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A 52 años del Cordobazo. Los levantamientos populares en la Argentina

por Julian Monti

Escriben Silvia Nassif y Pablo Volkind

El Cordobazo de mayo de 1969 fue el punto más elevado de un proceso nacional de levantamientos populares que se produjeron durante la dictadura de Juan Carlos Onganía. Significó la apertura de un auge de luchas que sólo se cerraría a sangre y fuego con el terrorismo de estado que impuso la última dictadura militar. Este artículo que fue originalmente publicado en el N°49 de la edición impresa de La Marea.


Desde mediados de la década de 1960 hasta mediados de 1970, en un contexto signado por el enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, conocido como la “Guerra Fría”, el mundo fue azotado por un verdadero auge de luchas obreras y populares. Muestra de ello fue la Revolución Cultural China, la resistencia del pueblo vietnamita, el Mayo Francés, la Primavera de Praga, el Otoño Caliente de Italia y las rebeliones de los obreros polacos contra la dominación soviética.

El triunfo de la revolución cubana en 1959 fue un parteaguas para América Latina, convirtiéndose en un gran estímulo para las/os jóvenes, destacándose el ejemplo del argentino Ernesto “Che” Guevara. A su vez, esta revolución se había realizado a escasos kilómetros de los Estados Unidos, que siempre había considerado a latinoamérica como su “patio trasero”. Frente al temor de la propagación de los procesos revolucionarios en Latinoamérica, esta superpotencia propició, junto con distintos sectores de las clases dominantes locales, un nuevo ciclo de dictaduras presentadas como “modernizadoras” y garantes de la lucha contra el comunismo y la revolución, donde las Fuerzas Armadas tuvieron un papel protagónico en la imposición de la “Doctrina de la Seguridad Nacional”. Primero, con el golpe de Estado en Brasil, en 1964, luego la intervención norteamericana en Santo Domingo, en 1965, y finalmente le llegaría el turno a la Argentina.

El 28 de junio de 1966, el presidente radical Arturo Illia fue destituido por quien había sido su Comandante en Jefe del Ejército, el general Juan Carlos Onganía. Comenzaba la dictadura autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973). Frente al golpe de Estado, un sector de jerarcas sindicales participó directamente de la ceremonia de asunción de Onganía, como Augusto “el Lobo” Vandor. Mientras que Juan Domingo Perón, exiliado desde 1955 y con su movimiento proscripto, llamó a su fuerza a “desensillar hasta que aclare”, lo que significó otorgarle un compás de espera a la dictadura.

Particularmente en la Argentina, y en el sustrato del golpe, se volvía a plantear la necesidad para las clases dominantes de una salida definitiva a la crisis abierta luego del derrocamiento del gobierno peronista en 1955, y los conflictos que habían generado el desarrollo industrial argentino, con un peso enorme de la clase trabajadora y la existencia de importantes sectores del empresariado nacional que encontraban un límite a su desarrollo en el peso y poder de los monopolios extranjeros y del latifundio terrateniente.

Una de las fuerzas que se había opuesto al golpe de Estado fue el movimiento estudiantil. No fue casual entonces que a sólo un mes de derrocado Illia, una de las primeras medidas de la dictadura fuera la intervención de las universidades nacionales, suprimiendo la autonomía universitaria y el cogobierno. Luego fueron disueltos los centros de estudiantes. Cabe recordar que en la Argentina, producto del proceso de reformas durante la posguerra, amplios sectores populares –hijas e hijos de las capas medias e incluso de la clase obrera– habían podido acceder por primera vez a la enseñanza media y universitaria, gracias a su carácter público y gratuito. Onganía intentó aplicar una política de racionalización también en las universidades, con el ensayo de cierre y privatización de los comedores, junto a la imposición de una moral reaccionaria y conservadora.

Por ello, el mismo día que la dictadura decretó la intervención, comenzó la resistencia encabezada por el movimiento estudiantil. El gobierno respondió con una feroz represión que quedó de manifiesto en la “Noche de los bastones largos”, cuando la Guardia de Infantería golpeó y encarceló a estudiantes y profesores de la Universidad de Buenos Aires. A posteriori, más de 1.400 docentes presentaron su renuncia y muchos/as profesionales emigraron, en un salto cualitativo de la “fuga de cerebros”. En la actualidad, bajo otras condiciones, producto de las políticas de desfinanciación y destrucción del sistema educativo, científico y tecnológico del gobierno macrista, lamentablemente se vuelve a repetir el mismo proceso de exportación de científicas/os a las potencias mundiales sin que la Argentina reciba nada a cambio.

En septiembre de 1966, en el marco de una huelga universitaria a nivel nacional convocada por la FUA, resultaría asesinado el obrero y estudiante de Ingeniería, Santiago Pampillón, de 24 años de edad.

La dictadura de Onganía se presentó ante la sociedad como símbolo del orden y la eficiencia, y pasó a concentrar en sus manos el poder Ejecutivo y Legislativo. Las provincias fueron intervenidas, se prohibieron los partidos políticos y se promulgaron leyes de corte represivo y antidemocrático. Se intervinieron algunos medios de comunicación y se estableció la censura de distintas manifestaciones culturales.

La política económica favoreció sobre todo a los grandes monopolios industriales y al sector financiero mientras generaba cambios drásticos en nudos claves del viejo sistema agroexportador como puertos, ferrocarriles y otras actividades agroindustriales. Se inauguró un período de crecimiento general de la actividad industrial (propia de aquella segunda etapa de industrialización sustitutiva de importaciones) cuyo correlato más oscuro lo experimentaron otras actividades como fue el caso de la “racionalización” operada en la actividad azucarera tucumana.

Tucumán también sufrió la política de racionalización “económica”, cuando por decreto se cerraron ingenios azucareros, siendo esa agroindustria la actividad económica fundamental. Previamente, Onganía y su ministro de Economía Néstor Salimei se habían comprometido en el “mantenimiento de las fuentes de trabajo”, una “diversificación agraria” y una futura “expansión industrial”.

A mediados de los años ‘60, en la provincia de Tucumán todas las promesas dictatoriales fueron verdaderas falacias como lo demostrarían los resultados económicos al finalizar la dictadura. La provincia quedó envuelta en una crisis económica y social sin precedente, con la eliminación de más de 50.000 puestos de trabajo, la ruina de miles de productores cañeros, y el éxodo forzoso de más de un cuarto de la población. La contracara de ello fue el proceso de concentración monopólica de la producción azucarera en algunos de los ingenios azucareros tucumanos, como Concepción y La Fronterita, y también del grupo del ingenio Ledesma de los Blaquier en Jujuy.

De todos modos, al enfrentar la política de cierre de ingenios, la clase obrera azucarera tucumana protagonizó una de las experiencias de oposición temprana a la dictadura de Onganía. En la provincia estas políticas agudizaron los conflictos y generaron un desarrollo de las movilizaciones obreras que fueron creando condiciones sociales y políticas que anticiparon rasgos del auge de lucha que se abrió a escala nacional con el Cordobazo.

En enero de 1967, en el marco de un plan de lucha organizado por la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA), en la localidad donde está emplazado el ingenio Bella Vista balas policiales asesinaron a Hilda Guerrero de Molina, precisamente una de las mujeres que se había puesto al frente de la organización de las ollas populares para paliar el hambre de la población. Este asesinato derivó en la primera “pueblada” contra la dictadura. La conflictividad social fue en aumento y luego, en abril de 1969 ocurrió una nueva “pueblada” en Villa Quinteros, localidad en el que funcionaba el ex ingenio San Ramón. Tiempo después, hubo un primer esbozo de estos levantamientos populares luego del acto obrero-estudiantil del 28 de mayo de 1969.

Un punto significativo en el proceso de la lucha popular fue la ruptura de la CGT conciliadora con el gobierno y la conformación, en 1968, de la CGT de los Argentinos (CGTA), que liderada por el gráfico Raimundo Ongaro se convirtió en un polo muy importante de la lucha antidictatorial. A ella se incorporaron, luego, radicales, socialistas y comunistas y la izquierda en general, logrando además la simpatía de vastos sectores del estudiantado. Retomando y profundizando los programas de Huerta Grande y de La Falda, la CGTA, además del derrocamiento del gobierno militar, tenía como objetivo la liberación nacional y cuestionaba la explotación del trabajador asalariado, y la propiedad privada de los medios de producción. También se pronunciaba en contra del imperialismo, los monopolios y los latifundios, con la preposición de una reforma agraria, de expropiaciones y la necesidad de que la clase obrera participara de la vida política del país y no sólo en los problemas de índole sindical.

Fue significativa también la reunión del Consejo Nacional de Centros de la FUA, presidida por Jorge Rocha, en la ciudad de Mar del Plata en noviembre de 1968. El encuentro tuvo que realizarse clandestinamente para evitar la represión. Las resoluciones se convirtieron en un programa político para el movimiento estudiantil. La misma afirmaba que a las universidades intervenidas por el gobierno de la “Revolución Argentina” al servicio de los monopolios y el imperialismo, los estudiantes, docentes y los sectores populares le oponían la “Universidad del pueblo liberado”. Así, durante estos años, éstos ámbitos fueron también un terreno en el que se libró la lucha política, ideológica y teórica.

El Mayo Argentino del ‘69: los levantamientos populares de los “azos”

A partir de mayo de 1969, comenzó una nueva etapa en el país caracterizada por la propagación de estallidos populares en distintas regiones del país. Los acontecimientos de Corrientes fueron el detonante del “Mayo Argentino del ‘69”. Allí, la dictadura intentó privatizar los comedores universitarios. Frente a esta medida, los estudiantes, con el apoyo de la CGT correntina, organizaron manifestaciones. El 15 de mayo de 1969 se produjo un salto cualitativo en la magnitud de la protesta cuando las fuerzas represivas asesinaron a Juan José Cabral. Los acontecimientos de Corrientes repercutieron a lo largo y a lo ancho de la Argentina. A posteriori, la policía rosarina asesinó al estudiante Adolfo Ramón Bello cuando participaba de una manifestación estudiantil. Este hecho desató la indignación popular que derivó en el primer estallido de protesta en la ciudad de Rosario, entre los días 17 y 23.

El 21 de mayo, en rechazo de los sucesos de Corrientes y Rosario, la FUA convocó a una huelga nacional universitaria. Ese día se produjeron fuertes enfrentamientos en la ciudad de Rosario y fue declarada “zona de emergencia” bajo mando militar. También se realizaron protestas en Mendoza, Catamarca, la ciudad de La Plata y en Tucumán. En esta última provincia, los reclamos estudiantiles se unieron con los de los obreros azucareros por la reapertura de los ingenios cerrados. El 28 de mayo, en las puertas de la FOTIA, trabajadores y estudiantes realizaron un acto masivo que terminó con la ocupación de una parte importante del centro de la ciudad a través de barricadas.

Córdoba y el Cordobazo

El desarrollo industrial en la provincia de Córdoba se remonta a las décadas de 1920 y 1930, cuando, primero Alvear, impulsa la creación de la Fábrica Militar de Aviones y luego, el gobernador radical Sabattini despliega una política que incentiva el desarrollo fabril e incrementa notablemente la producción hidroeléctrica de la provincia. Posteriormente, bajo el gobierno de Perón, se fusionan las diversas fábricas estatales y crea un gran complejo industrial militar denominado IAME (Industrias Aeronáuticas y mecánicas del Estado, posteriormente DINFIA). Junto con la expansión de las empresas controladas por el Estado, durante el Segundo Plan Quinquenal, se produce un incremento de las inversiones extranjeras en la rama automotriz: primero Industrias Kaiser Argentina se instala en la provincia y construye el complejo en el barrio Santa Isabel de la capital provincial (que hacia 1967 sería comprada por la firma Renault). Luego hace lo propio la empresa FIAT que en los siguientes años creará la planta de Concord, Materfer y Grandes Motores Diesel.

De este modo la provincia se convierte en un polo industrial muy relevante donde convivían e interactuaban obreros, trabajadores de servicios (como los empleados de la compañía eléctrica estatal), estudiantes secundarios y universitarios que tenían múltiples vasos comunicantes con el mundo fabril y un cada vez más extendido sector de capas medias.

En este proceso se fueron fortaleciendo y destacando en la provincia dos gremios fundamentales: el SMATA y Luz y Fuerza. En ambos casos, las seccionales cordobesas tenían un cierto nivel de autonomía producto del propio interés de las empresas por descentralizar las negociaciones de los convenios y de las propias tensiones que existían entre las conducciones locales y nacionales. Entre los factores que explican dichas tensiones, jugaron un papel destacado una corriente antiburocrática que se estaba consolidando en esos sindicatos y el “sentimiento” antiporteñista que no se alineaba con las direcciones nacionales de los gremios. El SMATA estaba dirigido por Elpidio Torres, un peronista que había ganado cierto prestigio en la masa a partir de las negociaciones con la empresa (con cuyos funcionarios tenía estrechos vínculos) y con la obtención de conquistas para los obreros, en muchos casos sin necesidad de huelgas y sin apelar al protagonismo del conjunto de los trabajadores. Había un cuerpo de delegados y comisiones internas pero manejadas y manipuladas por el “torrismo”. Por el contrario, el sindicato de Luz y Fuerza estaba encabezado por Agustín Tosco, dirigente honesto, democrático, luchador y clasista que hasta ese momento había transformado a Luz y Fuerza en el gremio más combativo de la provincia. También merece una mención Atilio López, secretario de la Unión Tranviaria Automotor de Córdoba, enrolado en la corriente peronista denominada “legalista”, figura principal del peronismo combativo que tuvo una activa participación en el Cordobazo y en la historia posterior de la provincia.

En el caso de los trabajadores de FIAT, la firma de capitales italianos había logrado acordar con el gobierno que “sus empleados” sólo podrían afiliarse a sindicatos de empresa con el objetivo de debilitarlos y aislarlos del resto de los obreros mecánicos. Por lo tanto, el SITRAC (Sindicato de Trabajadores de Corcord) y SITRAM (Sindicato de Trabajadores de Materfer) no formaban parte de la CGT regional y no convocaron al paro del 29 de Mayo.

La dictadura de Juan Carlos Onganía instaurada en 1966 toma una serie de medidas que profundizan la explotación del proletariado y al mismo tiempo intenta minar su capacidad de organización (ver testimonio de Roque Romero).

Durante 1967 y 1968 comienza un ciclo de luchas por secciones y surgen candidatos independientes a delegados, no manejados por el torrismo. Los tres principales núcleos opositores son: la división Forja de Santa Isabel; Perdriel, donde se ha ganado un turno de delegados y se ha extendido la influencia hacia ILASA; y en Grandes Motores, donde se comienzan a disputar posiciones en el Cuerpo de Delegados.

A mediados de 1968 se constituye la Agrupación 1º de Mayo. Esta estará impulsada por el recientemente creado Partido Comunista Revolucionario (una ruptura del PC ese mismo año) y se ligará estrechamente a los núcleos opositores más prestigiados de Perdriel, Santa Isabel y Grandes Motores. Irá adquiriendo una gran influencia en el SMATA y finalmente será la corriente que encabece y hegemonice la constitución del Movimiento de Recuperación Sindical (MRS) y la Lista Marrón, que recuperarán el sindicato en 1972, con René Salamanca al frente.

Elpidio Torres, a nivel nacional, estaba alineado con Vandor en la corriente denominada “participacionistas”: aquellos que acordaban y negociaban con la dictadura. Así, desde junio de 1966 hasta casi fines de 1968 el SMATA Córdoba no impulsó medidas de fuerza.

Por esta razón, desde 1968 empiezan a emerger movimientos de resistencia y lucha en determinadas secciones y fábricas. Se inician alrededor de problemas específicos de una sección y luego tratan de extenderse a toda la planta. En este contexto, la conformación de la CGT de los Argentinos genera mejores condiciones para la naciente oposición combativa (la CGT de Córdoba se incorporará a la CGTA) y la fortalece para enfrentar al torrismo, que empieza a ver desgastada su hegemonía en el Cuerpo de Delegados.

El 13 de Mayo el Gobierno del General Onganía suprime el sábado inglés. Ese mismo día se reúne el Cuerpo de Delegados del SMATA y llama a una Asamblea General en el estadio del Córdoba Sport para el 14 de Mayo. Torres y el Secretario General del SMATA Nacional son abucheados. Los y las trabajadoras exigen un plan de lucha. La policía reprime y la situación se va tensando en la provincia.

El 15 y el 16 de Mayo paran SMATA, UTA y UOM. El 16, la CGT regional y el movimiento estudiantil se pliegan a un gran paro general. Crece la lucha y la represión en el resto de las provincias.

El 22 se realiza otra asamblea general en el Córdoba Sport, con 6.000 obreros. El eje pasa a ser la elaboración de un programa de lucha contra la dictadura de Onganía. Tosco propone en la CGT regional realizar un paro de 48 horas con movilización, lo que se aprueba por la presión de los cuerpos de delegados y comisiones internas de los diversos gremios a sus direcciones así como por el empuje del movimiento estudiantil y la izquierda. En los días siguientes se planifica el paro y la movilización para el 29 de Mayo, organizan la autodefensa y un sector de los trabajadores preparan miguelitos y molotov para enfrentar a la policía.

El paro nacional estaba definido para el 30 de Mayo pero en Córdoba se anticipa. Hay mucha bronca. A las 10 de la mañana se organizan, por un lado, la columna de los obreros automotrices de Santa Isabel, por el otro, la de Luz y Fuerza, UTA, ATE y estudiantes universitarios dirigidos por el FAUDI (Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda). En una tercera columna se agrupan los obreros de Perdriel y otros mecánicos. En otra los de DINFIA y otros trabajadores de fabricaciones militares y una quinta conformada por los obreros de FIAT que desbordan a sus direcciones “amarillas” y marchan junto a los metalúrgicos. Todas se desplazan hacia el centro de la Ciudad. La policía asesina a Máximo Mena, trabajador mecánico. La noticia se difunde y el odio popular se inflama. La pueblada rebalsa lo previsto por las propias direcciones sindicales, derrota a la policía y toma el centro de la Ciudad. Obreros, empleados y estudiantes protagonizan la jornada. Los mecánicos, en particular los de Santa Isabel y Perdriel tienen un papel destacado. Los enfrentamientos van a ser particularmente violentos.

Cuando comienza a anochecer, disminuye la participación de los y las obreras aunque la nueva situación se prolonga hasta el día 30 de mayo en medio del intercambio de tiros y la deserción de una parte de la tropa militar que había sido movilizada para reprimir. Finalmente, el ejército “controló” la situación, ingresó a cientos de casas, dejó un tendal de cien muertos y varios cientos de heridos, apresó a mil manifestantes –entre ellos a Tosco y Torres– y ocupó la ciudad. Onganía quedó muy debilitado. Las tensiones entre diversos sectores de las clases dominantes habían incidido en los tiempos de la represión y el sector liderado por Lanusse comenzó a preparar el recambio presidencial. Para la clase obrera y los sectores populares, significó un punto de inflexión.

La particularidad del Cordobazo

Los levantamientos populares de fines de la década del ‘60 y principios de los ‘70 tuvieron algunos rasgos comunes: fueron rebeliones populares urbanas con un significativo protagonismo obrero y estudiantil. En ellos también confluyeron amplios sectores de asalariados y de la pequeña burguesía. Se desarrollaron significativos enfrentamientos con las fuerzas represivas, que en algunos casos desbordaron el accionar policial e implicaron la intervención del Ejército, con una notable movilización de masas y la ocupación de una parte considerable de las ciudades. Asimismo, estos “azos”, provocaron el debilitamiento del poder político, tanto a nivel local como a nivel nacional, configurándose en una de las causas determinantes de los recambios dictatoriales –a la par de los conflictos internos de la dictadura–. A la vez propiciaron el avance de las organizaciones populares, sindicales y políticas.

En la provincia de Córdoba se registraron los mayores niveles de violencia protagonizada por las masas y no por grupos en nombre de ellas. Quizás esa sea una de las particularidades del Cordobazo, vinculado fundamentalmente al importante grado de desarrollo y organización de la clase obrera cordobesa, mostrando además su potencia como aglutinadora en torno suyo de diferentes sectores sociales.

Asimismo, con el Cordobazo se fueron generando las condiciones para el resurgimiento del clasismo como una expresión de diversas manifestaciones sindicales, también como corriente de un sector del movimiento obrero. Éste resurge con fuerza en la provincia de Córdoba por razones económicas, políticas e ideológicas particulares. Allí se combinaron una significativa concentración obrera en el sector automotriz y metalúrgico, una población estudiantil muy integrada al mundo del trabajo industrial y una extensa tradición de lucha que se remontaba a la Reforma Universitaria de 1918, la existencia de agrupaciones y dirigentes sindicales más democráticos y combativos, la creciente influencia de distintos partidos y organizaciones de izquierda que bregaban por otro futuro para el movimiento obrero, y hasta el papel de un sector de la iglesia católica enrolado en la corriente de sacerdotes para el Tercer Mundo.

Por otra parte, el propio Cordobazo fue producto y a la vez multiplicó la participación masiva de los asalariados en esos grandes centros de concentración industrial, tanto en las luchas reivindicativas frente a las patronales como en la lucha en las calles contra la dictadura. En aquellas condiciones de rápida elevación de la lucha económica a la lucha política, el movimiento de masas entraba en aguda contradicción con las jerarquías sindicales y desbordaba también los métodos y la organización tradicional del sindicalismo.

La definición “Clasista” de las nuevas agrupaciones sindicales retomaba una tradición previa al peronismo de un sindicalismo partidario de la lucha de clases y que en la década del ‘30, se afirmó con los sindicatos por ramas, impulsadas por las agrupaciones orientadas por el Partido Comunista. Estas agrupaciones clasistas, eran partidarias de la defensa de los objetivos inmediatos y mediatos de la clase obrera a través de la lucha de clases con la perspectiva de eliminar la explotación y la división en clases de la sociedad.

Hacia el interior de esta corriente clasista se manifestaron diferentes orientaciones políticas sindicales. Algunas de las banderas del clasismo fueron la de una posición combativa frente a los jerarcas sindicales; una práctica sindical democrática a través de los cuerpos de delegados y las comisiones internas; y la articulación de la lucha económica por las condiciones de trabajo al interior del establecimiento laboral con la lucha política frente al poder estatal dictatorial.

El dirigente metalúrgico René Salamanca fue uno de los exponentes más destacados de esta corriente clasista, quien llegó a dirigir el SMATA Córdoba –uno de los gremios más importante del país– desde 1972 hasta su secuestro y desaparición el mismo día del golpe de Estado al gobierno peronista, el 24 de marzo de 1976.

Después de los hechos del mayo argentino del ‘69, los levantamientos populares continuaron desplegándose por todo el territorio nacional, en Mendoza y San Juan, nuevamente en Córdoba, General Roca y los Tucumanazos de noviembre de 1970 y junio de 1972, en un movimiento general de carácter simultáneo y en interacción recíproca con el proceso nacional.

En la lucha antidictatorial convergieron diferentes corrientes políticas y sindicales. Así, una gran parte de la población peleaba por la vuelta de su líder, y con él la recuperación de las conquistas perdidas; otras corrientes reformistas buscaban la convocatoria a elecciones libres; mientras que un sector que se había radicalizado, y que incluía a sectores de la izquierda y también algunos sectores del peronismo buscaban derrocar revolucionariamente a la dictadura, ya sea por el camino de los grupos guerrilleros o por el camino insurreccional bosquejado particularmente durante el Cordobazo.

Surcada por los levantamientos obreros y populares que brotaban sin cesar por todo el territorio nacional, hacia 1972 la Argentina se encontraba a punto de un estallido popular generalizado. El dictador Lanusse se vio obligado a convocar a elecciones.

Tras el regreso de Perón a la Argentina en noviembre de 1972, se abría un nuevo período en la historia nacional, prolongándose el auge de luchas abierto con el Cordobazo pero bajo otras condiciones.

El auge de luchas obreras y populares recién finalizará con el advenimiento del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Como en otros momentos cruciales de la historia argentina, cuando los sectores populares desafiaron abiertamente el poder proponiendo transformar sus destinos, los sectores dominantes recurrieron al terrorismo estatal. Hicieron correr tanta sangre para poder apagar semejante incendio.

A 50 años del Cordobazo y los demás levantamientos, a pesar de la derrota que la última dictadura significó para el campo popular y las heridas que aún hoy continúan abiertas, las clases dominantes no han podido sepultar esta experiencia. Ello quedó de manifiesto en los levantamientos populares que, integrados a la realidad económica y política de los años ‘90, volvieron a surgir en las puebladas desde Mosconi, Cutral Co y, finalmente, en el Argentinazo del 2001. Del mismo modo, quedó claro el lugar destacado que tienen las calles en la lucha política argentina. Y nos demuestra una vez más, especialmente en los tiempos que corren, lo que es capaz de hacer el pueblo cuando se une contra sus enemigos.

Referencias bibliográficas:

-Balve, Beba, Balve, Beatriz, Murmis, Miguel, Marin, Juan Carlos, Jacobi, Roberto y Aufgang, Lidia, Lucha de calles, lucha de clases, Buenos Aires, Ediciones La Rosa Blindada, 1973.

-Laufer, Rubén y Spiguel, Claudio, “Las ‘puebladas’ argentinas a partir del ‘santiagueñazo’ de 1993. Tradición histórica y nuevas formas de lucha”, en López Maya, Margarita, Lucha popular, democracia, neoliberalismo: protesta popular en América Latina en los años de ajuste, Caracas, Universidad Central de Venezuela/Nueva Sociedad, 1999, pp.15-43.

-Nassif, Silvia, Tucumán en llamas: El cierre de ingenios y las luchas obreras contra la dictadura (1966-1973), Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2016.

-Arrosagaray, Enrique. “Salamanca. Secretario General de los mecánicos cordobeses 1972-1974”. Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas. Año 1, Nº 1, 1984.

-Fierro, Ricardo. El Cordobazo. Buenos Aires, Nueva Hora, 1997.


Silvia Nassif es historiadora e investigadora. Autora de Tucumanazos. Una huella histórica de las luchas populares 1969-1972.

Pablo Volkind es historiador y docente de la Universidad de Buenos Aires.

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