Home Notas CABA: Qué nos espera en la escuela 2021

CABA: Qué nos espera en la escuela 2021

por Julian Monti

Escriben María Inés Tropea y Ángel Gabriel Mitton

El 17 de febrero comenzaron las clases en la Ciudad de Buenos Aires en medio de la incertidumbre y la angustia que provoca su organización caótica. Los autores de este artículo recuerdan que “la salud y la educación nunca se contrapusieron en la Escuela”, y consideran que es una buena oportunidad para unificar a la comunidad educativa en un fuerte reclamo por obras y recursos que garanticen un retorno seguro.


Chicas y chicos con guardapolvo blanco entran por la puerta de la escuela, suena el timbre, forman. Un/a director/a, a quien conocen, saluda y les hace saber cómo va a ser la jornada. Después a las aulas, todos juntos, a cargo de un/a adulto/a y se pasa lista… Parecen sólo rituales de escuela, pero son algunos de los dispositivos de cuidado, parte del conjunto de las propuestas educativas. Pensados, entre otras cosas, para educar y cuidar a chicas y chicos. Dos aspectos del rol docente que están integrados −y que no debemos dejar que se desintegren−. Otros tantos de esos dispositivos están pensados para que los docentes no actúen como vectores de enfermedades.

Podemos ser críticos de muchos rituales superfluos y de otros indeseables, quizá resabios de una escuela pensada para homogeneizar, discutidos y problematizados día a día hacia adentro del sistema. Pero no podemos dejar de tener en claro esta tarea enorme que viene junto a la de educar, que es la de cuidar integralmente a los estudiantes.

A modo de ejemplos: El guardapolvo blanco fue parte de algunas medidas sanitarias en tiempos de la fiebre amarilla, pero sus ventajas lo hicieron quedarse. La consigna “tomar distancia” también, luego fue perdiendo su sentido y se transformó en un dispositivo de control. “Pasar lista” para saber quiénes vinieron, si faltaron sólo hoy o ya vienen haciéndolo, es un modo comprobadamente efectivo para detectar diversos tipos de dificultades familiares, sociales, y académicas. Y la lista puede seguir. Cuando estos dispositivos o protocolos no apuntan al cuidado o se contraponen a la tarea de la enseñanza-aprendizaje, enfrentan oposición por parte de la comunidad y terminan en desuso, cuando no en un repudio abierto.

Chicas y chicos con guardapolvo blanco entran por la puerta de la escuela, suena el timbre, forman. Un/a director/a, a quien conocen, saluda y les hace saber cómo va a ser la jornada. Después a las aulas, todos juntos, a cargo de un/a adulto/a y se pasa lista… Parecen sólo rituales de escuela, pero son algunos de los dispositivos de cuidado, parte del conjunto de las propuestas educativas. Pensados, entre otras cosas, para educar y cuidar a chicas y chicos. Dos aspectos del rol docente que están integrados −y que no debemos dejar que se desintegren−. Otros tantos de esos dispositivos están pensados para que los docentes no actúen como vectores de enfermedades.

Podemos ser críticos de muchos rituales superfluos y de otros indeseables, quizá resabios de una escuela pensada para homogeneizar, discutidos y problematizados día a día hacia adentro del sistema. Pero no podemos dejar de tener en claro esta tarea enorme que viene junto a la de educar, que es la de cuidar integralmente a los estudiantes.

A modo de ejemplos: El guardapolvo blanco fue parte de algunas medidas sanitarias en tiempos de la fiebre amarilla, pero sus ventajas lo hicieron quedarse. La consigna “tomar distancia” también, luego fue perdiendo su sentido y se transformó en un dispositivo de control. “Pasar lista” para saber quiénes vinieron, si faltaron sólo hoy o ya vienen haciéndolo, es un modo comprobadamente efectivo para detectar diversos tipos de dificultades familiares, sociales, y académicas. Y la lista puede seguir. Cuando estos dispositivos o protocolos no apuntan al cuidado o se contraponen a la tarea de la enseñanza-aprendizaje, enfrentan oposición por parte de la comunidad y terminan en desuso, cuando no en un repudio abierto.

Negaron los contagios y fallecidos entre los agentes de salud para justificar su regreso a clases sin la más mínima inversión y produciendo ataques de todo tipo. Bajaron la prioridad de vacunación de los y las docentes, instalando una falta total de perspectiva de cuidado. Un mínimo análisis del último presupuesto educativo aprobado, completa el panorama.

Por eso, si bien la ministra Acuña se embandera con la indiscutible necesidad de una vuelta a clases presenciales y llevó adelante esa decisión, es quien más incumple con el rol de protección y cuidado, ya que obstaculizó y atacó a los que están para hacer efectivo ese cuidado.

Lograron instalar un contexto de división entre una parte de las familias y los docentes, entre la necesidad de volver y las exigencias para concretar esa vuelta. Pero recordemos de dónde venimos: durante el 2020, en un contexto social ya grave, que empeoraba rápidamente, las escuelas cerraron mientras la comunidad acompañó la medida. Docentes y directivos exigimos el reparto de las indispensables viandas con el lema “con hambre no se puede estudiar”. En muchas escuelas se organizó la solidaridad distribuyendo y reforzando los alimentos que enviaba el gobierno. También se hicieron impresiones del material necesario para acercar a las y los estudiantes que no tenían conectividad. O se buscaron medios para procurarles computadoras prestadas. Se asesoró y brindó compañía ante casos de violencia de género y sobre ESI (Programa Nacional de Educación Sexual Integral) por teléfono y en cada entrega de viandas. Las experiencias en tal sentido fueron diversas, con redes solidarias de diferente grado de organización, llevando adelante la idea de que nadie se salva solo en una pandemia. En síntesis, el derecho a la conectividad, a la alimentación y recursos para una vuelta segura, unificaban a las comunidades educativas.

Docentes organizando la distribución de alimentos durante la cuarentena, en 2020.

Todo esto en contraste con el desprecio de una ministra de Educación que, como es públicamente conocido, ha propuesto delatarnos si hacemos política, y nos ha llamado fracasados.

Ahora que, en cierta medida lograron instalar un clima de división, podemos pensar que con su línea agresiva consolida un electorado acorde a sus ideas, pero estará por verse. Depende de cómo vaya viviendo, interpretando y respondiendo la comunidad educativa en este regreso a la presencialidad. Experiencia que por ahora viene resultando en una mezcla de sensaciones y un sinfín de debates, entre la alegría del reencuentro, la bronca por tanta prepotencia y un choque violento con la realidad.

¿Cómo volveremos a unirnos? ¿Qué necesitamos resolver en el 2021? Parte de la complejidad tiene que ver con acertar a definir, en de las comunidades educativas y las organizaciones sindicales, cuáles son las condiciones mínimas para desarrollar las clases presenciales en pandemia. O, en todo caso, cuáles deberían ser y por lo tanto qué cuestiones plantear para que se concreten.

Embarrados en el mismo lodo de incertidumbre, apuntamos algunas síntesis e ideas:

► Con el advenimiento de las distintas vacunas, la táctica para enfrentar a la pandemia cambió. Mientras sostenemos el distanciamiento social, el gobierno lanzó un plan de vacunación. Garantizar la vacuna a los agentes de educación es condición mínima para cuidar también a las y los estudiantes, tanto en su condición física como afectiva.

► Pero en camino a hacer efectiva tal condición, debemos organizar y pelear un plan de transición para que la vuelta a clases sea segura en el contexto actual, donde la vacunación se desarrolla en medio de una disputa a nivel mundial por ese recurso escaso. Dicha transición debe ser con inversión en infraestructura, bioseguridad, conectividad y aumento de personal. Es decir, condiciones necesarias para garantizar la ventilación, distanciamiento social, higiene y limpieza constante, con la apropiación de un sistema dual donde la educación remota refuerce las limitaciones de las clases presenciales, que son irremplazables.

► ¿Qué capacidad tienen las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires para mantener el distanciamiento social? Según las recomendaciones de la Sociedad Argentina de Pediatría en el “Documento conjunto de posicionamiento para la vuelta a las escuelas /21“, en la página 11 dice “Se recomienda un distanciamiento mínimo de DOS METROS entre todos los actores involucrados. Esta distancia podrá reducirse a UN METRO Y MEDIO dentro del aula siempre y cuando se cumplan las medidas adicionales de uso permanente de tapabocas, lavado frecuente de manos o el uso de alcohol en gel, ventilación y desinfección adecuada de las instalaciones.” Con esas distancias sugeridas, las escuelas podrían contener alrededor del 30% de los y las estudiantes, con lo que se va a imponer una rotación de estudiantes y un trabajo desde los hogares. Se podrían poner a disposición otros espacios en condiciones (clubes, iglesias, bibliotecas), siempre que sean controlados y cumplan con las necesidades de esa comunidad. También se pueden mejorar y reconvertir los espacios de la escuela. Pero aun así, no es fácil resolver rápidamente la asistencia de todo el alumnado, por eso creemos también que no puede dejar de priorizarse la conectividad y computadoras para los y las estudiantes y docentes. En el contexto actual, las escuelas están garantizando aproximadamente un tercio de clases presenciales, sin garantías de conectividad para complementarlas.

► Es necesario un plan de infraestructura que acondicione espacios, en algunos casos con reformas mínimas, mientras se propone reparar las deudas estructurales atrasadas. Tenían el 2020 para hacerlo, pero habrá que imponerlo ahora. De este modo y peleando por un plan de vacunación efectivo, con testeos regulares que permitan aislar rápidamente los casos positivos, aplicando protocolos realizables en cada escuela, revisados y enriquecidos constantemente por la propia comunidad escolar, viviríamos una transición con buenas perspectivas.

► La constitución de comités de crisis, o de bioseguridad e higiene, la incorporación en ellos de las cooperadoras y familias en general, con participación de los consejos de convivencia, centros de estudiantes y la participación más amplia en los comités de crisis barriales que ya existen y fueron solidarios con las realidades educativas durante  2020, pueden ser claves para ir encontrando una salida a la situación de desorden y angustia actual.

Como dijimos más arriba: los protocolos que suman a la tarea pedagógica, siempre son tomados y desarrollados por el sistema educativo y sus comunidades. Aquellos que obstaculizan, son enfrentados y rechazados. En resumen, se debe favorecer el cuidado en este nuevo contexto. Para eso, debemos encontrar el camino dentro de las escuelas para articular la lucha contra la pandemia y que sea el Estado el que vuelque los recursos.

La salud y la educación nunca se contrapusieron en la Escuela.


María Inés Tropea es docente de primaria y psicopedagoga, actualmente a cargo del Centro de Primera Infancia Semillitas (CABA).

Ángel Gabriel Mitton es profesor de Matemática y Astronomía – ISP Dr. Joaquín V. González. Docente en nivel medio, superior y universitario.

Foto principal: “Patio de la Memoria” de la Escuela Nicolás Avellaneda (CABA), espacio de circulación donde se ubicó una de las “burbujas”.

Hacé clic y aportá a La Marea

Artículos relacionados

Deje un comentario