Home Notas A 200 años de la Independencia del Perú

A 200 años de la Independencia del Perú

por Silvia Nassif

Celebramos en este bicentenario el triunfo de los pueblos de América del Sur sobre el último bastión del colonialismo español. Ayer y hoy, nos hermanan más de 500 años de lucha contra la dominación colonial española y la lucha por sostener nuestras independencias e identidades frente al atropello que las grandes potencias mundiales y sus personeros locales que, concentrando el monopolio de la tierra y el capital, nos subordinan.

Celebramos que nuestros pueblos, contradiciendo teorías muy difundidas, siguen luchando en Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile, Brasil, Argentina y, particularmente, en el mismo corazón del Perú.

Aquí, para honrar, reconocer y aprender de esta historia de luchas, difundimos dos notas: “El Bicentenario del Perú y las nuevas luchas latinoamericanas” de Luis Molinas y “El acto precede a la palabra y la palabra es acto” de María de los Ángeles Fornero, que nos ayudan a cuestionar aquellas visiones que desconocen a los verdaderos protagonistas de la independencia americana, trastocan el concepto de independencia o niegan los vínculos entre pasado y presente.


El acto precede a la palabra y la palabra es acto

Escribe María de los Ángeles Fornero

En estos días he vuelto a leer Los perros hambrientos, esa inmensa novela de Ciro Alegría que devela la irrealidad del presupuesto de una única lengua americana. Han pasado varias décadas y desarrollo de teorías lingüísticas desde que Ferdinand de Saussure demostró la diferencia entre lengua y habla así que no nos vamos a detener aquí, ahora. Pero ese párrafo inicial tiene el sentido de recordarnos siempre la diferencia entre lo que se nombra y cómo se lo nombra. Vale dejarlo dicho para abordar unas líneas sobre el Bicentenario de la Independencia del Perú. Sobre todo, porque uno de los debates teóricos que preocupa a ensayistas, políticos, historiadores, escritores, escritoras, amigas y amigos peruanos, por estos días cercanos al 28 de julio, es: qué nombra la palabra independencia, refiriéndose a la del Perú.

Suele pasar que los pueblos hacen las cosas a su modo. Y luego las academias, las legislaturas, los congresos o las teorías económicas y políticas le ponen nombre. Esta es otra diferencia para tener en cuenta: los hechos y los nombres que les dan quienes tienen el poder de nombrar. Ya que nombrar suele emparentarse directamente con parte del poder político y económico. Un campesino de la sierra de cualquier país sudamericano hoy en día está más preocupado por la pobreza propia, que por parecerse o no a Venezuela. Un trabajador minero que ve irse en los camiones de la Judbay1 toneladas de lo que sería un poco de mejor vida para sus hijos no nombra las cosas igual que El Comercio.2 Los obreros portuarios de la Argentina que se pasan días enteros cuidando que el chorro de soja caiga en toneladas a las bodegas de los barcos que irán a China, no nombra lo mismo que el diario Clarín cuando dice ‘cosecha’, ‘asado’, ‘vacuna’.

Es decir, siempre conviene diferenciar los hechos que producen los pueblos de cómo son nombrados esos hechos. Sobre todo, si son palabras de las que se apropian las clases dominantes. Cuando se dice ‘democracia’, por ejemplo, o ‘justicia’ claramente, no nombran lo mismo para el Mashe de Los perros hambrientos, que para los dueños del poder en la bella Lima. Cuando se dice ‘tierra’ o ‘sembradío’ no nombran lo mismo para los pueblos mapuches del sur argentino y chileno que para un terrateniente de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, los nombres que los hechos tienen algo y a la vez niegan algo de lo que son. Lo mismo con la palabra independencia.

Tapa del libro recientemente publicado Bicentenario 200. Compilador. Jorge Yezhayahu Gonález-Lara. Perú, 2021.

Antes de seguir nos detenemos en una digresión. El Perú celebra este 28 julio de 2021 el bicentenario de la declaración de su independencia y toda América del Sur debería cantar himnos al unísono, no solo como un gesto epopéyico de americanidad –a lo que son poco afectos los posmodernistas– sino como parte de una rediscusión de inicios de siglo, cuando los pueblos están en la calle a puro reclamo, aún en medio de la pandemia que azota al mundo. Desde Chile en 2019, Ecuador, Honduras, Bolivia, Colombia, Brasil, Perú hasta hoy, y claro, la Argentina, cada uno a su modo ha vuelto a hablar de nuevas constituciones, de techo, tierra y trabajo, de basta de Fondo Monetario Internacional y de soberanía en diferentes terrenos: vacunas, montañas, ríos –en la Argentina por estos días se discute si continuará extranjerizado o volverá a potestad nacional, el acceso a los puertos del Paraná por donde sale el 80 % de la producción agropecuaria: más de 120 millones de toneladas de granos–3 solo para citar ejemplos.

Volvamos, ahora sí, a aquel debate no solo teórico sino de efectos prácticos, antes y ahora. ¿Las declaraciones de independencias de lo que después fueron las repúblicas de los países sudamericanos a principios del Siglo XIX, fue un acto formal, leguleyo, más del orden de un gesto de desorden jurídico-político hacia Europa o realmente hubo un antes y un después?

Nos animamos a afirmar que hubo un antes y un después. Desde la mayor revolución antiesclavista iniciada por el cimarronaje de Francois Mackandal en el último cuarto del siglo XVIII, luego dirigida por Dessalines en Haití, coronada para enero de 1804, hasta ese agosto de 1825, cuando el Congreso de Chuquisaca4 declaró la independencia de Bolivia, se cumplían dos décadas en la que todo un continente se sacudió el yugo colonialista tal y como había sido entendido por el capitalismo ya maduro.

Y aquí viene una cuestión discutida muchas veces. Lo que se llaman los antecedentes.

Desde ya, los antecedentes siempre son múltiples, complejos, coadyuvantes, articulables entre sí, pero corresponde determinar cuáles fueron los que tuvieron mayor peso en ese ‘combo’. ¿Fue el ascenso en toda Europa de la Francia napoleónica o la rebelión de Túpac Amaru el punto de apoyo del crecimiento de la fuerza y la organización insurgente? ¿Fueron las ideas de la revolución norteamericana o las igualmente modernistas de Bolívar y San Martín acaudillando a un conjunto de intelectuales, periodistas, economistas, abogados americanistas las que cimentaron el camino? Y, al momento del desenlace, lo que determinó el curso de los acontecimientos ¿fue la deposición de Fernando VII en España o fueron las turbas indias, criollas y negras -en alianza con las distintas clases y sectores criollos, desde ya- como las expresadas por Juana Azurduy de Padilla en el Alto Perú, por Ventura Ccalamaqui5 en Huamanga o la ‘parda’ María Remedios del Valle6 sargento del Ejército del Norte, dirigido por Belgrano? Para no olvidar que el español con mujeres tuvo que pelear.7

Corrida de toros que se lleva a cabo en la sierra central peruana. El toro representa a gamonal (poderoso terrateniente) y el cóndor al indio comunero. El cóndor atado al lomo del toro lo pica durante la corrida. El toro suele morir y el cóndor es liberado. La novela Yawar fiesta de José María Arguedas evoca esas corridas.

Suele suceder que de cómo se contesten estas preguntas aparecen las tonalidades en la forma de ver el mundo hoy. Así, dando preeminencia a las causas externas se puede transitar entre un escepticismo paralizante –que coloca en el mismo platillo de la balanza a Keiko Fujimori que a Pedro Castillo, proclamado Presidente el 19 de julio, más de un mes después de su triunfo– hasta un optimismo que deja en manos de las potencias económicas extranjeras las principales decisiones políticas.

Saber, entonces, que los orígenes del movimiento anticolonial fueron múltiples y que sus corrientes convergentes incluyeron a las más variadas clases, capas y sectores sociales en lo que se podría llamar un frente único8 antiespañol es un punto de partida que pone en las causas internas el motor de todo el proceso, y a las causas externas como facilitadoras o galvanizadoras. Nunca como determinantes.

Esto quiere decir: fueron los hombres y las mujeres que habitaban suelo americano, sobre todo indios, afrodescendientes, criollos, mulatos, pardos, zambos, gentes de las clases y capas productivas más variadas, quienes, en unidad –de hecho– con los intelectuales, políticos y militares que traían –en sus cabezas– las ideas de la ilustración y del desarrollo de la industrialización, lo que determinó el curso general de los acontecimientos.

Siguiendo este punto de referencia, fueron cincuenta años –contando los de permanente ascenso en la confrontación– de guerras de guerrillas, revueltas, levantamientos en las minas, en los montes, en la sierra, en los artesanados vitivinícolas, algodoneros, cafeteros los que desembocaron en un nivel de conciencia revolucionaria que catalizó en los veinte primeros años del siglo XIX –1804 a 1825– que dejaron al mundo patas arriba. El hito –no el inicio, sino su punto emergente– es la insurrección de Túpac Amaru en 1780.9

Dicho en pocas palabras: antecedentes y causas múltiples y coadyuvantes, pero con preeminencia de los sucesos internos; conscientes y programáticos, además.

¿Y la declaración de la independencia del Perú en 1821 cuando aún la lucha con el imperio español requeriría de tres largos años más de batallas militares, hasta su derrota definitiva en diciembre de 1824, en los campos de la quinua, entre las quebradas de Ayacucho?

La declaración del 28 de julio de 1821 fue un acierto histórico del Gral. San Martín. Fue el principio del fin, en donde lo importante no es cómo jugaron las capas y clases aristócratas criollas, tibias y temerosas, o incluso los españoles acriollados devenidos en ‘patriotas’ limeños de última hora. Lo importante fue la palabra. Lo que cambió el curso de la historia, una vez hecha la historia, fue declararlo.

En política, “pegar primero es pegar dos veces” dicen en los barrios populares de mi país; “un buen ataque es la mejor defensa” dicen en el fútbol –y todavía gritamos emocionados el gol de Maradona a los ingleses en junio de 1986 en el mundial de México–. Pero además está la palabra. El significado de declarar la voluntad. La palabra es acto.10

En primer lugar, lo es porque estaba precedido de diez años de batallas a lo largo y a lo ancho de cuatro grandes virreinatos: de Nueva Granada, del Perú, del Río de la Plata y de Nueva España y una Capitanía General, la de Chile, con millones de personas enroladas en la convicción de modificarse y modificar al mundo en el que vivían.

En segundo lugar, porque para 1821 el poder español solo se hallaba endeblemente de pie en el Virreinato del Perú. Y era allí donde había que atenazarlo de todas las formas posibles.

Y como tercera razón, porque la voluntad de los hombres y las mujeres traducidas en forma de lenguaje puede ser tan fuerte como una batalla a matar o morir. Declarar la independencia mientras se combatía y a medida que se avanzaba, es lo que demuestra la profunda visión política de San Martín, al igual que la de Simón Bolívar. Esto ya había sucedido en lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata, cuando entre 1815 y 1816 San Martín preparaba en Mendoza su ejército de indios en patas, fundiendo monedas para hacer balas, exigía al Congreso de Tucumán en julio de 1816 “que no dilate más la declaración de la independencia” porque “es preciso que nos llamemos independientes”.11 Y después viene la vida. Los procesos en marcha pueden avanzar o retroceder. Pero, los pasos que se dan se afirman, nunca pueden ser dubitativos.

Y, para fundamentar que esa relación de “afirmar con la letra lo que se hizo con el cuero”12 remite a la relación dialéctica de práctica-teoría-práctica, podemos dar un último argumento. Casi ciento cincuenta años después se publicarán las clases y conferencias de un filósofo del lenguaje llamado John Austin. En ellas desenvuelve genialmente los fundamentos por los cuales cuando queda escrito, dicho y firmado por autoridad pertinente: “Por la presente usted está autorizado a pagar…” (Austin. 100) lo dicho se transforma en acto. Efectivamente “usted queda autorizado a pagar” y esa palabra es acto. El compromiso es acto. La voluntad expresada con el lenguaje –eso que nos diferencia del resto de los seres vivos y, que nos produjo junto al trabajo–13 ya es acto.

La declaración de la independencia del Perú aquel 28 de julio de 1821, en las entrañas mismas de lo que había sido el centro del brutal dominio español por más de trescientos años, daba entidad suprema a la voluntad de millones y daba, sobre todo fortaleza política a todas las declaraciones de independencia previas.

Ser libres e independientes de España “y de toda otra dominación extranjera”, agregó el Congreso de Tucumán en 1816, –ha pedido expreso del Gral. San Martín–14 aunque, claramente, allí se abrió un largo recorrido que, a ojos vistas, continúa hoy.

El proceso estaba abierto. Se cerraba entonces, hace doscientos años, una etapa: la de la colonia y se habría otra: la de ser repúblicas verdaderamente independientes de toda dominación extranjera. Repúblicas soberanas, todo lo más soberana que se pueda. En eso estamos.

San Martín y la Declaración de la Independencia en 1816 (Fragmentos)

En enero de 1816 ya se encontraban en Tucumán algunos de los diputados de los pueblos de las Provincias Unidas congregados para declarar la Independencia. Tomás Godoy Cruz (representante de Mendoza), es uno de los destinatarios más frecuentes de las cartas del General San Martín en las que manifiesta su urgencia para comenzar las reuniones del Congreso:

“¿Cuándo empiezan ustedes a reunirse? Por lo más sagrado, le suplico haga cuantos esfuerzos quepan en lo humano para asegurar nuestra suerte; todas las provincias están en expectación esperando las decisiones de ese congreso: él solo puede cortar las desavenencias (que según este correo) existen en las corporaciones…

El 12 de marzo expresa su beneplácito ante las que considera buenas noticias:

“Su comunicación del 24 pasado llegó a mis manos y fue tanto más satisfactorio, cuanto me anuncia la reunión próxima del congreso; de él esperamos las mejoras que nos son necesarias, y si éste no lo hace, podemos resolvernos a hacer la guerra de gaucho”.

El Congreso, por fin, comienza a sesionar el 24 de marzo de 1816.

Todo cuanto trata el Congreso de Tucumán es de suma importancia, pero, para el Libertador, un asunto es prioritario sobre otros, según le expresa a Godoy Cruz en carta fechada el 12 de abril:

¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra Independencia! ¿No le parece a usted -agrega- una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional, y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo?” (…) ¡Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas! Veamos claro, mi amigo: si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito.

El Congreso decide el 29 de mayo constituir una comisión para que proponga un plan de trabajo. El proyecto es aprobado en junio y en la sesión del 9 de julio se escoge como primer tema del plan a considerar enseguida el relativo a la libertad e independencia del país.

Con relación a tan trascendente asunto, dice la crónica de “El Redactor del Congreso” que:

“(…) y determinados a no privarles un momento más del goce de ellos, presente un numeroso pueblo convocado por la novedad e importancia del asunto, ordenaron al secretario presentase la proposición para el voto, y al acabar de pronunciarla, puestos en pie los señores diputados en sala plena, aclamaron la independencia de las Provincias Unidas de la América del Sur de la dominación de los reyes de España y su metrópoli, resonando en la barra la voz de un aplauso universal con repetidos vivas y felicitaciones al Soberano Congreso.”.

https://sanmartiniano.cultura.gob.ar/noticia/el-general-san-martin-y-su-papel-decisivo-en-la-declaracion-de- la-independencia-del-9-de-julio-de-1816/

Notas

[1] Hudbay Perú S.A.C., filial de la minera canadiense HudbayMinerals Inc., es dueña del proyecto de pórfido de cobre Constancia en la región peruana de Cusco. https://www.bnamericas.com/es/perfil-empresa/hudbay-peru-sac

[2] El Comercio, es el diario “en jefe” del grupo multimedia más grande del Perú, perteneciente a las familias Miró Quesada y García Miró, de la alta oligarquía peruana, que controla Perú21, Trome, Gestión, Correo, Ojo, Depor, ElBocón, Publimetro, Diario The New York Times-versión Perú, Revista Somos, y subsidiarias. Ver https://peru.mom- rsf.org/es/propietarios/companias/detalles

[3] Ver https://revistalamarea.com.ar/argentina-sangra-por-las-barrancas-del-rio-parana

[4] Antes se habían declarado las de Colombia julio de 1810. Venezuela julio de 1811. Argentina julio de 1816. Chile febrero de 1818. Perú, julio de 1821. México setiembre de 1821. Brasil, enero de 1822 (de Portugal).

[5] Bustamante, Roberto.Ventura Ccalamaqui ¡Rebeldía y Libertad!, Lima, 2018.

[6] Pigna, Felipe. Mujeres tenían que ser. Historia de nuestras desobedientes, incorrectas, rebeldes y luchadoras. Desde los orígenes hasta 1930. Buenos Aires, Planeta, 2011.

[7] Canción Juana Azurduy. Compositores: Ariel Ramírez y Félix Luna.

[8] Sólo para mencionar la referencia bibliográfica de Jorge Dimitrov quien desarrolla este concepto en su libro Fascismo y Frente Único. Nativa Libros, Buenos Aires, 1974.

[9] http://bibliotecavirtual.unl.edu.ar:8080/bibliotecaparlante/handle/20.500.12151/56 .En éste link se puede tener acceso al audiolibro de Boleslao Lewin, La insurrección de Túpac Amaru. Una publicación de Eudeba, Buenos Aires, 1963, muy difícil de conseguir.

[10] Tomamos aquí a John Austin, de su trabajo Cómo hacer cosas con las palabras. Paidós. Buenos Aires, 1962.

[11] https://sanmartiniano.cultura.gob.ar

[12] Intertextualidad con un dicho popular del campo en la Argentina.

[13] Engels, Federico: El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre en Dialéctica de la naturaleza. Cartago. Ciudad de México, 1983.

[14] https://www.tiempoar.com.ar/politica/el-agregado-silenciado-a-la-declaracion-de-independencia/


 María de los Ángeles Fornero es Psicóloga Social, Profesora de Lengua y Literatura. Publicó Viajes entre dos orillas, Alción Editora, Córdoba, 2019; y La Devolución de las texturas, Ed. Tinta Libre, Córdoba, 2020. Es colaboradora de diferentes revistas y publicaciones. El artículo que reproducimos integra el libro Bicentenario 200. Compilador. Jorge YezhayahuGonález-Lara. Julio. 2021. https://www.amazon.com/BICENTENARIO-200- INDEPENDECIA-PERU-Spanish-ebook/dp/B098LTZRHG


Imagen de apertura: Monumento a los héroes de Ayacucho o El Obelisco de la Independencia americana, construido en 1968. Las fotografías cedidas por Hugo Vidalón Paredes, desde Huamanga, Ayacucho, Perú.

Hacé clic y aportá a La Marea

Artículos relacionados

Deje un comentario