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COVID-19, de tragedia sanitaria a ofensiva del capital

por La Marea
Escribe Javier Bauzá

En una nueva ofensiva del capital sobre los trabajadores, las grandes corporaciones económicas están aprovechando esta pandemia para aumentar la plusvalía. Mientras no dejan de celebrar las bondades del home office, el trabajo remoto, freelanceo “por objetivos”, las patronales promueven modalidades contractuales y de organizar el trabajo que, en la práctica, flexibilizan, acrecientan la explotación, la atomización sindical y dificultan la organización colectiva. Según el autor de este artículo, existe un gran desafío para la clase obrera, que deberá retomar sus experiencias históricas de lucha, repensarlas al calor de las nuevas condiciones laborales y reorganizarse para construir la resistencia.

Transformaciones en el mundo del trabajo

La pandemia ha redefinido rápidamente, en estos últimos meses, las ya golpeadas condiciones de trabajo. La paralización parcial de la economía impacta en el mercado laboral, aumentando el desempleo y afectando la capacidad de respuesta de los/las trabajadores. La desocupación por un lado y la sobreocupación, por el otro, se convirtieron en dos caras de una misma moneda y son causantes estructurales de la sobre adaptación y el disciplinamiento de los/las trabajadores. Se profundiza un proceso de reconversión laboral con el cual el capital pretende restringir derechos logrados en décadas de luchas obreras.

El mundo del trabajo se encontraba antes de la pandemia en medio de un proceso de cambios profundos. El capital comienza su reestructuración basándose en la incorporación de nuevas formas flexibles de acumulación, que fueron posibles dado el gran salto tecnológico que se inició en los ’70. Era la respuesta del capital a las luchas sociales de entonces. Desde mediados de los 70, visto global y simplificadamente, hubo una ofensiva del capital sobre el trabajo, de las potencias centrales sobre los países dependientes, de cambios en los modelos productivos (del método taylorista-fordista al toyotista) que en forma simultánea intensificaron la explotación laboral y aumentaron su productividad.

Los procesos denominados de desmantelamiento del estado de bienestar, indudablemente se relacionan (aunque frecuentemente no se los menciona) con los procesos de burocratización, degeneramiento y restauración de relaciones capitalistas de producción en los países socialistas (URSS, China, Europa del Este). Una vez aplacado el enorme auge de la lucha popular y la posibilidad de un mundo socialista, se sentaron las bases materiales, sociales e ideo-políticas para retomar el proceso de reestructuración y ofensiva del capital.

Según Antunez (2005), el capital plantea nuevos desafíos para esta reorganización del mundo del trabajo con el objetivo de multiplicar su ganancia. No se limita a explotar la fuerza de trabajo muscular de los/las obreros/as privándolos de cualquier iniciativa, sino que les explota la imaginación, las dotes organizativas, la capacidad de cooperación, todas las virtudes de la inteligencia; aprovechando el desarrollo de la tecnología electrónica, la computación y la remodelación de los sistemas de administración de empresa.

En América Latina, estos cambios se concretaron en la década del 90, a través de agudas transformaciones estructurales, incorporadas según las recetas del “consenso de Washington”. Y en Argentina en particular, este proceso estuvo acompañado por un ajuste estructural caracterizado por el proceso de privatizaciones, desregulación, apertura económica, crisis regionales, endeudamiento externo y el deterioro de las condiciones de vida de grandes sectores de la población. La “modernización” de algunas ramas y sectores económicos estuvo acompañada de una creciente desocupación, subocupación, tercerización y precarización laborales.

Una de las características más sobresaliente de los cambios en el mundo del trabajo se cristalizó en la exigencia impuesta al obrero/a a través de la flexibilización de su trabajo, de estar disponible para adaptarse constantemente a la demanda del mercado y ajustarse inmediatamente a las diferentes tareas que le impone el capital.

Ilustraciones: Eugenia Susel |  http://www.eugeniasusel.com

¿Qué es lo nuevo en el mundo del trabajo?

En una entrevista a Andrea Ávila[1], CEO de Randstad para Argentina y Uruguay, describe cómo será el mundo del trabajo cuando pase la pandemia, analizando algunas de las principales tendencias que llegaron para quedarse cuando el mundo supere la crisis sanitaria y económica: home office, trabajo remoto, por objetivos y trabajo freelance.

Los voceros de las grandes corporaciones no se cansan de alabar que lo positivo de esta situación de pandemia es que colaboró para derribar barreras culturales, prejuicios y mitos en relación al trabajo remoto, y aseguran que después de haber transitado esta experiencia, muchas empresas no quieran volver a tener a todos sus trabajadores/as en sus oficinas frente al escritorio como antes.

Lo que no explicitan es que detrás del trabajo remoto hay una gran profundización del poder de control del empleador, que llega a limites nunca antes experimentados, ya que se puede acceder en tiempo real a todo lo que el trabajador/ra realiza en el horario laboral e incluso también fuera del mismo, dejando un espacio casi nulo a la intimidad de la persona.

Esta forma de organizar el trabajo vigila exhaustivamente el cumplimiento de las metas de manera sincrónica, la empresa ejerce un claro abuso en su poder de dirección. Puede enviar una comunicación el día domingo para que el trabajador/a prepare una presentación el lunes a la mañana, desconociendo que el día domingo se debería pagar el 100% por hora extra. De esta manera la patronal, mediante el control permanente, elimina el límite básico de privacidad del trabajador/a. Deroga de hecho las categorías adentro-afuera, día-noche, días laborables y días feriados. Se elimina el concepto del descanso luego de la jornada laboral.

Bajo el argumento de las dificultades para desplazarse en el transporte público durante la pandemia, la toma de vacaciones, viajes, eventos, etc., las empresas-dice Ávila- piden adaptar con “creatividad” y “adecuar” los esquemas de horarios laborales. Cuando el discurso hegemónico dice adaptar o adecuar y requiere creatividad, debemos leer flexibilidad. En este caso se trata, como describe Urréa Giraldo (1999), de una flexibilidad interna, que plantea una reorganización dentro de la producción. Entre estas modificaciones se encuentra la libertad de la empresa para modificar los turnos de trabajo, para fijar las vacaciones en cualquier época del año (incluso en momentos de pandemia) o fraccionarlas según las prioridades en la producción. El trabajo es un recurso maleable al servicio de las necesidades de acumulación de capital.

El home office impone un “nuevo tiempo de trabajo”, no hay una especificación clara de la jornada laboral, queda tácita la consideración respecto a que el trabajador debe estar disponible para la empresa fuera de su horario habitual. Esta situación no está dispuesta con antelación, por el contrato, ya que lo que se juega fundamentalmente es el temor del trabajador/a a cobrar su salario completo o peor aún, el temor a perder el empleo en este terrible contexto. En este sentido, Marx (1999) plantea que la producción de ‘plusvalía absoluta’ se consigue prolongando la jornada de trabajo más allá del punto en que el obrero se limita a producir un equivalente del valor de su fuerza de trabajo, y haciendo que este plustrabajo se lo apropie el capital.

A esta prolongación de la jornada en los hechos, debemos sumarle el aporte que hace el trabajador/a de los medios necesarios para realizar las tareas. El home office plantea un trabajador/a que debe hacerse cargo de las condiciones de producción, desde el lugar de trabajo (con el respectivo pago de luz, agua, etc.), pasando por el equipamiento (como computadoras y elementos de hardware), hasta el costo del software y la utilización de nuevas tecnologías de comunicación. El costo de obtención y/o mantenimiento de estos elementos del proceso de producción aparecen trasladados “naturalmente”, en un golpe de pandemia, del capital al trabajo[2].

Esta nueva ofensiva del capital plantea un aumento en el ritmo de las tareas, con un trabajo simultáneo y diversificado. La reducción de la cantidad de trabajadores/as que ahora deben ser “calificados, multifuncionales y comprometidos”, permite una forma de organización del trabajo que intensifica las condiciones de explotación de la fuerza laboral, acortando al máximo o eliminando los tiempos considerados “improductivos”. La empresa exige una mayor disponibilidad en términos de tiempo y también de involucramiento, hasta tanto la tarea no esté terminada o los objetivos no estén cumplidos no hay descanso[3] para el trabajador, ni horario de finalización.

Según sus propios objetivos de producción, la empresa exige que el trabajador/a se adapte a un ritmo que está al borde de sus posibilidades o es imposible de efectuar. Este requerimiento, que asegura mayores niveles de ganancia, genera patologías del orden de la sobreadaptación. Como plantean Edelman y Kordon (2000) la persona se propone acceder al cumplimiento de requerimientos que guardan excesiva distancia con las posibilidades del yo, bajo la ilusión de que realizando un esfuerzo importante, y si se “es capaz”, es posible satisfacer las expectativas a las que hay que responder. Esta situación tiene un profundo impacto subjetivo y deja al trabajador sumido en la frustración e impotencia de no poder cumplir con el modelo impuesto.

La forma en la que el capital organiza la fuerza y el proceso de trabajo a los fines de la acumulación no sólo prolonga la jornada laboral, sino que también intensifica su uso, creando plusvalía relativa, ya que cuanto más el capital hace rendir el tiempo de trabajo, más valor crea. Este proceso supone, según Marx (1999), poner los avances tecnológicos al servicio de aumentar la velocidad de la producción o ejerciendo un control prácticamente absoluto sobre los tiempos “improductivos”. Estas nuevas exigencias van formando trabajadores sobre exigidos por el aumento de los ritmos laborales, disciplinados por las nuevas formas de gestión e imbuidos en una competencia individualista

Con mayor independencia de la presencialidad, las posibilidades de trabajo remoto y la consolidación de la gestión por objetivos, el mundo del trabajo en épocas de Covid-19, según Ávila, propone trabajadores freelancers. Bajo el discurso de “la especialización y el conocimiento no reconocen formatos de contratación” se buscan “nuevos talentos en formato freelance”, se contratan entonces, trabajadores a demanda del capital, por proyecto o por jornadas parciales (part-time), etc.

Esta ofensiva del capital profundiza la flexibilidad externa (Urréa Giraldo: 1999), que tiene como fin desrigidizar la entrada y salida de la relación laboral. Se crean entonces nuevas modalidades contractuales que implican trabajo temporario. Este escenario de incertidumbre se caracteriza por la disminución o inexistencia de indemnizaciones por despido y el establecimiento de períodos de prueba (de 3 meses, ampliable a 6 por convenio colectivo).

Con el crecimiento de la “Gig Economy”, como se denomina la nueva economía del trabajo móvil, remoto, a demanda e independiente, se acelera el proceso de atomización sindical y se incrementan las dificultades para la organización colectiva. Hablar con el compañero/a de al lado sobre la precarización de las condiciones laborales plantea una escena de ciencia ficción, en empresas que no tienen una ubicación fija ni siquiera un único país de origen común. Este no es un efecto “colateral” en la avanzada del capital, sino un tema central para evitar que el “obrero colectivo” se materialice realmente; todos trabajan para la misma empresa, pero aparecen y están como obreros/as individuales, cada uno “único/a” frente a su contratador. La organización obrera pierde espacios de sostén y solidaridad de clase, retrocede en su poder de acción colectiva y por lo tanto se debilita también la lucha frente al capital.

 

Crisis y posibilidades

Podríamos decir que los dueños del capital han aprovechado la catástrofe sanitaria como una ocasión única para incrementar la plusvalía absoluta (prolongando horarios) y relativa (incrementando la productividad), a lo que suma la baja general del precio de la fuerza de trabajo por la extraordinaria presión de millones de nuevos desocupados a nivel mundial.

El capital arremete en su ofensiva frente al trabajo, sin modificar ni una letra de la legislación laboral y sin costo político alguno, plantea su propia reforma laboral de hecho[4].Se profundizan procesos de reconversión laboral que permiten dar marcha atrás con los derechos logrados por luchas obreras de años, a partir de la extensión e intensificación de la jornada laboral, la precarización de la forma de contratación y la atomización sindical. La naturalización de las condiciones laborales precarias y la asunción por parte de los trabajadores de los costos que implica hoy tener empleo, producen la pérdida paulatina de la concepción del trabajo en su carácter de derecho.

El día después en el mundo del trabajo no existe como resultado de un virus. La crisis que está causando la pandemia plantea diversas posibilidades. Por un lado la oportunidad para que el capital se re estructure y avance en su ofensiva; y por otro lado, plantea un gran desafío para la clase obrera, retomar experiencias históricas de lucha y re pensarlas al calor de las nuevas condiciones laborales que impone el teletrabajo, es decir reorganizarnos para construir la resistencia.

 

Bibliografía

Antunes, Ricardo. (2005). Los Sentidos del trabajo. Ensayo sobre la afirmación y la negación del trabajo. Buenos Aires: Ed Herramienta, Ed Taller de Estudios Laborales.

Edelman y Kordon, D. (2000). Subjetividad en el fin de siglo en Trabajo e identidad ante la invasión globalizadora. Buenos Aires: Ediciones Cinco

Urréa Giraldo, f. (1999). Un modelo de flexibilización laboral bajo el terror del mercado. En De La Garza Toledo, Los retos teóricos de los estudios del trabajo en hacia el siglo XXI. Buenos Aires: CLACSO…

Marx, Karl. (1999). En el Capital. Producción del plusvalor absoluto. Proceso de Trabajo y Proceso de valorización”. Tomo I, Vol 1. Mexico: Siglo XXI.

[1] Cómo será el mundo del trabajo cuando pase la pandemia y qué empleos se podrán conseguir. Los Andes 1 de mayo de 2020https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=como-sera-el-mundo-del-trabajo-cuando-pase-la-pandemia-y-que-empleos-se-podran-conseguir

[2]Incumpliendo la recomendación 184 de la OIT que plantea que el empleador debe hacerse cargo de los gastos relacionados con su trabajo, como los relativos al consumo de energí­a y de agua, las comunicaciones y el mantenimiento de máquinas y equipos.

[3]Vulnerando el derecho a la integridad psicofísica de los trabajdores, plasmado en el artículo 75 de la Ley de Contrato de Trabajo.

[4] Quedan como temas pendientes la reflexión sobre las formas laborales en ramas que requieren de la presencialidad (ejemplo el agro, la industria). O aquellas actividades que combinan las plataformas digitales con la presencialidad de bajo costo (el repartidor en bicicleta de “Pedidos Ya”)



Javier Bauzá es Sociólogo y Psicólogo Social. Docente Investigador de la Universidad Nacional de Cuyo.

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1 comentario

Unknown junio 21, 2020 - 8:14 pm

TU ARTÍCULO NO ESTÁ HACIENDO FUTURISMO. RELATA DE FORMA CLARA LO QUE YA SUCEDE EN ARGENTINA Y EN EL MUNDO Y CÓMO SE VA A PROFUNDIZAR DURANTE LA PANDEMIA Y DESPUÉS QUE TERMINE. ES UNA REALIDAD INEXORABLEMENTE EN LA QUE DEBEMOS ORGANIZARNOS Y ENFRENTAR DESDE HOY MISMO Y LUCHAR Y LUCHAR HASTA DERROTARLOS. SON PODEROSOS PERO NO SON INVENCIBLES. LA CLASE OBRERA SÍ LO ES. ESPERO QUE ESTEMOS A LA ALTURA DE ESTE DESAFÍO. FELICITO A LA MAREA POR PUBLICAR ESTE BRILLANTE ARTÍCULO DE JAVIER BAUZÁ

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