Home Notas Poemas de María de los Ángeles Fornero

Poemas de María de los Ángeles Fornero

por Jorge Brega

María de los Ángeles Fornero nació en Carrilobo, Córdoba, en 1961. Es docente y coordinadora de grupos de formación en el Instituto Superior de Estudios Psicosociales “Dr. Enrique Pichon-Rivière” y profesora de Lengua y Literatura en escuelas secundarias públicas de su provincia. Ha recibido premios en poesía en certámenes de editoriales que la incluyeron en antologías publicadas en 2016, 2017 y 2018. Su larga militancia social, cultural y en particular por los derechos de las mujeres, se ve reflejada en su escritura, en la cual la historia, el feminismo y las luchas populares –no sólo de nuestro país–, tienen un lugar destacado. Publicó la novela Viajes entre dos orillas (Alción, 2019. Ver LM N° 50, pág. 52) y los poemarios La devolución de las texturas (Tinta Libre, 2020) y Úlcera, sal, papel y carbón (El Mensú, 2021), de los cuales tomamos los poemas aquí reproducidos:


 

María de los Ángeles Fornero

Cinco poemas

 

El virus muere
–asegura la OMS–
con agua y jabón.

Pero no sale agua.
Ni un chorro
ni una gota
–cualquier agua–
ni sucia
ni vieja
algo de agua
de las canillas
en ninguna de las
casillas.

Jabón seco y
nada de agua
ni una gota
en las canillas
de las casillas
de los pasajes
de la Villa 31.

(De Úlcera, sal, papel y carbón)

* * *


Treinta mil

No son treinta pesos, son treinta años
dicen las voces que no tienen más de veinte.

Los monstruos mansos
no rugen
solo sacuden la cabeza
y espantan
porque pueden demoler
la eternidad
con un solo estallido de ira
acumulada.

Hastiado
devora las calles
la paciencia
las ciudades
los sentidos comunes
el pavimento.

Intrépido, herido
en el origen marcha
inagotable.

No eran treinta pesos de aumento del transporte
eran treinta años de pulso contenido,
era una gente que llora a Víctor Jara
y no perdona.

(De “Chile de octubre” en La devolución de las texturas)

* * *


Julius Fucik podía percibir
un campo de violetas
entre los muros
desde sus escritos
en las cárceles alemanas
de Praga.

Las olía desde los pasillos
de la prisión
y las podía traducir
en el amor a los latidos
mientras caminaba hacía la horca.

Fucik celebraba la vida
de otros
mientras la ira de la hidra
le arrancaba la propia.

(De Úlcera, sal, papel y carbón)

* * *


                        A Carmela

Acaban de avisar a los conocidos, que son muchos, que ha muerto una mujer.

Muchas mujeres mueren por día en el planeta. La noticia no lo sería en sí misma.

La que murió vivió a destajo y andaba sobrándole historia de tanto haberla hecho.

No se trata de una mujer a la que llorar, enterrar y poner placas.

La que murió vivió destiñendo los miedos y desterrando los dolores a pie, con otras tantas como ella.

La que murió les enseñó a las nietas a coser pañuelos, primero
blancos, después verdes, después rosas.

La mujer que murió andaba pisando olas, descalza, enredándose las polleras en las arenas futuras.

Era de las que producía advenimientos en el filo mismo del ahora. Y se duplicaba, se triplicaba, se multiplicaba.

La que murió vivió en un nombre celebrante de los vinos por venir.

Detrás de todas las flores y las banderas vivió Clelia Íscaro, la mujer que acaba de morir.

(De La devolución de las texturas)

* * *


Ventanas con mujeres

Detrás de una ventana,
una mujer.
O su figura con hombros de carbón.
Cabello de sombras, sin boca.

Detrás de otra ventana,
otra mujer.
Unos ramos de brazos como antorchas.
Más cabellos y una línea pronunciada como boca.

Otras ventanas, menos figuras
de mujeres detrás.
Menos sombras, menos líneas y más bocas.
Algunas con sangre, otras con alas.

Más ventanas.
Vidrios rotos. Hilachas colgando de las astillas.
Más y más mujeres fuera del detrás de las ventanas.
Hasta que sea torrente, inundación.

(De Úlcera, sal, papel y carbón)


 

Hacé clic y aportá a La Marea

Artículos relacionados

Deje un comentario