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La “anormal” coyuntura pandémica desnuda la “normal” estructura de explotación, opresión y acumulación polarizada de riqueza y miseria

por La Marea
Escribe Carmelo Cortese

Frente a las miradas unilaterales que sostienen, por un lado, que el COVID-19 es una “gripecita” o, por otro, que este virus puede cambiar el mundo, el autor propone un análisis que nos permita pensar histórica y dialécticamente, para comprender la compleja realidad que estamos viviendo y así poder transformarla.

 

Recuperar la teoría y categorías marxistas

como guía para estudiar y explicar lo “nuevo”

La realidad nos interpela y buscamos explicarla. Hoy se ha puesto en discusión la relación de la Humanidad con la Naturaleza; las características de la pandemia (¿inédita, inventada, excusa para determinados fines?); la crisis desatada en varias dimensiones; y los pronósticos sobre el tipo de sociedad que sobrevendrá.

Lo hacemos desde diversas teorías, enfoques y categorías; utilizando el acervo científico acumulado por siglos, tanto en las ciencias naturales como en las sociales, o elaborando nuevas que permitan dar cuenta de la cambiante realidad exterior.

En este sentido las (supuestamente) viejas categorías del materialismo dialéctico de Marx y Engels han sido muy fructíferas para explicar en el plano teórico, y muy eficaces para guiar en el plano práctico, las luchas de las clases oprimidas para liberarse de las cadenas materiales y espirituales. Hoy, usadas de modo no dogmático, como herramientas de análisis y guía para la acción, son un aporte significativo para comprender y explicar la crisis económico-social relacionada con la pandemia del Covid-19.

Por ello, nos posicionamos en una visión dialéctica y compleja sobre la relación de la humanidad con la naturaleza, recordando que esta relación no es la de un individuo aislado, y que está mediada por el tipo de relaciones que los hombres establecen entre sí. El trabajo es el proceso exclusivamente humano por el cual se apropia de la naturaleza y la transforma, modificando a la vez la naturaleza humana.

Por ello, nos posicionamos en una visión dialéctica y compleja sobre la relación de la humanidad con la naturaleza, recordando que esta relación no es la de un individuo aislado, y que está mediada por el tipo de relaciones que los hombres establecen entre sí. El trabajo es el proceso exclusivamente humano por el cual se apropia de la naturaleza y la transforma, modificando a la vez la naturaleza humana.
El modo de producción capitalista, dominante en todo el mundo, olvida que la Naturaleza es la Madre y el Trabajo el Padre de toda la riqueza, y por eso los trata como simples “recursos”, naturales y humanos, puestos al servicio de la acumulación de capital: se pueden usar, desechar, transformar, triturar, exprimir, eliminar, etc. Como señalara Marx, la producción capitalista se desarrolla “mientras va minando, al mismo tiempo, las dos fuentes de donde sale toda riqueza: la tierra y el trabajador”.
Engels nos dio una pista para desechar el triunfalismo del dominio humano sobre la naturaleza. Puede talar bosques, desviar ríos, horadar montañas, alterar climas, pero “después de cada una de estas victorias, la naturaleza toma su venganza”. Porque no es el dominio de alguien exterior a la Naturaleza, sino que “nosotros, por nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, pertenecemos a la naturaleza, nos encontramos en su seno, y todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, a diferencia de los demás seres, somos capaces de conocer sus leyes y de aplicarlas adecuadamente”.

La propia humanidad se convierte en víctima del progreso destructivo del capitalismo, el cual produce “un enorme cúmulo de mercancías” a la par de la imposibilidad de comprarlas:

La acumulación de riqueza en un polo es al propio tiempo, pues, acumulación de miseria, tormentos de trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo opuesto, esto es, donde se halla la clase que produce su propio producto como capital.

Los poderosos que dominan la política y la economía mundiales, enfermos de soberbia seudocientífica, creen haber controlado la naturaleza y la humanidad. No se trata solo, ni principalmente, del desconocimiento de un nuevo virus, de sus mutaciones, su forma de propagarse, y sus remedios. Sino de la ignorancia, peor aún, del ocultamiento de las condiciones inhumanas en que se encuentra una gran parte de la población mundial en este siglo XXI.

No adherimos a una visión romántica-ingenua sobre la vida en la naturaleza, ya que los virus y bacterias son parte de la misma, y afectaban a los seres humanos mucho antes de los desquicios de la industrialización capitalista. Sin embargo, las actuales enfermedades pandémicas no son desastres naturales, sino que se relacionan con el avance de la acumulación capitalista sobre todo lo existente. R. Wallace, entre otros, ha explicado cómo se expande destruyendo todos los ecosistemas: grandes concentraciones urbanas, industrialización contaminante, cría intensiva de animales, apropiación de los últimos bosques primigenios, deforestación, agricultura industrial, monocultivo genético de animales domésticos. Se trata de “la olla a presión evolutiva” de la industria, la agricultura y la urbanización capitalistas; condiciones favorables para la transferencia zoonótica (virus que saltan de especies animales a humanos) a lo que se suma la intensificación de viajes y contactos en todo el planeta.

CHUANG (grupo comunista chino) describe a la nuestra como “una época en que la destrucción causada por la acumulación interminable se ha extendido tanto hacia arriba en el sistema climático mundial como hacia abajo en los substratos microbiológicos de la vida en la Tierra”.

Lo expresado en los párrafos anteriores es una explicación que debe completarse con el factor de las condiciones económico-sociales de los potenciales huéspedes de esos virus: hacinamiento, malnutrición, pésimas condiciones ambientales y sanitarias, en fin, pobreza y miseria generalizadas. En las últimas décadas el sistema mundial capitalista ha llevado a niveles antes nunca conocidos la mercantilización y la privatización de: salud y educación; sistemas jubilatorios; investigación científica; propiedad intelectual, artística, industrial y cultural; agua y otros bienes comunes; la vida en general. A lo cual se suma la creciente polarización mundial entre grandes potencias que disputan la hegemonía, como en el siglo pasado, enfrentándonos a los peligros de crisis económicas, desastres sociales, pandemias y guerras inter-imperialistas.

 

Pensar histórica y dialécticamente para comprender

la complejidad presente, superando falsas antinomias

Circulan miradas dilemáticas acerca del Covid-19: “Es una gripe que causa menos muertes que la influenza estacional”; “es una situación inédita, excepcional, que anticipa una catástrofe civilizatoria”. Personas diferentes y distantes entre sí (Goldsmith y Trump, Agamben) y Bolsonaro) coinciden en hablar de “supuesta epidemia” o “gripecita”. En el extremo opuesto, el Coronavirus sería tan novedoso que tanto puede “asestar un golpe de gracia al capitalismo” como de “crear un estado de excepción para el control social permanente”.

Parecen ser visiones unilaterales, no dialécticas de la sociedad humana y su historia. Las ciencias “naturales” exhiben grandes adelantos en materia de genética, microbiología y otras disciplinas, pero pueden extraviarse al conectar Naturaleza y Sociedad si no revisan sus supuestos filosóficos, epistemológicos e ideológicos. Las ciencias sociales más aún, porque claramente están condicionadas por la posición social desde la cual se teoriza y se analizan las estructuras y los procesos sociales. Influenciadas por los vientos de época y el predominio material y simbólico de corrientes posmodernas y neoliberales, que arremeten contra la ciencia histórica, pretendiendo una suerte de presente absoluto solo proyectado hacia el futuro.

 


Pierre Vilar señalaba que debemos comprender el pasado para conocer el presente, sumergirnos en el pasado de una sociedad, para escapar de dos tentaciones gemelas: “creer en el valor explicativo ya sea de lo instantáneo, ya sea de lo eterno”.

Siguiendo esa pista nos preguntamos: ¿Es esta la primera pandemia que nos azota? Tal vez sí en términos individuales, pero la humanidad ha sufrido grandes epidemias y pandemias. Peste negra en la Europa del siglo XIV; las epidemias introducidas por los conquistadores españoles en nuestra América durante los siglos XVI y XVII; las enfermedades del ganado y las lecherías británicas en el XVIII; la fiebre amarilla en Buenos Aires y la peste bovina en África de fines del XIX; la gripe española de comienzos del XX; Sida a fines del XX; y en el XXI gripes (A, porcina, aviar), SARS, Ebola, zika, y ahora Covid-19. La lista no es exhaustiva.

El hecho de que haya habido millones o decenas de millones en plagas anteriores no alivia nuestra situación ni disminuye la peligrosidad de la actual pandemia, porque esta es la que nos toca enfrentar y resolver. Acertadamente R. Wallace aclara: “No es Gripe o Covid, sino Gripe y Covid”. El nuevo virus no se contrapone, sino que se suma a la larga lista de enfermedades “naturales” y de calamidades “sociales”. Lo preocupante es que, habiendo llegado en el siglo XXI al ilusorio estado de dominio de la naturaleza, enfrentemos los mismos riesgos que nuestros antepasados del siglo XIV, quienes no tenían antibióticos ni retrovirales ni vacunas. Algo pueden explicar las ciencias naturales, pero mucho más deben aportar las ciencias sociales.

Por lo tanto, rechazamos toda unilateralidad: una que niega la importancia, contagiosidad y letalidad del Covid-19; otra que ignora los millones de muertes por otras causas, tal vez “menos importantes” porque no se dan en EEUU, Italia o España, como por ejemplo la tuberculosis y el dengue. El Covid-19 no alcanza la letalidad de otras pandemias, pero al ser altamente contagioso obliga a cuarentenas paralizantes de parte de la producción económica, y dadas las circunstancias (globalización e interconexión física y económica; estado de los sistemas mundiales de producción y distribución; debilitamiento de los sistemas sanitarios públicos; grandes concentraciones humanas en pésimas condiciones, etc.) sus efectos económicos y sociales son más graves que los de la Gran Guerra/gripe española y la Gran Depresión de los años 30.

 

 

La “normalidad” estructural previa

a la pandemia. El caso de Mendoza

Este fenómeno que estamos viviendo, que recién comienza, nos lleva el desafío de evitar algo que es mucho más peligroso que el coronavirus, que es el populismo(M. Macri, 4/3/20, en el V Encuentro Ciudadano, Guatemala).

Las reflexiones expuestas en los apartados anteriores no expresan disquisiciones intelectuales sino debates políticos cotidianos de grandes masas, algunos “nuevos” (¿salud o economía?) se montan sobre cuestiones antiguas que expresan desigualdades muy profundas de nuestra Argentina. La coyuntura de la pandemia tensó todas las contradicciones estructurales, agravándolas al máximo.

Cada clase, sector, sujeto social, partido, ingresó en esta etapa con las concepciones ideológicas y políticas previas, con las cuales explican y justifican sus fines y los medios para alcanzarlos. Un exponente claro es Alfredo Cornejo, ex gobernador de Mendoza y Presidente de la UCR, aspirante explícito al liderazgo de “Juntos por el Cambio”. Crítico acerbo del “populismo” y de la “izquierda”, impulsor de un “shock de capitalismo”, un “Estado inteligente” y “una economía sana”. Vocero privilegiado del “sector privado” contra el proyecto de impuesto a las grandes fortunas. Cuestionó el ASPO desde el inicio: “el gobierno venía sin plan y la pandemia se lo dio”.

La traducción al lenguaje cotidiano es directa y cruda: “De esta salimos con más capitalismo” (R. Montacuto en “Te digo lo que pienso”, programa radial de gran audiencia). Una diputada provincial, alineada con el gobernador radical Suárez en reducir el gasto público y el costo de la política, presentó un proyecto de ley para “reducir el salario de los empleados públicos a partir de los $20.000”; y para que los empleados estatales hoy sin tareas “devuelvan las horas no trabajadas una vez terminado el periodo de aislamiento».

Esto pone de relieve que no son correctas las antinomias “salud o economía”, “política o economía”, “Estado o mercado”, sino que las contradicciones recorren cada dimensión de la totalidad social, y hoy se condensan en “¿Quién paga los costos de la crisis sanitaria y económica?”. En Mendoza se expresó claramente: ¿las grandes fortunas o los empleados públicos? ¿Los grandes bodegueros o los trabajadores “golondrinas”, quienes una vez finalizada la vendimia –exceptuada del aislamiento– fueron literalmente abandonados en la Terminal de Ómnibus sin poder regresar a sus provincias de origen?

Quienes hablan de privilegiar la economía y proteger el sector privado, implícitamente nos proponen salir de esta “anormal” crisis retornando a la “normalidad” de diciembre 2019.

Nunca habremos insistido lo suficiente, ni nos habremos preparado para las luchas políticas presentes y futuras, si no remarcamos los resultados concretos para Argentina y su pueblo, del rumbo adoptado en el periodo 2015-2019. Nuestro país ingresó a la pandemia con una economía estancada, una deuda impagable, una sociedad profundamente desigual, con niveles altísimos de pobreza e indigencia, con un sistema de salud degradado, y con viejas lacras como dengue, sarampión y tuberculosis. Una verdadera catástrofe económica y social como contrapartida de los negocios y la acumulación de un puñado de grandes terratenientes, capitales especulativos y grupos concentrados en los principales rubros económicos. Ese es el verdadero rostro de la “modernización capitalista” operada sobre la vieja matriz dependiente y latifundista.

Veamos un rápido resumen de la Mendoza con “economía sana y administración ordenada” que Alfredo Cornejo entregaba a su sucesor Rodolfo Suárez el 10 de diciembre de 2019.

Una economía estancada. El PBG per cápita 2018 de Mendoza fue inferior en casi 6% al del año 2008. En una década disminuyó la riqueza producida y disponible por habitante. Es un problema estructural de largo tiempo, pero se agravó ya que el PBG 2018 en términos absolutos fue menor al de 2015, y el año 2019 cayó aún más. Solo en 2019 se perdieron 625 empresas registradas, siendo la industria el sector más golpeado.

Condiciones laborales indignas y precarias. La tasa de desocupación promedio durante 2019 fue de 8% y la subocupación superó el 17%, golpeando principalmente a las mujeres jóvenes de hasta 29 años. Según la Encuesta de Condiciones de Vida 2018, un 49,1% de los ocupados no tenía registración laboral. A diciembre 2019 se habían acumulado 13 meses consecutivos de caída del empleo privado registrado. Proyectando las tasas del mercado laboral del Gran Mendoza al conjunto de la población provincial (1,9 millones) podemos estimar, sin riesgo de exagerar, que más de 300.000 personas ejercen presión sobre el mercado laboral (cerca de 70.000 desocupados abiertos más 113.000 ocupados demandantes y 123.000 subocupados demandantes).

– Una sociedad empobrecida y desigual.La medición de la pobreza (INDEC, 1er semestre 2019) arrojó para Gran Mendoza un 27,3% de hogares y un 37,6% de la población bajo la línea de pobreza. La DEIE provincial informó, para octubre 2019, un 29,7% de hogares y un 42,1% de población en esas condiciones Proyectando esas tasas a toda la provincia significan alrededor de 800.000 personas pobres, de las cuales un poco más de 120.000 son indigentes. Mirando el proceso, entre octubre 2016 y octubre 2019, la gestión de “Cambia Mendoza” incrementó las tasas de pobreza en hogares (de 25 a 29,7%) y población (de 35,3 a 42,1%), arrojando a la pobreza unos 20.000 hogares y más de 100.000 personas.

Las condiciones de vida. Vivienda, educación, salud y otros servicios muestran grandes disparidades regionales y problemas en el acceso y en la calidad de los mismos. Un 20% de las viviendas urbanas tiene problemas con el suministro de agua, y se eleva al 35% en zona rural. En la región noreste esta carencia asciende al 46%. El 41% de la población no tiene cobertura de salud, y ese porcentaje aumenta al 54% en las zonas rurales. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA) 6 de cada 10 hogares del Gran Mendoza presentan al menos una carencia en derechos sociales y económicos (año 2018).

– Insolvencia fiscal y abultada deuda pública. El proyecto original de presupuesto 2020 presentaba un Resultado Financiero (Ingresos totales menos egresos totales) negativo de $ 9.900 Millones. Sumado el vencimiento de la deuda consolidada llevaba las necesidades reales de financiamiento bruto a unos $ 16.400 Millones. Durante la gestión Cornejo, más relevante aún que el aumento de la deuda pública, fue el cambio en la estructura de acreedores y la composición por moneda. El Gobierno Nacional y el Banco Nación pasaron de representar el 56,8% al 33%, mientras los Bonos crecieron del 18% al 51%. La deuda nominada en dólares saltó del 41% al 60%. Cornejo emitió el Bono Mendoza 2024, por u$s 590 Millones, que hoy representa el 48% sobre una deuda consolidada de u$s 1.220 M. El martes 19 de mayo no se pagó el primer vencimiento de intereses por 25 millones de dólares. Los vencimientos totales de intereses y amortización de capital previstos para 2020 eran de $ 14.700 Millones. El gobierno radical pretendía lograr un “roll over” del capital, y tomar nueva deuda por $ 5.000 Millones, más un endeudamiento especial con el BID por u$s 300 Millones (equivalentes a unos $20.000 M, al cambio enero 2020).

Nos detuvimos en estos datos “duros” (todos provenientes de estadísticas oficiales) para mostrar que el camino de “modernización capitalista”, antipopulista y anticomunista, que proclaman los Macri y Cornejo, dejó una pesada herencia sobre la cual actúa –agravándola- la pandemia: aumento de la concentración económica y polarización social, crisis de la deuda y mayor dependencia. Cuando esos sectores reclaman por “la economía” no se refieren a las condiciones de trabajo y de vida de las grandes mayorías sino a las rentas financieras y agrarias, las superganancias de los grupos monopolistas, es decir al curso “normal” de sus negocios.

 

Cambiar el orden político y las estructuras

económico-sociales no es tarea de los virus

No hay un día después de la pandemia, sino un proceso complejo y contradictorio de luchas presentes, durante la crisis, cuyo resultado se va definiendo según cambiantes correlaciones de fuerzas. Hay situaciones objetivas sobre las que actúan condiciones subjetivas: solo nosotros tenemos conciencia para prefigurar el mundo, el país, la sociedad que anhelamos construir. Existen visiones ingenuas que depositan en los virus las tareas que les tocan hacer a las clases explotadas y los pueblos oprimidos Los virus solo se replican según mecanismos naturales y automáticos, no son conscientes ni pretenden cambiar la sociedad capitalista.

Ninguna pandemia, ninguna crisis o guerra anterior, cambió por sí misma el orden económico, social y político. Solo crearon condiciones, desnudaron las estructuras injustas preexistentes, precipitaron coyunturas favorables. Las revoluciones sociales se produjeron donde los revolucionaron interpretaron correctamente esas condiciones y tuvieron la audacia necesaria para actuar. En el contexto de la Primera Guerra Mundial y de la gripe española solo hubo un país donde triunfó la revolución socialista. El mundo entero se encaminó al Crack del 29, la Gran Depresión, el nazi-fascismo y la Segunda Guerra Mundial. El capitalismo como modo de producción y el sistema mundial imperialista no se entierran a sí mismos, solo se reconfiguran. Recibieron golpes duros en la segunda mitad del siglo XX allí donde los pueblos y naciones oprimidas se rebelaron y grandes masas explotadas tomaron “el cielo por asalto”: procesos de descolonización, liberaciones nacionales, revoluciones socialistas.

Con esa perspectiva emancipadora, que incluye nuevas relaciones entre los seres humanos y de estos con la naturaleza, debemos encarar obligadas estaciones intermedias. En nuestra Argentina empobrecida y desigual esas batallas “coyunturales” serán verdaderamente ciclópeas: suspender los pagos de la deuda y gravar las grandes fortunas, recuperar el control sobre palancas claves de la economía (finanzas, energía y combustibles, comercio exterior). Exigirán una enorme movilización unitaria de las mayorías populares. La resistencia del coronavirus a vacunas y retrovirales será un juego de niños al lado de la terca oposición de las clases dominantes a resignar algo de sus privilegios.

A 210 años del primer Gobierno Patrio esperamos heredar la decisión y valentía de aquellos revolucionarios para encarar los desafíos de nuestro presente.

 

Mendoza, 25 de mayo de 2020

Carmelo Cortese es Sociólogo, docente investigador de la UNCuyo, Director del Proyecto: “Mendoza. Territorio, población, estructura y conflicto social”.

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