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Redes sociales y subjetividad durante la pandemia Covid-19

por La Marea
Escribe Isabel Requejo

Isabel Requejo, lingüista y psicóloga social, se refiere aquí a la preponderancia actual del tema de la pandemia en los medios de comunicación y en las redes sociales, así como a las relaciones entre el uso del lenguaje bélico asociado a la lucha contra el Covid-19 y su incidencia social-subjetiva. Frente a tal saturación informativa, indaga la importancia de la comunicación virtual y la posibilidad de crear escenarios o miradas distintas de las hegemónicas. El texto es una síntesis de la videoconferencia organizada por la Asociación de Profesionales de la Psicología Social Argentina el 17 de abril de 2020.

videoconferencia organizada por la Asociación de Profesionales de la Psicología Social Argentina el 17 de abril de 2020.

 

1. ¿Por qué los medios de comunicación y las redes sociales están monopolizadas a diario por el tema de la pandemia? 

¿Existen antecedentes similares de este tipo de cobertura relacionada con la salud?

No recuerdo antecedentes similares ni magnitud de cobertura mediática de una epidemia a nivel nacional o mundial. Por eso me resultó necesario indagar antecedentes tanto en Argentina como en otros países frente a problemáticas sanitarias con la finalidad de comprender –parcialmente– cómo ha evolucionado el tratamiento mediático.

1942 Argentina: aparece el primer brote preocupante de poliomielitis en Buenos Aires. Un año después, las ciudades más afectadas fueron Santiago del Estero, Rosario y Mar del Plata. La enfermedad se “instaló” en la conciencia pública generando desconcierto y pánico ya que desde las autoridades de salud pública no se brindaba información o medidas precisas, quizás por desconocimiento científico de cómo atender a una enfermedad de esta naturaleza.

1943: por gestión y acción de miembros de la sociedad civil, y en particular, por iniciativa femenina con ideas filantrópicas y católicas, se crea la Asociación para la Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI) con atención gratuita. Mujeres que se involucraron de manera activa y pública con esta situación, cuyas intervenciones sociales, así como la elaboración de materiales educativos y didácticos destinados a la población, tuvieron alta demanda e importancia. Lo anterior llevó a que ALPI se posicionara como una entidad de referencia en el tema. Los fondos para su funcionamiento provenían de donaciones.

Adjunto, a continuación, copia parcial de la Memoria de la Primera Asamblea General Ordinaria de la Asociación para la Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI), 1944. Esas memorias institucionales de ALPI de su primer año de existencia constituyen valiosos documentos para reconstruir cuales fueron las respuestas concretas y las actitudes de parte de la ciudadanía frente a la pandemia. A la vez permite comprender propósitos y aspectos de la fundación y conocer a dos de las personas del binomio médico-social de rehabilitación que condujo el accionar de ALPI desde 1943 hasta 1950: la asistente social Marta Ezcurra y el cirujano ortopédico Marcelo Fitte.

A fin de recaudar fondos para desarrollar los trabajos, en las Memorias de ALPI figura la realización de un concurso de afiches, con la curiosa expresión “Levántate y Anda”.

Es decir, esta asociación llevó a cabo acciones que no sólo abarcaron el problema de la parálisis infantil, sino el estudio y tratamiento de su rehabilitación desde 1944 a 1950, así como diferentes programas y proyectos de atención comunitaria y social.

1946. Presidencia de J.D Perón:se crea la Secretaría de Salud Pública, a cargo del neurocirujano Ramón Carrillo que pocos años después, en 1949, adquirió la jerarquía de ministerio, lo cual implicó el fortalecimiento de la estructura y funciones del sistema público de salud. Sin embargo, la aparición de la poliomielitis en 1955-56 alteró en más de un sentido ese contexto no solo sanitario.

16 de septiembre de 1955: golpe de Estado de Aramburu, etapa conocida bajo el eufemismo de Revolución Libertadora, tratándose en verdad de la dictadura cívico-militar que gobernó la República Argentina tras haber derrocado al presidente constitucional Juan Domingo Perón.

Aramburu, a poco de asumir, elimina el Ministerio de Salud generando una crisis no solo sanitaria –ausencia de políticas serias ante la emergencia– sino que tuvo efectos a nivel social, cultural y político.

1956: Argentina tenía 18 millones de habitantes cuando se produce el gran brote de poliomielitis que afectó a 6500 personas. Enfermedad contagiosa que producía parálisis infantil. No había vacunas para prevenirla y los sistemas o redes sanitarias asistenciales no se encontraban preparados para hacer frente a la epidemia. Realidad evidente no solo en Argentina.

Dada la escasa o confusa información relacionada con la enfermedad y las secuelas que se observaban en los niños sobrevivientes, que comenzaron a ser designados como “paralíticos”, la población entró en estado de pánico. Así, por ejemplo, para evitar el contagio hubo éxodos de padres con sus hijos hacia lugares alejados de las grandes ciudades, lo cual, en muchos casos, diseminó la enfermedad.[1]

Al multiplicarse los casos de poliomielitis a lo largo y ancho de nuestro país, comienzan a debatirse políticas de prevención que no habían estado pensadas ni desarrolladas, así como posibilidades posteriores de rehabilitación. Es decir, la enfermedad comenzó a ser considerada no solo una preocupación sino fue causa del establecimiento de políticas sanitarias por parte del Estado no solo por el aumento significativo de personas afectadas e incluso mortalidad en los casos severos, sino por el número de personas que sobrevivieron y que tenían sus capacidades funcionales evidentemente disminuidas.

Al comienzo de la epidemia Aramburu le restó importancia, pero frente al avance de la enfermedad, implementa cuarentenas selectivas, envía a un grupo de médicos a EEUU a capacitarse, se compran pulmotores, sillas de ruedas, muletas, camas ortopédicas, etc.

El instituto Malbrán recibe una partida especial para investigar el virus. El hospital Muñiz (Buenos Aires) tenía 140 camas que estaban desbordadas debido al avance de la enfermedad. El gobierno se vio casi obligado, entonces, a utilizar las instalaciones de la ciudad de los niños, creada por la fundación Eva Perón, como lugar de alojamiento de los niños y personal de salud.

Abril de 1955: desde EEUU se comunica que la vacuna del Dr. Salk era efectiva. Su fabricación a gran escala demoró bastante la provisión de la misma hacia otros países. En nuestro país se intentó crear la vacuna, pero no llegó a concretarse por lo que la dictadura de Aramburu no tenía otra opción más que importarla. Aunque EEUU se resistió a proveerla, la grave situación de Argentina mereció no solo atención mundial –por el número de niños afectados– sino la intervención activa de la ONU y de la OMS que lograron que nuestro país fuese considerado prioridad mundial para la recepción de las vacunas.

Setiembre de 1956: llegan 470 mil dosis de la vacuna, transportadas por Aerolíneas Argentinas que rediseñó el espacio de sus aviones –retirando los asientos– para poder trasladar esa cantidad. Un mes después, llegaron otras 600 mil dosis. La enfermedad comenzó a ceder, aunque la erradicación definitiva de la polio fue en el año 1984. Argentina fue el primer país libre de polio en América Latina.[2]

Tratamiento mediático y presencia en las

redes sociales de otras epidemias

A diferencia de otras epidemias como la Gripe Aviar del 2003 que tardó tres años en controlarse, la población no estuvo todos los días a lo largo de tres años leyendo o mirando a diario los últimos datos de la epidemia ni se nos presentaban cuadros comparativos del número de contagios y de muertos en diferentes países, como si se tratara de un ranking deshumanizante, pero de alto impacto psicológico y social a lo largo del mundo, como sí ocurre con el COVID-19.

Cuadro-ranking estadístico de infectados-fallecidos-recuperados del coronavirus con cifras actualizadas de diez países, que ocupa un lugar destacado y central día tras día en la portada de La Gaceta, único diario de Tucumán.

La evidente sobrecarga informativa, sea esta verdadera o falsa, es tan perjudicial para la toma de conciencia y para desarrollar grupalmente procesos de adaptación activa a la realidad, como la información escasa, a cuentagotas, poco clara, contradictoria, falsa o meramente idealizadora, como fue la desafortunada frase que usaron Trump y Bolsonaro, “its just a flew”: es sólo una gripe, gripecita.

¿Por qué? Porque se van generando condiciones que posibilitan que asuman protagonismo en las redes y en los medios, los profetas de la mentira –no solo sobre el Covid–. Como también para aquell@s que día a día se dedican a deslegitimar o poner en duda verdades objetivas, procurando generar caos, confusión, miedo.

Hemos aprendido históricamente que el miedo permanente, la confusión, el caos, la falta de un horizonte de certezas constituyen en conjunto aspectos que resienten-debilitan nuestra salud mental individual y social.

Porcentajes crecientes de usuarios de internet y redes

En el 2003, año de inicio de propagación de la Gripe Aviar, Facebook tenía ya 1230 millones de usuarios, twitter 248 millones. En la actualidad, Facebook tiene dos mil quinientos millones de usuarios, YouTube dos mil millones, WhatsApp mil seiscientos millones, WeChat mil ciento cincuenta millones, Twitter trescientos cincuenta millones, Tik Tok, también conocido como Douyin en China, aplicación para crear, descargar y compartir vídeos cortos, tiene mil millones de usuarios.

4500 millones de personas utilizamos a diario internet. Datos de enero 2020 de la web Global Digital Review, en colaboración con los sitios y compañías We are social y Hootsuit. Las imágenes siguientes fueron tomadas de la web https://wearesocial.com/[3]

El lema corporativo y propósito están explicitados en su front page: “somos una agencia creativa liderada socialmente. Somos un equipo global de más de 850 personas en 13 países unidos por un propósito común: conectar personas y marcas de manera significativa”.

Desde esta aseveración, el pensamiento es social sí podemos aunar la percepción social generando valor comercial. Una síntesis y lema nada casual del sistema capitalista.

Fue en el 2014, agosto, cuando el brote del virus del Ébola inició un cambio de paradigma comunicacional, casi global para mostrar, referirse a las crisis sanitarias en las que no solo los medios gráficos o audiovisuales tuvieron rol destacado sino también las redes sociales. Mientras el Ébola afectó a seis países, la Covid-19 afecta hoy a 165 países.

Si la crisis no solo sanitaria del Ébola marcó un camino inicial en relación a cómo presentar a nivel global una crisis sanitaria, la del Covid-19 sin dudas marcará un antes y después no solo en los procesos mediatizadores.

Así han ido perfilándose los-las voceras nacionales y globales de la pandemia. Actores de 1er, 2doo 3er rango de importancia, que comunican con veracidad o no medidas, porcentajes, avances científicos, preocupaciones no solo sociales sino gubernamentales. Deciden acciones que los ciudadanos debemos cumplir, acatar.

2. Qué relaciones puede establecer entre el uso de un lenguaje bélico asociado a la pandemia y su incidencia social-subjetiva? ¿Por qué se nos habla de una guerra contra Covid-19?

Quien utilizó de manera explícita la frase “estamos en guerra”, con un tono casi marcial fue Emanuel Macrón el 12 de marzo de 2020. Repetida seis veces durante su discurso, apostando a lograr ciertos objetivos. Por un lado, un objetivo “protector-sanitario” para asegurar el confinamiento de la población y que se cumpliera inmediatamente. Otro objetivo, más específicamente político, quizás fue el de intentar establecer –no solo discursivamente– la idea y necesidad de una unidad nacional. Me pregunto si otra intencionalidad subyacente fue que los franceses “olvidaran” sus medidas dubitativas al inicio de la pandemia. Con ese discurso de unidad nacional, todos los franceses, al parecer, viven de la misma manera, acceden a los mismos servicios, etc., lo cual, como sabemos, tanto en Francia como en nuestro país, es falso. Porque resulta cada día más evidente que no todos “estamos en el mismo barco”. ¿Cómo sería ese barco; una especie de arca de Noé salvadora? ¿Hay “salvavidas” para todos o no?

Aunque resulte casi obvio, es necesario decirlo claramente: no estamos en guerra, sino en una pandemia. Lo cual es bastante más que suficiente, muy serio. No hubo ni hay invasión de nuestro territorio ni tanques o misiles. Los países no han sido atacados por ninguna armada o buques de guerra, salvo los movimientos de ese tipo de barcos que EEUU ha desplegado cerca de Venezuela y el Caribe. Según Trump, para frenar el contrabando de drogas. (!)

Tampoco hay soldados enfrentados en un campo de batalla como consecuencia de esta pandemia. Sin embargo, como metáfora instauradora de sentido, tiene alta inscripción en la subjetividad y es replicado por la prensa, las redes y la TV.

La Covid-19 es un acrónimo tomado del inglés, co: corona, vi: virus; d: desease (enfermedad), 19: año en que se la conoce. Es decir, no es un nombre en clave de algún invasor extranjero. Los virus carecen de ideas e ideología y aunque resulte risueño, no andan por ahí hablando un extraño idioma de un invasor.

Por eso me resulta insólito, aunque no irracional, que el presidente francés, como otros en el mundo, apelen al lenguaje bélico o que comiencen una conferencia de prensa diciendo “sin novedad en el frente”(frase escuchada en EEUU).

La Covid-19 no se propagó por el poder de alguna fuerza aérea sino principalmente porque distintos gobiernos le restaron importancia o implementaron medidas inadecuadas, tardías e insuficientes o por carecer de conocimientos científicos para tratar la enfermedad.

Durante y después de ser declarada como Pandemia por la OMS el 11 de marzo de 2020 cuando ya afectaba a 100 países, entraron en aguda contradicción intereses mercantilistas, políticos, comerciales, sociales con el interés y necesidad de proteger a la población. Lo anterior ha sido y es evidente en todos los países, y en Italia, España, EEUU, Ecuador y ahora también en Brasil, esas contradicciones se manifiestan de manera caótica y dramática.

Las autoridades de estos países tan afectados, utilizaron innumerables frases en las que predominaron imágenes y palabras vinculadas a lo bélico: ataque, lucha, estar en primera fila del combate, triunfantes vs. vencidos y derrotados, difícil campo de batalla, etc.

Un tiempo después de Macron, Pedro Sánchez (España) dijo: “desde los tiempos de la II guerra mundial nunca la humanidad se había enfrentado a un enemigo tan letal para la salud y tan pernicioso para nuestra vida económica y social”.

Dijo también: “nuestros sanitarios, un ejército de profesionales que no deja de pelear sin descanso”; “el enemigo no está en las puertas de la ciudad, las penetró hace ya tiempo”; “todos y cada uno de los actores de la sociedad tenemos una misión específica en esta batalla”.

Quizás hoy, frente al dolor por la pérdida de tantas vidas, lleguen a comprender que con meros discursos no se previene, protege ni cuida la salud de los pueblos.

Podemos pensar que estas frases son mera casualidad o que no dejan huellas en nuestro psiquismo. Todo lo contrario, porque establecer una correlación entre estar en guerra y atender a la salud constituye no solo una desvirtuación de cómo debieran concebirse las políticas de salud y cómo actuar desde el Estado frente a una pandemia, sino que metaforizan una imagen del mundo globalizado en términos belicistas. Objetivo que no descarto dadas las luchas inter-imperialistas del pasado y presente. En realidad, para evitar mayores contagios y muertes se requieren medidas opuestas de las que se toman en tiempos de guerra.

20 de marzo 2020: Macrón instauró otra frase emblemática, hoy globalizada, usada por casi la totalidad de los presidentes, salvo Bolsonaro. Aludiendo al virus, dijo que “es un enemigo invisible, evasivo y que avanza”. En realidad, es un virus, sí, que se propaga en poblaciones no inmunes y por lo que sabemos hasta hoy se disemina según la intensidad de nuestras relaciones y contactos sociales. ¡Cuán difícil nos resulta a los seres humanos luchar contra un enemigo invisible, evasivo y que avanza!

Puedo en cambio afirmar que estamos viviendo una monumental crisis que desnuda y visibiliza casi todas las miserias y desigualdades de un sistema global que muchos decían y dicen que era el mejor del mundo, el único posible, casi intocable: el capitalismo.

Si en muchos países y ciudades no tienen “armas” suficientes es por la sencilla y especulativa razón comercial de que desatendieron desde los estados a los sistemas de salud públicos y/o los privatizaron. Por lo tanto, en vez de declararle la guerra al virus, lo que resulta imprescindible es avanzar en su conocimiento, controlar velocidad de propagación, dotar de recursos a los sistemas y organismos científicos, investigar uno o más antivirales e incluso una vacuna. Mientras esa cura no exista, lo importante hasta hoy es proteger, cuidar a quienes se han infectado e intentar su diseminación lo más lenta posible.

Aunque nos resulte a veces casi increíble lo que vivimos y vemos a diario, estamos aprendiendo a vivir en sociedades a la que ha llegado este virus. Quedarnos en nuestros hogares o en ámbitos laborales, no tiene nada que ver con estar esperando que nos destruya la vida y el futuro un misil, como sí está pasando en tantos lugares del mundo.

Otra palabra que establece relaciones entre lo bélico y la atención de la salud es la palabra héroes, para aludir a los y las médicas, enfermeros, recolectores de residuos, personal que atiende lo que se han dado en llamar actividades “esenciales”. Personas, de distintas edades y clases sociales, a quienes se alude diciendo que están en la primera fila del combate y que comienzan a ser nombrados como héroes (sin capa). Mientras tanto, el personal médico se manifiesta sin vueltas: necesitamos recursos y presupuesto, materiales de protección adecuados, salarios dignos y que se nos reconozca como trabajadores y no como héroes.

Me pregunto: ¿los ciudadanos quisiéramos o no ser gobernados como en tiempos de guerra dado que no tenemos enemigos con armas a nuestro lado?

Tengo vecinos, ustedes también. Tengo compañeros, familiares, amigos. Uds. También. No somos enemigos ni tampoco somos el virus andante. Estamos aprendiendo a vivir a veces como en cámara lenta, tomando conciencia de distintos aspectos de la vida social y de la necesidad e importancia de la salud pública, de la solidaridad, del cuidado propio y ajeno. Solidaridad, respeto, cuidado no son términos bélicos sino conquistas y necesidades humanas, sociales.

3. Frente a esta saturación informativa, qué importancia tiene la comunicación “virtual”? ¿Podemos crear escenarios o miradas diferentes a las hegemónicas, a pesar de vivir distanciados socialmente?

¿Podemos preguntarnos si estamos frente a procesos comunicacionales sanitarios? ¿Son saludables? ¿Qué es lo que se nos muestra día a día? ¿Qué se nos oculta, ningunea y por qué? No recuerdo un tratamiento mediático de esta magnitud ni un acoso multisensorial y psíquico durante casi todo el día todos los días y a toda hora de estas características, sumado a la evidencia objetiva y subjetiva de que un porcentaje creciente de la población reduplica desde las redes sociales la misma información, pero también la pone bajo la lupa crítica, la cuestiona o la falsea de múltiples maneras.[4]

Este proceso complejo de omni direccionalidad de nuestra atención, de nuestras preocupaciones hacia un monotema y preocupación global, constituye una seria y preocupante advertencia acerca del poder de concentración no solo mediático sino del poder de transformar prácticas de comunicación cotidianas en las audiencias mundiales, dado que nuestras miradas y hasta nuestros corazones y gran parte de nuestras vidas cotidianas y procesos perceptivos y comunicacionales están centrados como pocas veces antes, en la pandemia.

A la vez, nuestro cerebro posee niveles de percepción y de atención selectiva que, al saturarse por la híper-recepción de mensajes, imágenes, memes o videos, puede decir: “Basta”, o por el contrario, quedar a merced de esta caótica y permanente exposición.

¿Qué escenarios se nos proponen o plantean?

¿Cuáles podemos recrear?

Más que certezas categóricas, quisiera compartirles algunas dudas y planteamientos. Así, por ejemplo, existe un riesgo de trivialización acrítica de lo virtual, que, en tiempos de aislamiento, puede desempeñar rol supletorio de nuestra necesidad actual de comunicación por medio de redes.

Observo probables y diferentes escenarios:

Uno, menos promisorio, en el que, ante la necesidad humana de salir del aislamiento, lo virtual sea concebido como salida o escape virtual, que operaria como un como si de la comunicación cara a cara, de las relaciones humanas y de la comprensión de aspectos de la realidad si nos centramos únicamente en hablar, referirnos a la pandemia.

Así, mientras esperamos soluciones o mandatos externos o la aparición de una vacuna inmunizadora, no dejo de pensar que quizás corremos el riesgo de crear escudos-elementos constituyentes de especulación virtual, como una contracara virtualizada de lo cotidiano, que termine retornándonos al mundo anterior a la pandemia sin cuestionarlo demasiado. Es decir, se terminó la pandemia, volvamos a vivir igual que antes.

Tanto el aislamiento-distanciamiento social como el uso permanente de las redes sociales, son armas de doble filo. Lo que ahora puede ser una herramienta de protección-acompañamiento necesario porque el Covid 19 no es un virusito intrascendente, a medida que pasan los días o meses, ojalá que no se transforme en una suerte de lugar de retiro, aceptando como natural el vivir encerrados, aislados, como sinónimo de vivir protegidos.

Las experiencias sociales que estamos viviendo nos separan de nuestros grupos de pertenencia. A muchos nos han casi obligado a inmovilizarnos en nuestros hogares, no solo corporalmente. Pienso que el uso de las redes sociales desde una adaptación pasiva, constituye algo más que un mero escenario.

Por otro lado, la progresiva virtualización de un número creciente de procesos y prácticas sociales, comunicacionales y de aprendizaje-enseñanza y hasta de intercambios comerciales, no son neutrales. Ni antes ni ahora.

Un riesgo es que podemos terminar siendo portavoces instrumentales, vehiculizadores y naturalizadores de esa virtualización sin otro horizonte o tema que el de la pandemia y sus consecuencias. Y entonces…, en vez de un beso, te mando un emoticón, en vez de una marcha en las calles, una marcha o plegaria virtual. Aspectos y modalidades que están en desarrollo, tensadas de contradicciones. Necesarias de tener en cuenta.

Un segundo escenario más alentador y por ende más complejo, puede ser algo diferente. El animarnos a re-pensar aspectos de nuestras vidas cotidianas en y desde este tiempo histórico-social en el que vivimos. La posibilidad de aprender a sostener, repensar modalidades vinculares inter-personales y grupales, a pesar de la distancia. Me pregunto: ¿podemos generar condiciones objetivas y subjetivas que nos permitan relacionar dialécticamente este presente en el marco de relaciones y experiencias sociales, económicas y políticas previas y actuales, dentro de un orden social que requiere cuestionamientos y luchas no solo discursivas o virtualizadas?

En lo personal, percibo que distintos aspectos de la realidad y de la vida cotidiana se me hacen claras, más evidentes, cuando todo parece detenerse de forma inesperada. Esta desaceleración abrupta pero persistente del tiempo puede permitirnos percibir de modo diferente aspectos de nuestra propia subjetividad y de la realidad que tantas veces aceptamos como obvias, naturales o inmodificables.

Lo expresado anteriormente está en pañales, aun así, lo dejo planteado porque advierto que, sin necesidad de que un señor o señora con un puntero que nos esté indicándonos qué leer, desde una pizarra global, virtualizada, van desplegándose nuevos léxicos y hasta quizás un nuevo diccionario pandémico (?). Nuevas asociaciones entre palabras que terminamos internalizando, incluso naturalizando, no solo desde un punto de vista lingüístico o léxico sino subjetivo, psicológico.

Desafío: que no nos nombren y orienten a la acción sólo los discursos ajenos y los que emanan desde el poder, sino que nos demos la posibilidad de gestar gradualmente condiciones para autorías sociales del pensamiento y la palabra. Autorías que requieren de acciones, por ahora postergadas, pero que han de ser ineludibles.

Observo evidencias promisorias de lo anterior en las redes sociales. Por ejemplo, que en medio de esta crisis muchos habitantes de nuestro planeta se hayan acordado que son los médicos, los científicos, los enfermeros, etc., quienes salvan las vidas, que estemos hablando del conocimiento científico, de los logros y avances en nuestro país y en otros, es una evidencia objetiva importante.

4. Como psicólogos sociales, frente a estas problemáticas ¿cuáles pueden ser nuestros aportes y miradas? ¿Cómo valora o interpreta el aislamiento social preventivo obligatorio?

No sólo como psicólogos sociales sino como ciudadanos estamos aprendiendo a aprender tantos aspectos nuevos, desafiantes de las relaciones entre nuestra vida cotidiana, los procesos socio-históricos, cómo y en que circunstancia configuramos-transformamos nuestras subjetividades y acciones.

No somos ni pretendemos ser portavoces de verdades reveladas para la ocasión. Lo que pensamos, decimos y hacemos al difundirlo, está abierto a la crítica, a nuevas ideas, aportes, a la discusión durante y después de la Covid-19.

Poniendo en palabras lo que pensamos, sentimos, vemos y también procurando develar lo implícito, lo que no se nombra, lo que existe objetivamente, pero procura ocultarse.

No resulta sencillo hacerlo casi todo el tiempo por medio de aplicaciones o recursos digitales y en condiciones tan ajenas a las de nuestra modalidad de aprendizaje-enseñanza y de vida que es lo grupal y social ya que intentamos comprender, nombrar procesos complejos desde lo que se ha nombrado como aislamiento social preventivo y obligatorio.

 

Decreto n° 260 del 12 de marzo de 2020 del presidente A. Fernández

Por medio del mismo se amplió en nuestro país la emergencia pública en materia sanitaria establecida por ley n° 27.541, por el plazo de un (1) año en virtud de la pandemia declarada. Cito, a continuación, la redacción del decreto:

Teniendo en cuenta que, según informara la organización mundial de la salud (OMS) con fecha 19 de marzo de 2020, se ha constatado la propagación de casos del coronavirus Covid-19 a nivel global llegando a un total de 213.254 personas infectadas, 8.843 fallecidas y afectando a más de 158 países de diferentes continentes, habiendo llegando a nuestra región y a nuestro país hace pocos días,

que la velocidad en el agravamiento de la situación epidemiológica a escala internacional, requiere la adopción de medidas inmediatas para hacer frente a esta emergencia.

Por ello, el presidente de la Nación Argentina en acuerdo general de ministros decreta: artículo 1º.- a fin de proteger la salud pública, lo que constituye una obligación inalienable del Estado nacional, se establece para todas las personas que habitan en el país o se encuentren en él en forma temporaria, la medida de “aislamiento social, preventivo y obligatorio.

La misma regirá desde el 20 hasta el 31 de marzo inclusive del corriente año, pudiéndose prorrogar este plazo por el tiempo que se considere necesario en atención a la situación epidemiológica”. [El plazo ha sido prorrogado].

Para que el decreto sea cumplido, se han establecido sanciones para quienes no obedezcan. Hemos visto situaciones de abuso de las denominadas fuerzas de seguridad en más de una ocasión, de manera predominante en barrios que no son precisamente los countries.

Durante este periodo se han autorizado trabajos que se pueden realizar desde nuestras casas y otros, denominados esenciales, para trabajar en el afuera. Me impacta en más de un sentido esta cuestión porque a mi entender, tiene características que pueden agudizar las divisiones sociales y que, además, tiene y tendrá efectos e impactos culturales, psicológicos y económicos para nada homogéneos.

La pandemia, el cómo afrontar sus consecuencias, no solo en el terreno de la salud, revela con nitidez y crudeza que, a nivel mundial y nacional, el capitalismo y neoliberalismo triunfante a lo largo de casi 40 años, no brinda seguridad ni posee sistemas de prevención y atención a la salud igualitarios.

En otros términos, 40 años de capitalismo y neoliberalismo en América Latina, América del Norte, Europa, etc. han dejado lo público casi totalmente expuesto, muy mal preparados para enfrentar una crisis de salud pública de estas dimensiones.

El modelo de negocios y de privatización aplicado a la provisión, atención y prevención de la salud pública no cuenta con recursos ni capacidad que permita afrontar contingencias en una emergencia.

Abuelos, ancianos, viejos:

¿población en o de riesgo?

Hemos observado que los ancianit@s hemos sido definidos como población en riesgo (es decir, en riesgo no solo de contagio sino de muerte). Reconozco que a veces me causó malestar. Otras, en cambio, jocosidad, risa. Hablo desde la primera persona del singular porque es lo que siento-pienso.

Hace mucho tiempo que quienes pensamos-vivimos-actuamos de una manera diferente a lo hegemónicamente denominado “normal”, quienes no hemos claudicado frente a discursos políticos y científicos hegemónicos o propuestas de vida meramente mercantilistas, consumistas; quienes aun con contradicciones, sostenemos que la dialéctica y el materialismo histórico son fundamentos imprescindibles para conocer y transformar la realidad, hemos sido catalogados muchas veces como sujetos riesgosos, raros, como sapos de otro pozo. [5]

He leído –no recuerdo en qué página o mensaje– que esta pandemia recorre el mundo en un momento histórico en el que más personas viven solas que nunca antes en la historia de la humanidad. A la vez, se ha incrementado la expectativa de vida, por eso habemus tantos viejos como quien les habla-escribe.

Millones de personas viven solas. A la vez, millones de seres humanos viven en condiciones de extrema precarización, en terrenos o casas a las que les faltan el agua, cloacas, servicios sanitarios esenciales e ingresos que les permitan desarrollar con dignidad sus vidas.

Millones de personas viviendo solos-solas, por un lado, millones sobreviviendo en condiciones de hacinamiento no voluntario. ¿Cómo ha de afectar esta pandemia a quienes viven sol@s y a quienes apenas sobreviven en condiciones de miseria y hacinamiento no voluntario?

En EEUU hoy existe un 27.5% de hogares unipersonales. Canadá, el 28,2 por ciento, es decir tres de cada diez, Alemania 2015: 41, 4%. Suecia, y en particular Estocolmo, representa quizás el vértice superior ya que en el censo del 2012 el 70% de los hogares sueco tenía una sola persona.

Existen diferencias por supuesto entre vivir solos y sentir la soledad. Miles de personas que viven solos-solas hayan formado o no una familia, no siempre perciben a la soledad como algo angustiante. Pero cuando esta realidad se da en un contexto totalmente inesperado como nos ocurre hoy, es frecuente la expresión “me he comenzado a sentir muy solo-sola”.

Cuando el abrazo, la ternura corporal, las caricias, miradas, los encuentros en espacios familiares y públicos no nos están permitidos, las redes sociales se erigen en sostenes compensatorios y necesarios. Para muchos de nosotros, imprescindibles.

Esta pandemia nos está llevando a hacer casi lo contrario de lo que como especie hemos aprendido a hacer durante milenios para vivir y sobrevivir: la necesidad vital de vivir, trabajar, pensar y estar con otros.

Es decir, aprender-enseñar no en soledad o a través de una pantalla, jugar-bailar en parejas o grupos, trabajar con compañeros, hacer el amor con nuestras parejas cuando no se convive bajo un mismo techo, reírnos a las carcajadas mirándonos a la cara, jugar con nuestros nietos, disfrutar, aunque sea por TV, de un gol de River Plate, mirar juntos una puesta de sol, ir a una feria de artesanos en una plaza, escuchar un concierto donde debutan jóvenes amigos, acompañar la alegría del nacimiento de un niño o niña, despedir a nuestros muertos, trabajar con quienes desarrollan proyectos sociales y comunitarios, etc.

Me pregunto: ¿nos vamos a morir de angustia, soledad, incertidumbre, desconcierto, abulia, desesperanza? Pienso que no. Estoy segura que no. Han de morir tristemente de la Covid-19 quienes se contagien, quienes no sean atendidos a tiempo, quienes sean dejados en soledad absoluta, quienes hayan tenido enfermedades serias previamente. No son los únicos muertos de este tiempo histórico. Sólo se nos “muestran” y cuentan los que han sido afectados por este virus. Otros miles, ni siquiera se nombran. Lo cual no debiera ocultar que están viviéndose a diario otros duelos –no sólo por las muertes–. No todos los duelos de la humanidad pueden equipararse a enterrar a un ser humano en una tumba en los cementerios. Hay dolores, rupturas vinculares, afectivas, laborales que son vividas como tales, aunque no se las mencione en este tiempo.

Nuestro deseo más profundo, humano, sincero es que no se incrementen los contagios ni las muertes, porque si todo duelo y despedida es por lo general doloroso, triste, el duelo en estas circunstancias resulta indescriptiblemente desgarrador.

De cómo el duelo se transforma en un meme

y producto global: Jóvenes de Ghana

He leído historias de esas despedidas. Me las ha relatado un docente maravilloso de Guayaquil (Ecuador), con quien teníamos planeado encontrarnos este año para trabajar juntos en ese libro que iba (¿irá?) a llamarse: “Así escriben los niños y adolescentes de Argentina, Cuba, Méjico y Ecuador”. Sus relatos han quedado profundamente grabados no solo en mi memoria, ya que circulan también en las redes y son parte de la vida real de miles de ecuatorianos. Ni en el más brutal de mis sueños imaginé que pudieran ser reales las imágenes y escenas que estamos leyendo o viendo a diario.

Dicho al pasar, pero no tanto: ese video risueño, cómico, así como la infinidad de mensajes escritos acompañados por memes de los jóvenes de Ghana que danzan mientras transportan un féretro, dentro del cual no llevan aire sino a una persona que ha fallecido recientemente, tiene una historia por detrás. Historia que, a partir del 2018, se transformó en un producto comercial.

Por cierto, el meme que se difunde, no tiene la música original africana sino música electrónica, “Astronomía”, canción que el DJ y productor ruso Tony Ygy lanzó en 2011 y que el dúo holandés Vicentone remasterizó en 2014. Esa misma que ahora reemplaza en los memes la banda sonora original del sepelio africano.

Descontextualización de una ceremonia propia de Ghana, uso y abuso de imágenes que no son privativas del tiempo de esta pandemia, pero que me llevan a pensar cómo y por qué se desvirtúan autorías que terminan siendo memes globalizados. Este humor, con un cajón de muertos, ¿intenta aplacar el miedo, los miedos frente a la muerte?

El nombre del conjunto era, hasta el 2017, Dancing Pallbeares: “los porteadores”. Jóvenes oriundos de Ghana. Su líder, Benjamín Aidoo, fue quien decidió junto a otros seis amigos ensayar coreografías para acompañar el ritual de despedida que en Ghana se celebra durante dos días y termina con una reunión en la que los familiares la comunidad llevan comida y bebidas para así dar fin a este ritual.

La razón inicial de este trabajo fue que estaban desempleados o que lo que ganaban diariamente era una miseria. Entrevistado en 2017 por los grandes medios, entre ellos la BBC de Londres, Benjamín expreso “mi opinión es que tenemos que celebrar la muerte. ¿por qué? porque cuando una persona nos deja hemos de recordar lo que ha hecho durante su vida. Tú sabes lo que esta persona ha aportado, lo que ha hecho por ti. De alguna manera has de agradecerle que, en parte, eres como eres gracias a esta persona. Por eso bailamos”.

Este acompañamiento sólo lo realizan cuando quien muere es una persona de muchos años. Jamás a un niño o joven porque piensan que después de haber vivido tanto tiempo en la comunidad, la despedida merece ser acompañada con alegría por sus familiares, allegados, amigos y hasta en ocasiones por todo el pueblo.[6]

Para ir terminando (con final abierto y

protagonismos sociales en marcha)

¿Quién, quiénes escribirán las historias, vidas y memorias no dichas, no verbalizadas de este presente? ¿Cómo ha de ser nuestra memoria social, los recuerdos y registros dentro de unos años de esta experiencia tan conmovedora en distintos grupos, clases sociales y países?

Detrás de esos barbijos, guantes protectores y trajes extraños que vemos en los hospitales, debajo del guardapolvo y el barbijo de mujeres y hombres que día a día limpian los edificios, paredes y pisos donde se intentan salvar vidas; debajo del uniforme de quienes recolectan la basura cada noche en nuestros barrios, detrás del carrito, pala y escoba del señor que noche a noche barre la calle Jujuy al 500 donde vivo, al lado de y dentro de cada comedor comunitario y organización social, etc., etc., hay personas. Con nombre y apellido. Trabajan en condiciones no siempre favorables. Ell@s no son redes virtuales sino presencia activa. Trabajadores que me resulta imprescindible nombrar. Los vemos a diario. ¿Sus historias, dolores, incertidumbres, logros, afanes quedarán una vez más como tantas veces a lo largo de nuestra historia, en el anonimato? Confío que no. Otro desafío social, político, comunitario.

PD 1: Quien les habla-escribe, vive sola hace muchos años. En estos tiempos, me he dado cuenta, una vez más, que, sin ustedes, sin mis amigos, compañeros, conocidos, amores y afectos, el horizonte de esperanzas en tiempos de pandemia y aislamiento se vuelve casi imperceptible. Extrañar, obviamente no es solo un verbo de primera conjugación. Darnos un cálido abrazo, sentir el latido del corazón de otro ser humano, tampoco son meras frases verbales. Por suerte, ¿no?

PD 2: Que desde las Asociaciones de Trabajadores y Escuelas de Psicología Social del país hayamos hecho posible estos debates, diálogos, encuentros, merece un emocionado y profundo reconocimiento. Generar cercanía en tiempos de distanciamiento social: un logro maravilloso. Gracias a quienes lo hicieron y hacen posible.


 


[1] Situación que viví personalmente ya que en 1956 tenía 7 años. Las clases estaban suspendidas y recién a fines de julio se reinició el ciclo lectivo. Recuerdo que nuestra abuela materna, Isabel Mena, para evitar el contagio, nos llevó (a sus seis nietas) al valle de Tafí, situado a 110km de la capital de Tucumán. Tiempos en los que las familias del valle, así como de otras ciudades y localidades del país, improvisaron medidas supuestamente protectoras o sanitarias para impedir el contagio. Entre las cuales puedo mencionar: remedios caseros como el de hacer collares con bolsitas de alcanfor, que nuestros padres o familiares nos colocaban en el cuello. Otra práctica comunitaria extendida, no sólo en Tucumán, fue el pintar con cal blanca los frentes de las casas, troncos de árboles y cordones de las veredas, así como la fumigación con gamexane (¡). Es decir, la sociedad, frente a la ausencia de difusión por parte del Estado de medidas preventivas eficaces, implementó prácticas y-o paliativos asumiendo de este modo un rol activo en medio de la desesperación.

[2] Otra vacuna, ya no inyectable en varias dosis como la del Dr. Salk, sino con dosis única, vía oral, fue creada por Albert Bruce Sabin, microbiólogo y virólogo polaco nacionalizado estadounidense, de origen judío ​que tuvo que huir en 1921 del antisemitismo.​ “Poco tiempo después de la comercialización de la vacuna inyectable de Jonas Salk, el equipo que dirigía Albert Sabin en la Universidad de Cincinnati, consiguió la formulación de una vacuna oral contra la polio. Ésta fue ensayada durante el bienio 1958-1959 en la entonces Unión Soviética, donde se administró a millones de personas; y así mismo en presidiarios de Estados Unidos. Aun antes de su masiva utilización, Albert Sabin se administró la vacuna a sí mismo y al resto de su familia. En el año 1961, seis años después de la autorización de la vacuna inyectable de Jonas E. Salk, la vacuna oral contra la polio de Albert Sabin se aprobó por las autoridades sanitarias en Estados Unidos. El hecho de que se pudiera administrar por vía oral fue determinante para que enseguida se convirtiera en la vacuna de elección”. Texto citado, extraído de http://www.info-farmacia.com/historia/las-aristas-eticas-del-progreso-cientifico-el-ejemplo-de-la-vacuna-de-contra-la-polio

[3] We are Social integra en su red a los siguientes países: Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, España, Francia, Italia, Alemania, Emiratos Árabes Unidos, Singapur, Hong Kong (SAR China), China, Japón,

Australia. En su portada leemos: “Somos una agencia creativa liderada socialmente. Somos una agencia global con más de 800 expertos sociales en 15 oficinas. Creemos en las personas antes de las plataformas y en el poder de la percepción social para generar valor comercial. A esto le llamamos pensamiento social”.

[4] Leyendo a diario twitter y sus hashtags, los editoriales o titulares de Infobae, Clarín, La Nación, así como programas de t.v. conducidos por una variopinta cantidad de los denominados periodistas estrella o “independientes”, observo una creciente intencionalidad política en el modo en que se transmiten las noticias referidas a esta pandemia y a las políticas que se han implementado en nuestro país. Considero que hay sectores de poder importantes, no sólo en nuestro país, que están como esperando y hasta anhelando que esta pandemia tumbe, derrote al actual presidente, Alberto Fernández. He leído noticias y mensajes similares en la prensa y redes españolas fuertemente intervenidas a diario por la ultra derecha española con VOX a la cabeza. Es solo una hipótesis, por lo tanto, ha de ser constatada en los hechos o, por el contrario, invalidada como tal.

[5] A diferencia de miles de compañeros, conocidos o no que fueron asesinados durante la dictadura por sus acciones y metas transformadoras, por haber estudiado o difundido ideas contrarias al capitalismo y a las que impuso la dictadura y sus cómplices, a diferencia de ellos y ellas, estoy viva, pero los recuerdo en tiempos de pandemia cuando se nos dice a los viejos que somos población de riesgo. Viejos que estamos vivos, que hemos resistido y luchado bastante más que a una pandemia.

[6] Ritual africano que termina magnificándose en la consideración occidental y euro centrista cuando un informe de la BBC de Londres en el 2017 explica no solo el surgimiento de este evento sino también el sentido comercial que comienza a adquirir esta coreografía ghanesa a partir de su difusión mediática. A partir de 2018, la empresa de servicios funerarios comienza a llamarse Benjamin’s Company. Es decir, comienzan a vender un producto. Como además ofrecían un valor agregado: coreografías y vestimentas especiales, progresivamente el cortejo empezó a cotizarse caro. A la fecha, según información obtenida en las redes y páginas web de distintos medios, aquel ritual inicial de seis jóvenes pobres y desempleados pasó a convertirse en ceremonia de familias pudientes que pueden pagar los dos o tres días del sepelio y los casi cien empleados que contratan. Sigue teniendo vigencia, aún en este ejemplo, uno de los lemas centrales del capitalismo: “no existe nada en el universo que no pueda ser transformado en mercancía”.

 

Isabel Requejo es lingüista y psicóloga social.

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1 comentario

Josefina mayo 25, 2020 - 11:10 am

es impactante como desde tu disciplina sigues produciendo nuevos conceptos y análisis sobre la comunicación, sobre nuestra realidad actual. Muy satisfecha con tu aporte. Gracias.

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