La muerte de Fernando Pino Solanas nos entristece. Fue un hombre del pensamiento nacional y popular que tuvo la valentía y el acierto de sostener siempre sus principios, tanto en su actividad artística como en su militancia política. Cabe nuestro agradecimiento por su obra cinematográfica y por su trayectoria como intelectual comprometido con el destino de su pueblo y de su país.
Aquí reproducimos una entrevista publicada en La Marea N° 25 en la cual se define con claridad en favor de un cine que exprese la realidad de los problemas sociales. La misma fue realizada por Cristina Mateu con motivo del estreno en 2006 de su filme La dignidad de los nadies.
—La dignidad de los nadies repone protagonistas y un proceso que los grandes medios de comunicación intentan borrar de la memoria. ¿Cuál fue el objetivo de la película?
—No hay un objetivo preciso. Como en cualquier obra artística se juegan distinto niveles, algunos imponderables, que hacen al imaginario de la gente y a la imagen misma. La sociedad está fuertemente influenciada y la opinión pública casi conducida por los medios de comunicación masiva. Los medios de comunicación de masas son altamente peligrosos porque crean una imagen. Una imagen se forma por innumerables informaciones. Hay una imagen física, fotográfica, pero si no existe ésta, entonces las cosas que escucho y leo de una persona me dan una imagen de ella. Los medios crean, siembran y alientan el imaginario. Lo que yo vengo haciendo a lo largo de cuarenta años es dar otra mirada y otra imagen. En el caso de los documentales esto es más deliberado. Memorias del Saqueo tiende a explicar la historia, dar la contra-imagen. La Dignidad de los nadies explica y también expresa. Son los protagonistas quienes se expresan. Pero la importancia política de la película es que esas diez historias contadas por sus protagonistas contrarrestan, contestan o rompen la falsa imagen creada por el sistema mediático, la falsa imagen de los actores reales de las capas más populares, que han sido seriamente castigados por el modelo neoliberal. La película no es solamente de desocupados piqueteros, hay obreros organizados que ocupan una fábrica que funciona muy bien, hay pequeños propietarios de la tierra, hay empleados públicos como son los asistentes sociales y médicos del hospital Posadas, hay un maestro, un joven sacerdote y un motoquero que trabaja y escribe…
—La propuesta del filme parece ser la de valorar el esfuerzo colectivo y la solidaridad como verdadera esperanza…
—No hay soluciones individuales, especialmente para los sectores más castigados. La única posibilidad de salir de las grandes catástrofes, como la económica y social que padeció la Argentina, ha sido siempre con soluciones colectivas. Las pequeñas soluciones colectivas forman parte de una gran epopeya. La última epopeya grande del pueblo argentino, que protagonizó con gran sacrificio, favoreció la recuperación económica. No la proporcionaron Kirchner-Lavagna, solamente. Aunque, estoy en contra de Lavagna por la renegociación de la deuda y otras medidas, hay que distinguir que Lavagna no es Cavallo.
—Su obra mantiene las premisas del Grupo Cine Liberación: contenido político y protagonismo de los sectores populares. ¿En qué se basa esta coherencia?
—Tiene que ver con que uno es una unidad. Y también con mi visión de la Argentina. Asumí mi vida con una impronta militante. A la vez hago un aporte cultural, no sólo político. Así como Scalabrini Ortiz hizo su aporte escribiendo, lo mío es desde el cine. Y también es desde lo social. Por ejemplo, fundé con otros el Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional (Moreno). Reactivamos el debate sobre la cuestión energética nacional. Todo esto tiene que ver con las películas que hago. Dar imagen y presencia. Me ocupo de los problemas de los que no se ocupan otros.
—Esta mirada estará plasmada en varias películas…
—Esta película secunda a Memorias del saqueo, forman parte de una serie. Seguirán otras dos que voy a empezar a filmar pronto. Una es Argentina latente, el país que pudo ser y que todavía puede ser. No es un país pobre, es un país empobrecido por quienes lo han dirigido, que es distinto. La película parte de los bienes materiales que tiene la Argentina hasta sus grandes logros en industria, ciencia y técnica. Porque no somos conscientes de lo que tiene el país. Entonces, qué es lo que prima. Prima lo que nos hace sentir la máquina mediática: que somos pobres, flojos, una banalización silenciosa. No te forman educándote en tus derechos, la universidad no enseña que el país te pertenece por el simple hecho de ser argentino. Al menos una 37 millonésima parte del patrimonio público nos pertenece. Pero nadie sabe qué es el patrimonio público. Argentina latente pone la lupa en eso. El otro tema es el de la tierra, desde la expropiación violenta a los originarios hasta el actual incumplimiento de la Constitución Nacional, que les reconoce el derecho a las tierras que poseen. Refiere al latifundio, la extranjerización de la tierra y sus riquezas minerales. Esta película va de los mapuches a los obreros petroleros del norte.
—Las dos primeras películas de la serie, además del contenido político y el protagonismo popular, muestran su involucramiento personal, su estar en el lugar.
—Es muy difícil no estar ahí. No lo tomo como algo nuevo. Es imposible hacer una película que revele lo que piensa y siente la gente, lo que es el alma de la gente si no intimás ni estás allí. El documentalista que no está en el campo y establece una relación importante con lo que va a filmar, ¡ojo con lo que hace! Por eso, para mí, lo más importante que tiene La dignidad… es que capta momentos confesionales, cargados de verdad. Y es ese su mayor valor político, no mis frases. El valor de la película es que descubrís a esa gente y te decís “qué buena gente es, qué bien piensan”.
—La dignidad… se exhibió en dos salas de Capital Federal. ¿Cuál es la relación de la producción cinematográfica con la distribución y la exhibición?
–Al negocio cinematográfico no le importa cómo está hecha o si está de acuerdo con la película. Si le es redituable la exhibe. Para que una película tenga buen público tenés que acompañarla con una buena campaña de publicidad. Está comprobado que ante películas muy flojas –que uno no entiende cómo se puede ver semejante estupidez– la gente va al cine porque hay una campaña mediática. El caso más reciente es El aura, un policial, violencia, asalto, crimen. Es una película estructurada al estilo norteamericano, desprovista de referencias al contexto sociocultural. La doblás a cualquier idioma y puede suceder en los bosques de Canadá, España, Estados Unidos o Francia. Es una película aburrida por momentos, y le sobran quince o veinte minutos. Sin embargo, hace muchos años que una película argentina no tiene tanto público. ¿Por qué razón? Por la monumental campaña publicitaria que tuvo por televisión, sumado al hecho de que estaba dirigida por un director que había hecho una buena comedia: Nueve Reinas. Además, la crítica de los diarios y los medios dijeron que esa película era el “non plus ultra”, le pusieron diez puntos. Esta costumbre atroz de colocar nota es lamentable. Cuando un director estrena una película salen los diarios, como maestras tardías, a poner la nota. Algo muy negativo.
—¿Y por qué se sigue este criterio?
—Porque lo que está viviendo la Argentina es una fuerte despolitización. Esta es la tragedia. Los programas de opinión mediáticos son lamentables, además censuran. En los pocos programas de opinión que existen no se ven a los referentes progresistas o independientes. Hubo un momento muy interesante en el 2002, una ola refrescante y democratizante en la cual los medios tuvieron una cierta apertura. A dos semanas de las elecciones del 2005 no hubo debates de los grandes temas nacionales. En ese clima de desmovilización y despolitización impera un sentimiento de inmovilidad y resignación de la cultura de la derrota. Impuesta en la década del 90 nos dice: “¡no se te ocurra cambiar el mundo, es vano! Lo único que podés hacer es acomodarte a los nuevos tiempos”. Hemos visto todos los giros que hubo hacia la derecha en esos años. El piola es el que hace una película taquillera. Es el modelo norteamericano. Europa no escapó a esto. España no logra tener un buen cine, Italia con la televisión y Berlusconi es un desastre. Otra vez el rol de los medios de comunicación…
—En la Argentina el fomento a la industria cinematográfica no alcanza…
—Sí, pero no hay ningún compromiso por parte de la televisión argentina de exhibir cine nacional, menos documental. Es decir, no hay historia, no hay memoria. Estás descerebrado. En otros países invierten sumas fabulosas para dedicarle una película a cada uno de sus referentes sociales, históricos, culturales. Aquí nada, ni documentales sobre los grandes problemas, ni sobre las escuelas artísticas o científicas. Esto es América Latina, donde impera el peor sistema mediático del todo el mundo. Existe publicidad dentro de los programas, no hay compromiso con la producción y exhibición de documentales y largometrajes. ¿Por qué el público va a ir a ver una película documental argentina si no está dentro de las tradiciones ni de las modas? Lo más grave es que no hay prohibición de exhibir mis películas. Lo más grave es que ni los que coinciden con tu pensamiento van a ver la película. Al cine va la capa media y la burguesa que puede pagarlo. Los sectores de las clases medias bajas van de lunes a miércoles [con descuento] o a las salas del Instituto del Cine. Buena parte de los sectores a los que le interesaría ver mi película, no tiene medios económicos para verlas. Pero existen decenas de miles en buena posición económica que se ubican en el campo progresista y que pueden pagar entradas. Gente que labura, está contra la represión, defiende las libertades públicas, se oponen a las corruptelas, quieren un país independiente. Todos estos contenidos están en mis películas. A esos que me dicen: “¡Grande de Pino!, ¡Bravo!”, les pregunto ¿la viste? y me dicen “no pudimos, pero la iremos a ver”. Y si preguntás qué vieron, fueron a ver una comedia. A esta película la fue a ver la tercera parte de gente que fue a ver Memoria de un saqueo, siendo que tuvo más premios, es más emotiva y con mayor comunicación con el público que Memoria….
—¿Se asocia al cine con el entretenimiento y el ocio?
—El problema es más grande. Acá hay una sociedad desmovilizada, donde las preferencias se vuelcan hacia modelos que no son los de la realidad con sus problemas. El cine sigue siendo una de las formas de la distracción y ocupa el lugar de la salida semanal en la vida del hombre urbano.
—Sin embargo, la calidad de sus películas hará que tengan mejor fortuna histórica que otras que sólo gozan de un éxito taquillero momentáneo.
—No me cabe duda que estas películas van a quedar. Y no habrá otra Memoria del saqueo, ni dos Dignidad de los nadies. Hay una idea de que estas películas no son para verlas en una sala de cine. Te dicen “traela a la facultad” (gratis), o “la vemos en casa”… Pero yo no traigo un psicólogo o un especialista a casa y le digo atendeme gratis. Ni pido prestada la cámara. Producir este cine es dificilísimo, es un esfuerzo monumental y te empeñás hasta la cabeza. Y yo pago todo, impuestos, seguridad social, etc. No hay una conciencia de que esto no puede regalarse, porque cuando yo produzco no me regalan el laboratorio, los insumos, etc.
—¿La producción cinematográfica debería tener un aporte estatal?
—Lo hay, pero cuando la película va a los cines. Si no hay espectadores, ese apoyo no lo tenés. La reglamentación está pensada para las películas premiadas, las que funcionan bien, las otras mueren. Lo que recibís del Instituto del Cine hay que devolverlo.
—La dignidad de los nadies recibió varios premios…
—Tuvo cuatros premios en Venecia: al mejor documental, el de las asociaciones de cine por mejor película latina, el del jurado de Derechos Humanos y el de la UNESCO. En el Festival de Canadá ganamos el premio al mejor documental dado por el Organismo de Cine Canadiense en National Film. Se exhibió en Brasil cuando la Federación Internacional de la Crítica me dio el premio a la Carrera. A pesar de tantos premios, el público no se ha sentido motivado. Competencia, rivalidad, es algo que está presente. Luego hay todo un sector que ante películas que hacen pensar tiene una actitud de evasión de la realidad. Los sectores que no han venido a verla no son los que piensan distinto. Los sectores de capas medias populares, de centroizquierda, progresistas no han venido a ver la película, no les interesa, están desmovilizados y no quieren confrontar, no quieren ver. Tal vez en algo mis películas los culpabilizan, les lleva a preguntarse “¿dónde estaba yo?”. ■
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