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Eduardo Lualdi: poesía e historia

por Jorge Brega

Eduardo Mariano Lualdi nació en la ciudad de Buenos Aires en 1959. Es autor de cuatro poemarios con temas históricos: Las guerras calchaquíes; Las invasiones inglesas. La batalla de Buenos Aires; Mallku. Episodios de la guerra altoperuana por la independencia (1809-1816); y La guerra de la Triple Alianza (1864-1870).

Participa desde muy joven en actividades literarias y teatrales. A los 18 años recibió el Premio de Poesía Escritores de La Plata. Entre 1978 y 1982 integró la dirección de la revista Cauces de la cultura argentina y fue por entonces uno de los animadores de la Asociación de Revistas Culturales Argentinas (ARCA) que sesionaba en la sede de la Sociedad Argentina de Escritores. Actualmente dirige la revista Cuadernos para el encuentro de una nueva huella argentina.

Tres de sus libros de poesía.

Como narrador ha publicado, además de cuentos, cuatro novelas (La Reliquia; La venganza de los Pérez; Autobiografía en secreto de Amanda Da Silva; y Los amores de Ámbar y Guadalupe) que componen una vasta saga histórica en la cual la ficción y la realidad se entrelazan para dar la visión del autor acerca del pasado y presente de la Argentina a través de personajes que protagonizan conflictos sociales, historias de inmigrantes, de mujeres maltratadas y rebeladas, como así también hechos históricos como la Conquista europea de América, la guerra de Malvinas y la “ola verde” de las luchas femeninas.

Tetralogía novelística La reliquia.

Toda su obra literaria puede leerse en:

https://clubdeescritura.com/perfil/76529/eduardo-mariano-lualdi-3/


 

A continuación, dos de sus poemas:

De Mallku. Episodios de la guerra altoperuana por la independencia:

Canto primero

I

Al principio todo era piedra,
Acantilado rojo, abismo primordial.
En la hondura terrenal de sus entrañas,
Ripio y estaño y espesa cordillera,
Cual sideral arruga entre el metálico rumor
Del milenario perfume de la arcilla.
Entonces hombres y mujeres eran solo barro y sangre,
Músculo y melodía, légamo y hueso,
Cándido asunto de dioses del tamaño
De una corazonada de melancólico latido.
Impregnados de vientos, de humos,
De aguas matutinas, de verdes hierbas,
Robustas ramas, penetrantes raíces,
Alababan inocentes la sagrada vasija de la noche
Donde refugiaba su plateada cáscara la luna.
Al Noreste, selva de secretos de ríspidas espumas,
El Mamoré reptaba por las llanuras del Moxos
Y encendía los dulces colores con su tacto;
Vistió las orillas, lavó las raíces,
Escabulló el recinto de la muerte para dar vida
Y enseñó la ingeniería de los remotos
Acueductos por donde el cielo pasó de lado a lado
Para sembrar la magnitud de sus semillas.
Luego fue bosque con su verde máscara de llanura.
La permanencia del viento se enredó
En las tupidas copas de los árboles
Que pulsaron en secreto los sonoros
Toques de una música de aguerridas lágrimas.
Hombres y mujeres fueron pedernal de aurora
Y águilas en su vuelo. Encarnizadas raíces
En el geológico murmullo del polvo de las piedras,
Rojos carbones de un fuego amurallado,
Truenos en las fronteras, vientos en la esperanza.
Luego llegó la muerte en su sangrienta carabela.
Estirpe extranjera con su yelmo de sangres,
Entró rampante, las garras extendidas,
Su trueno entre las manos, sus bífidos filos,
Su cruz de tormentos, su garrote brutal,
Su carnívoro golpe hasta los tuétanos.
Y esclavizó al hombre, a la mujer, al niño;
Violó a la niña a quien hizo su sierva,
Y extendió en todas las latitudes
Su mita, su encomienda, su derecho de pernada,
Y sus trescientos años de conquista.
La noche americana fue un ritual de colmillos
Que devoró a Tupac, vendaval de la piedra
Del dolorido Cuzco sojuzgado.
Tupac, relámpago libertario de la estirpe
Con sus diez mil guerreros como espinas de piedra.
Allí se deshojó pétalo a pétalo
La rosa de granito de su amada Micaela,
Y a Hipólito y a Mariano,
se desmembró con unos cuchillos
del tamaño del odio de un imperio lejano.
Se devoró a Tupaj Katari, el hermoso mallku,
Posado en el tumulto de la cumbre en la montaña.
Hijo del mitayo muerto,
Hijo de Tupac,
Hijo de Katari.
A Bartolina Sisa, la medida de todas las cosas,
Amor de esposa y brazo de guerrera.
Y a miles de los que aún hoy
Ni se mencionan sus nombres.
El bruto conquistador bebió el corazón de la patria
Sorbo a sorbo hasta secar el manantial subterráneo de la vida.
Cargó sus alforjas con las osamentas machacadas
De los sepultados vivos, y marchó de fiestas
Hasta el banquete donde se presentó
Adornado con todas las matanzas
Como una guirnalda sangrienta alrededor del cuello.
Un sacerdote de sangre lo bendijo
Al galope del diezmo de la muerte.

*   *   *

De La guerra de la Triple Alianza:

XIX
Pehuajó

La muerte es cosa menuda para el General Mitre.
Su té de las cinco le preocupa. El té negro
humedece sus labios y alaba su lengua.
Desde la poltrona cómoda de su cómoda carpa
observa el cielo como si fuera una sublime pintura
y el batifondo de la matanza no altera su calma.
Es un general bucólico, pluma y espada,
de canóniga sonrisa entre los labios
mientras los hombres se matan
a pocas leguas de distancia.
Los que mueren están lejos, después de todo.
Son gauchos de a pie que calzan botas caras
que un singular inglés le vendió al general
mientras bebían el té negro de las cinco.
Una bicoca del libre comercio
que sólo costará unas cuantas libras de carne
a cada condenado por la leva forzosa.

El general bebe su té y oye la balacera.
Escucha la sangre rota y ríe,
escucha a la multitud que astilla sus osamentas
a cada golpe de las bayonetas,
escucha el silencio hacerse harapos entre los fuegos
que se lanzan los hombres parapetados
a cada lado de la línea roja de la guerra.
Conessa cuenta las bajas una a una.
Son decenas los muertos y luego son centenas
que se apilan en una fracción de patria incinerada.
Novecientos soldados caen por la metralla
y Conessa, como puede, junta los fragmentos dispersos
de su tropa diezmada. Junta los huesos rotos,
los músculos partidos, la sangre entre el estiércol,
las dentaduras muertas, los nombres destrozados.
Reza lo poco que recuerda y no distingue
la espada de la cruz ni a dioses de demonios.
El Arroyo Pehuajó, que deslumbrara verde de sus hierbas,
se tiñe de rojo de matar y matar;
la geografía sangrienta de la batalla
lo coloreó del material humano necesario
para la despiadada matanza.

Ante el dominio absoluto de la muerte
Conessa clama por un auxilio que no llega.
Es la última esperanza ante la carnicería.
Sabe que Hornos está a caballo a la distancia de una legua
pero no lo oye llegar por ningún sendero.
Espera rabioso que Mitre ordene la ayuda,
pero es el té de las cinco, ¡cómo pretende!
Al general no le preocupa otro asunto
más que el sabor y el buqué de su brebaje.
La última pólvora detona su cólera incendiaria
y se apropia de la retirada de la tropa.
Todo está preñado de muerte; desventurados
los últimos soldados caen entre barros y sangres
y la noche los envuelve en su mortaja negra.


En el siguiente enlace es posible bajar los libros  Mallku y La guerra de la Triple Alianza en formato pdf:

Eduardo Mariano Lualdi: free download. Ebooks library. On-line books store on Z-Library (ar1lib.org)


 

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