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Bicentenario de la Revolución de Mayo: ¿Para qué conmemorar?

por La Marea
Por Cristina Mateu
La Patria es un amor en el umbral…
Leopoldo Marechal, de Poemas Australes, 1938.
En el 2010, año del bicentenario de la Revolución de Mayo, todo hecho político, cultural y social se hará en su nombre. Puede resultar un simple rótulo, una mera referencia temporal, “un saludo a la bandera” tras el cual se difundan las mayores tergiversaciones sobre nuestra historia licuando la importancia que hoy tiene. Solo se evitará que sea una fantochada si discutimos de verdad qué y para qué conmemoramos.
Qué conmemorar implica tener presente que este acontecimiento histórico cambió el destino de nuestro país y de gran parte de la América del Sur logrando la independencia del colonialismo español en una guerra que se prolongó más de catorce años, consagrando una vocación de libertad manifiesta ya en la rebelión de Tupac Amaru y en la insurgencia de La Paz acaudillada por Pedro Murillo.
En el proceso abierto en Mayo de 1810 se enfrentaron dos proyectos políticos entre las fuerzas antiespañolas. El más avanzado pretendía transformar los sucesos anticoloniales en curso, en condiciones favorables para una reforma social profunda cuyo horizonte era el desarrollo de la industria, la educación, la navegación, la agricultura, la eliminación del trabajo servil, la limitación del latifundio. El otro expresaba los intereses de la aristocracia tendero pastoril y de los comerciantes intermediarios, para quienes el objetivo se limitaba a garantizar el libre comercio, la ampliación del latifundio y de las exportaciones ganaderas.
El proyecto revolucionario ¬–encabezado por Moreno, continuado por Artigas en la Banda Oriental y por Gaspar de Francia en el Paraguay– fue derrotado. Así, gran parte de sus propuestas democrático-sociales quedaron inconclusas y las reivindicaciones nacionales fueron mancilladas por los terratenientes ganaderos que resignaron nuestros intereses nacionales por su asociación creciente con las potencias extranjeras.
El 2010 puede resultar una oportunidad histórica para recordar ese pasado revolucionario, poniendo a foco sus logros y sus límites, para saber qué cambiar de nuestro presente y cómo proyectar un futuro para todos sin que prevalezcan los intereses mezquinos y especulativos de las clases privilegiadas. Sincerar un debate crítico que permita reponer los ejes centrales de la gesta revolucionaria abierta en Mayo de 1810: la lucha contra la dominación extranjera, la reivindicación de la soberanía popular y las necesarias reformas democráticas y sociales sin las cuales no se alcanza una verdadera independencia nacional. De tal modo, llegar a entender y solucionar los males más graves que nos aquejan y sufrimos en el presente: la dependencia, la desigualdad social, la crisis productiva, social y cultural.
En los últimos tiempos se fueron perfilando distintas posiciones históricas y políticas respecto a la Revolución de Mayo que, cuando enuncian “qué conmemorar”, dejan entrever cuál es el objetivo de esa conmemoración.
La línea oficial
Por un lado el gobierno, y especialmente la Presidenta, gusta rememorar en los discursos frases de Mariano Moreno, mientras olvida la gesta revolucionaria de independencia. Y es continua la referencia al Centenario y la comparación entre 1910 y 2010. ¿Por qué conmemorar el Centenario y no la Revolución de Mayo de 1810? ¿Por qué aislar a Mariano Moreno de la revolución anticolonial y del Plan Revolucionario de Operaciones?
Los preparativos oficiales que comenzaron hace un par de años pretendían emular los festejos fastuosos del Centenario. Se apostaba a generar un clima de entusiasmo por el superávit económico, borrando los efectos de la crisis política, económica y social de 2001, convocando a la oposición a los Acuerdos del Bicentenario en pos de garantizar la gobernabilidad, la inserción mundial de Argentina como país agro-petrolero-minero exportador, y asegurar mayores inversiones extranjeras imperialistas.
La realidad se ocupa de empañar las expectativas oficiales: la crisis mundial pone en jaque las exportaciones argentinas, bajando los precios y la demanda de las materias primas exportables y las inversiones. La disputa entre los diferentes sectores económicos y políticos anuló cualquier acuerdo y reparto de beneficios. Las dificultades sociales y económicas de las grandes mayorías incitan a la rebelión y no a la “gobernabilidad”. Los discursos que anuncian las mejoras, promesas y grandes ideales, o los beneficios sociales a cuenta gotas, no resuelven la caída de los salarios, la desocupación, la falta de vivienda, educación, salud, ni los problemas inflacionarios que se agudizan. Disminuido el presupuesto para los festejos del Bicentenario, sin el brillo ni el encandilamiento que prometían las refacciones y mejoras en los edificios históricos y monumentos públicos anunciados, será difícil ocultar los problemas estructurales y políticos.
Sin reconocer y combatir la dependencia y la desigualdad social resulta una impostura recordar a Mariano Moreno, quien decía que “es necesario destruir los abusos de la administración, desplegar una actividad que hasta hoy no se ha conocido, promover el remedio de los males que afligen al Estado, excitar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o contener a sus enemigos y dar nueva vida a las provincias. Si el gobierno huye del trabajo; si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendado en sus manos”.
En 2010, como explica Claudio Spiguel “el conocimiento de la historia de nuestra independencia es requerido y urgente. Es que somos un país dependiente, con nuevas formas de dominación extranjera que pesan sobre nosotros –distintas de aquella contra las que se alzaron los patriotas de Mayo– pero igualmente opresivas y gravosas para nuestro pueblo y nuestras perspectivas. En este debate ponemos sobre la mesa algo que suele omitirse en los discursos celebratorios o historiográficos: vivimos hoy en un país dependiente y los rasgos de esa dependencia contemporánea se han profundizado hasta el hueso, particularmente en los últimos treinta años, con saltos cualitativos sucesivos desde el golpe del 76 o las políticas de los años 90 y posteriores, cuyos efectos condicionan poderosamente la actualidad más inmediata”. (1)
Entonces, si ponemos a foco el eje de la dependencia y la desigualdad social: “qué se conmemora” y “para qué” cambian de sentido.
Otras líneas dominantes
Por su parte, algunos sectores de la oposición reivindican la gesta desde la unidad política, o la “unidad nacional”, como sostuvo Gabriela Michetti luego de las elecciones de 2009. Esta concepción idealiza el proceso de independencia abierto con la Revolución de Mayo como “unidad irrestricta”, omitiendo decir quién dirigió el proceso y quién dirige el actual. Gran parte del fracaso del proyecto revolucionario de Mayo se produjo cuando los intereses ganadero-portuarios hegemonizaron y dirigieron nuestros primeros pasos de nación independiente anteponiendo los intereses portuarios al del resto de las provincias y al del conjunto del país en construcción. Por lo cual, no da lo mismo que la unidad la dirijan las clases dominantes o el pueblo.
La versión de la nueva historia oficial, que domina los altos estudios académicos, niega el carácter revolucionario de la gesta de 1810, diluye las diferencias económico-sociales y políticas en pugna. Sus seguidores alegan que el proceso fue producto de la desintegración de la monarquía española por la invasión napoleónica. Consideran que la nación fue una construcción de fines del Siglo XIX con el triunfo de la oligarquía terrateniente y la consolidación del estado nacional, y todo el proceso anterior sólo “leyenda”. Así, niegan la voluntad de independencia de los americanos (indios, negros y criollos), niegan la identidad nacional gestada antes y durante la guerra de independencia. Consideran que la nación Argentina y los atributos de la nacionalidad fueron creados por la oligarquía, obviando que ésta es la clase que más traicionó a la patria al subordinarla a los intereses del imperialismo inglés y arrastrarla a la dependencia económica. Tanto niegan la participación popular en la guerra de independencia, como no admiten en el presente que los “profanos” puedan opinar y extraer conclusiones sobre el balance histórico de Mayo y sus consecuencias actuales.
Las versiones políticas y académicas de la derecha más tradicional mantienen su visión de los grandes hombres para el bronce. Europeístas y oligárquicas, se lamentan cuando la verdadera historia quita el lustre y desnuda sus intereses y complicidad con los imperialismos, poniendo en jaque sus teorías sobre la nación “blanca”, las “ventajas” comparativas para la inserción de la Argentina como proveedora de materias primas del mercado mundial, o sus teorías que justifican el latifundio, el progreso o derrame económico (solo al alcance de las clases dominantes), las políticas genocidas, autoritarias y fraudulentas de los gobiernos conservadores y militares. Conmemorar así sería recuperar esa historia fatua.
Una línea popular
Una visión popular obliga a retomar y ampliar el cauce revolucionario, truncado por el poder de los sectores terratenientes y comerciantes exportadores, para hacer verdadero honor a aquel hito revolucionario reponiendo su sentido independentista, retomando las tareas democráticos-sociales inconclusas, y garantizando el protagonismo y las necesidades de las grandes mayorías populares.
De este modo, la forma de conmemorar no sería dilapidando recursos en obras fastuosas para encandilar a los inversores extranjeros, engañando a propios y ajenos para ocultar sus miserias, sino recuperando los más de diez millones de hectáreas en manos extranjeras para ponerlos al servicio y la producción de quienes los trabajen –con la reivindicación objetiva, no meramente simbólica, de los pueblos originarios–, mediante la nacionalización con control popular de los servicios y recursos nacionales. Con el aumento del presupuesto para educación, salud, vivienda, arte y cultura al servicio de las necesidades populares. Con la cancelación de la deuda ilegítima y fraudulenta, derivando los fondos a la inversión industrial y productiva, gravando al capital improductivo y rebajando el Impuesto al Valor Agregado, y tantas otras medidas que pongan en marcha un proyecto ya perfilado por Mariano Moreno y que aún está por realizarse, para garantizar una segunda y definitiva independencia.
1. Spiguel, Claudio. “De la Independencia a la dependencia”. En Argentina en el Bicentenario de la Revolución de Mayo. Historia y Perspectivas. En prensa.

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1 comentario

Anónimo mayo 20, 2013 - 10:05 am

muy buena informacion me sirvio de mucho gracias

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