a un país independiente y liberado de la explotación y las opresiones.
¿Qué deberíamos hacer como intelectuales y militantes? Afianzarnos en la práctica, encabezando las luchas por los dramas cotidianos y para acumular fuerzas revolucionarias, y esforzarnos en la investigación histórica y actual de nuestro país guiados por el materialismo dialéctico e histórico. Sin lucha seríamos revolucionarios de café, pero sin teoría revolucionaria combatimos a ciegas. Sin un análisis profundo y exhaustivo de las diversas dimensiones de la compleja sociedad nacional, sin un diagnóstico correcto, se pierde el rumbo.
Desde tiempos de Stanley y Babeuf los revolucionarios no vacilaron en acaudillar las luchas, encender las llamas, iluminar con la teoría revolucionaria, unir a las mayorías contra el enemigo principal. Ser derrotados para renacer en la próxima generación. Pero eso exige ganar el corazón y la cabeza de las masas oprimidas. No tengo las respuestas certeras, pero mi hipótesis es que la derecha ha ganado la cabeza de millones que tienen sus pies en las clases populares. Por eso la lucha ideológica es para hoy, simplemente porque no habrá revolución sin esas cabezas.

Notas:
1. A los fines de esta nota me limito a utilizar os términos derecha e izquierda el primero para designar, respectivamente, a los defensores del capitalismo, y a los críticos de ese sistema desde una perspectiva socialista, aunque ambos rótulos incluyan corrientes diferentes y hasta enfrentadas entre sí.
2. Un ejemplo de esas concepciones está dado por Miguel Ángel Pichetto: “El capitalismo es el sistema que han adoptado todos los países exitosos del mundo, incluidos regímenes autoritarios como China y Rusia, y hasta Vietnam, que le ganó la guerra a Estados Unidos. En cambio, el pobrismo… pretende igualarnos a todos para abajo, y eso nos va a conducir a una Argentina sin inversión, sin trabajo y sin futuro”. (La Nación, 15/12/2021, https://www.lanacion.com.ar/politica/miguel-pichetto-y-carlos-roberts-presentaron-capitalismo-o-pobrismo-nid15122021/). Otro es Javier Milei, quien reivindica el anarco capitalismo, el capitalismo de libre empresa y el liberalismo puro (Perfil, 27/5/22, https://www.perfil.com/noticias/periodismopuro/debate-de-dos-modelos-opuestos-la-escuela-vaticana-y-la-austriaca-por-jorge-fontevecchia.phtml).
3. Muchos de estos gobiernos cayeron por golpes de estado. El caso del peronismo (1945-1955) puede caracterizarse como una burguesía impotente para resolver las contradicciones con el poder oligárquico-imperialista por su temor histórico a desatar fuerzas que luego no puede controlar, pero “en condiciones de controlar a las masas populares en el caso que la lucha se desarrolle en el terreno meramente electoral”. En cambio “la alianza oligárquico imperialista no vacila y emplea toda su fuerza” basada en el “control tradicional del aparato del estado” (Horacio Ciafardini, Textos sobre economía política e historia, 2002, págs. 173 y 174).
4. Entre otros, y sólo a modo de ejemplo: Gabriel Vommaro, La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un proyecto de poder (Siglo XXI, 2017); Paula Canelo, ¿Cambiamos? La batalla cultural por el sentido común de los argentinos (Siglo XXI, 2019). Ver en Le Monde Diplomatique N° 283, enero 2023, los artículos de Ezequiel Ipar, La Rabia grita derecha; y de José Natanson, El día en que el peronismo perdió a los jóvenes. Desarrollé algunos aportes sobre esta problemática en La derecha en Mendoza y la demagogia libertaria: cómo abusar de la angustia para repartir culpas (La Quinta Pata, edición digital 4 de agosto 2021); PASO 2021: las críticas consecuencias de la primera vuelta electoral (Revista Kilómetro Cero, edición digital 16 setiembre 2021); Milei y los libertarios: apariencia y esencia (InfoyData, edición digital 9 de mayo 2022).
5. Concepto multívoco que alude indistintamente a un conjunto de clases, fracciones de clase y sujetos sociales diversos, los que deben distinguirse analíticamente según su posición en la estructura socio-económica y sus diferentes conductas políticas.
6. “En el pensamiento y la concepción de derechas hay un núcleo duro que es permanente u orgánico: su posición respecto de la díada igualdad/desigualdad. En cambio, lo que tienen de nuevo es puramente ocasional, accesorio, si bien es necesario prestar atención a algunas manifestaciones que bien podrían llegar a ser más o menos permanentes” (W. Ansaldi, Arregladitas como para ir de boda. Nuevo ropaje para las viejas derechas, en Revista Theomai N° 35, 1er semestre 2017, http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/).
7. Queda pendiente para desarrollos posteriores la relación íntima entre el revisionismo, que impugnó los principios teóricos marxistas, y el dogmatismo criticado por Marx y Engels; ver Correspondencia, Ed. Problemas, 1947, y Siglo XXI Editores.


Carmelo Cortese es sociólogo, integrante del Partido del Trabajo y del Pueblo, Mendoza.


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