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El Mayo de las mujeres

por La Marea
Por Berta Wexler y Graciela Sosa
Las mujeres americanas aparecen en la historiografía de la revolución por la independencia asumiendo diferentes compromisos, ya sea directamente en las armas, en el apoyo económico o contribuyendo en la divulgación de las ideas desde el campo cultural, la canción y la poesía.
Tal vez su participación haya sido mucho más importante de lo que conocemos. Si nos detenemos, es posible ver que su actuación de orden público –aunque no siempre reconocido– parece eclipsar una actuación posible desde el ámbito cotidiano, de lo privado.
“Americanas: os ruego por la patria que desea ser libre, ciertos ejemplos de heroísmo…”,1 dice Bernardo Monteagudo. Esta apelación lleva a imaginar que se necesita su participación en el ámbito de lo público en las condiciones antes descriptas, sin embargo, su contenido sorprende porque reconoce como acto de heroísmo aquello que proviene de lo privado, destacándolo para que cobre otro valor en este contexto.
¿A qué se reconoce como heroico?
En primer lugar, al poder de reconocer al “patriota, amante sincero de la Libertad y enemigo irreconciliable de los tiranos”,2 acto que exige de ellas la decisión de apreciarlo y distinguirlo por sus cualidades morales y enmarcadas en la ilustración de los conocimientos.
En segundo lugar, al poder de persuasión que las mujeres tienen desde su misma condición de esposa, madre y patrona del hogar para lograr que los “nobles sentimientos”3 se incorporen a las ideas de su círculo más cercano.
En tercer lugar, al poder de seducción que “el imperio de su belleza” le permite “conquistar desnaturalizados y electrizar a los que no lo son”.4 Es decir, como recurso para las empresas difíciles, para esa franja de pensamientos más radicalizados en la oposición a las ideas de libertad que se pretenden difundir.
En el inicio la revolución de mayo de 1809 en Chuquisaca, el número de los que anhelan la independencia será mayor y se cumplía, según Estanislao Just Lleó, lo que había dicho en agosto de ese año, el síndico procurador de Potosí: “seductor hace cinco,/ los cinco veinte,/ los veinte ciento,/ y de este modo tal vez/ el contagio llegará a ser universal”.5
En la América de la conquista “el contagio llegará a ser universal”,6 ya que algunos de los testimonios muestran que la resistencia comenzó pronto y estuvo encabezado por hombres y mujeres. Un testimonio elocuente son los manuscritos de la mexicana María Bartola, historiadora y periodista: “La guerra ya se había declarado. El español ya pisaba nuestro suelo y fuimos nosotras las mujeres las que abandonamos todo (la casa, los hijos, el cultivo) para hacerle frente. Las mujeres madres, esposas, hijas, sirvientes y reinas de Tenochtitlan, Texcoco, Tlacopán, Cuautitlan, todas peleamos desgarradas contra la insaciable sed de oro del conquistador”.
María Bartola fue la primera mujer que dominaba la lengua de sus mayores y el castellano cuando dejó estos escritos. Contemporánea de las últimas luchas de los incas contra los conquistadores, murió sin que quedaran mayores datos.
En la América colonial “el contagio llegará a ser universal” porque las mujeres tuvieron a la par de los hombres participación en las acciones revolucionarias, ya que algunas fuentes relatan su presencia. La insurrección de fines del siglo XVIII, de Tupac Amaru en Perú y el de Tupac Catari en el Alto Perú donde se destacaron Micaela Bastidas, Teresa Quispe, Bartolina Sisa y Gregoria Apaza entre otras tantas sin que le conozcamos sus nombres, al mando de tropas y acompañando de diversas maneras el enfrentamiento. Fueron abatidas y luego sentenciadas a muerte por el enemigo. Las rebeliones controladas de forma sangrienta por los españoles se extendieron en toda la región del Plata, los virreinatos del Perú y Nueva Granada en las primeras décadas del Siglo XIX.
No sólo España gobernaba estas tierras sino que una de las potencias más grandes de la época como era Inglaterra en 1806 y 1807 invadieron el puerto de Buenos Aires para apoderarse del territorio y fue heroicamente resistidas primero en la Reconquista y al año siguiente en la Defensa de la ciudad, por parte de las tropas locales, donde se destacaron las mujeres.
Un parte del General Liniers que encabezó la Reconquista señala que: “no debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo de asamblea, llamada Manuela la Tucumanesa (por la tierra de nacimiento), que combatiendo al lado de su marido con sublime entereza, mató a un soldado inglés del que me presentó su fusil”.
Por su valor y serenidad fue declarada heroína y premiada con el grado militar de Alférez. Manuela Pedraza era oriunda de Tucumán y vivía en Buenos Aires cuando tuvieron lugar las primeras invasiones inglesas.7
Ricardo Rojas en su Historia de La Literatura Argentina, recogió los versos de Pantaleón Rivarola dedicados a ella: “A estos héroes generosos,/ una amazona se agrega/ que oculta en varonil traje/ triunfa de la gente inglesa:/ Manuela tiene por nombre,/ Por patria, Tucumanesa”.
También Martina Céspedes fue nombrada Sargento Mayor por haber apresado junto con sus tres hijas a un general y a 12 soldados ingleses. La gran mayoría de mujeres de la ciudad de Buenos Aires colaboraron con los cuerpos locales empleando todo tipo de estrategias para derrotar al invasor.
EL ALTO PERÚ
En mayo de 1809, Chuquisaca se vio envuelta en un gran alzamiento y “el contagio llegará a ser universal” para las mujeres del virreinato del Río de La Plata.
La propia Audiencia de Charcas8 así lo documentaba: “La excitación era general en toda la ciudad. Gentes de ambos sexos y todas las edades convergían hacia la plaza”…
Los revolucionarios enterados que los cañones se encontraban en el Cabildo, los sacaron de allí, y los cargaban de piedras porque no tenían plomos y “las mujeres rasgando sus vestidos los daban de taco para que sirvieran de improvisados proyectiles”.9
A pesar de estas citas en los partes de la Audiencia la historiografía ha ocultado su accionar.
Sofocado el movimiento revolucionario por el general Vicente Nieto, enviado por el Virrey Cisneros, algunas matronas distinguidas fueron proscriptas. La investigación en los archivos nos ha permitido sacar a la luz algunos nombres de mujeres adineradas esposas o hermanas de los revolucionarios cuya participación es agradecida en el texto que describe la visita del Libertador, con una nómina de 24 “ninfas” siendo la Condesa de Lizarazu quien presidió a este grupo (4 de noviembre, 1825).10
La señora Lemoine sufrió la confiscación de bienes, fue obligada a caminar a pie con sus siete hijos a su destierro en Lagunillas, por caminos escarpados y desiertos sin el menor auxilio para su manutención y abrigo. Victoriosos los patriotas la sacaron de prisión y “entre los vítores del pueblo llegó a Chuquisaca, vestida de traje militar”…11 y siguió luchando por la causa. Transcurrido un tiempo, los realistas nuevamente la apresaron y la desterraron a Oruro. En el calabozo húmedo y malsano donde vio fusilar a otros compañeros, contrajo una cruel enfermedad.
Casimira De Ussoz y Mozi, por haber exaltado desde un balcón a los cholos para el asalto al cuartel, sufrió persecuciones, extorsiones, y ultraje hasta ser afrentada públicamente con una mordaza. Rosa Sandoval de Abesia, Fortunata y Teresa Orgaz Melean, también sufrieron persecuciones.12 La contradicción entre oprimidos y opresores encontró a las sufrientes mujeres que se incorporaron rápidamente a la lucha.
Este movimiento siguió en el mes de julio en La Paz con Vicenta Juaristi de Eguino con una mujer adinerada, de la alta sociedad paceña como líder que colaboró en las acciones rebeldes que instauraron una Junta de Gobierno. Una vez lograda la independencia de Bolivia, en 1825 fue declarada heroína por Bolívar ya que tuvo una acción destacada a lo largo del proceso, y una gran avenida de la Paz tiene un monumento en su homenaje. Algunos nombres de mujeres que la acompañaron en las acciones son Simona Manzaneda, una mestiza apodada “la jubonera”,13 Ursula Goizueta, Manuela Campos y Seminario de Lanza, María Dolores Mantilla, María Manuela Sagárnaga, Juana Manuela de la Sota y Parada, Manuela Durán, Tomasa Murillo Durán y muchas otras.
La participación de las mujeres en la revolución del 16 de julio, aparece en un escrito de La Junta Capitular que las condenó:14 “a las personas propensas a la discordia” dice: “que se abstengan las mujeres de cualquier extracción que sean”.15
Vicenta, Usrsula y muchas de estas mujeres sufrieron castigos, destierros y todo tipo de humillaciones por el hecho de participar en la guerra y fundamentalmente por ser mujeres.
“Desenfrenadas mujeres guerreras prostituían la religión y subvertían el orden”; estos eran los bandos del Cabildo que las instaban a “abstenerse de realizar actividades perniciosas”.16
Sin embargo la prédica de los españoles nos muestra que las mujeres no se dejaron convencer. Como ejemplo tenemos que Vicenta Eguino armó en secreto, en su casa, una fábrica de municiones, lugar donde trabajaban otras muchas mujeres criollas, mestizas e indígenas. Las mujeres dominaban el quechua y contactaban con los indios para lograr su incorporación a las luchas.
En Potosí las hermanas Juana y Mercedes Cuiza fueron emisarias y correo del ejército patriota, a quienes los realistas en la plaza les dieron 200 azotes y las ahorcaron para escarmiento de las demás. Sin embargo Mercedes Tapia, Marcelina Casteló, Gregoria Matos, Magdalena Nogales también colaboraron con las tareas del ejército hasta algunas manejaron cañones. Esto les costó la persecución, cárcel en la Casa de La Moneda y castigos muy cruentos. Las fuentes la citan como heroínas.
Los caudillos pelearon junto a las mujeres que acompañaron el proceso de la independencia americana. Junto a Manuel Ascencio Padilla se destacó Juana Azurduy, su esposa, que en 1812 se incorporó a la lucha anticolonialista, en calidad de soldado.
Juana adiestraba a las mujeres en el manejo de las hondas y montaban a caballo para salir al campo igual que los hombres. Juana Azurduy fue la única mujer que condujo caballería y estuvo al frente de las tropas sin tener instrucción militar, sólo se formó peleando junto a su esposo, organizó un ejército de Leales a la causa de la revolución.
Casi con 10.000 indígenas gran parte mujeres, se formaron sus escuadrones.
Obtuvo numerosas victorias, arrebató una bandera enemiga, por la que fue nombrada Teniente Coronel del Ejército Auxiliar del Perú. Perdió a sus cuatro hijos en el campo de batalla y al poco tiempo a su esposo.
Sobrepuesta al dolor, participó en Tarabuco en una batalla nuevamente embarazada y arrebató un estandarte español, a un coronel enemigo17. Para la época esto se tornó algo excepcional y el propio General Manuel Belgrano18 la describe a la bandera que arrebatara Juana Azurduy al abanderado enemigo y juzga: …“ esfuerzos de su valor y de sus conocimientos en la milicia poco comunes a las personas de su sexo”… y solicita los despachos de Teniente Coronel de las Partidas de los Decididos del Perú.
Intentamos rescatar el protagonismo tan vasto de las mujeres a la par de los varones, llegando en el caso paradigmático de Juana Azurduy a dirigir en el combate directo a tropas de criollos e indígenas en su mayoría varones, durante largos períodos y campañas. Hecho tan alejado del rol destinado a las mujeres en las concepciones feudales de sociedades como de esos tiempos.
En mayo de 1812 un grupo de mujeres salió a defender la ciudad de Cochabamba ya que dijeron: “si no hay hombres nosotras defenderemos”. Sacaron del arsenal cañones y fusiles y se fueron al Cerro San Sebastián armadas también con palos y barrotes para enfrentar el enemigo. Su lema fue: “morir antes que rendirse”.19
Y eso fue lo que pasó, ya que el General español Goyeneche ese 27 de mayo, mandó a matar a las treinta mujeres. Actualmente en su homenaje se ha levantado un hermoso Monumento a las Heroínas de la Coronilla y se ha convertido ese día en el Día de la Madre Boliviana, cambiándole la dirección al mismo. En el sentido que se celebre que las mujeres eran ante todo madres (para que en todo caso no vuelvan a la guerra).
Todos estos grupos en diversas regiones, sin embargo la mayoría de los textos de historia americana y aún local, hoy siguen omitiéndolas por cuestiones que creemos son estrictamente de género, y que in visibilizan el rol de las mujeres en la esfera pública, dejando su actuación para el ámbito privado. La contradicción entre oprimidos y opresores hizo que las sufrientes mujeres se incorporaran rápidamente a la lucha.
EL RÍO DE LA PLATA
El Comandante José Santos Vargas que participó en estas contiendas del ejército revolucionario, dejó un diario manuscrito donde decía: “la causa de la revolución de la libertad tiene su asiento en todas partes”20.
Buenos Aires fue otra de las “partes” que en 1810 hizo la revuelta y en su largo proceso se unió a las aspiraciones americanas de libertad junto a mujeres que están poco nombradas en la historiografía. En las escasas crónicas encontramos a fundadoras luego de la Sociedad Patriótica: Teresa de la Quintana, Remedios de Escalada, María de la Quintana, Ramona de Esquivel, María Sánchez de Thopson, Petrona Cárdenas, Rufina de Orma, Isabel Calvimonte de Agrelo, María de la Encarnación Andonaegui, Magdalena Castro, Angela Castelli de Igarzabal y Carmen Quintanilla.21 Estas mujeres al pertenecer a los grupos acomodados entregaron el dinero para que sus nombres queden grabados en cada uno de los fusiles que compraron.
En los manuales escolares figura solamente Mariquita como la anfitriona de la reunión donde se presentó con su letra completa el Himno Nacional Argentino, Himno que luego fuera mutilado suprimiéndose las partes más comprometidas contra el orden colonial y que resultaba el sentimiento nacionalista y popular de la lucha.
En el ejército del Norte al lado de Belgrano pelearon, entre otras, en las batallas de Salta, Tucumán y el éxodo jujeño, mujeres del pueblo que se unían a la lucha a cada paso y para desempeñar diferentes roles. Algunas de las más conocidas fueron Martina Silva Gurruchaga que ya había obtenido grado militar, María Elena Alurralde de Garmendia esposa de un español, María Remedios del Valle, más conocida como la “Capitana” y Pascuala Balvás. Muchas de ellas terminaron sus días sin reconocimiento oficial y en la más absoluta pobreza, a pesar de haber prestado servicios a la patria.
El mismo Norte defendido por Martín Güemes en la guerra gaucha, tiene nombres como los de la famosa Macacha (su hermana Magdalena), Carmen Puch (su mujer), Isabel Araóz de Aguirre y Loreto Sánchez de Frías entre las más conocidas por ser familiares de revolucionarios pero cientos de anónimas del pueblo colaboraron en forma eficaz en toda la estrategia de las contiendas. Macacha sobrevivió la muerte de su hermano y luego en diversas acciones comandó la sublevación del pobrerío junto a los gauchos que se jugaron en la defensa de la patria.
En el ejército de San Martín se alistó Pascuala Meneses, con nombre y ropas de varón para no ser advertida, sin embargo hasta que fue descubierta cumplió tareas a la par del resto de la tropa.22 Numerosas negras y mujeres cumplieron tareas de acompañamiento del ejército en las campañas libertadoras.
EL CENTENARIO
En 1910 los diversos países de América celebraron el centenario de la Independencia. El nuestro lo hizo recibiendo a la Infanta Isabel de Borbón, tía del Rey Alfonso XIII que fue huésped en el palacio de Bary de la calle Alvear y a numerosas delegaciones extranjeras.
Sin embargo, frente a los grandes festejos el contraste estaba en las condiciones de vida de los trabajadores que aprovecharon la oportunidad para pedir que se derogara la Ley de Residencia y que regresaran al país los dirigentes expulsados. Ante el fracaso la Confederación Obrera Regional Argentina declaró la huelga general para la semana de los festejos de mayo a partir del 18. El 1º de mayo los discursos fueron duros contra los políticos que defendían a los sectores de la sociedad rural. El gobierno conservador de Figueroa Alcorta tenía grupos de choque que comenzaron a agredir e incendiar los locales obreros como el Diario anarquista La Protesta y el Socialista La Vanguardia.
Se realizó una gran manifestación frente a la penitenciaría para exigir la liberación de los 500 dirigentes presos y la derogación de la Ley 7026 de Defensa Civil que condenaba a muerte a los activistas sindicales, a la radicación de extranjeros que tuvieran antecedentes, prohibía la propaganda anarquista y actuaba sobre actividad de los gremios. El Estado de Sitio decretado debía garantizar la tranquilidad a la hora de recibir a las delegaciones extranjeras para el festejo, sin embargo el Mayo del Centenario tuvo oposición de hombres y mujeres en las calles.
Impacto muy notorio en esta semana de mayo, será el funcionamiento en Buenos Aires del Primer Congreso Feminista Internacional, donde las mujeres, por primera vez, hacían oír su voz ante numerosas delegaciones extranjeras.
Estos fueron los grandes contrastes de la celebración que reunía algarabía para unos pocos y tristeza para los sectores más empobrecidos.
CONCLUSIONES
En el mayo de la revolución de Chuquisaca en 1809 participaron las mujeres. En un 27 de mayo de 1812 eran muertas treinta mujeres de Cochabamba porque como no había hombres: ellas defendieron. En un 25 de mayo de 1862, se apagaba en Sucre, la vida de Juana, en la más absoluta soledad, sin embargo, los gobernantes (como ironía del destino), estaban ocupados en las conmemoraciones patrias, que la habían ignorado.
Era el mayo “cargado de dolor” por la muerte de Juana Azurduy, el mayo de las Heroínas de la Cochabamba, mujeres como pocas tuvo la historia.
En mayo de 1910 la elite gobernante, como ironía del destino festejada el gran aniversario, con la Infanta descendiente de aquellos Borbones enemigos, mientras reprimía la huelga general decretada por los obreros e implantaba el estado de sitio. Era el mayo de gloria para pocos, y el mayo teñido de dolor y descontento tanto para los sectores populares como para aquellas sufrientes mujeres que lo padecieron y hacían oír su voz en un Congreso Internacional, justamente celebrado en Buenos Aires.
El mayo de tantas rebeliones ha sido muy ocultado, debido principalmente a las concepciones y prejuicios que sobre el rol de la mujer han sido absolutamente dominantes hasta fechas bastante recientes en que estudios de historia con una perspectiva de género han tenido un desarrollo más importante.
A pesar de ese ocultamiento, existe un destacado papel de las mujeres, para reencontrarse, en las nuevas condiciones, con la verdadera historia de nuestra América del Sur. Hoy son las tristes jornadas de mayo de las mujeres docentes a la cabeza de las luchas por salarios dignos y por una mejor educación a lo largo y ancho del país, de las piqueteras que cortan rutas para sobrellevar la tristeza de no tener trabajo y no poder mantener a sus familias, de las jornaleras rurales, de las trabajadoras de las ciudades que no les alcanza para vivir, de las chacareras para no perder sus campos, de las médicas, poetas, profesionales, investigadoras, cocineras, enfermeras y de tantas otras ocupaciones que reclaman por su dignidad.
El mayo de tantos festejos que se sucedieron a lo largo y ancho de los pueblos liberados también por las mujeres porque “la causa de la revolución de la libertad tiene su asiento en todas partes” y fue también “contagio universal” porque las voces de las mujeres también se encargaron de ello.
Un destacado papel el de las mujeres, para reencontrarse, en las nuevas condiciones, con la inquietante historia de nuestra América del Sur, en la que quedan demasiados espacios en blanco que debieran escribirse recuperando el rol femenino en las revoluciones americanas.
Berta Wexler es Máster en Género y profesora especializada en Historia.
Graciela Sosa es profesora de Castellano, Literatura y Latín.
NOTAS
1 Monteagudo Bernardo. A las americanas del sur. La Gaceta, 20 de diciembre, 1811.
2 Ibidem.
3 Ibidem.
4 Ibidem.
5 Just Lleó Estanislao. Comienzo de la independencia en el Alto Perú. Los sucesos de Chuquisaca, 1809. Editorial Judicial, Sucre, Bolivia, 1994.
6 Ibidem.
7 Wexler Berta. Las mujeres de la reconquista. Revista Cuadernos Nº 22. Bs As, 2006.
8 Texto emitido por la Audiencia de Charcas el 25 de Mayo de 1809.
9 Wexler Berta. Juana Azurduy y las mujeres en la revolución Altoperuana. Hist. Regional. Dpto. Historia Villa Constitución. CEIM.UNR. Rosario, cuarta edición, 2006.
10 Wexler Berta, Aquellas mujeres encontraron un camino. Revista Cuaderno Nº 21. Bs As, 200.
11 Ibidem.
12 Ibidem.
13 Los jubones eran especie de chalecos al cuerpo, que los cosía, en uno de los barrios de La Paz.
14 Wexler Berta, ob. cit.
15 Bando del Cabildo. La Paz, julio, 1809.
16 Escritos del soldado Turpin a Belgrano.
17 Gantier, Joaquín. Doña Juana Azurduy La Paz, 1946.F. Universitaria.
18 Carta de Belgrano al Director Supremo, 26 de julio 1816.
19 Escritos del soldado Turpin a Belgrano.
20 Santos Vargas José. Diario de un comandante de la independencia americana. Trascripción, Gunnar Mendoza. Siglo XXI, Nuestra América, México, 1982.
21 Pichel Vera. La mujer en la emancipación. Todo es Historia N° 183.Buenos Aires, 1982.
22 Wexler Berta. Ob.cit.

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1 comentario

Anónimo mayo 22, 2014 - 2:07 pm

No dejemos de leer èste importante articulo

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