Home Notas Raúl González Tuñón en el recuerdo de José Luis Mangieri

Raúl González Tuñón en el recuerdo de José Luis Mangieri

por La Marea

En nuestro N° 25, Tuñón fue evocado por su amigo y editor
José Luis Mangieri (1924-2008)


Entrevista: Jorge Brega

¿Quién no ha leído un libro editado por Mangieri? Si hasta en la Escuela de Guerra estudiaban los escritos militares de Giap y de Mao en las ediciones de La Rosa Blindada. Para no hablar de la infinidad de poetas
que publicó en Libros de Tierra Firme. A sus vitales 80 años, entre otros orgullos cuenta con el de haber publicado buena parte de la obra de Tuñón, cuyo centenario se conmemora este año (2005).


—¿Cuándo leíste a Tuñón por primera vez?

—En la Biblioteca Popular de 25 de Mayo, el pueblo de mi madre. Habíamos ido con ella a ver a mi abuelo que estaba por morir. Un día, aburrido, fui a la Biblioteca y me encontré con la primera edición de El violín del Diablo. Ese libro me reventó la cabeza. Ahí fue cuando me decidí a escribir poesía. Después lo conocí personalmente. Su generosidad con los jóvenes es un fenómeno que no se volvió a repetir. Siempre tenía tiempo para darnos cuando lo íbamos a ver a la redacción de Clarín con Juana Bignozzi, Julio Huasi, Juan Gelman, Héctor Negro y tantos otros.

—¿Lo conociste allí?
—No, lo conocí en el partido. Yo estaba en el Partido Comunista por ese entonces. Él se había afiliado muy joven –poco después de producirse la escisión del Socialismo– era muy amigo de Rodolfo Ghioldi y lo detestaba a Codovilla (1), naturalmente. Una vez fui a hacerle un reportaje y quedamos en una relación muy amistosa. Cuando nos recibía en Clarín era muy generoso. Todos le llevábamos nuestros versitos. Él le escribió el prólogo al primer libro de Gelman, Violín y otras cuestiones, supo ver que ahí había un gran poeta. Era generoso no sólo con su tiempo sino también con su biblioteca personal, en la que conocimos a una gran cantidad de poetas franceses. Yo conocí a Rimbaud por él. Cuando en los años treinta estuvo en París, donde escribe La calle en el agujero en la media, se relaciona con todos los poetas surrealistas. Nos hacía leer autores que jamás hubiéramos conocido. Hoy todos los jóvenes conocen a Rimbaud de pe a pa, pero en aquella época de finales de los cincuenta no era tan fácil.
El venía de la Generación del 22, la famosa generación que dio a Borges, a Roberto Arlt, a César Tiempo, a Oliverio Girondo, a Horacio Rega Molina, poeta al que él quería mucho, junto con su hermano Enrique. Él siempre me decía que el enfrentamiento entre Boedo y Florida era un cuento que inventaron los críticos, porque iban a comer al mismo boliche todos juntos. Había una cierta división en su literatura y se discutía la Revolución Rusa, que los había impactado a todos, pero hasta Borges –nos contaba Raúl– había escrito una oda a Stalin que no se puede conseguir por ningún lado, imagino que la japonesa la habrá metido bajo un sótano.
Ricardo Güiraldes decía: “Tuñón tiene los ojos llenos de Rusia”, lo decía con mucha ternura, muy paternalmente. Güiraldes protegió mucho a la generación del 22, así como la editorial Claridad ayudó mucho a la gente de Boedo. Claridad editaba a Rosa Luxemburgo, Alvaro Yunque, todo Roberto Arlt… Mi padre, que era obrero anarquista, compraba esos libros que valían 20 centavos y se vendían en los kioscos. A esa generación tan rica la desarticuló el golpe de Uriburu en 1930. Igual que a la generación del ’60, con Gelman, Lamborghini y tantos otros que, si bien pudieron continuar su obra individual, en tanto generación, los desarticuló primero el golpe de Onganía en el ’66 y después el de Videla en el ‘76. 

—Algo notorio en Tuñón es cómo testimonia poéticamente todo lo que ve en su experiencia diaria, tanto durante su vagabundeo adolescente por la ciudad como en sus múltiples viajes, en su labor periodística…
—Claro, él de muchacho recorrió todo el país. En Miércoles de ceniza habla de Zapala, te imaginás lo que era Zapala en el ‘20. Como periodista estuvo en la Guerra del Chaco. En Francia y España confraternizó con todos los grandes escritores antifascistas, Brecht, Vallejo, Neruda, Alberti, Hernández, Altolaguirre, Lorca, Jorge Guillén, León Felipe, con los mineros asturianos, con los brigadistas internacionales en la guerra española…
La obra de Raúl González Tuñón hay que leerla en profundidad, porque él fue no te digo opacado –porque nunca pudieron, era demasiado brillante–, pero sí arrinconado. Recién ahora hay homenajes debido al Centenario. Nosotros desde los ’60 le hemos publicado varias ediciones. Está la antología de Losada que preparó Elvio Romero; y antes la de Héctor Yánover, que creo fue su primer antólogo; también la más reciente de Jorge Boccanera. Horacio Salas hizo ese hermoso libro de conversaciones y Pedro Orgambide también escribió sobre él. Pero Tuñón no tuvo la difusión que se merece. Incluso la dictadura del ‘76 expurgó sus libros de la Biblioteca Nacional, según me contó Nélida, su mujer.
Por suerte hoy su obra literaria está siendo reconocida. Tuñón fue un escritor muy completo. Escribió los ensayos de su libro La literatura resplandeciente. También obras de teatro. Pero fundamentalmente su poesía, que es realmente extraordinaria. En ella hay dos libros que son puntales en la poesía mundial: La rosa blindada y La calle del agujero en la media. Dos obras cumbres, una en la épica y la otra en la lírica.

—Hay consenso en considerar a La rosa blindada –incluso lo hace Neruda– como el libro precursor de la poesía social que otros grandes poetas practicaron luego, en esa misma época.
—“Fue el primero que blindó la rosa”, dijo Neruda. Raúl era tan modesto…, lo contrario de Neruda, que era un narcisista insoportable. Nos decía que el mejor de la generación de ellos era Vallejo. Muy humilde. Y nunca hizo virtud de su humildad ni de su pobreza, sino que las vivió como una condición de vida. En cambio Neruda no. Yo digo que Tuñón nunca tuvo una Isla Negra ni una Isla Blanca, vivía en una casita alquilada en la calle Amenábar; fue un hombre pobre, un hombre modesto toda su vida.

—¿Por qué Tuñón no tiene tanta repercusión pública?
—Porque el nuestro es un país antropófago; lo queremos porque es el único que tenemos, como a la vieja, que si no… Ni el país ni el partido proyectaron a Tuñón del modo en que el PC chileno y el propio Chile proyectaron a Neruda. Tuñón siempre estuvo postergado, incluso en el partido. Cuando en 1964 nosotros le hicimos el homenaje de llamar La Rosa Blindada a nuestra revista y editorial, nos agradeció toda la vida. También reeditamos sus primeros libros. Para mí fue un gran orgullo haber puesto en manos de los jóvenes de aquella época y de los que vinieron después los libros de él. Luego editamos los libros que siguió escribiendo, hasta casi los últimos.

—¿Por qué decís que el PC lo tenía postergado?
—Porque él con Codovilla no andaba bien. Codovilla era muy sectario, muy del aparato, y Tuñón era un espíritu libre. Además, en los ‘60 él nos apoyó a nosotros. El último viaje de Raúl lo hizo a Cuba. Vino deslumbrado por el Che y escribió poemas. En esa época el partido no quería saber nada con Cuba ni con Vietnam. Al grupo de la Rosa Blindada, a Juan Gelman, a Andrés Rivera, a Carlos Brocato, a todos nos echaron por maoístas, foquistas y guevaristas. Y tenían razón.
Por entonces nosotros publicamos a los vietnamitas: el general Giap, Ho Chi Minh, incluidos sus poemas, porque Ho Chi Minh además era poeta. Igual que Mao Tse Tung, muy buen poeta. Recuerdo que Hernández me contó que a su librería fueron de la Escuela Superior de Guerra a comprar cincuenta ejemplares de El hombre y el arma, de Giap, y como se asombró le dijeron: “nosotros tenemos que saber cómo piensa el enemigo”, lo que me hizo sentir orgulloso. De Mao publicamos sus Obras Escogidas, los Escritos militares y las Cinco tesis filosóficas. Las tesis en realidad eran cuatro y yo, por recomendación de Aricó, agregué un trabajo sobre la propaganda. Cuando con Andrés Rivera fuimos invitados a China, llevamos ese libro y yo me dije “los chinos me van a cortar el gañote”, pero entonces ellos empezaron a agregar ese quinto ensayo de Mao sobre la propaganda.

—Cuando ustedes viajan a China es el momento de la Revolución Cultural. ¿Que opinaba Tuñón al respecto?
—Tuñón era un maoísta entusiasta. Ése era el problema, o uno de los problemas que tenía en el partido. El partido era brutalmente prosoviético, en cambio él estaba con Mao Tsetung y con China. Estaba con Vietnam y con Cuba. El partido en esa época a Cuba la mirada de reojito y a Mao para qué te cuento. El partido jamás se atrevió a tocarlo, pero lo irradiaron, lo encapsularon. Y lo presionaron para que se fuera de La Rosa Blindada. Nos acusaban a nosotros de usar el nombre de Tuñón, cosa que él desmintió totalmente. Pese a las presiones que sufrió, él jamás quiso irse de La Rosa como director honorario. Además nos reuníamos siempre y se mostraba públicamente con nosotros.

—La de Tuñón es una obra impar, marca toda una época y abre una corriente poética. Otros poetas posteriores no se explicarían sin él, ¿no te parece?
—Por supuesto, ahí lo tenés a Gelman… Tuñón es un poeta insoslayable. En un editorial de La Rosa que le dedicamos yo dije: “es el más joven de todos nosotros”. Y lo era en su pensamiento. Nosotros éramos sectariotes, él era un espíritu muy abierto. Aunque era muy estalino (por eso era maoísta). Él nos contaba una anécdota de Stalin (habría que estudiar a Stalin… tengamos en cuenta que cuando Isaac Deutscher (2), que era trostkista, intentó escribir un libro antiestalinista no logró hacerlo). La anécdota fue un hecho histórico: cierta vez Stalin preguntó por qué los poemas de Boris Paternak no aparecían en los periódicos, y ahí entonces la burocracia empezó a editar a Pasternak. Como decía Lenin, todo es ilusión, menos el poder…

—¿Por qué te dedicaste a editar poesía, especialmente con Tierra Firme pero también inicialmente con La Rosa…?
—Yo digo siempre que la poesía es el género literario de la resistencia, no sólo de la resistencia política, como fue en la Guerra de España, donde la gran Generación del 27 estuvo del lado de la República, o aquí en los ‘60, sino que aún hoy la poesía resiste contra la mediocridad ambiental.
Al fundar la editorial teníamos la intención de editar nuestros propios libritos de poesía, el mío, el de Carlos Brocato y el de Hugo Acevedo. Yo trabajaba en Eudeba y de ahí saqué la idea de agrupar cuatros libros con una faja para vender en los kioscos. Así que pusimos también el de Tuñón, a quien quisimos homenajear reeditándole La rosa blindada, el libro que había dedicado a la insurrección de los mineros de Asturias de 1934. Hicimos 4.000 paquetitos, es decir 16.000 ejemplares, que se agotaron en un año y los volvimos a editar. Así que soy autor de un libro de 16.000 ejemplares. ¡Qué caradurismo! Y del primer número de la revista sacamos diez mil ejemplares, una locura. Ahora hacer eso es impensable, ya no hay tantos lectores.

—¿Tenés en proyecto alguna nueva edición de González Tuñón?
—Me gustaría editar su obra completa, pero para eso tengo que sacarme la grande. Ahora voy a editar Demanda contra el olvido, que ya habíamos publicado en 1963. Raúl fue el primero que usó la poesía como un arma para luchar contra el olvido. Ese libro es un canto a sus compañeros caídos y también a todos sus amigos y poetas. En este país tan propenso a olvidar, vendrá muy bien la reedición de este libro.
Raúl decía “un poeta es como cualquier hombre, pero cualquier hombre no es un poeta”. No era una apreciación elitista sino real, porque además él era un hombre muy sencillo, que vivía en contacto con el pueblo. El fenómeno de su generosidad, la generosidad de un gran autor hacia los jóvenes, no se volvió a repetir, incluso entre los escritores de mi generación. Ahora vivimos una época de transición, sabemos de dónde venimos pero no a dónde vamos. Y las épocas de transición son medias híbridas, prima un gran individualismo. Pero se está saliendo de eso, la revista tuya lo prueba, así como las otras que se están publicando, también las editoriales de poesía a lo largo del todo el país. Nunca podrán con nosotros, siempre volvemos.

——
(1) Victorio Codovilla (1884-1970). Miembro fundador y dirigente histórico del PC Argentino.
(2) Isaac Deutscher. De este autor, La Rosa Blindada publicó “El conflicto chino-soviético”.

 

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