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Editorial

por Julian Monti

Pasado el desconcierto inicial que produjo la pandemia, pasados aquellos primeros meses en los se debatía si el virus vendría a mejorar o a empeorar a la humanidad, y cuando algunos se atrevían a vaticinar guerras mundiales, cambios de época y hasta fantasearon con un mágico y repentino fin del capitalismo, después de un año queda más claro que la situación desatada por el Covid-19 no vino sino a agravar la crisis que arrastra el sistema económico mundial, golpeando duramente a las clases trabajadoras de todo el planeta, pero principalmente a las de los países dependientes, tanto en lo económico-social como en lo sanitario.

También resulta evidente, luego de un año, que el virus es más difícil de combatir de lo que se pensaba, y que el desarrollo de las vacunas, si bien avanza, está condicionado por la disputa feroz entre unos pocos mega-laboratorios que pelean por lo que es, sin dudas, un gran negocio; negocio que viene a agudizar, además, las contradicciones entre los países dependientes y las grandes potencias, y de éstas entre sí.

En nuestro país, que en un primer momento supo manejar considerablemente bien la crisis sanitaria, con el correr de los meses fueron aumentando los contagios y las muertes de manera preocupante, y la crisis económica agravó las condiciones de vida y de trabajo de las mayorías, con una inflación golpeando cada vez más sobre los magros salarios y las jubilaciones. Aumentaron la pobreza y la desocupación, mientras un sector de monopolios, intermediarios y exportadores continuaron haciendo grandes negocios.

El gobierno nacional adoptó medidas adecuadas, tanto en lo sanitario como en lo económico, pero insuficientes frente a la magnitud de la situación. Fue un acierto la decisión de adquirir vacunas de distintos laboratorios, ya que lo principal es la lucha contra el Covid-19, así como en lo económico impulsar el IFE, la ATP (asistencia al trabajo y la producción) y el llamado impuesto a las grandes fortunas; pero la renegociación sin investigar la deuda contraída por el gobierno de Macri con el FMI nos vuelve a poner a merced de la usura internacional en un momento en el que, más que nunca, se necesitan recursos para combatir al virus y al mismo tiempo evitar que la crisis la siga pagando el pueblo trabajador.

Pasados, pues, los momentos de mayor incertidumbre de la pandemia, numerosos sectores de trabajadores vuelven a las luchas, conscientes de que el camino para resolver esta crisis a favor de las mayorías es el del protagonismo popular. En ese sentido, el triunfo de los trabajadores aceiteros después de una larga lucha marca el camino para muchos conflictos en curso, como el de la educación, por ejemplo, que por estas horas está en el foco del debate público, y donde se libra una verdadera puja política; los docentes, los estudiantes y familias exigen al estado que la necesaria vuelta a la presencialidad se haga garantizando las condiciones adecuadas para no poner en riesgo la salud de la comunidad educativa.

Desde luego, la crisis del Covid-19 ha significado también un duro golpe para la cultura. Según datos del Ministerio de Cultura de la Nación, durante 2020 numerosos artistas y trabajadores de distintas áreas de la cultura vieron reducidos drásticamente sus ingresos o perdieron sus trabajos, y el de las industrias culturales fue el tercer sector de la economía más afectado por la pandemia, después de la gastronomía/hotelería y de la construcción. Sin embargo, numerosos artistas, intelectuales, docentes, científicos, pelean no sólo contra las dificultades económicas, sino también por hacer de su trabajo un aporte a la cultura nacional y una herramienta poderosa para la lucha de nuestro pueblo por su emancipación, en un mundo signado por la disputa codiciosa de las grandes potencias y los monopolios. En esas aguas abreva nuestra revista, y con ese objetivo iniciamos un nuevo año de actividad.


Imagen principal: www.elordenmundial.com

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1 comentario

venom izle diciembre 13, 2022 - 7:22 pm

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