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La Runfla y sus 30 años de teatro callejero

por Julian Monti

Escribe y entrevista Julián Monti

La Runfla es el nombre de uno de los grupos de teatro callejero más prestigiosos y con mayor trayectoria de nuestro país, que a lo largo de tres décadas ha sabido combinar el trabajo artístico colectivo y comunitario con la investigación y la docencia. Dialogamos con Héctor Alvarellos, histórico director del grupo.


Es sabido que Buenos Aires es una de las ciudades con mayor actividad teatral en el mundo: con sus más de 300 salas de teatro independiente, comercial y oficial, supera incluso a las grandes metrópolis de Europa. Menos conocido es, sin embargo, el hecho de que la Ciudad de Buenos Aires sea, también, un punto de referencia del teatro callejero, ya que desde 2004 es la sede permanente del Encuentro Nacional de Teatro Callejero de Grupos, que congrega cada dos años a artistas y grupos no solamente de nuestro país, sino también de varios países de Latinoamérica y del mundo.

La iniciativa de tener un encuentro de estas características en Buenos Aires se debe, principalmente, al trabajo de La Runfla, un grupo de artistas, investigadores y docentes que a lo largo de tres décadas ha sostenido su actividad teatral callejera y su militancia artística y barrial.

La Runfla se conformó como grupo en 1991, a partir de las experiencias recogidas por su director, Héctor Alvarellos, en grupos anteriores y en el Movimiento de Teatro Popular (Mo.Te.Po.). Desde entonces, La Runfla ha puesto en escena más de 20 obras, entre piezas originales y versiones de obras consagradas adaptadas al formato del teatro en espacios abiertos.

«El gran funeral o Transvaloración», una de las obras de La Runfla en el Parque Avellaneda (2010),

La formación del grupo estuvo ligada a la militancia barrial y a las prácticas comunitarias: como respuesta a la creciente pérdida de los espacios públicos, a la ruptura del tejido social y a los discursos individualistas impuestos por las políticas neoliberales del menemismo, La Runfla organizó en 1996 una “Jornada por la Recuperación del Parque Avellaneda”, de la que participaron varios grupos de teatro callejero y comunitario. Desde entonces, el Parque Avellaneda se ha convertido en el escenario estable de La Runfla, donde el grupo ha realizado desde versiones de obras clásicas –como Fuenteovejúnica, basada en la obra de Lope de Vega–, hasta piezas de Berthold Brecht y obras originales escritas por su director; su última producción, al cumplir 30 años de actividad, es Fragmentos de oscuridad. Los caprichosos objetos del destino, escrita por Alvarellos a partir de Los ciegos, de Maurice Maeterlinck.

Al mismo tiempo, como producto de la larga labor de investigación y docencia que ha llevado adelante el grupo, en 2004 se creó la primera carrera de formación de actores y actrices para el teatro callejero que se dicta en la Argentina en una institución pública: se trata del Curso de Formación del Actor-Actriz para la Actuación en Espacios Abiertos, que es parte de la oferta académica permanente de la Escuela Metropolitana de Arte dramático (EMAD), dependiente del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, y que actualmente coordina Gabriela Alonso, actriz integrante y también fundadora de La Runfla.

De éstos y otros temas conversamos con Héctor Alvarellos, fundador y director de La Runfla.

Héctor Alvarellos, fundador y director de La Runfla.

–¿Es lo mismo hablar de “teatro callejero” que de “teatro comunitario”?

–En el primer caso se trata de un grupo de actores que decide abordar este lenguaje. Cuando hablamos de teatro comunitario es un grupo de vecinos que se junta para hacer teatro, que pueden abordar este lenguaje o no; muchos de los grupos comunitarios empezaron en la calle y luego abordaron los espacios cerrados.

–¿Qué particularidades tiene el teatro callejero desde el punto de vista del lenguaje teatral, de la dramaturgia y desde el punto de vista técnico-actoral? ¿Qué relación tiene con el circo, o con lo carnavalesco?

En la calle suceden las manifestaciones populares que suelen ir marcando los hechos históricos; en términos de espectáculos que el pueblo protagoniza, está el carnaval, la murga, mientras que entre los de realización artística tenemos al circo sin carpa, los mimos, los títeres, las estatuas vivientes y el teatro, todos de libre acceso y cuyo denominador común es el lugar donde se realiza.

Este espacio tiene sus propios códigos y no está preparado técnicamente para realizar el espectáculo teatral. Entonces es el teatro el que debe construir las condiciones técnicas para que éste se realice. Por lo tanto, todos los elementos que constituyen un espectáculo –como la dramaturgia, la actuación, la música, la escenografía, los objetos de utilería– requieren de una especial preparación; una preparación en la que se tiene en cuenta cómo se potencia cada uno de los elementos para que la comunicación se produzca a pesar de las interferencias que el espacio genera.

–¿En qué momento de la historia argentina surge el teatro callejero tal como ustedes lo conciben? ¿Qué importancia tuvo el Movimiento de Teatro Popular (Mo.Te.Po.) para la conformación de La Runfla?

–Los pueblos originarios poseen a través de sus ceremonias y fiestas su propia teatralización. Los volatineros que llegaron de España fueron los primeros artistas callejeros, que además oficiaban de criados de los señores de entonces. Con el advenimiento del circo criollo, creado por los hermanos Podestá en 1884 –donde se incorpora la pantomima de Juan Moreira–, fija sus bases el teatro nacional. Al realizarse en carpas, debieron arreglárselas para actuar en un espacio sin acústica y con interferencias sonoras, incorporando una propia forma de actuación. Ya avanzado el siglo veinte aparecen representaciones al aire libre, como el célebre teatro que se realizaba en el Caminito de La Boca, pero todos éstos actuados sobre tablados.

Luego, con los sucesivos golpes de estado la actividad en el espacio público se vio restringida, por lo que casi no hay registro de su desarrollo. Pero luego de la última dictadura, con el advenimiento de la democracia, fueron varios los grupos que salieron a manifestar su arte a la calle, después de tantos años de trabajar en sótanos o semi-escondidos. La mayoría de estos grupos se congregaron en lo que fue el Mo.Te.Po. (Movimiento de Teatro Popular) pasada la primavera democrática; ahí tuvieron una intensa actividad que permitió adquirir mucho conocimiento a través de la práctica, sumado a la visita de algunos grupos del exterior que aportaron técnica a este lenguaje. Fue luego de la disolución del Movimiento, y con la fusión de los grupos La Obra y El Encuentro, que nace La Runfla en 1991.

–Ustedes sostienen que el propósito de La Runfla es “atraer al transeúnte, convertirlo en espectador y luego en voluntario partícipe”. ¿Tiene esto algún punto de conexión con el concepto de “espect-actor” de Augusto Boal, con la idea del público que deja de mirar, solamente, para participar de la acción dramática?

Boal busca la participación del espectador como sujeto actuante, para que tome partido por lo que sucede y ponga su propia mirada a través de sus acciones sobre los hechos planteados bajo la técnica del teatro foro.

Cuando nosotros hablamos de “voluntario partícipe” no buscamos que el espectador realice un rol en la historia que estamos contando, sino que se sumerja en el cuento, yendo detrás de una escena o con una pequeña acción para acompañar algo que sucede en la obra, que aunque no la realice no modifica la línea de acción del espectáculo.

–Nos gustaría que nos hable del Curso de Formación del Actor-Actriz para la Actuación en Espacios Abiertos, que se dicta en la EMAD. ¿Es cierto que es una de las pocas carreras de este tipo que existen en el mundo? Cómo se articula esa actividad académica con la militancia barrial que hace La Runfla en el Parque Avellaneda?

Hubo una etapa del grupo, en los comienzos, en que los actores se capacitaban y realizaban entrenamientos orientados al abordaje específico que cada espectáculo nos iba reclamando. Pero ante la necesidad de incorporar a nuevos compañeros y compañeras, vimos que nos llevaba mucho tiempo de entrenamiento para que obtuvieran el conocimiento necesario para establecer una nivelación con el resto. Esto generaba que el tiempo de construcción del nuevo espectáculo se extendiera.

Fue entonces que pensamos que si hubiera actores y actrices capacitados en este lenguaje esto no sucedería, y que si además se multiplicaban, habría más personas practicando este lenguaje y por ende  induciría a que se formaran nuevos grupos.

Sistematizamos lo aprendido y le dimos un formato pedagógico que nos permitiera incorporarlo a alguna institución estatal, porque siempre apuntamos a que la educación debe ser pública y gratuita.

Fue así como nos acercamos a la EMAD para proponer la idea; yo ya había sido profe de la carrera de actuación, lo que nos facilitó llegar con la propuesta. Como actores culturales integrantes de la MTC (mesa de trabajo y consenso) del Parque Avellaneda, organización mediante la cual se llevan adelante los proyectos del Parque en forma asociada entre los vecinos y el gobierno, pudimos con el acuerdo numero 4  de un plenario realizado en el año 2004 comenzar con el curso, que fue creciendo hasta hoy, 18 años después. Así cumplimos con el objetivo, dado que muchos egresados formaron grupos o realizan tareas cercanas al lenguaje.

Además, incorporamos a la currícula del curso la construcción del “fantoche de las miserias”, gran muñeco que realizamos con todo el barrio hace más de 25 años, que se quema en la fogata de a la que titulamos Luz de fuego. Es una fiesta popular en la que los estudiantes comprueban parte de lo aprendido trabajando con los vecinos.

El curso de la EMAD es único en su formato; fue creado desde abajo, con mucha escucha y mucho apoyo de parte de la institución, hecho poco frecuente. Y a lo largo de estos años han pasado por el curso estudiantes de casi todos los países latinoamericanos y también de España e Italia.

«El fantoche de las miserias», gran muñeco que recorrió el pasado 25 de junio las calles del barrio junto a los vecinos del Parque Avellaneda y fue quemado en la fogata «Luz de fuego», que se realiza en la fecha tradicional de las fogatas de San Pedro y San Pablo.

–Ustedes advierten en sus espectáculos que eligen hacer teatro en la calle, y que no lo hacen porque no tienen una sala. En un mundo tan mercantilizado y teniendo en cuenta el esfuerzo que significa sostener durante tantos años una actividad que requiere de un gran despliegue de recursos (vestuario, iluminación, utilería, sonido) que hay que armar y desarmar en cada función en el Parque Avellaneda, deben existir profundas convicciones para hacerlo…

–Pasión, mucha pasión…


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