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Néstor Groppa: dos poemas

por Jorge Brega

Compartimos aquí dos poemas de Néstor Groppa, seudónimo de Leandro Alvarez (1928-2011). El poeta había nacido en Laborde, Córdoba, y falleció en San Salvador de Jujuy, donde desarrolló desde joven una intensa actividad cultural como poeta, periodista, fotógrafo y editor. Allí fundó la legendaria revista literaria Tarja (1955-1960), la Editorial Universitaria provincial, y con su sello buenamontaña editó mucha de la poesía del NOA. Desde 1966 fue miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras. En su prolífica obra poética abunda la crónica y la memoria de modos de vida, oficios y personajes populares de Jujuy. Después de sus primeros poemas de reivindicación indigenista como Indio de carga (1958), la crítica social de su poesía elude el patetismo apelando a la humorada y a la ironía, así como a un singular distanciamiento mediante la integración de noticias periodísticas, anuncios publicitarios y otros elementos extra literarios. Algunos de sus libros son: Romance del tipógrafo (1959), En el tiempo labrador (1966, Faja de Honor de la SADE), Carta terrestre y catálogo de estrellas fugaces (1973), Libro de ondas (2000), Anuarios del tiempo (10 tomos, 1998-2009) y Volverá el mar… y se irá como entonces (2010). Groppa integró el consejo asesor de La Marea (ver entrevista y más poemas en nuestro número 10).


Construcción del C14, Salta, c.1921 («Tren de las Nubes»)

El ramal C. 14

    Cada otoño en los últimos tres años,
cuando el frío solía estarse manso,
el viento desalojaba la cordillera,
las tapialeras de soledad que dan a Chile.
Las noches incubaban
grados al rojo blanco bajo cero
(hasta veinticinco grados empollaron)
y la nevada fue la mala fiebre ondulante
una tormenta sostenida por mariposas blancas
igual a un persistente aerosol de luna
encalando la soledad y el silencio de la tierra,
esta porción de su hueserío,
volviendo azul negra
azabache la noche y su almacén de lejanías.

    Allí en manos de Dios y del olvido
descubiertos por el viento blanco
y la mariposita niña del agua nieve,
los obreros ferroviarios del Ramal C. 14
se iban haciendo paisaje,
palitos color de luna, ramitos color de alma.

    Hoy no sabemos si los malogró la nieve
o los sigue helando la vida.

(De Libro de ondas, 2000)


La lección de historia
(Parte B – 1)

TARJETA POSTAL
con el corsario y el vaquero
1) LONDRES 3 — “El príncipe Andrés, segundo hijo de la reina Isabel II, participó el sábado en patrullas en un helicóptero Sea King desde el portaviones Invincible, pero no intervino en los combates librados cerca de las Islas Malvinas”. Agregaron los corresponsales británicos informan­tes que Andrés, copiloto con el escuadrón 820 de la Armada a bordo del portaviones, participó de ope­raciones antisubmarinas, durante las cuales una fra­gata británica arrojó cargas de profundidad. La información no entró en más detalles”.

    Mientras el príncipe lava la vajilla,
tiende camas, recoge bacinillas,
los buques corsarios (fragatas, portaviones, destructores,
cruceros…) viajan con “burbujas protectoras”
–es decir: “espacio marino suficiente”–.
Mientras el príncipe, al atardecer
sale a rozar las olas con su helicóptero
por el mar en armas
los vaqueros pactan con los hombres de galera
con el banquero padre de la pálida heroína
como en los westerns de Jessie James.

    Mientras el crucero
botado en 1938 (antes que Andresito, el príncipe)
a las 17 del domingo se hundía
en la sombra sur de la isla de los Estados
luego de 44 años de navegar,
Andresito desentumecía su mente
con un paseo fuera de borda.

    Cientos de marinos del ARA General Belgrano
en sus botes de náufragos
sobre los surcos del cielo en el mar
buscarían el faro, la tierra, la ensenada.
Un abrigo. Un fuego. Un tal pequeño recuerdo
de casa natal
mientras expiraban en la faz del mar del mundo
sur, las “turbinas a vapor Westinghouse
y las calderas Babcock tipo Express”.

    El corsario y el vaquero
habían concertado ya la cacería
– Yo seré el cazador, dijo el corsario
– Y yo, el parlamentario, el negociador (respondió el vaquero).
A las 17 horas, de la tarde del mundo del domingo 2 de Mayo,
Billy the Kid, montado en un satélite,
indicaba al corsario el pedestal de las olas
del General Belgrano.
Y sin que la guerra fuera concertada,
El corsario, el filibustero
En uno de los más helados mares terrestres
Sepultaba al ARA General Belgrano
(después supimos, al tiempo,
Que había regresado a su base enarbolando la bandera
De pirata, de filibustero, como se estila, tras la hazaña).

(De Abacería, 1991)

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