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La Argentina del Centenario, festejo y represión

por La Marea
Por Emilio Ratzer
El centenario de la Revolución de Mayo en la Argentina de 1910 festejó un ā€œmodelo de paĆ­s dependienteā€ mientras que a los trabajadores organizados que luchaban por mejores condiciones laborales debĆ­an acatar el estado de sitio. En estas pĆ”ginas el autor recorre la situación del movimiento obrero en esos aƱos gloriosos para las clases dominantes y difĆ­ciles para los trabajadores ocupados y desocupados de la ciudad y el campo.
Estado de sitio en la Argentina! Lo que esto significa hay que haberlo vivido para entenderlo, decía a principios del siglo XX GermÔn Ave Lallemant, uno de los integrantes de la corriente que impulsó el primer periódico marxista de la Argentina, El Obrero, allÔ por 1890.1
AsĆ­ ā€œcelebraronā€ las clases dominantes el centenario de la Revolución de Mayo, en 1910. Con estado de sitio, deportaciones masivas de trabajadores, y 2.000 presos polĆ­ticos y sociales.
Nuestro paĆ­s era por esos aƱos, al decir de Lenin, ā€œun modelo de paĆ­s dependienteā€, con una creciente injerencia de los paĆ­ses imperialistas. Primaban los ingleses, en dura disputa con los alemanes, franceses, belgas, y ponĆ­an sus pies los capitales estadounidenses.
Millones de hectƔreas habƭan pasado a manos de los terratenientes, sobre la base del genocidio de los originarios, y de frustrar los tibios intentos colonizadores incorporando inmigrantes europeos que terminaron, unos como arrendatarios, y la mayorƭa como artesanos y obreros en las ciudades.
Los asalariados eran un 65% de la población económicamente activa, número muy alto comparado incluso con países europeos. La mayoría de los trabajadores industriales eran extranjeros (59% según el censo de 1914), y estaban asentados prin-cipalmente en Buenos Aires, Rosario, y algunas otras ciudades.
TRES CORRIENTES EN EL MOVIMIENTO OBRERO
Hacia 1910, el movimiento obrero argentino estaba dividido en tres corrientes principales: los anarquistas, los sindicalistas y los socialistas reformistas. Habían pasado 20 años desde la realización de las manifestaciones del 1° de Mayo de 1890 en Buenos Aires, Rosario y otras ciudades, en los que se acumularon importantes experiencias de lucha.
En las tres corrientes predominantes en el movimiento obrero se daban fuertes debates, tanto al interior de cada una de ellas, como entre sĆ­. AsĆ­ entre los anarquistas estaban los ā€œantiorganizadoresā€ y los ā€œorganizadoresā€, con preponderancia de estos Ćŗltimos desde fines del siglo XIX. Eran la fuerza mayoritaria del movimiento obrero en el perĆ­odo que nos ocupa, haciendo centro en la lucha económica, impulsando huelgas parciales, la huelga general, el abstencionismo electoral y un profundo rechazo a la lucha polĆ­tica.
El Partido Socialista dirigido por Juan B. Justo profundizaba por esos aƱos una lĆ­nea revisionista, reformista, de corte parlamentarista. Como dijera Lallemant en 1908 ā€œlos elementos propulsores del partido socialista son ideólogos burgueses que no estĆ”n dispuestos a cruzar un determinado Rubicónā€.2 El PS ya era en esos aƱos una fuerza que en lo principal conciliaba con los terratenientes liberales, hegemónicos entre las clases dominantes, y se oponĆ­a a los sectores de burguesĆ­a nacional que levantaban banderas nacionalistas.
Estaba aĆŗn dispersa dentro del PS la corriente que en 1912 comenzarĆ­a a aglutinarse y que darĆ­a origen en 1917 al Partido Socialista Internacional, luego Partido Comunista.
El sindicalismo era una corriente surgida del interior del Partido Socialista hacia 1903, que fue expulsada del mismo en 1906, y desde posiciones propias empalmó con la corriente sindicalista revolucionaria influenciada por Georges Sorel. Plantearon en sus inicios posiciones revolucionarias en torno al problema del Estado, y cuestionaron el abandono que hacía la dirección del PS de las cuestiones gremiales.3 Planteaban que la verdadera organización revolucionaria era el sindicato, y su arma superior, la huelga general. Hacia 1910 estaban en desarrollo, y en 1915 se transformarían en la corriente mÔs numerosa dentro de las organizaciones sindicales.
Para la época del Centenario de la Revolución de Mayo había dos centrales sindicales: la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), creada en 1904 y dirigida por los anarquistas; y la CORA (Confederación Obrera Regional Argentina), conformada en 1909 e integrada por los sindicalistas, la UGT (socialista) y algunos gremios que venían de la FORA.
FALTABA UN PARTIDO
La falta de un partido verdaderamente revolucionario era una traba para el desarrollo con una perspectiva de poder, de las inmensas y heroicas luchas protagonizadas por los trabajadores, que fueron ejemplo en para los obreros de otros paĆ­ses.
Esta ausencia del partido marxista ahondó desencuentros e incomprensiones que lastraron durante muchos aƱos el avance de una lĆ­nea que permitiera la integración del marxismo con la revolución argentina. Esto se evidenció en los anĆ”lisis erróneos y la incapacidad de dar respuesta de estas tres corrientes a problemas fundamentales como: 1) las implicancias del desarrollo del imperialismo en esos primeros aƱos del siglo XX, la división en paĆ­ses opresores y paĆ­ses oprimidos, la ā€œcuestión nacionalā€ y las nubes de guerra que ya aparecĆ­an en el horizonte. 2) El tipo de revolución necesaria en la Argentina, y consecuentemente quĆ© polĆ­tica de alianzas para el proletariado, particularmente la relación con las luchas campesinas (no abordaban la cuestión agraria y democrĆ”tica) y con las organizaciones polĆ­ticas de la burguesĆ­a nacional, en esos aƱos el radicalismo principalmente. 3) QuĆ© significado tenĆ­a la ā€œacción polĆ­ticaā€ de la clase obrera, entre los reformistas que veĆ­an como Ćŗnico camino la participación en las elecciones, y los anarquistas, con su abstencionismo y desprecio a la polĆ­tica. Este debate se agudizó posteriormente a 1912, al introducir la oligarquĆ­a las reformas a la ley electoral, e hizo crisis con los acontecimientos de la Semana de Enero de 1919.
AƑOS DE LUCHA Y REPRESIƓN
Hacia el Centenario, la clase obrera venĆ­a de una oleada de huelgas con un hito en la primera huelga general, en noviembre de 1902. El gobierno de Julio A. Roca respondió con la nefasta ā€œLey de residenciaā€, la 4.144 por la cual se podĆ­a deportar a trabajadores ā€œagitadoresā€ por su participación en las luchas, allanamientos de locales, clausura de periódicos, pero el auge no se detuvo.
En 1909 se produjo la llamada Semana Roja, una huelga general de 8 días, tras la represión a un acto de la central anarquista FORA el 1° de Mayo, que dejó 11 muertos y centenares de heridos. El ataque policial fue sangriento, dirigido por el tristemente célebre coronel Falcón. La huelga fue tan contundente que el gobierno, por primera vez, tuvo que negociar con los obreros, aceptando sus condiciones: abolición del Código Municipal de Penalidades. Libertad de todos los presos por causa de huelgas. Reapertura de los locales obreros.
Durante la Semana Roja hicieron su aparición, junto a la policĆ­a y el ejĆ©rcito, bandas de ā€œniƱos bienā€ de la oligarquĆ­a, atacando locales sindicales, casas de obreros, imprentas, etc. Estos grupos realizaban los ataques en nombre de sĆ­mbolos como la bandera argentina, los ā€œvalores patriosā€, etc.
Esto era parte de una ofensiva oligĆ”rquica por imponer su visión de una Argentina ā€œmodernaā€, ā€œpujanteā€, cuyos problemas estaban causados por los ā€œanarquistas extranjerosā€, que a partir de estos aƱos fueron identificados con los ā€œrusosā€, los ā€œisraelitasā€, etc.
Esta xenofobia se combinó con la represión, y con medidas tendientes a aislar y dividir al movimiento obrero de otros sectores sociales que crecían en su enfrentamiento al gobierno. Una de ellas había sido la propuesta de un Código de Trabajo, en 1904, que generó un intenso debate. Esta reforma a las leyes laborales aceptaba reivindicaciones muy caras como la jornada de 8 horas, pero imponía una reglamentación de las sociedades obreras. Dentro del Partido Socialista la discusión lo llevó al borde de la ruptura, ya que varios miembros del PS habían colaborado en el proyecto. Finalmente fue rechazado.
Ese mismo aƱo, el ministro de Roca, JoaquĆ­n V. GonzĆ”lez, se congratulaba de que los socialistas tuvieran su primer diputado electo, Alfredo Palacios, metiĆ©ndose en el debate acerca de la participación o no en las elecciones, que dividĆ­a a anarquistas y socialistas desde comienzos de la dĆ©cada del ’90 del siglo XIX. Era otra muestra de la polĆ­tica de concesiones que se daba el gobierno roquista hacia el Partido Socialista, facilitado por la lĆ­nea de su dirección.
EL AƑO DEL CENTENARIO
El año del Centenario encontró al movimiento obrero restañando las heridas de la feroz represión de la Semana Roja, y volviendo al combate por reivindicaciones tanto de salario como de reducción de la jornada. Estas huelgas habían afectado hasta las obras que estaba construyendo el gobierno para los festejos de la semana de mayo.
En abril la CORA habĆ­a lanzado la propuesta de huelga general a partir del 18 de mayo, con el objetivo principal de lograr la derogación de la ley de residencia y la libertad de los presos que quedaban de la represión a la Semana Roja, ā€œen defensa de la libertad de la clase obrera en la propicia ocasión del Centenarioā€. La declaración de la CORA convocando a la huelga afirmaba ā€œLa Ćŗnica celebración que podemos hacer en las fiestas centenarias es que ellas sean el motivo para que se consagre la conquista de una libertad. Ā”SerĆ” asĆ­ que la libertad se conmemorarĆ” con la conquista de mĆ”s libertad!ā€.4
Los anarquistas habían convocado el 8 de mayo a una manifestación con el mismo objetivo frente a la Penitenciaría Nacional, reuniendo a una multitud estimada en 70.000 personas. Allí la FORA resolvió adherir a la convocatoria a la huelga general planteando tres puntos: Derogación de la ley de residencia, libertad de los presos por cuestiones sociales, y amnistía amplia para los infractores y desertores del ejército.
El gobierno se adelantó, y el 14 de mayo la CĆ”mara de Diputados resolvió el estado de sitio ā€œpor tiempo indeterminado y en todo el paĆ­sā€. A partir de allĆ­ se desató la mĆ”s feroz represión que se habĆ­a conocido en el paĆ­s.
AquĆ­ el gobierno ya usa abiertamente el argumento de la ā€œpatria ofendidaā€, como dirĆ­a el ministro del Interior GĆ”lvez en su informe al Congreso ese 14 de mayo, reivindicando los grupos civiles armados. El diputado Manuel CarlĆ©s, fundamentando el pedido de estado de sitio, afirmó ā€œEl cuadro que presenta en este momento la repĆŗblica tendrĆ­a todos los colores de los entusiasmos patrióticos, si no fuera que un punto sombrĆ­o, marcado por la parte tenebrosa de habitantes de la repĆŗblica, viniera a mortificar el recuerdo de honor y gratitud que los hombres sanos y honestos hoy festejanā€. (La Vanguardia, 14 de mayo de 1910).
El comentario de La Vanguardia en la misma edición expresa bien el crudo reformismo de la dirección del PS: ā€œEl estado de sitio ha sido iniciado por la cĆ”mara con el objeto de contrarrestar las amenazas evidentemente descabelladas de un grupo de alucinadosā€¦ā€ y remata dolido que ā€œno podĆ­a sospecharse que la ofuscación y la ineptitud del gobierno llevaran al paĆ­s a celebrar el centenario de su libertad al amparo de una ley que la niegaā€.
Declarado el estado de sitio, comenzaron las detenciones. Fueron presos los redactores de los periódicos anarquistas La Protesta, La Batalla, los consejos directivos de la FORA y la CORA, y se desató una persecución de las bandas ā€œpatrióticasā€ que duró varios dĆ­as, atacando los locales de sindicatos, los de La Vanguardia, La Protesta, quemando y saqueando. Todo en nombre de la ā€œpatriaā€. Los ā€œniƱos bienā€, protegidos por la policĆ­a, intentaron avanzar hacia los barrios obreros del sur de la ciudad, pero desistieron al llegar la información de que trabajadores y vecinos, muchas mujeres, estaban apostados en los techos, esperĆ”ndolos.
ā€œLa huelga general no tuvo Ć©xito. Algunos actos de sabotage contra la iluminación que durante las fiestas se interrumpĆ­a, se cortaba todos los dĆ­as, fueron las Ćŗnicas consecuencias aparentesā€, segĆŗn Alfredo FernĆ”ndez.5 Marotta, dirigente de la corriente sindicalista, afirma que ā€œMuchos trabajadores, en respuesta a los acontecimientos de los dĆ­as 13, 14 y 15 y a la sanción del estado de sitio, comenzaron a hacerla efectiva el lunes 16. En Boca y Barracas la paralización fue totalā€, aunque la huelga decayó y prĆ”cticamente fue levantada el 21 de mayo.6
LAS VISIONES SOBRE LA PATRIA
Para los aƱos que nos ocupan, las ideas predominantes sobre el tema nacional entre las direcciones obreras, eran las que por ejemplo expresó el 6Āŗ Congreso de la FORA, en su resolución sobre las ā€œFiestas religiosas y patrióticasā€: ā€œEl 6° Congreso aconseja a las sociedades de resistencia, exijan que se trabaje en los dĆ­as de fiestas religiosas y patrióticas, por cuanto no debemos respetar ninguna de ellasā€. 7
La Protesta, el 16 de marzo de 1910, afirmaba ā€œLos que gobiernan en 1910 no pueden conmemorar dignamente el hecho de 1810… Protestamos contra la conmemoración del centenario de la revolución de mayo, que es conmemoración de libertades, porque la ley de residencia es la negación de esa libertad que se conmemoraā€.
Por el lado del socialismo, Alfredo Palacios manifestaba ā€œNo es patriotismo el derroche de los dineros pĆŗblicos ni la eterna amenaza de la guerra contra el vecino hermano. Es en cambio obra de nacionalismo inteligente nuestra labor de asimilación del extranjero que trae prĆ”cticas mĆ”s adelantadas que las nuestrasā€¦ā€ y reafirma la vieja idea de Juan B. Justo sobre el librecambio, afirmando ā€œes obra de nacionalismo inteligente y sano el rechazo de las falsas y absurdas ideas de proteccionismo que sustentan los que explotan el sentimiento nacionalā€ (La Vanguardia, 7 y 8 de marzo de 1910).
Ya en 1909, el Centro Socialista de Avellaneda se referĆ­a a la conmemoración del 25 de Mayo: ā€œLa celebración del centenario va resultando una plaga para el puebloā€, y en un anĆ”lisis histórico dice ā€œreconocemos en la fecha que se va a celebrar un acontecimiento histórico de importancia puesto que Ć©l representa el triunfo de la causa de la pequeƱa burguesĆ­a contra el feudalismo colonial (…) pero no aceptamos que a cuenta de este acontecimiento se eche la casa por la ventana derrochando tan malamente el dinero del puebloā€ (El socialista, Avellaneda, septiembre 15 de 1909, NĀŗ 5).
Estas y otras expresiones motivan una reflexión de Marotta: ā€œPodrĆ” decirse –con no poca razón– que hubo de parte de las organizaciones obreras precipitación y de algunas publicaciones excesos de lenguaje… Nada eso justifica sin embargo la declaración del estado de sitioā€.
Para comprender la efectividad del discurso ā€œpatrióticoā€ del que se habĆ­a apropiado la oligarquĆ­a, hay que seƱalar que, con la base objetiva de un proletariado que se iba conformando con un gran porcentaje de extranjeros, ni anarquistas, ni socialistas ni sindicalistas demostraron comprender en esos aƱos la complejidad del tema nacional. Como indica Otto Vargas, esta cuestión clave para la integración del marxismo con la revolución argentina serĆ­a abordada correctamente reciĆ©n hacia fines de la dĆ©cada del 20, con un Partido Comunista con diez aƱos de existencia en nuestro paĆ­s.
La oligarquĆ­a dominante, con hegemonĆ­a de los bonaerenses, impuso su visión de ā€œpatriaā€ al conjunto de la sociedad. Una ā€œpatriaā€ donde se glorificaba al gaucho que antes se habĆ­a combatido, y se reivindicaba al idioma castellano frente al ā€œcocolicheā€ de los inmigrantes, mientras nuestra ā€œhigh lifeā€ afianzaba su colonialismo cultural con Europa, a la vez que expresaba su mĆ”s profundo desprecio por los originarios y las masas de trabajadores nativos que eran mayorĆ­a en los obrajes, ingenios y estancias.
Muchas de estas opiniones fueron compartidas por dirigentes anarquistas y socialistas. No faltaban expresiones como ā€œno hay nada en ese pueblo embrutecido que va a votar creyendo ejercer un derecho sacrosantoā€, en periódicos anarquistas como La Protesta (la cita es del 9 de marzo de 1906), o esta gran muestra de colonialismo mental expresada por el diputado socialista Adolfo Dickmann: ā€œExtranjeros son, todos los argentinos de color blanco, aunque hayan nacido aquĆ­, porque al decir de Alberdi ā€œcolor, crĆ”neo, cerebro, todo es de afueraā€. (Los argentinos naturalizados en la polĆ­tica, 1915).
En este contexto, si bien los sindicatos y algunas expresiones de las organizaciones obreras realizaron un trabajo de unir a los trabajadores nativos y extranjeros, al no haber un partido que, como los bolcheviques en Rusia, rescatara el marxismo y avanzara en el anÔlisis de la nación en tiempos del imperialismo, lejos estaban en 1910 las direcciones anarquistas, socialistas o sindicalistas de comprender que bajo esta visión hegemónica subsistía, en lucha contra ella, otro proyecto de identidad nacional, con raíces en nuestros pueblos originarios y en años de lucha de clases.8
NO PUDIERON BORRAR LA HISTORIA
Para finalizar, recordemos que la represión no se detuvo en la semana de mayo de 1910. Pocos dĆ­as despuĆ©s, en junio, sobre la base de una bomba de escaso poder puesta en el Teatro Colón, la CĆ”mara de Diputados aprobó la ā€œLey de defensa socialā€, destinada a reprimir penalmente a las organizaciones polĆ­ticas y sociales del movimiento obrero. Pese a ello, nuestra clase obrera, en la segunda dĆ©cada del siglo, protagonizó grandes batallas, en particular el primer esbozo insurreccional que fue la Semana de Enero de 1919.
Hoy, a pocos meses del bicentenario, pese a todos los esfuerzos que han hecho y hacen los escribas de las clases dominantes para relegar en el olvido este capĆ­tulo de la historia de nuestra clase obrera, y convencernos que ā€œtenemos que volver a ser la Argentina del Centenarioā€, no pueden borrar que, como dijo el dirigente anarquista Abad de SantillĆ”n en esos aƱos: ā€œEl gobierno triunfó; pero la historia recordarĆ” que para celebrar la fecha de la Independencia fue necesario convertir a Buenos Aires en un campamento militar, con estado de sitio y con cĆ”rceles repletasĀ».
Notas
1. GermƔn Ave Lallemant. Die neue Zeit, T. 2, 1903-1904, en La clase obrera y el nacimiento del marxismo en la Argentina, Leonardo Paso, Ed. Anteo, 1974, pƔg. 197.
2. GermĆ”n Ave Lallemant, Die neue Zeit, t. 2. 1908-1909, en La clase obrera… op.cit. pĆ”g. 205.
3. JosƩ Ratzer, El movimiento socialista en Argentina, Ediciones Agora, 1981, pƔg. 47 y siguientes.
4. SebastiƔn Marotta, El movimiento sindical argentino, Tomo 2, ediciones Lacio, 1961, pƔg. 70.
5. Alfredo FernÔndez, El movimiento obrero en la Argentina, Buenos Aires, Año 1, N° 4 y 5, 1937, editorial Plus Ultra, pÔg. 165 y siguientes.
6. SebastiƔn Marotta. Op. cit., tomo 2, pƔg. 78.
7. Sexto Congreso de la FORA, septiembre de 1906, citado en Edgardo Bilsky, La FORA y el movimiento obrero, tomo 2, Centro Editor de AmƩrica Latina, 1985, pƔg. 218.
8. Para el tema de la nación, ver Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina, Tomo 2, pÔg. 27 y siguientes.
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Emilio Ratzer es periodista e investigador de la historia del movimiento obrero.

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