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Las mujeres del Cordobazo. Creadoras de nuevos horizontes

por Julian Monti

Escribe Aldana María Heljena Sánchez

La participación de las mujeres en el gran levantamiento popular del 29 de mayo de 1969 ha sido a menudo secundarizada, aunque muchas protagonizaron aquellos sucesos desde distintos ámbitos estudiantiles y laborales, incluso como dirigentes. Este artículo fue publicado originalmente en el N°49 de la edición impresa de La Marea.


Si hiciéramos el ejercicio de repensar el pasado reciente de nuestra historia, casi de forma segura nos encontraríamos con una gran diferencia en la condición que portan varones y mujeres. Ésta se expresa de manera descarnada en un elemento clave: la desigualdad estructural sexuada, que se evidencia en el papel asignado a los varones como los grandes protagonistas de la vida pública y los ocupantes principales de los espacios de poder que la “sociedad requería”. Es posible, entonces, vislumbrar que la ausencia en la mención de mujeres en materia de producción historiográfica de la última mitad del siglo XX de la Argentina no fue azarosa, sino consecuencia directa del lugar secundario que los historiadores nos han dado.

Nuestro objetivo es no sólo rescatar a las mujeres como actores sociales activos, sino tomar impulso para indagar profundamente sobre las luchas y los significados de diversas conquistas y participaciones que fuimos constituyendo, sobre todo a partir de la década de 1940 en la Argentina, con la irrupción definitiva en la vida pública y política de la mano de la sanción del sufragio femenino, el 9 de septiembre de 1947. En este recorrido, jerarquizar el papel de las mujeres en el Cordobazo se transforma en una tarea fundamental, sobre todo cuando hemos sido excluidas hasta de la mayor parte de las fotografías que circulan sobre aquel glorioso levantamiento popular.

Si bien hemos visto hasta el hartazgo la célebre imagen de Agustín Tosco (entre otros) encabezando una de las más numerosas columnas que marcharon por “la docta” ese día, ¿alguna vez hemos pensado por qué no se ven mujeres en las imágenes icónicas del Cordobazo? Pues bien, resulta que esas fotografías, en su versión original, sí las retrataban siendo parte de la columna y de la movilización.

La participación de las mujeres en aquella década convulsionada se desplegó desde las bases; las mujeres se abrieron camino en los espacios políticos, sindicales, en el movimiento estudiantil, inclusive entre las mujeres cristianas que desarrollaban una constante labor en los barrios populares de la provincia.

Este protagonismo se reflejó, aunque en menor medida, también en la ocupación de cargos de dirección. Algunas alcanzaron esos lugares y con mucho esfuerzo se constituyeron en dirigentes valoradas. Tal es el caso de Nené Peña, una importante líder bancaria con gran protagonismo en la vida sindical de la provincia. También Soledad García Quiroga, nacida en 1942 en Entre Ríos, quien –al igual que miles de estudiantes del interior profundo de la Argentina– en 1962 se trasladó a Córdoba para estudiar filosofía y letras; allí se graduó, comenzó a ejercer la docencia y rápidamente se convirtió en delegada en el sindicato de docentes provincial.

Ana María «Nené» Peña (con los brazos en alto), una de las tantas mujeres que participaron del Cordobazo. Luego fue juzgada por los Consejos de Guerra.

Soledad, al ser consultada sobre la participación de las mujeres en los sindicatos durante aquellos años, comentó: “Te puedo decir que la participación era interesante, muy alta en los sindicatos; lo que sucede es que eso no se reflejaba en la toma de decisiones, aún cuando había mujeres que ocupaban cargos de jerarquía. En el gremio docente, lo que no se encontraba era la conciencia de clase, ya que a las docentes les costaba mucho verse como trabajadoras; se veían todavía vinculadas a ese rol apostólico del cuidado con el que nació un poco la tarea de las maestras”.

Asimismo, recordó que quince días antes del Cordobazo había un espíritu organizativo muy grande en la ciudad, con una presencia importante de la CGTA. El 29 de mayo comenzó con la concentración en la sede de la Delegación Capital de los docentes (sin que la conducción oficial provincial estuviera o avalara). Soledad relata que la columna bajó directamente por la Cañada, mientras era interceptada casi permanentemente por la policía. Para defenderse, las y los manifestantes tiraban bolitas de fundición a los caballos de la policía montada; “todos y todas sabíamos que lo fundamental era no caer en cana”, afirmó.

«Nené» Peña, en 2019.

Ella, junto a otros compañeros, estuvo en el barrio Güemes haciendo barricadas; allí recibieron mucha solidaridad de los vecinos, que los refugiaban y les convidaban mate cocido hasta que pasaba el malón de policías. Por la tarde, en los barrios, con las familias, con los vecinos, buscaron maderas para las fogatas. Enfáticamente, afirmó: “No tuve miedo porque sentía que el pueblo estaba en las calles y nos acompañaba”.

Al contrario de lo que durante algunos años se sostuvo sobre la supuesta espontaneidad de la clase obrera y de los y las estudiantes en la acción insurreccional, Soledad sostiene que el Cordobazo no fue un hecho aislado, y mucho menos espontáneo. Por el contrario, fue el corolario de un proceso que se gestó con anterioridad y que estuvo muy influenciado por las ideas del Mayo Francés y de todo lo relacionado con los procesos revolucionarios que, por aquellos años, hacían que todo estuviese en cuestionamiento.

El testimonio de Soledad García Quiroga es sólo uno de los tantos relatos que permiten advertir el gran protagonismo que tuvieron las mujeres en las calles, tanto en los barrios como en el centro de la ciudad. Ellas estuvieron presentes aquel 29 de mayo de 1969, a la par de sus compañeros varones, dando inicio al proceso que terminaría con la renuncia de Onganía. Las mujeres se movilizaron, fueron reprimidas y detenidas; no fueron meras espectadoras pasivas a la espera del retorno de los hombres al hogar luego del ejercicio de la tarea pública.

El feminismo ha realizado uno de los aportes de mayor potencialidad política de los últimos 80 años: “lo personal es político”. Si bien muchas mujeres de aquel momento no se sentían amparadas por las banderas que reivindicaba el feminismo de la segunda ola, sí lograron en la práctica hacer carne esta consigna que desarmaba lo naturalizado hasta ese momento en el orden social existente. Fueron pocos los lugares de dirección que alcanzaron; éstos se ganaron “a los codazos” en las asambleas sindicales y estudiantiles, y es importante decir que no dejó de existir una pugna entre las obligaciones reproductivas y las nuevas responsabilidades de la vida fuera del hogar.

Revisar el pasado desde otras miradas, haciendo otras preguntas, con otras inquietudes, es un modo de valorar la creación de la identidad colectiva que tuvieron estas mujeres olvidadas y desconocidas, no sólo para recuperar su participación como actores sociales y políticos, sino para poder comprender los procesos que la historia dominante olvida o niega desde su concepción patriarcal y androcéntrica.


Aldana María Heljena Sánchez, es estudiante del Instituto Superior del Profesorado “Joaquín V. González”.

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