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Queremos transformarlo todo

por Julian Monti

Escriben Laura Kniznik, Jesuana Aizcorbe,

Carolina Komar Varela y Marina Carpano

En nuestro país, más de la mitad de las personas que trabajan en investigación científica y tecnológica son mujeres. Sin embargo, esa proporción no se refleja en una verdadera paridad en el sistema científico, tecnológico y universitario, ya que subsisten en el sector modelos patriarcales que la obstaculizan.


En camino a la paridad, contra los sesgos y brechas de género y clase en ciencia y tecnología

¿De qué hablamos cuando hablamos de mujeres en ciencia y tecnología?

A mediados de 2020, un trabajo publicado por Elsevier1 muestra que, en promedio, en el mundo el 30% de las personas que trabajan en investigación en ciencia y tecnología somos mujeres.2 En particular en Argentina, ese número se eleva al 54%. Mirando los números, podría pensarse que esto es una buena noticia y que expresa el avance de las mujeres en nuestra región.

Si bien a priori podría pensarse que este es un porcentaje relativamente alto, si se analiza con detenimiento puede verse que muchas de las mujeres se encuentran en los puestos más bajos del escalafón de la carrera de investigación, generalmente precarizadas, y que la gran mayoría de los puestos de decisión son ocupados por varones. Por otra parte, si miramos la distribución según el área de conocimiento, veremos que, en aquellas como salud, educación o ciencias sociales y humanidades, hay mayoría de mujeres, pero los porcentajes en tecnología e ingeniería, por ejemplo, caen muy por debajo del 54% del festejo: sólo 1 de cada 10 investigadoras se dedica a estas áreas, lo que representa alrededor del 5% del total de investigadorxs.3

Por otra parte, estos números se refieren únicamente a la situación de profesionales que hacen tareas de investigación. Sabemos que la construcción del conocimiento científico y tecnológico va mucho más allá. En ciencia y tecnología es también imprescindible el trabajo técnico, de desarrollo y producción, de apoyo y administrativo.

Como ejemplo describiremos brevemente la situación de las mujeres en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).4,5 El promedio general de trabajadoras en el organismo, considerando la suma de contratos a plazo fijo y planta permanente, es de alrededor del 35%. Este porcentaje aumenta al 39% para las trabajadoras contratadas. Esto muestra que nos encontramos más precarizadas. Además, si analizamos la distribución en el escalafón, dentro de las categorías más altas encontramos sólo un 22% de mujeres. En cuanto a los cargos de dirección, desde puestos gerenciales hasta la presidencia, ese porcentaje es del 17%. Por otra parte, en sectores donde predomina el trabajo administrativo, la cantidad de mujeres supera el 50%, mientras que, en aquellos de corte tecnológico y productivo, el porcentaje de mujeres cae muy por debajo del general, al 5% en el complejo tecnológico Pilcaniyeu, en Río Negro. Esto se reproduce también en otros organismos científico-tecnológicos como el CONICET, y en las facultades y universidades de todo el país.

También sabemos que, en general y no únicamente en el sector de ciencia y tecnología, las mujeres estamos sobre-capacitadas para los cargos que ocupamos, y que tardamos más tiempo en acceder a los puestos más altos en las instituciones de las que formamos parte.6 Esto tiene que ver, parcialmente, con las tareas de cuidado que debemos asumir durante toda nuestra vida, y eventualmente con la maternidad, y se observa aún en las mujeres sin hijes. Es decir que trasciende las decisiones personales y las situaciones individuales. ¿Qué es lo que sucede, entonces?

Obstáculos, brechas, sesgos

Cuando ponemos en cuestión el lugar que tenemos las mujeres y disidencias en la ciencia y la tecnología, suelen aparecer ejemplos de mujeres que han logrado ocupar un lugar relevante: Marie Sklodowska Curie, Lise Meitner, Rosalind Franklin, y algunas otras. Todas ellas han logrado reconocimiento a lo largo del tiempo (no siempre mientras vivieron). Este “reconocimiento” es, sin embargo, un arma de doble filo: por un lado, muestra la “capacidad” de las mujeres para realizar tareas científicas o tecnológicas (lo que a esta altura es una obviedad) y al mismo tiempo nos dice que si ellas llegaron y nosotras no, por algo es: quizá porque eran brillantes, quizá porque nosotras no nos esforzamos lo suficiente. Y eso es un problema, porque si sólo llegan algunas se están perdiendo los aportes y posibilidades de conocimiento y transformación de la mitad de la humanidad.

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Esto último, por supuesto, no quita la importancia de que se visibilicen los aportes de las mujeres y disidencias a la historia (y el presente) de la ciencia y la tecnología, principalmente por dos razones: por un lado, porque es necesario conocer la historia completa y por el otro, porque solamente en la medida en que las niñas vean que hay mujeres en esos espacios se sentirán incluidas y pensarán que sí es posible ocupar esos espacios, y que no es necesario ser brillante o extraordinaria.   

Entonces, ¿cuáles son los obstáculos que aparecen en el camino de las mujeres que quieren trabajar en el sector de ciencia y tecnología? ¿Qué filtros existen? ¿En qué momentos de sus recorridos: en la incorporación, la permanencia, la promoción?

En primer lugar, deberíamos decir que la mayoría de estos filtros y obstáculos no son explícitos. No hay carteles que digan “Aquí las mujeres no pueden pasar”. Pero evidentemente algo sucede. Como resultado, somos pocas las que accedemos a esos puestos de estudio y trabajo, muchas quedan en el camino y son aún menos las que tienen posibilidades de avanzar de los lugares más bajos de los escalafones y carreras. Las dificultades son tanto materiales como ideológicas o simbólicas y se traducen en esas brechas.

Algunos de estos obstáculos son compartidos con todas las mujeres e identidades feminizadas en este sistema patriarcal: también en las universidades y en los organismos y sectores de Ciencia y Tecnología, somos las que nos hacemos cargo de las tareas de cuidado y reproductivas dentro de nuestros hogares. Esto repercute en nuestro recorrido laboral. Las mujeres faltamos cuando un hijx está enfermx, o cuando hay que acompañar a un adultx mayor al turno en el hospital. Y las que se acuerdan de la vacuna del gato, de comprar lo que falta para la cena y de pasar por la librería a buscar el mapa para la tarea de geografía del día siguiente. No es necesario ser madre (aunque pareciera que siempre somos madres en potencia), no pasa todo el tiempo, pero desde el punto de vista colectivo e individual, somos las responsables primarias de que cada grupo familiar funcione. Aun cuando “derivemos” la tarea, sigue en nuestras cabezas. Esto produce mayores niveles de estrés y, en particular en el sector de Ciencia y Tecnología, genera presiones y malestares dentro de los grupos de trabajo y se siente en el reparto de promociones, tareas y responsabilidades, lo que contribuye a que los recorridos profesionales y laborales de las mujeres sean más largos y tortuosos que los de los varones. Si bien comenzamos a poner estos roles y responsabilidades en cuestión, falta un largo camino por recorrer. En CONICET, por ejemplo, aún no se suele tomar en cuenta al momento de las evaluaciones o del ingreso a carrera las licencias por maternidad: es decir, para el CONICET no existen, no sucedió nada, las mujeres que han pasado por licencias deben tener el mismo rendimiento que el resto de las personas. Esto, que puede parecer un punto de partida de igualdad, es, en realidad, inequitativo y excluyente.

También atravesamos situaciones de violencia por razones de género en nuestros lugares de trabajo, tanto en sus formas más explícitas como la física o sexual, como en las más sutiles y a la vez naturalizadas, como son los acosos, la discriminación y la violencia simbólica en general. Las mujeres y disidencias muchas veces nos enfrentamos a estas situaciones en soledad, porque el aislamiento es parte de la violencia, y esto hace que esos espacios de trabajo no sean habitables para nosotras. Y aunque en muchos lugares las mujeres nos estamos organizando y existen redes de contención, esto no siempre es suficiente. En estos últimos años en muchos lugares se han aprobado Protocolos de Actuación frente a situaciones de Violencia de Género, pero sucede que quienes los aplican son los mismos jefes o funcionarios que maltratan y discriminan. Así, muchas terminan renunciando o yéndose a grupos o sectores donde el aire sea más respirable. 

Estos aspectos confluyen, entonces, en las tres etapas: no llegamos, no nos quedamos, o no promocionamos, por todas estas trabas objetivas y subjetivas.

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Aunque no siempre se acompañan con políticas adecuadas, desde las propias instituciones se detectan estas brechas de género, como desde la Red Universitaria de Género (RUGE) que depende del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) o la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT). También existe la Ley Micaela que se está aplicando en los últimos años en universidades y organismos públicos. El problema es cómo se enfrentan estas situaciones y qué relevancia se les da. En los últimos años, con los Talleres de Mujeres, Ciencia y Tecnología y de Mujeres y Universidad de los Encuentros cada vez más concurridos, confluimos en las movilizaciones y actividades del 8M, Ni Una Menos, los paros feministas y la marea verde, y surgieron numerosos colectivos de trabajadoras en ciencia y tecnología como Las Curie, Ciencia sin Machismo o Las de Sistemas. Así, fuimos encontrando y visibilizando sesgos y obstáculos, no sólo en los procesos de la ciencia sino también en sus contenidos, porque el sistema en que vivimos deja sus marcas también en qué y cómo se investiga.

Podemos decir, entonces, que en el sistema científico tecnológico se producen y reproducen sesgos patriarcales, androcéntricos y sexistas. También, desde ya, otros sesgos que aquí no estamos analizando, como los de clase y otros que atraviesan a todas las instituciones y personas de esta sociedad.

Pistas pandémicas

La pandemia y el aislamiento social preventivo obligatorio (ahora devenido distanciamiento) debido al COVID-19 agravó una crisis mundial que puso al descubierto situaciones de vulnerabilidad y profundizó las desigualdades. En este sentido, la brecha de género se profundizó y se volvió más evidente.

¿Qué pasó en estos meses en las universidades y en los organismos de Ciencia y Tecnología? Desde marzo a esta parte hubo una avalancha de trabajo e invasión de los ámbitos privados, junto con la exigencia de disposición continua para todas las tareas, que afectó especialmente a las personas con cargos precarizados o menores dedicaciones y categorías. Entre quienes hacemos docencia se agregó una cantidad interminable de clases, preparación de actividades, seguimiento de tareas, corrección de trabajos. Esto afectó a todxs, en mayor o menor medida, porque la sobrecarga se suma a la preocupación y angustia por la situación sanitaria y social nuestra, de quienes nos rodean y en general.

Esta situación de aislamiento y de reclusión significó, para quienes están expuestas a situaciones de violencia, un recrudecimiento de su situación, dejándonos muchas veces a merced de los agresores. El aislamiento hizo más difícil sostener las redes que tejimos y acompañarnos y la distancia volvió más complicado acceder a esas redes que podrían frenar y enfrentar esas violencias.

Por otra parte, como en el mundo “pre-pandemia”, nuestros grupos familiares no son neutrales al género: en esta situación fuimos mayormente nosotras quienes cuidamos y seguimos el estado de salud física y mental de familiares y amigxs. Además, las desigualdades en la distribución de las tareas de cuidado y de reproducción de la vida se profundizaron en parte debido a la permanencia las 24 horas y los 7 días de la semana de hijxs y/o adultxs mayores en nuestros hogares. En particular en el caso de niñxs, sin escuelas ni jardines, esto incluye garantizar la escolaridad en casa, enseñarles y ayudar con las tareas, acompañando en todo ese difícil proceso. Esto, claramente, se agudizó en el caso de familias monoparentales o monomarentales. En algunos casos hubo la posibilidad de pedir licencias, pero en otros no, por motivos tanto objetivos como subjetivos. Así, este año tuvimos esta doble o triple carga.

En estos meses, para muchas seguir produciendo fue una presión tanto interna como externa, se sintió y se siente una exigencia que no tiene relación con la gravedad de lo que estamos viviendo en términos de salud: seguir como si nada pasara. En particular en el sistema de Ciencia y Tecnología y las universidades, la pregunta que nos recorre es cómo afectó la pandemia y el aislamiento al trabajo científico tecnológico de mujeres y personas cuidadoras, y qué se podría pensar para mitigar las consecuencias. Se vio, por ejemplo, que hubo una mayor cantidad de trabajos científicos enviados por varones que por mujeres: ¿Cómo va a repercutir esto en las distintas instancias de evaluación y promociones de los próximos años? Si bien hay promesas y declaraciones en el sentido de considerar estas situaciones, siguen siendo excepción y no política de los organismos e instituciones. Entendemos que, si esto no es atendido, sólo incrementará las brechas ya existentes.

¿Es posible la paridad? ¿Cómo y para qué?

Es probable que los efectos de lo ocurrido en estos meses recién se vean en los próximos dos o tres años. Pero es un buen momento para preguntarnos qué medidas y programas que tengan en cuenta la situación que atravesamos se llevarán adelante en el sistema universitario y científico – tecnológico de nuestro país. Nosotras apostamos a que esta situación originada por la pandemia sea un disparador para avanzar en estrategias y reclamos hacia las autoridades universitarias y los órganos de evaluación y dirección de los organismos del sector.

¿Cómo abordamos las dificultades materiales e ideológicas que nos traban en el sistema de Ciencia y Tecnología? ¿Es posible aspirar a ciencias y tecnologías en paridad? ¿Cómo podemos llegar a eso?

Desde las redes y colectivos de mujeres y disidencias, venimos pensando y accionando para que se tomen medidas de acción positiva en políticas públicas estatales que contemplen aspectos económicos y políticos, y que se incluya además otros como las violencias, el acoso y la discriminación, entendiendo que todo esto afecta el acceso, permanencia y promoción de mujeres y diversidades en el sector de ciencia y tecnología.

En este sentido, es claro que necesitamos más información: que haya estadísticas y relevamientos sobre (des)igualdad de género en el sistema de CyT y universitario, analizar la situación de lxs docentes e investigadorxs con menores o mayores a cargo, conocer el estado de salud tanto física como mental de trabajadorxs durante la pandemia y siempre, incrementar los datos desagregados por sexo y género.

Campaña ante la ratificación del convenio 190 de la OIT
contra la violencia y el acoso en el mundo del trabajo

Por otro lado, algunas pautas posibles para afrontar la situación actual deben incluir la consideración en las evaluaciones de las situaciones asociadas al cuidado de menores o mayores con medidas positivas, la prórroga de becas y plazos de concursos docentes y de proyectos de investigación y extensión, el otorgamiento de subsidios con impacto de género, la revisión de las condiciones para concursos y promociones teniendo en cuenta la desigualdad de oportunidades, la posibilidad de acceso a jardines o el dinero para cuidado, la existencia de licencias reales y que incluyan suplencias en el caso de la docencia y avanzar en protocolos de abordaje de situaciones de violencia que sean discutidos con colectivos de trabajadoras y sindicatos. Por supuesto que para llevar a cabo estas medidas los comités de evaluación y jurados deberán incluir mujeres e identidades feminizadas en paridad y tener perspectiva de género.

Fundamentalmente, creemos que es necesaria voluntad política y debate profundo sobre la situación vivida y las desigualdades estructurales existentes. Y eso no lo hará el sistema por sí solo como una consecuencia natural pasada la pandemia, porque hay mucho para cuestionar en instituciones que expulsan a quienes cuidan, haya ASPO o no, que discriminan y menosprecian a muchas de las personas que trabajan en el sector. Y esto sólo será posible si avanzamos unidas en nuestras organizaciones colectivas, en nuestros gremios, en la lucha por estas exigencias, que son parte de lo que tenemos que cambiar para promover el acceso, permanencia y promoción de las mujeres en la ciencia y la tecnología.

Este es un objetivo porque es más justo e igualitario, y a la vez porque la complejidad de la realidad natural, social y tecnológica con la que trabajamos necesita de la mirada de quienes somos la mitad de la humanidad, para describirla, comprenderla y transformarla.

En ese camino estamos avanzando, corriendo velos y desnudando sesgos, cuestionando los modelos patriarcales y opresores de la ciencia y la tecnología, porque sabemos que, si nuestra mitad del cielo permanece serena, las tempestades revolucionarias que deben barrer el viejo mundo se reducirán a nubarrones pasajeros.

NOTAS:

1 Elsevier (2020). The Researcher Journey Through a Gender Lens (El viaje de lxs investigadorxs a través de una lente de género). Disponible en: https://epws.org/gender-report-2020/

2 En ningún caso hay datos desagregados fuera del binomio hombre-mujer.

3 Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación (2020). Documento de Trabajo número 1. https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/diagnostico_sobre_la_situacion_de_equidad_de_las_mujeres_en_ciencia_y_tecnologia.pdf

4 Aizcorbe J., Komar Varela C. (2019). ¿Existe el techo de cristal en CNEA?  Jornadas Género, Ciencia, Tecnología e Innovación: Conocimientos Estratégicos para el Desarrollo Humano y Sostenible. Cátedra Regional UNESCO, Mujer, Ciencia y Tecnología (FLACSO-Argentina).

5 Aizcorbe J., Komar Varela C. (2019). Primera aproximación al análisis desde una perspectiva de género de la situación de las trabajadoras de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Congreso Internacional Género en Ciencia Tecnología e Innovación. Santa Fe.

6 Basco, A., Lavena, C. (2019). Un potencial con barreras: la participación de las mujeres en el área de ciencia y tecnología en Argentina. Nota Técnica No IDB-TN-01644. Banco Interamericano de Desarrollo.


Las autoras son trabajadoras de CNEA e integrantes de la agrupación de trabajadoras de ciencia y tecnología Las Curie y de La 31 de mayo.

Laura Kniznik es directora de géneros y diversidad sexual de Conadu Histórica, integrante de Protagonismo y Lucha y Ciencia Nuestra.

Jesuana Aizcorbe es secretaria adjunta de SITRADU – Conadu Histórica, integrante de Protagonismo y Lucha.

Carolina Komar Varela es delegada general de la junta interna de ATE CNEA Bs. As.

Marina Carpano es delegada de género y derechos humanos de la junta interna de ATE CNEA Bs. As, integrante de Ciencia Nuestra.

Foto principal: Fiorella Micelli.

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