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Los artistas e intelectuales siempre hablaron de política

por Jorge Brega

Cientos de experiencias y procesos históricos lo confirman. Y en estos tiempos inconsistentes, en los que todo puede ser verdad o todo puede ser mentira, esta nota (publicada en nuestro reciente número 53) se propone una aproximación para conectar la relación histórica de la cultura con la política y la economía.


Escribe Cristina Mateu

Hay una larga y conflictiva historia en la relación entre cultura y política. Recientemente, bajo los turbulentos efectos electorales argentinos, la opinión de la cantante y actriz Lali Espósito por twittear, tras el resultado del 13 de agosto último, dijo: “Qué peligroso. Qué triste”, que “haya gente que vote a un «anti-derechos»”. Esto desató en las redes respuestas insultantes, a las que la joven respondió: “No me pone para nada mal que me «bardeen»…”. “Podría no opinar nada, obvio. Es lo más cómodo, pero no soy así.” Mientras que Victoria Villarruel respondió a la cantante: “Vos te llenás la billetera con el Estado” y le aconsejó: “Seguí haciendo discos, porque de política parece que no tenés mucho para decir”.1 Unos días antes, otra reconocida cantante de larga trayectoria en Argentina, Patricia Sosa en un reportaje de Alejandro Bercovich en 25/7/23, afirmó: “A los artistas nos va muy mal cuando hablamos de política”.

Efectivamente, algunos artistas e intelectuales no hablan sobre política porque si hablan “les va mal”; otros que se arriesgan o arriesgaron, no les fue bien en el momento, pero dejaron una huella en la cultura y en la historia. Ciertas experiencias y procesos históricos confirmarían estas presunciones. Podríamos enumerar ciento de manifestaciones y acciones políticas directas o indirectas de artistas e intelectuales a nivel internacional y nacional, tanto de aquellos que se pronunciaron, militaron o crearon formas y contenidos en las que dieron sus opiniones o eligieron un mínimo posicionamiento en sus obras. Muchas generaron un debate no solo político sino también estético al momento de ser producidas y una “fortuna crítica”2 que permite registrar reacciones de aceptación y disconformidad a lo largo de varias generaciones.

Seguramente, cada lector/a de esta nota considerará necesario incluir o elegir uno u otro de los tantos artistas e intelectuales, o creerá que quedan excluidos importantes exponentes. En estas líneas solo intentamos una mínima reflexión.

Aunque desde muchas concepciones intentan aislar la cultura de las condiciones políticas y económicas, su desarrollo históricamente estuvo y está aunado a ellas inevitablemente. Por caso, para analizar algunos de la cultura occidental y hegemónica, Williams Shakespeare (1564-1616) logró fama, ganarse la vida y el mecenazgo de Jacobo I, en tiempos en los que no existían los partidos políticos. Sus populares obras –en las que abundan ideas políticas, económicas, religiosas, éticas y cuestiones vinculadas al “poder”– adelantaron contenidos que expresaban las ideas de la burguesía en ascenso en el marco de los profundos cambios sociales, económicos y religiosos del período renacentista abiertos con la transición del feudalismo al capitalismo. Por supuesto, la nobleza aristocrática lo cuestionaba.

Goya (1746-1828) fue un pintor menor hasta que se insertó en los círculos aristocráticos, reconocido por la facilidad con la que bocetaba “los cartones” con los que se confeccionaban los tapices. Su itinerario artístico, su posicionamiento político tuvo giros significativos, fue desde apoyar las Reformas Borbónicas a volcarse por las ideas liberales expresadas en la Constitución de 1812. En los Desastres de la Guerra expresó el ocaso de las libertades que habían sido proclamados con el proceso revolucionario francés (soberanía y libertad), el sufrimiento y la muerte de hombres y mujeres en la guerra contra el invasor francés. Con la restauración monárquica, Goya sufrió la reducción de los encargos y fue exonerado en alguno de sus cargos. Gran parte de su producción quedó inédita y archivada hasta fines del siglo XIX.

Entre las tantas historias de posicionamientos políticos en la cultura, una muy conocida es la referida a la sinfonía La Heroica escrita por Ludwig van Beethoven que dedicó a Napoleón cuando avanzaba sobre Europa destronando monarquías, pero Beethoven borró esa dedicatoria de su partitura cuando el general francés se proclamó emperador.

El triunfo de la burguesía en Europa y la consagración del “arte por el arte” que cuestionaba la función social y política de la literatura y el arte, descalificando la intencionalidad social, ética y política, negaba que necesariamente las producciones culturales están impregnadas por la sociedad en la que vive y produce el creador, investigador, artista, escritor, músico, trovador, poeta.

Las disputas de las grandes potencias imperialistas, las crisis recurrentes del capitalismo y las crecientes luchas de la clase obrera y su organización política, acometieron contra la concepción del arte puro del “arte por el arte”. Durante la Comuna de Paris, los artistas e intelectuales se posicionaron en uno u otro sentido, tanto a aquellos que reaccionaron contra “horda revolucionaria”3 como aquellos que decidieron pronunciarse a favor de esa lucha, como Gustave Courbert. Este fue quien organizó la Federación de Artistas de Paris que integraron entre otros Manet, Molliet y Eugene Poittier (1816-1887, obrero, dibujante y poeta, autor de La Internacional, himno mundial de la clase obrera y el comunismo).

En esos tiempos, Emile Zola, autor de Germinal, era un joven republicano; años más tarde, en 1898 durante el conocido “affaire Dreyfus” –crisis política y social que dividió la opinión pública francesa– publicó “J’accuse”, una denuncia comprometida en la que reclama la libertad de prensa, lo que concitó nuevos nucleamientos políticos y gremiales entre la intelectualidad y en la cultura a nivel mundial.

La Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y el ascenso del fascismo4 abrieron paso en el campo de la cultura a importantes manifestaciones que desde el posicionamiento antifascista propusieron nuevos reagrupamientos como la organización del Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes. Tanto el triunfo de Mussolini en 1922 como el de Hitler en 1933 conllevaron intimidaciones, censuras, aniquilamientos, exilios, encarcelamientos y operaciones abiertas contra la cultura como la quema de libros en Berlín de 1933. El maltrato, enfermedad y muerte a Antonio Gramsci,5 intelectual y dirigente comunista italiano y el exilio de Bertolt Brecht coadyuvaron a motorizar la gran campaña antifascita que movilizó y organizó a todos los participantes del campo cultural en el mundo entero.6

La Guerra Civil Española (1936-1939) convocó a artistas, intelectuales, científicos, poetas, músicos, actores no solo españoles, alemanes, norteamericanos, franceses, ingleses, argentinos, chilenos, mexicanos. Desde todos los confines, la España Republicana recibió el apoyo activo y participación en las iniciativas culturales y de propaganda. Muchos integraron como combatientes las Brigadas Internacionales. En esta guerra que se presentaba como el esbozo del conflicto mundial, el campo cultural internacional se expresó a favor del Frente Popular y la II República, lo documentan entre otras obras: el Guernica de Pablo Picasso, la novela “Por quién doblan las campanas” de Ernest Hemingway, los poemas de Pablo Neruda, de Luis Cernuda, de Rafael Alberti, de Antonio Machado, las obras de García Lorca y Juan Ramón Jiménez, las fotografías de Robert Capa, los escritos de John dos Passos y George Orwell, las canciones ampliamente difundidas como “Ay, Carmela” o “El paso del Ebro”, entre otros cientos de representaciones artísticas. Fue en esa España en guerra que se convocó en 1937 al Congreso de Escritores antifascistas. El triunfo del franquismo en 1939 implicó la persecución, la represión y el éxodo de miles de españoles. Cruzaron la frontera o emigraron a América cientos de intelectuales, escritores, científicos, artistas, músicos que se habían manifestado y luchado en favor de la República, algunos de ellos: Antonio Machado, Rosa Chacel, Rafael Alberti, Elena Fortún, Manuel Chaves Nogales o Margarita Xirgu.

En la Argentina durante la década del 30, un sector mayoritario de la cultura se enfrentó decididamente en contra el gobierno del General José F. Uriburu, que inauguró los golpes de Estado en el país y el consecuente fraude “patriótico” para frenar el avance popular. El ascenso de luchas obreras y el esbozo de un reagrupamiento de fuerzas sociales y políticas populares contra ese régimen antidemocrático de la “década infame” abrió nuevas tendencias culturales. En esos tiempos El Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES) fundado en mayo de 1930, su revista Cursos y Conferencias y la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE) fundada en 1935 tuvo en Aníbal Ponce un decidido impulsor, quien fue exonerado y perseguido, expulsado de su cargo docente del Instituto Nacional del Profesorado Secundario, por su toma de posición a favor del comunismo en 1936.

El fin de la Segunda Guerra Mundial, el primer gobierno peronista y el inicio de la Guerra Fría reconfiguraron el campo cultural mundial y nacional. El peronismo tuvo el apoyo de gran parte de los intelectuales forjista que aportaron la perspectiva popular, antiimperialista y antioligárquica: Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, los hermanos Discépolo, Homero Manzi. Mientras, otros incidían desde una concepción de cuño hispanista y revisionistas. La brecha política y cultural abierta entre estos sectores del peronismo y de la izquierda impidió descubrir los orígenes y formaciones culturales comunes contra la dominación oligárquico-imperialista que compartían y limitaron la convergencia desde esas diferentes formaciones gremial, política y étnico-cultural que caracterizan el campo popular. Intelectuales y artistas comunistas fueron encarcelados como Alfredo Varela durante el gobierno peronista. Atahualpa Yupanqui, afiliado comunista entre 1945-52, fue encarcelado y dejaron de contratarlo en las radios; en su obra el “Payador perseguido” resume el sentir de quien crea y produce con honestidad y sintonía con su pueblo.7 También dentro del peronismo Mordisquito, Enrique Santos Discépolo, fue hostigado, además de tener que entregar a Raúl Apold los guiones de sus programas, sufrió el odio de algunos antiperonistas que llegaron a comprar todas las entradas de sus espectáculos para impedir su vínculo con el público. Hugo del Carril, durante y después del peronismo fue cuestionado y excluido de los mecanismos comerciales de la cultura. Con el golpe del 1955, Nelly Omar, Tita Merello, Hugo del Carril y tantos otros perdieron sus contratos o fueron perseguidos como Luis César Amadori, Elina Colomer, John William Cooke, Sabina Olmos.

Simultáneamente, durante la guerra fría, el presidente norteamericano Harry Truman desplegó su campaña anticomunista a nivel mundial y el senador Joseph McCarthy, en Estados Unidos, inició la persecución a intelectuales, artistas, escritores, actores, científicos, cineastas bajo la acusación de comunistas o de simpatía con el comunismo. Fueron enjuiciados, perdieron sus contratos y su lugar de reconocimiento y prestigio académico o artístico cantidad innumerable de intelectuales y artistas. El dramaturgo Bertolt Brecht, el poeta Allen Ginsberg, el físico J. Robert Oppenheimer, Orson Welles, Carlos Chaplin, Albert Einstein, entre miles más fueron acusados por el macartismo.

En Argentina, el golpe de Onganía contribuyó con la oleada anticomunista y en la Noche de los Bastones Largos fueron cesanteados, expulsados y encarcelados intelectuales, científicos, escritores, actores, entre ellos: el historiador Tulio Halperín Donghi, los matemáticos Pablo Miguel Jacovkis y Manuel Sadosky, el epistemólogo Gregorio Klimovsky y artistas como Margarita Aguirre, Alfredo Alcón, Norman Briski, Nacha Guevara. Los intérpretes de la música popular folclórica sufrieron prohibiciones directas o censura: Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana o César Isella. Los jóvenes rockeros perseguidos o detenidos por la policía como Spinetta, Pappo, Tanguito por su aspecto (los “pelos”) o por el contenido de letras antidictatoriales como “La marcha de la bronca” de Miguel Cantilo.

Demás estaría enumerar y, es necesario tener siempre presente, las descomunales persecuciones, desapariciones, torturas a artistas, intelectuales, científicos, pensadores y la censura y prohibiciones de libros, canciones, trabajos teóricos, corrientes de pensamiento, etc. ejecutadas durante la última dictadura militar argentina de 1976.

En 1994, durante la avanzada privatizadora y entreguista del gobierno menemista, cuando la investigadora Susana Torrado del CONICET reclamaba por los bajos salarios el ministro de Economía, Domingo Cavallo, la mandó a “lavar los platos”, frase poco feliz por el menosprecio que contiene a la ciencia, las mujeres científicas e investigadoras, y también a las mujeres amas de casa o empleadas domésticas.

Este escueto y esquemático recuento, en parte explica porque los artistas, intelectuales y científicos consideran que “les va mal cuando hablamos de política”.

Sin embargo, como todo ciudadano –inserto en su tiempo y lugar– puede y debe opinar respecto de las condiciones de vida y de producción. Aún más cuando son portavoz o expresión del sentir de grandes mayorías que no acceden a la educación, a la formación artística, a las condiciones que estimulen sus habilidades, sus talentos, sus inquietudes.

Precisamente, el establishment y las clases dominantes tratan de impedir estos pronunciamientos y cuando –a modo individual o personal– un intelectual o artista recoge, comparte o se hace eco –con sus trabajos, con sus palabras, con sus acciones– de una preocupación, una idea o un descontento popular, las clases dominantes que detentan el control de los aparatos culturales/económicos apelan a todos los mecanismos para estigmatizarlo, ridiculizarlo, deslegitimarlo, ahogarlo económicamente o sacarlos del circuito comercial. Mientras que son benévolos con aquellos como Mirtha Legrand o Mario Vargas Llosa cuando ofenden o arremeten contra las expectativas, las luchas y los reclamos populares.

Milei y Bullrich con Mirtha Legrand.

Los intelectuales y los artistas requieren para producir, crear y pensar un ámbito democrático, donde fluyan las ideas, las opiniones, las acciones, los sentimientos. A la vez que deben ganarse su sustento en una pugna diaria, temporal e individual por sus ingresos compitiendo entre pares con contratos precarios. Hoy día bajo las economías capitalistas, el predominio de las industrias culturales monopólicas habilita la creación, la producción y la investigación, pero las reglas de acceso al público,8 “al mercado”, les imponen un control soterrado de “la oferta y la demanda” cuyas reglas indirectamente son dadas por los grandes medios, las redes sociales en manos de los grandes monopolios. ¿Cuántos y quienes acceden a las becas, cómo se llega a los concursos, cómo se obtiene un subsidio del Estado, quién contrata, quién paga los insumos, cuáles son los contenidos y objetivos de la producción cultural bajo las leyes de la oferta y la demanda? ¿Cuántos llegan al podio de la fama? ¿Cuánto dura la fama? ¿Todos aquellos que son capaces o tienen una honda inquietud por voluntad propia son reconocidos? Todo se explica por la cantidad de “likes”, por las tendencias de la moda y el gusto, pero no se habla de los presupuestos y el acceso democrático a la educación, a la formación y a la cultura.

La historia de la cultura nos permite ver que muchas veces obras y trabajos que fueron rechazados en su época fueron resignificados. También la historia demuestra que cuando los artistas e intelectuales se nuclearon y enfrentaron unidos las posiciones antidemocráticas y persecuciones estimularon sus fortalezas y ampliaron el campo creativo y de difusión de sus obras. Porque la producción cultural no solo expresa la subjetividad del intelectual o el artista sino también es expresión objetiva de su época y una herramienta que nos permiten entender el presente.


Notas:
1. https://www.infobae.com/teleshow/2023/08/25/victoria-villarruel-le-respondio-a-lali-esposito-tras-su-critica-a-javier-milei-vos-te-llenas-la-billetera-con-el-estado/
2. Hadjinicolau, Nicos. La producción artística frente a sus significados. Siglo Veintiuno. México, 1981. La fortuna crítica refiere a un concepto que permite considerar los diferentes contextos y recepción de las obras y su resignificación, a partir del análisis que el autor hace de la obra “La libertad guiando al pueblo” de Eugene Delacroix.
3. Gustave Flaubert, sostenía desde una reacción: “Yo incluyo en el nombre de burgués tanto al burgués de blusa como a los burgueses de levita. Somos nosotros y nosotros solos, es decir los literatos, los que somos el pueblo o por decirlo mejor: la tradición de la humanidad”.
4. Cada uno de estos acontecimientos rompieron con los cánones culturales y abrieron escuelas, teorías científicas, movimientos artísticos, asociaciones estéticas, político-culturales que movilizados por la crisis, la guerra y la revolución generaron un abanico de novedades, respuestas y representaciones inéditas.
5. Las mismas penurias y maltrato sufrieron los italianos Giovanni Amendola, periodista, afiliado socialista, y Piero Gobetti, periodista y militante comunista, entre otros tantos artistas, intelectuales y militantes opositores al fascismo.
6. De la lista interminable de intelectuales y artistas que se manifestaron contra el nazismo estuvieron: André Breton, Marc Chagall, Maz Ernst, Alma Mahler, el Franz Werfel, Fernand Léger, Kurt Seligmann, Piet Mondrian, Otto Dix, Eugene Berman, Hannah Arendt y muchos otros más.
7. Paradójicamente, cuando en 1952 Atahualpa Yupanqui se fue del Partido Comunista, la dirección codovilista estimuló una campaña para desacreditarlo, desconocer su producción y aportes a la cultura popular, negándolo todo apoyo.
8. En el caso de las investigaciones científicas solo debemos remitirnos a revisar los que sucedió con las vacunas durante la pandemia.


Imagen inicial: Los picapedreros, de Gustave Courbet.

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