Home Notas Los pueblos originarios y la pandemia

Los pueblos originarios y la pandemia

por Jorge Brega

Escribe Liliana Tamagno

La crisis desatada por el COVID19 ha permitido, entre otras cosas, visibilizar las desigualdades que afectan a los pueblos originarios, como producto del racismo, la persecución, la represión, los exterminios y la judicialización de sus protestas. La autora de este artículo, integrante del Laboratorio de Investigaciones en Antropología Social (LIAS) de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, explica las conclusiones arrojadas por una serie de informes sobre la situación de distintas comunidades originarias de diferentes zonas del país.

No es una novedad que toda crisis es reveladora en tanto se visibilizan –a veces con crudeza– situaciones que estaban “ocultas”, que “no se veían” o que “no se querían ver”, generadas por el régimen de verdad impuesto desde el poder (Foucault 2014).[1] En este sentido, la crisis generada por el COVID 19 ha contribuido a revelar aristas significativas de las presencias de los pueblos indígenas, tanto en los territorios considerados de origen como en los habitados en el medio urbano. Ante la convocatoria de la Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad Coronavirus del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MINCyT), del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICET) y de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) realizamos, desde el Laboratorio de Investigaciones en Antropología Social (LIAS) de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, un Informe en el mes de marzo. En el mes de abril presentamos un Primer Informe junto con la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El interés suscitado por el mismo hizo que el Dr. Sebastián Valverde, de la UBA, propusiera una Segunda Etapa del Informe; momento en que, debo confesar, dudé sobre la posibilidad de lograr la coherencia que la tarea demandaba, frente a las situaciones traumáticas por las que atraviesan los pueblos indígenas y a las propias disparidades al interior de las ciencias sociales.[2]

La convocatoria generó al interior de la academia un proceso en cascada con un crecimiento exponencial, producto de la voluntad de participación de más de 100 investigadores –muchos de ellos jóvenes– integrantes de diferentes ámbitos académicos del país, pertenecientes a 30 equipos de 12 universidades nacionales y/o unidades ejecutoras del CONICET. Todos poniendo a disposición su tiempo y su energía para compartir los avances de sus propias investigaciones en un formato que no es frecuente en el contrato académico. Junto a ellos participaron referentes de pueblos indígenas que, en franco proceso de autoreconocimiento, expresan las luchas por el territorio y por mejores condiciones de vida.[3]

Todo en el marco del Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI), reconociendo al mismo tiempo que el solo cumplimiento de este requisito no garantiza la consecución de acciones éticas y políticamente responsables para con los pueblos indígenas junto a los cuales trabajamos. Guiados por la consigna de que lo importante no es lo que se dice para el público científico-académico, sino lo que se hace, intentando quebrar con posiciones de poder y autoridad sobre los sujetos sociales en relación a los cuales trabajamos. Sintiendo, pensando y actuando con los otros (de Souza y Maidana 2012; Maidana y Tamagno 2016).[4] Todos volcando los testimonios de los referentes de diferentes pueblos indígenas con los cuales venían trabajando y contribuyendo a una visibilización, restringida con frecuencia a lo local.

Los referentes de los pueblos indígenas aparecen brindando sus saberes, pareceres y sentires, producto de una dinámica sociocultural fundada en una compleja dialéctica aceptación/rechazo de lo que se les ha impuesto, y reconocen con claridad las situaciones traumáticas producto del arrinconamiento, la expropiación, la explotación, el racismo y el sometimiento que –tal cual se describe– se han agudizado durante la pandemia. Sin embargo, señalan que las denuncias, si bien imprescindibles para llamar la atención sobre un orden injusto y violento, no deben ocultar las presencias de los pueblos que en su resistencia muestran una significativa capacidad reflexiva y de agencia. El informe muestra cómo han desarrollado a lo largo y a lo ancho de nuestro país, formas organizativas fundadas en la lógica de la reciprocidad y de lo colectivo comunitario que –aunque subsumidas en la lógica imperante del mercado y del capital– expresan presencias activas, búsquedas constantes de autonomía y resistencias, guiadas no sólo por la necesidad de alcanzar una reparación histórica sino por pensar una humanidad más justa y equitativa y oponerse a los extractivismos y sus impactos negativos sobre al ambiente y sobre la vida humana; por lo que de ninguna manera se visualizan sólo como víctimas.

Desde el LIAS nos abocamos a pensar la crisis desatada por la pandemia COVID19 vinculada al campo indígena, desde una experiencia de investigación/extensión de más de 30 años, acompañando y produciendo conocimiento conjunto, con los referentes indígenas. Cuando digo campo indígena[5] me refiero a todos aquellos, indígenas y no indígenas, que disputan material y simbólicamente entorno al tratamiento y comprensión de las presencias indígenas como parte significativa de nuestra sociedad.

En textos anteriores,[6] reconociendo el avance de las políticas indigenistas pero también las situaciones de violencia y represión sufridas por los pueblos indígenas, señalé que nuevamente era necesario pensar en términos de etnicidad –reconociendo la diversidad y las lógicas alternas– pero también en términos de clase –reconociendo la desigualdad y la explotación propia del sistema capitalista–. Retomé a Maurice Godelier (1978)[7] para proponer que la antropología se estaría enfrentando a la necesidad de otro parto, a la necesidad de reconocer las tensiones originadas por otro momento de expansión del modo de producción capitalista. Una nueva fase de acumulación guiada por la lógica del lucro y la expropiación; resistida por poblaciones que atesoran otras lógicas guiadas por la reciprocidad, por el respeto al bien común, por el reconocimiento de que somos parte de la naturaleza y que a ella nos debemos, por sostener que la vida no tiene precio y que la naturaleza no se vende. En este sentido, y pecando de optimista, me gusta pensar que con este Segundo Informe estaríamos siendo tal vez partícipes de un nuevo parto de la antropología.

Es importante destacar que los logros de este informe no hubieran sido posibles sin el marco teórico epistemológico en que el mismo se enmarca y que ha generado cierta unicidad de las miradas de los más de 100 investigadores que participaron. Marco de referencia que es el resultado de debates teóricos y ajustes conceptuales realizados en función del trabajo de un sinnúmero de antropólogos y cientistas sociales, nacionales y extranjeros, que han contribuido a generar conocimiento sobre los pueblos indígenas a partir de las observaciones y los diálogos con los referentes de los pueblos indígenas y sus saberes, tanto en situación de trabajo de campo como en la participación conjunta en eventos académicos. Horas de lectura, de enriquecimiento, pero también de critica muchas veces silenciosa –a veces no vale la pena decir “el pecador” sino poner el acento en los “pecados”–, tratando de neutralizar ciertas conceptualizaciones que, poniendo el acento en lo cultural, desestiman el análisis estructural, obturando así la posibilidad de las reflexiones críticas que merece la situación de los pueblos indígenas, sus presencias, sus demandas, sus trayectorias, sus sueños y sus utopías; tratando al menos que dichas conceptualizaciones no se conviertan en hegemónicas.

Observamos así que la variable desigualdad atraviesa la totalidad del informe en tanto variable central en el análisis de la situación de los pueblos con los que se ha trabajado. Desigualdad que debe ser revertida, pues está visto que no hay posibilidad de cumplimiento de los derechos indígenas sin el derecho a la tierra, a la salud, a la educación y sin posibilidades de vivienda y trabajo digno, algo que quedo claro en La Escuela y la Educación Intercultural Bilingüe (EIB) en el Abya Yala.[8]

Aparece también como central en este informe la presencia del racismo y su agudización. Racismo que está vigente a pesar de los innumerables señalamientos críticos realizados y de los millones de páginas escritas denunciándolo. Racismo que, en términos de Eduardo Menéndez (1972)[9], es el modo de cosificar, subestimar, descalificar y considerar inferior al otro, a aquel que es imprescindible expropiar y explotar en pos de un modelo de desarrollo acorde a los intereses de lucro y acumulación de los sectores dominantes y sus proyectos en el contexto de la sociedad de mercado.

Hoy, frente al COVID19, vemos visibilizarse con toda crudeza las carencias y las desigualdades que afectan a los pueblos indígenas como producto de arrinconamientos, exterminios, explotación, represión, judicialización de la protesta y exacerbación del racismo. La represión y la violación en el Barrio Toba de Resistencia –que fue vista en los medios masivos de comunicación– no es algo nuevo para el pueblo qom que ha sufrido históricamente y sin solución de continuidad la vulneración de sus derechos por parte de los que se apropiaron de los territorios que libremente ocupaban, por parte de los dueños de quebrachales e ingenios, y por los avances sin límite de los agronegocios, contando con la complicidad y anuencia de los gobiernos provinciales y nacionales.

Las denuncias que aparecen en este informe así lo indican, ya que la violación de los derechos y el racismo son inescindibles y complementarios y han atravesado históricamente la vida de los pueblos. ¿Cómo hambrear, matar, arrinconar y expropiar a los pueblos indígenas si no se los considera inferiores?[10] ¿Cómo reprimir sus rebeliones sin comprenderlas como parte de una colisión de intereses, tal cual sucedió en los levantamientos del Cacique Ingles (1873), de Mecxoochi(1984), de Matoli (1910), de Napalpi (1924), de El Zapallar (1933), de Tapenaik (1935) y de Las Lomitas (1947)?[11]

El avance de los agronegocios y los extractivismos no puede realizarse sin represión. A continuación presentamos un listado de víctimas, todos referentes que dieron la vida defendiendo el territorio, luchando en contra de la depredación y apropiación de los bienes por parte de terratenientes y empresarios, por una vida digna para los suyos; todos caídos a manos de fuerzas de seguridad o guardias blancas, muchas veces bajo la máscara de “accidentes”…

-Javier Chocobar (12 de octubre 2009), diaguita de Los Chuschagasta Tucumán, asesinado por 2 ex policías y terratenientes en su comunidad;

-Roberto López (23 noviembre 2010), qom de PotaeNapcnaNavogoh, Formosa, asesinado durante represión de la policía y gendarmería en la ruta 86;

-Mario López (noviembre 2010), pilagá de Formosa, atropellado por un gendarme;

-Cristian Ferreyra (noviembre 2011), lule-vilela de Santiago del Estero, baleado en su casa mientras intentaba resistir un desalojo;

-Florentín Díaz (mayo 2013), qom de Chaco, miembro de la Organización Toba Qompi, asesinado por la policía en desalojo de ruta 95;

-Miguel Galván (octubre 2012), Santiago del Estero, asesinado por un sicario de la empresa agropecuaria LAPAZ SA;

-Celestina Jara y Lila Coyipé (Abuela y nieta – 2013), qom de La Primavera, Formosa, embestidas por el auto del gendarme Walter Cardozo. Ricardo Coyipé, que sobrevivió, declaró que fue a propósito, porque lejos de auxiliarlos, les gritó “indios de mierda”.

-Emilio Canaviri Álvarez, Rosemari Chura Puña y Bernardino Salgueiro (7 de diciembre 2010), asesinados en la represión de desalojo al Parque Indoamericano, CABA, llevada a cabo en conjunto por la Policía Metropolitana y la Federal;

-Sandra Ely Juárez (marzo 2010), de Santiago del Estero, murió de un paro cardíaco tratando de frenar una topadora de la empresa Namuncurá SA, que intentaba desmontar, en medio de una brutal represión parapolicial;

-Juan Daniel Asijak (enero 2013), qom de La Primavera, sobrino de Félix Díaz, murió en un dudoso accidente de tránsito, la autopsia reveló golpes en su cabeza.

-Ariel Farfán, Juan José Velázquez y Félix Reyes (junio 2011), integrantes de la Corriente Clasista y Combativa, asesinados cuando reclamaban por tierras en un predio del Ingenio Ledesma, Jujuy;

-Mártires López (junio 2011), dirigente qom de la Unión Campesina del Chaco, murió en dudoso accidente mientras viajaba en su moto. Se produjo una semana después de un acuerdo con el gobierno para garantizar tierras y maquinarias;

-Maximiliano Pelayo (junio 2013), qom de Chaco, asesinado por la espalda por la policía provincial;

-Norma Artaza (12 de diciembre de 2014) y Esteban Medina (3 de enero de 2015), qom de PotaeNapcnaNavogoh, murieron en circunstancias dudosas a la vera de la ruta 86 en la zona del conflicto territorial con familias criollas;

-Aldo Javier Camachi (2014), qom de PotaeNapocnaNavogoh, Formosa, murió atropellado; la comunidad denuncia que no se trató de un accidente;

-Miguel Fernández y Néstor Patricio (2012), qom de Chaco, aparecieron ahogados tras escapar de la policía;

-Elías Jara (agosto 2014), qom de PotaeNapcnaNavogoh, Formosa, murió a causa de las heridas provocadas en la represión de la Ruta 86 (nunca fueron atendidas);

-Santiago Maldonado (agosto 2017), desaparecido y muerto tras la represión de la gendarmería cuando se solidarizaba la resistencia en Pu Lof Cushamen, Chubut;

-Rafael Nahuel (noviembre 2017), mapuche de Rio Negro, asesinado por la prefectura después del desalojo en la LofLafkenWinkulMapu (del FB de Pintada azul).  

Como lo muestran las imágenes, «suponer que estuvieron o están a los márgenes y aislados es suponer que el problema se origina en los pueblos indígenas, es suponer que la sociedad nacional no tiene que ver al respecto».

Esperamos que este Informe sea una colaboración a mostrar que los pueblos indígenas no sólo no han desaparecido, sino que nos confrontan con formas alternas de existencia que van tanto en el sentido de una reparación histórica como en el sentido de superar las condiciones de desigualdad e injusticia que caracterizan el orden hegemónico mundial. Formas alternas de pensar y actuar, representaciones y prácticas fundadas en el pasado, efectivas en el presente y condicionantes de un futuro común a todos y que deben ser interpretadas, donde quiera que se expresen, en su valor patrimonial (Tamagno 2014 – Maidana y Tamagno 2016).[12] Representaciones y prácticas que hoy, en medio de la pandemia, debemos observar cuidadosamente profundizando en el esfuerzo intelectual por desembarazarnos de todo prejuicio y de todo racismo. Una colaboración a mostrar que la cuestión indígena constituye un espacio donde se ponen de manifiesto las contradicciones que deben reconocer y enfrentar las políticas sociales en general y las políticas indigenistas en particular, ya que si bien deben respetarse las competencias nacionales, provinciales y municipales debe observarse que éstas no sean impedimento para superar contradicciones que afectan a la sociedad toda. A valorar, en este momento de la crisis mundial generada por el COVID-19, el fortalecimiento de prácticas y representaciones de los pueblos indígenas que, tal cual queda documentado en distintos momentos de este Informe, implican grados de autonomía, defensa del ambiente y lógicas comunitarias que deben ser valoradas y tomadas como ejemplo.

En este sentido es importante para nosotros traer cuestiones planteadas en el Protocolo de Actuación para el tratamiento de cuestiones indígenas (2017), redactado por el LIAS a solicitud de la Defensoría del Pueblo de La Provincia de Buenos Aires.[13] Allí decimos que los pueblos indígenas no están a los márgenes, ni aislados ni abandonados, sino que forman parte junto con nosotros de una sociedad desigual, siendo sus demandas respondidas con indiferencia y en muchos casos con represión. Suponer que estuvieron o están a los márgenes y aislados es suponer que el problema se origina en los pueblos indígenas, es suponer que la sociedad nacional no tiene que ver al respecto, que la sociedad funciona “como tiene que funcionar” y que la solución es que se integren; cuando en realidad lo que hay que revisar es el modo en que han formado y forman parte de la sociedad nacional. También afirmamos que:

-No hay que reducirlos sólo a víctimas sino, por el contrario, valorar todas aquellas prácticas y representaciones que les han permitido sobrevivir a pesar de la explotación y el racismo que sobre ellos pesa.

-No son vulnerables; la vulnerabilidad no es una condición interna de los pueblos y por ello nos vemos obligados a investigar respecto de quienes vulneraron sus derechos.

-No debemos erigirnos “censores de la indianidad” (Tamagno 2001), juzgando desde patrones culturalistas sus prácticas y representaciones.

-Son sujetos sociales que demandan, luchan y sueñan a pesar de la desigualdad y la vulneración constante de sus derechos, y son las lógicas colectivo-comunitarias y la reciprocidad las que los animan, las que los mantienen conectados, vivos y con fuerza y energía para seguir demandando y luchando, reconociéndose en el otro y sintiéndose deudores del otro (Roberto Esposito); lógicas que se oponen a la lógica individualista de la sociedad de mercado fundada en el lucro, la ganancia y la acumulación.

-Son pueblos que conforman comunidades más allá de los movimientos migratorios y de las transformaciones a lo largo de la historia.

-Es imprescindible observar la continuidad de las luchas y los procesos complejos de aceptación-rechazo de lo que se les impone y tener en cuenta que las trasformaciones no implican de ninguna manera “pérdida de identidad”, al mismo tiempo que es necesario valorar la dimensión histórica de los liderazgos indígenas.

______

[1] Foucault, Michel (2014) Del gobierno de los vivos. Fondo de Cultura Económica Buenos Aires.

[2] Segundo Informe file:///C:/Users/Usuario/Downloads/COVID-19%20Pueblos%20Ind%C3%ADgenas%20-202%C2%AA%20Etapa.pdf

[3] En la página web del Ministerio de Cultura de la Nación, afirman ser 38 los pueblos originarios distribuidos en todo el país. El Estado nacional, en cambio, lleva el registro de 34 pueblos inscriptos en el Registro Nacional de Comunidades Indígenas (ReNaCI-INAI). Ellos son atacama, chané, charrúa, chorote, chulupí (nivaclé), comechingón, diaguita, guaraní, guaycurú, huarpe, iogys, kolla, kolla atacameño, lule, lule vilela, mapuche, mapuche tehuelche, mocoví, mbya guaraní, ocloya, omaguaca, pilagá, quechua, ranquel, sanavirón, selk’nam, tapiete, tastil, tehuelche, tilián, toba (qom), tonokoté, vilela, wichí. Ver https://www.cultura.gob.ar/diainternacional-de-los-pueblos-indigenas_6292/

[4] de Souza, Jakelin y Maidana, Carolina (2012) Antropología de los nativos. Estrategias sociales de los sujetos en la investigación. Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (EDULP) – Maidana, Carolina y Tamagno, Liliana (2016). Derechos indígenas y políticas indigenistas. Tensiones entre representaciones y prácticas. Revista Escenarios. Facultad de Trabajo Social. UNLP

[5] Bourdieu, Pierre (1989) O poder Simbólico. Editora Bertrand Brasil.

[6] Tamagno, Liliana (2012) La cuestión indígena hoy. Políticas indigenistas, alcances y límites. En La Marea, Revista de cultura, arte e ideas. N°38. – (2012) Políticas indigenistas hoy. Un nuevo “parto de la antropología”. Etnicidad y clase. En: Trinchero, H. Campos Muñoz y Sebastián Valverde (Comp.) Pueblos indígenas, Estados nacionales y fronteras. Tensiones y paradojas de los procesos de transición contemporáneos en América Latina.  Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras UBA. – (2019) Reflexiones sobre el malestar. Pensando la etnografía, En Guber, R. Epele, M. Malestar en la Antropología. Malestar en la etnografía IDES.

[7] Godelier, Maurice (1978) Antropología económica. Anagrama Barcelona España.

[8] Conversatorio organizado por el Colegio de Trabajadores de Sociales Distrito La Plata 25/6/2020 (on line) Con la participación entre otros de la Lic. Stella Maris Garcia investigadora LIAS. https://es-la.facebook.com/pg/ctspba.distrito.laplata/posts/?ref=page_internal

[9] Menéndez, Eduardo (1972) Racismo Colonialismo y Violencia Científica. Revista Transformaciones Centro Editor de América Latina Buenos Aires.

[10] Peter Worsley (1966) El Tercer Mundo. Siglo XXI España refiere a la vigencia de la relación fatídica inferioridad/superioridad instaurada durante la expansión colonial.

[11] Cordeu, Edgardo y Siffredi, Sandra (1971) De la algarroba al algodón Editorial Juarez Buenos Aires – Ubertalli, Jorge (1987) Guaycuru tierra rebelde Editorial Tacna Buenos Aires – Tamagno, Liliana (2001) Nam Qom Hueta`a Na Doqshi Lma`. Los tobas en la casa del hombre blanco Ediciones Al Margen La Plata.

[12] Tamagno, L. (2014). Indígenas en la Ciudad. Organización Política en Contextos de Tensión entre Patrimonio Cultural y Políticas Públicas. Indígenas. Africanos y Afrodescendientes en la Argentina. Convergencias, Divergencias y Desafíos. Buenos Aires: Editorial Biblos. Maidana, Carolina Tamagno, Liliana (2016) Ciudades, territorialidades y derechos indígenas. Una mirada antropológica. Revista Geopantanal. Universidade Federal do Matto Grosso do Sul.

[13] Protocolo de Actuación para el tratamiento de cuestiones indígenas.

Liliana Tamagno es Antropóloga Social.  Master of Arts por la Universidad de Upsala, Suecia. Doctora en Ciencias Naturales por la Universidad Nacional de La Plata. Se ha jubilado como Prof. Titular de la Universidad Nacional de La Plata e Investigadora Principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica CONICET. Es Directora del Laboratorio de Investigaciones en Antropología Social (LIAS) de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNLP. Ha trabajado por más de 30 años acompañando el devenir de los pueblos indígenas con especial énfasis en las presencias indígenas en la ciudad y en particular con población qom migrante.

Artículos relacionados

Deje un comentario