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Ernesto Cardenal y la poesía exteriorista

por Jorge Brega

Escribe Jorge Brega

El pasado1 de marzo falleció en Managua, capital de Nicaragua, su país natal, Ernesto Cardenal, uno de los nombres mayores de la poesía en América Latina. Recordamos aquí aspectos de su vida y su obra, ambas comprometidas con las necesidades y aspiraciones populares, así como con la lucha revolucionaria por la independencia de su patria y contra la defección de los principios sandinistas por parte del actual gobierno.

En las mañanas de mayo, cuando empiezan las lluvias/ canta el zenzontle/ en las tardes de julio, después del aguacero/ canta su canto dulce el zenzontle/ canta libre en el norte. Y el/ zenzontle clarinero, Cassidix nicaragüensis (es un pájaro/ nicaragüense) negroazulvioláceo vuela/ en octubre o noviembre sobre los pueblos nicaragüenses/ es un pájaro proletario –sin ningún adorno– anda siempre/ entre pobres”.
Estos versos iniciales del Canto nacional, con su descripción objetiva (“sin ningún adorno”), sus referencias al medio natural del país, a sus rasgos identitarios, y su empatía con los sectores populares, bien podrían resumir el ars poetica de Ernesto Cardenal, el gran poeta fallecido el 1 de marzo pasado en Managua, a los 95 años de edad.
Había nacido en la ciudad de Granada el 20 de enero de 1925. Después de cursar la escuela primaria y secundaria en la Capital, en 1942 viajó a estudiar filosofía y letras en la Universidad Autónoma de México, estudios que completó en Estados Unidos para luego regresar a Nicaragua.
En 1957, año en que publicó Hora 0, su primer poemario, Cardenal –nuevamente en EEUU– ingresó a la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní, donde tuvo como maestro al monje y poeta Thomas Merton. Continuó su formación teológica en México y en 1965 fue ordenado sacerdote católico en Managua. Como sacerdote, Cardenal fue activo partidario de la Teología de la Liberación, corriente cristiana surgida a fines de los años 60 en América Latina cuyo principio central es la “opción preferencial por los pobres”.
Ese mismo año fundó una comunidad de pescadores, agricultores y artistas campesinos en el archipiélago de Solentiname en el Gran Lago de Nicaragua. En el último tiempo, el poeta se opuso a la construcción de un canal interoceánico que atravesaría el lago, obra faraónica impulsada por el presidente Daniel Ortega junto a una empresa china.
Desde muy joven, Cardenal fue opositor a la larga tiranía de la familia Somoza en su país, iniciada en 1934 por Anastasio “Tacho” Somoza con el asesinato de Augusto César Sandino, jefe de la insurrección popular contra la ocupación militar estadounidense de entonces. Ya en 1954, el poeta apoyó a los protagonistas de la llamada Revolución de Abril, un intento frustrado de derrocar y ajusticiar a Somoza en el que perdieron la vida varios de sus amigos: “Yo estuve con ellos en la rebelión de abril/ y aprendí a manejar una ametralladora Rising” –escribe en uno de los poemas de Hora 0.
Tras la fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1961, Cardenal se sumó a sus filas y a su lucha contra el régimen somocista. Derrocado éste en 1979 por la guerra popular revolucionaria, Cardenal fue nombrado Ministro de Cultura, función que desempeñó hasta 1987. Por haber aceptado este cargo, así como por sus posiciones políticas y doctrinarias, en 1983 el papa Juan Pablo II lo reprendió públicamente cuando visitó Nicaragua y al año siguiente lo suspendió en el ejercicio del sacerdocio. ​ Treinta y cinco años después, en febrero de 2019 el papa Francisco dispuso levantar este castigo.
En 1994 renunció al FSLN por discrepancias con la conducción de Daniel Ortega, y junto a otros intelectuales y artistas disidentes, entre ellos los escritores Gioconda Belli, Sergio Ramírez y el “cantor de la revolución” Carlos Mejía Godoy, apoyó al Movimiento Renovador Sandinista. A partir de entonces, Cardenal sufrió todo tipo de agravios por parte de la camarilla de Ortega así como persecución política y judicial durante los últimos gobiernos de éste.
Uno de los temas que profundizaron las desavenencias tras la ruptura del FSNL fue la denuncia de la militante sandinista Zoilamérica Narváez Murillo, hija del primer matrimonio de Rosario Murillo, la esposa y actual vicepresidenta de Ortega, quien acusó en 1998 a su padrastro por violación y acoso sexual durante su niñez y juventud.
En los años recientes, Cardenal hizo declaraciones públicas en solidaridad con luchas juveniles por derechos humanos y democráticos. En junio de 2018, en una carta dirigida al entonces presidente de Uruguay, José Mujica, señaló:
El mundo debe saber y pronunciarse respecto a lo que está ocurriendo en Nicaragua: una verdadera crisis de derechos humanos y terrorismo de Estado. […] Desde abril de 2018, los jóvenes nicaragüenses han vuelto a las calles para reclamar democracia y libertad. […] Lamentablemente, el ímpetu y determinación de la juventud fueron respondidos con la más violenta represión gubernamental que este país ha visto en su historia”.
Cardenal se consideraba a sí mismo “un perseguido político”: “Me persigue la dictadura que tenemos, la pareja presidencial que con mucho odio está tratando de destruirme”, ya había declarado en febrero de 2017. Tanto fue así, que partidarios del matrimonio presidencial abuchearon y golpearon a quienes homenajearon al poeta durante su funeral.
Por temor a nuevas agresiones, sus cenizas fueron sepultadas en secreto en la isla Mancarrón del archipiélago de Solentiname por sus discípulos. Uno de ellos, el escritor Bosco Centeno, dijo a la prensa: “Fue enterrado debajo de la piedra donde están enterrados otros siete exguerrilleros de la isla que murieron en la guerra de lucha contra la dictadura somocista en los años 70”.

Su poesía

La poesía de Ernesto Cardenal está indisolublemente ligada a las luchas populares y de liberación nacional en Nicaragua. Con un marcado registro narrativo, su lírica articula la indagación y el rescate de las raíces aborígenes, de la geografía y la historia de su país, con la denuncia de las injusticias sufridas bajo la larga dictadura de los Somoza. En sus poemas expresa también su particular cosmovisión de creyente y militante de izquierda a la vez. En una de sus últimas visitas a nuestro país, asistió en Cosquín al Encuentro Nacional de Poetas con la Gente, donde repitió su acostumbrada autodefinición: “soy cristiano y marxista, no lo siento como una contradicción”.
Su libro Canto nacional (1973), editado en Buenos Aires por Carlos Lohlé y dedicado al FSLN, es un extenso poema en cual entrelaza la descripción de la naturaleza y la fauna de Nicaragua con su historia de explotación imperialista:

Ay la United Fruit
Ay la Standard Fruit
Unas compañías pasaron por aquí como ciclones. […]
La International Telephone and Telegraph
por allí anda suelta, como el tigre”.

Y anhela que la lucha popular traiga el:

“… Amanecer de un nuevo día
y nuevas relaciones de producción.
    De cada uno según su capacidad
         a cada uno según sus necesidades.
Un sistema que resuelva las necesidades de la vida
         y las necesidades determinen la producción. […]
Comunismo o reino de Dios en la tierra que es lo mismo”.

También de 1973 es Oráculo sobre Managua, un único y largo poema épico que, en línea con el anterior, canta a la lucha armada revolucionaria en su país y hace referencias al Che, a Fidel y reiteradamente a Mao Tsetung.
Toda la prolífica obra poética de Cardenal, que suma unos 20 títulos (y otros tantos de memorias y ensayos), se inscribe en la corriente nicaragüense llamada “exteriorista”, que incluye a muchos excelentes poetas. “El exteriorismo –escribe el propio Cardenal– es la poesía objetiva: narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombres propios y detalles precisos y datos exactos y cifras y hechos y dichos. En fin, es la poesía impura. Poesía que para algunos está más cerca de la prosa que de la poesía, y equivocadamente la han llamado “prosaísta”, debido a que su temática es tan amplia como la de la prosa (y debido también a que por decadencia de la poesía en los últimos siglos la épica se escribía en prosa y no en verso).
“Exteriorismo es cuando el poeta nos habla de un tractor Caterpillar D4; […] o de un viejo motor de aeroplano encontrado por los campesinos en las montañas de las Segovias y que una vez el guerrillero había derribado; o de una india atacada en el mercado, con el estómago vacío, lleno de hambre; […] o la desolación de la Costa Atlántica donde pasaron las compañías yankis arrasando los pinares; o unos guerrilleros en el brumoso atardecer acercándose a un pueblito a tomar un cuartel”…
Cardenal consideraba que “la literatura sola, la literatura por la literatura, no sirve para nada. La literatura debe prestar un servicio. Debe estar –como todo lo demás en el universo– al servicio del hombre. Por lo mismo la poesía también debe de ser política. Aunque no propaganda política, sino poesía política. […] La poesía puede servir para algo: para construir un país, y crear un hombre nuevo, cambiar la sociedad, hacer la futura Nicaragua –como parte de la futura patria grande que es América Latina”.

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Un poema:

Barricada

Fue una tarea de todos.
Los que se fueron sin besar a su mamá
para que no supiera que se iban.
El que besó por última vez a su novia.
Y la que dejó los brazos de él para abrazar un Fal.
El que besó a la abuelita que hacía las veces de madre
y dijo que ya volvía, cogió la gorra, y no volvió.
Los que estuvieron años en la montaña. Años
en la clandestinidad, en las ciudades más peligrosas que la montaña.
Los que servían de correos en los senderos sombríos del norte,
o choferes en Managua, choferes de guerrilleros cada anochecer.
Los que compraban armas en el extranjero tratando con gánsters.
Los que montaban mítines en el extranjero con banderas y gritos
o pisaban la alfombra de la sala de audiencias de un presidente.
Los que asaltaban cuarteles al grito de Patria Libre o Morir.
El muchacho vigilante en la esquina de la calle liberada
con un pañuelo roji negro en el rostro.
Los niños acarreando adoquines,
arrancando los adoquines de las calles
—que fueron un negocio de Somoza—
y acarreando adoquines y adoquines
para las barricadas del pueblo.
Las que llevaban café a los muchachos que estaban en las barricadas.
Los que hicieron las tareas importantes,
y los que hacían las menos importantes:
Esto fue una tarea de todos.
La verdad es que todos pusimos adoquines en la gran barricada.
Fue una tarea de todos. Fue el pueblo unido.
Y lo hicimos.

(De su libro Vuelos de victoria, 1984)

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