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La lucha por la salud pública castigada por el Estado terrorista. El caso del Hospital Posadas

por Julian Monti

Escribe Teresa Eggers-Brass

En momentos en que la lucha por la salud pública se vuelve insoslayable, la autora de este artículo, que ha publicado recientemente el libro “Un golpe a la salud pública. El Hospital Posadas bajo la dictadura”, nos ofrece una breve historia de las luchas de los trabajadores de este gran hospital público y su resistencia a la dictadura de 1976-1983.


Dime cómo te ocupas de la salud pública y te diré qué tipo de gobierno eres

La fundación del hospital

El Hospital Posadas fue construido por la Fundación Eva Perón sobre los terrenos expropiados a Martínez de Hoz, tras ser planificado por el doctor Jorge Taiana, médico personal de Perón y ministro de Educación de Cámpora y Perón entre 1973 y agosto de 1974. Taiana quiso replicar en él, el diseño del mejor instituto sueco para enfermedades pulmonares; conocía profundamente el tema porque había fundado y dirigido el Instituto de Cirugía Torácica. Según el doctor Amadeo Barousse (organizador del área de Clínica médica del Hospital, entrevistado el 26/3/2008), Taiana “convenció a Evita de que la Argentina tenía que hacer un gran centro de cirugía torácica, que atrajera a toda la cirugía torácica de América Latina”. Para los antiperonistas, este era un proyecto paranoico, que no partía de la necesidad sino de la megalomanía. Para los peronistas, en cambio, su objetivo era que los más pobres, los que más sufrían la tuberculosis, tuvieran el mejor hospital.

El edificio se terminó después del golpe de 1955, y ya no se destinó a los tuberculosos, sino a la investigación: allí funcionó el Instituto Nacional de la Salud, con especialistas muy reconocidos, cuando todavía el CONICET no se había creado. Durante la presidencia de Frondizi, en ese imponente edificio, con tanto espacio sin aprovechar, comenzaron a funcionar un Bachillerato Sanitario, un Centro de Zoonosis y una Escuela de Enfermería.

Durante la dictadura de Onganía, por un lado se le recortaron decenas de hectáreas al predio del hospital para crear un Núcleo Habitacional Transitorio, que se denominó popularmente “Las Casitas” y luego Villa o Barrio Carlos Gardel, y para construir los monoblocks que servirían para relocalizar a la gente de las casitas. Por otro, Onganía decidió transformar algunos de los institutos de investigación en servicios de un hospital polivalente, y otros fueron cerrados. Personal que había comenzado a trabajar desde los tempranos tiempos del Instituto Nacional de la Salud, continuó su servicio en el hospital. Entre ellos, enfermeras como Gladis Cuervo, que sufrió entre noviembre de 1976 y enero de 1977 el secuestro con desaparición forzada y torturas constantes, y personal de mantenimiento que colaboró con la dictadura de 1976-1983, como Adolfo Marcolini, habían comenzado a trabajar en el hospital desde los tempranos tiempos de la inauguración.

Trabajadores de la salud del Hospital Posadas.

Si bien desde 1970 se estaba trabajando para el funcionamiento de este gran hospital, que fue inaugurado bajo la dictadura de Lanusse con el nombre de “Hospital Nacional Prof. Dr. Alejandro Posadas” en 1971 y luego como “Policlínico” en 1972, faltaban los nombramientos que se sustanciaron en general en 1973. Los médicos que ganaron los concursos eran ex residentes, muy capacitados, y mostraban en general un fuerte compromiso con el hospital público y la salud de las clases sociales menos favorecidas. Uno de los que estaban a cargo de la selección era el Dr. Barousse: él quería que los médicos trabajasen ocho horas diarias en el hospital, que amaran la medicina, que tuvieran muy buen nivel científico y que practicaran la docencia para la formación de nuevos residentes. Y, además de eso, que hicieran investigación.

Los que entre 1972 y 1973 cumplían con esos requisitos sabían que para que pudiese mejorar la atención a la salud de las clases más humildes, también debía existir concientización de la población al respecto, y que el Estado aplicara políticas públicas. Por eso apoyaron la sanción de la ley para implementar un Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS), que había sido formulado por el más renombrado ministro de Salud de la Argentina, Ramón Carrillo, pero que nunca había sido aplicado.

Además de la militancia política de parte del personal del Hospital Posadas en diversos partidos y organizaciones, muchos médicos participaban de la Asociación de Profesionales Médicos, que adhería a un organismo de segundo nivel, la Comisión Interhospitalaria de Hospitales Nacionales, dependientes de Salud Pública, y los que no eran médicos se afiliaban en su mayoría a ATE, cuya comisión directiva se había organizado en el hospital a fines de 1972.Estos eran tantos, que se formó la seccional Oeste, opuesta a la conducción nacional de Horvath, dialoguista con las dictaduras. Horvath era anticomunista, y entre los delegados y afiliados del Posadas había varios comunistas, aunque también algunos eran del PRT, de distintas vertientes del peronismo, y por supuesto muchos no tenían militancia partidaria.

El libro de Teresa Eggers-Brass, publicado este año por Editorial Maipue.

En los estertores de la dictadura de Lanusse, tanto los profesionales como no profesionales del hospital comenzaron a autoconvocarse fuera del edificio, en reuniones conjuntas ya como “trabajadores de la salud”, para vislumbrar el modo en que el hospital se pudiese abrir a la comunidad, porque tenía unas hermosas instalaciones y personal dispuesto, pero prácticamente no se atendía demanda espontánea. Los entrevistados en esta investigación consideraban que el hospital funcionaba “a puertas cerradas” porque así fue desde la inauguración del Instituto de Investigaciones, y porque la “dirección era totalmente autoritaria”: se le había dado poder a gente arbitraria y deshonesta que provenía de la Marina, de épocas anteriores, como los jefes de Mantenimiento y Automotores, sobre quienes tenían “todas las sospechas del mal manejo de los recursos que llegaban”. 1

En paralelo, algunos pobladores del vecino Barrio Carlos Gardel, recién instalados, comenzaron a trabajar en el Hospital Posadas. Ellos colaboraron para que el resto del personal del hospital se involucrase en la solución de sus problemas, e hiciera presión para que el Hospital se abriera a la comunidad. Ese barrio, como muchos de “emergencia”, quería la organización solidaria, por lo que había mucha actividad militante territorial; en “Las Casitas” predominaba la JP.

La “primavera camporista”

El personal del hospital, autoconvocado en asambleas, consideraba que se debían remover los impedimentos de la estructura burocrático-autoritaria remanente de la dictadura, y que la prioridad era trabajar en conjunto con la gente del Barrio Carlos Gardel, además de atender a cualquier otro paciente que espontáneamente concurriera.

Tras la asunción a la Presidencia de la Nación del Dr. Héctor Cámpora, en las reuniones de los trabajadores de la salud se decidió convocar a una Asamblea en el Salón de Actos del Hospital, para el 14 de junio de 1973. Fue la asamblea más numerosa de la que guardan recuerdo los numerosos entrevistados, muy participativa y con opiniones divididas en cuanto al camino a seguir para lograr la apertura del hospital. Finalmente se decidió reemplazar a la Dirección del Hospital por un Consejo de Dirección transitorio de seis integrantes (El “Comité de los Seis”), que estuvo al frente del hospital durante una semana, hasta que llegó la intervención del Ministerio de Bienestar Social. Esa semana de junio se estuvo sesionando en asambleas permanentes, por sectores. El personal se nucleó en unos veinte grupos de trabajo, donde se discutieron y se fijaron los objetivos del Hospital Nuevo y los pasos a seguir. Además, procedieron a remover jefes autoritarios, que provenían de la Marina o del Ejército, nombrados por la burocracia autoritaria; entre ellos, el Jefe de Mantenimiento y Servicios Generales. Pero esta remoción significaba solamente el pase al Ministerio de Bienestar Social. Por eso desde ese ministerio se difamaron las actividades de los que estaban luchando por una mejor salud para el pueblo, y se le hizo fama de “hospital guerrillero” o “rojo”.

Bajo la conducción del “Comité de los Seis” (tres médicos, el administrador del hospital y conducción sindical) se comenzó a implementar la apertura del hospital para toda la comunidad, pero era necesario un Director nombrado por el ministerio para que se tuviera firma para los sueldos y los gastos. Finalmente, en julio de 1973 se designó al Dr. Julio César Rodríguez Otero, quien hasta el 14 de junio había sido el Director Asistente.

El Dr. Julio César Rodríguez Otero.

Las actividades del hospital se normalizaron según los nuevos criterios de decisión colegiada, con especial atención a las necesidades del Barrio Carlos Gardel. Para que el hospital tuviera presencia activa en el barrio, se eliminó el cobro de servicios a través de Bonos de Cooperadora, e integrantes del hospital y delegados barriales participaron en programas masivos de vacunación, de educación sanitaria y de saneamiento ambiental.

Se reunían mesas de trabajo interdisciplinario para poder hacer la capacitación de líderes sanitarios en el barrio: el equipo estaba formado por médicos clínicos, obstetras, nutricionistas, enfermeras, y trabajadoras sociales, que coordinaban los programas. En el barrio se elegía por manzana quiénes iban al curso, y una vez que se recibía la capacitación ese representante multiplicaba en su manzana todos los conocimientos que había recibido, para reproducir la formación. 

Si bien Rodríguez Otero era el Director, la conducción se hacía en co-gestión: las decisiones se tomaban en conjunto, dentro de cada servicio, y además se creó una relación inter servicios con reuniones en ateneos, mesas de trabajo, comisiones, donde participaban los representantes de distintas áreas y, en algunas de ellas, los líderes de manzana de los barrios aledaños.

Esta no era la óptica de trabajo del ministro López Rega, por lo que, después de que murió Perón, envió como interventor al Dr. Arturo Pimentel, y el Dr. Rodríguez Otero volvió a su cargo de Director Asistente. En ese momento se cortó la conducción colegiada, pero el hospital siguió con sus puertas abiertas. Fue impactante la llegada del interventor con una guardia fuertemente armada; al médico que se manifestó en contra,2 lo obligaron a renunciar. Hubo amenazas telefónicas anónimas y también directas; el Dr. Hugo Nin, jefe de Anestesiología, contó que en una discusión de trabajo, por la mejora del quirófano, el Dr. Pimentel le dijo “Vos sos muy rojo, contigo vamos a tener que hacer algo”. Sin tener militancia política ni participar mayormente en las asambleas, fue detenido y cesanteado por la última dictadura. 

El hospital bajo sospecha de subversión

El domingo 28 de marzo de 1976, a cuatro días del más sangriento golpe de estado en la Argentina, irrumpió en el predio del nosocomio el ejército con soldados, tanquetas, carros de asalto y helicópteros. Evidentemente coordinada con el director lopezreguista, la intervención aprovechó la convocatoria a una reunión “de presentación” a los jefes de servicio, para llevarse detenidos a todos los señalados en una lista. Las detenciones se prolongaron durante varios días, sin orden de arresto y con paradero desconocido. El maltrato propinado al Director Asistente Dr. Rodríguez Otero, una persona mayor y que gozaba del más claro prestigio entre los distintos sectores del hospital, quedó grabado en las retinas de los trabajadores. Y cuando fue liberado y despedido de su cargo, y algunos supieron de las torturas sufridas por él en “Coordinación Federal”, despertó la indignación. Junto con él habían sido detenidos prestigiosos trabajadores de la salud, la mayoría médicos/as y enfermeros/as, y también empleados de diversos sectores del hospital: estadísticas, esterilización, alimentación, administración, mantenimiento…

Algunos de los que estaban en las listas, avisados por sus compañeros por estar más comprometidos política o sindicalmente, no regresaron a sus puestos de trabajo y optaron por el exilio interno o externo.

Médicos del hospital con su director (c.1974).

Las listas de los presuntos “subversivos” se habían hecho durante la etapa lopezreguista, y en su confección habían participado los que habían sido desplazados por la asamblea del 14 de junio de 1973, y también por el interventor Pimentel y sus colaboradores.

La investigación sobre los supuestos “extremistas”fue hecha posteriormente a su detención por los interrogadores del Batallón 601 que concurrieron con la intervención militar al hospital y luego por unos “abogados del ministerio” (que nunca revistaron como tales). Estos ocuparon una oficina en el hospital y fueron citando tanto a personal que no fue detenido como a los que fueron liberados, así como interrogaron a los presos. Con los datos obtenidos elaboraron un informe escrito que presentaron en agosto de 1976 ante la “Central de Reunión” del Batallón 601 y demás organismos de “inteligencia”. En él se quejan del procedimiento militar empleado, que no había capturado guerrilleros, y que había hecho detenciones antes que una verdadera investigación, que era lo que correspondía. Este informe, que obra en la Comisión Provincial por la Memoria, relata la historia del Hospital Posadas, con palabras seguramente recogidas de los largos interrogatorios que le hicieron al Dr. Amadeo Barousse, uno de los organizadores del hospital. Descarta los diferentes argumentos con los que se produjo la intervención: el hospital no era una posta sanitaria para guerrilleros, ni tenía depósito de armas, ni se pudo constatar la desaparición de equipos médicos o instrumental, ni había túneles que conectaran el hospital “con la villa de las adyacencias”. Y tampoco los detenidos eran extremistas; no registraban generalmente antecedentes, salvo algunos ser afiliados al partido comunista, o ser delegados de ATE, o haber colaborado en actividades sanitarias en el barrio aledaño (“adoctrinadores”, “activistas”, “elementos perturbadores”).

De todos modos, la dictadura, el personal del hospital que la apoyaba, y los medios cómplices, se ocuparon de difundir las versiones que señalaban al hospital como posta de una “célula extremista”.

Bajo el terror

La arbitrariedad y el temor habían llegado con la intervención militar del 28 de marzo. El primer interventor militar dio de baja por “ley de prescindibilidad por razones de seguridad” a la mayoría de la gente señalada en la lista.

Pero el terror llegó al hospital en abril de 1976, con la intervención del genocida coronel médico Julio Ricardo Esteves, quien convocó a un grupo de tareas parapolicial que se paseaba armado por todo el hospital, amedrentando al personal y a los pacientes, metiéndose incluso en el quirófano, abusando e incluso violando a empleadas… Esta patota, llamada SWAT como parodia a la serie televisiva, tomó como sede el Chalet colonial, la antigua vivienda del director asistente, y lo transformó en un centro clandestino de detención y tortura. Muy pocas personas salieron con vida de él; la que dio testimonio desde los primeros días de la democracia es la enfermera Gladis Cuervo, y luego se sumó Marta Graiff. Ambas fueros testigo de la detención ilegal de otras personas del establecimiento; Cuervo vio agonizando por las tremendas torturas al Dr. Jorge Roitman (cuyos restos mortales se encontraron enterrados cerca del Chalet en noviembre de 2017) y uno de los Swat le contó que ya habían muerto en tortura sus compañeros de trabajo Jacobo Chester, Teresa Cuello y Nené Cairo.

Por ahora se conoce el nombre de doce detenidos/desaparecidos que no volvieron con vida, y de muchos más que sobrevivieron; no todos dieron testimonio del infierno por el que pasaron…

Quienes no regresaron nunca fueron Ignacio Jesús Luna Sánchez, Josefina Teresa Pedemonte de Ruiz Vargas, María Ángela “Nené” Cairo de Garassino, María Teresa García de Cuello, Jacobo Chester, Jorge Mario Roitman, Osvaldo Fraga, Julio César Quiroga, Eduardo Carlas Sala, Daniel Eduardo Calleja, María Ester Goulecdzian y Viviana Ercilia Micucci. Micucci, que no figuraba en las listas anteriores, fue incorporada al saberse que trabajaba en la Biblioteca del Centro Panamericano de Zoonosis, que funcionaba en el edificio del Hospital Posadas.

Las consecuencias de la dictadura en el Hospital Posadas

Para la licenciada Cristina Pfluger, la dictadura tenía el proyecto neoliberal de destrucción de la excelencia en la salud pública, y para ello empleó el terrorismo de Estado.

“Tenían que pegarnos en el corazón del Proyecto de Hospital Nuevo, para poder destruirlo. Éramos los sujetos que lo hacíamos posible. Como pasó en el país, fuimos parte de esa generación que tenía un compromiso, que tenía otro destino para esta patria. Por algo nos siguieron reprimiendo.3 (…) nos golpearon en el núcleo de un proyecto sanitario diferente. (…) La cultura del terrorismo de Estado y de mercado impuso la fragmentación, el individualismo, la competencia laboral, profesional.”

Nuevamente los militares: intervención del Hospital Posadas bajo la presidencia de Mauricio Macri.

El proyecto neoliberal se había comenzado a implementar con la política económica de Celestino Rodrigo (junio de 1975). La baja de salarios hizo que de a poco los profesionales disminuyeran su jornada laboral en el hospital público, para completar su sueldo con la actividad privada. De este modo se fue desmantelando la atención de las horas dedicadas al hospital público.

Durante la última dictadura, se “ajustó” el presupuesto destinado a salud pública y se favoreció el crecimiento del sector privado, imponiéndose el criterio mercantilista de la salud. El Hospital Posadas, fuertemente contestatario, hubiera estado en contra de esto, y por eso se buscó el disciplinamiento mediante el terror. Primero se desvinculó (cárcel y persecución de por medio) a todo el personal que los interventores militares y sus cómplices civiles consideraban que estaba más comprometido con el cambio de modelo de medicina que se había practicado a partir de 1973. Después se secuestró, se torturó y en muchos casos se asesinó a quienes de algún modo opusieron resistencia a los arbitrios o designios del interventor Esteves, de su grupo Swat o quizás de alguno de sus acólitos. Pero estos hechos no fueron aislados dentro de la política terrorista del Estado dictatorial. Tuvieron la colaboración de las fuerzas “de seguridad”, y el aval de la Fuerza Aérea, bajo cuyo dominio operacional estaban. Y antes de estos hechos, al mismo tiempo y posteriormente, el aparato terrorista estatal secuestró, torturó y asesinó a otros trabajadores de la salud que tenían militancia en alguna organización política/militar, o al menos cierta relación con ella. Siempre con el mismo objetivo: romper la solidaridad, la empatía con el otro, especialmente con los más necesitados, para lograr una sociedad individualista, donde primen los intereses de los más poderosos.

Sin embargo, pese a sus métodos genocidas y sus continuidades a lo largo de gobiernos neoliberales, el sector de la salud sigue luchando, hoy más que nunca en medio de la pandemia, por una mejor salud para la población.

NOTAS:

1 Entrevistas a CA (2008) y a CP (2009).

2 El Dr. Eduardo Carlas Sala, que durante la dictadura fue desaparecido.

3 Según Pfluger, “Katz, el que escribió Argentina Hospital, es el que nos mandó la represión el 13 de agosto del 2001”.


Teresa Eggers-Brass es historiadora y escritora (pulse aquí para más trabajos de la autora en La Marea).

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