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Tríada surera

por Jorge Brega

Escribe Víctor Delgado

Con el lanzamiento de “Campos, volumen tres”, en formato virtual desde la plataforma Spotify (más “Campos” publicado en 2019 y “Campos, volumen dos” en 2020), el guitarrista y compositor Rodrigo Terrón completa una interesante trilogía que reúne 29 obras instrumentales de su autoría.

Fuera de cinco bien justificadas excepciones un aire de gato, una zamba, una chacarera y dos canciones con porte de romanza– en las restantes partituras “tematiza” la llanura bonaerense con las formas musicales de la región: milongas, estilos, tristes, gatos, cielitos, malambos, huellas, cifras… se suceden sin repetir los modelos sonoros del pasado, ya que no se trata de un copista de tradiciones. Tampoco las desactiva con el afán frívolo de encumbrar lo “novedoso”. Nomás, acepta la continuidad de aquel patrimonio y lo reaviva con la legitimidad de quien pertenece y siente la tierra. Así va repoblando  las viejas especies con temperamento propio y un toque que jerarquiza acordes y escalas del género “surero”; afincando sin imposturas otros silencios y cadencias que recogen el latido de una llanura definitivamente transformada por los asuntos del siglo.

Portadas de los tres volúmenes de Campos editados entre 2019 y 2021. Registro discográfico que reúne 29 obras musicales de la llanura bonaerense.

Hay en este joven guitarrista un creador popular prolífico, con mucha más intuición y sensibilidad que bagaje académico. Para ser precisos: depositario de un saber meticulosamente forjado en otro ámbito, por fuera del conocimiento formal. Eso le ha bastado con holgura para elaborar una obra original  sin apartarse de los yeites y atajos peculiares de los músicos naturales de la región bonaerense, confiriéndole esto una gran autenticidad a su obra.

Los tres CD estrictamente instrumentales son un registro sensitivo de la llanura, sus momentos y asuntos. Una suma de pequeñas y delicadas “acuarelas” musicales que van recreando el entorno rural de Coronel Dorrego, espacio que habita este músico que ha sabido captar lo que  para el ojo distraído es la nada, el vacío o la vastedad plana.

Su guitarra es austera y honda a la vez. No necesita oropeles. Custodia con simpleza y tersura criolla cada melodía. Suena distante del purismo tradicionalista tanto como del tañido ramplón con el que cierta vulgata criollista  distorsiona las formas más sutiles de las especies del área pampeana. Yupanqui, al evocar su primera infancia en la llanura, solía elogiar el tañido dulce y suave, característico de los criollos bonaerenses al pulsar el instrumento, sin chasquidos ni plectro. Algo de eso hay en la guitarra de Rodrigo Terrón. Sus creaciones seguramente engrosarán la nómina del repertorio bonaerense más valioso y perpetuable. Entre ellas podemos citar los estilos “Atardecer en la Tapera” y “Escarcha”, el triste  “Pensando”, el aire criollo “Noche de luna y arroyo”  y las milongas “Ocaso” y “Malandra”. Con esta última Terrón “dignifica” una forma de tocar -entre urbana y rural- casi extinguida,  aunque todavía se deja oír en los boliches de las orillas puebleras. 

Su joven obra es un mensaje cargado de esperanzas: confirma con creces la persistencia de una música, desde hace décadas arrinconada por la gran maquinaria de difusión, pero que pervive y se recrea con esmerado acento en la intimidad de nuestra llanura.

«Malandra», de Campos, volumen 3.

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