Home Notas Edgar Morisoli, el poeta que vivirá para siempre en el cancionero de una provincia

Edgar Morisoli, el poeta que vivirá para siempre en el cancionero de una provincia

por La Marea

Escribe Víctor Delgado 

Llegó para mensurar un río y acabó cantándole. La pre existencia ranquelina, el agua y la “pampeanidad” son temas recurrentes en su obra. Falleció el 16 de junio de 2020 a los 89 años.

“No hay que confundir olvido/con no querer recordar,/y lo que el tiempo ha perdido/con mañas para ocultar/algo en verdad sucedido/que quien manda ha decidido/no se debía ni mentar”./Desde las tornadizas riberas del Popopis1/al austral Onashaga2 (después nombrado Beagle),/¿qué cosa habrá que no se llame Roca?”

E. Morisoli. “Rapsodia de los olvidos”

Aún se suele decir que La Pampa es una provincia joven. Lejos de esta afirmación ligera, el poeta no perdía oportunidad de sostener con un dejo de orgullo y asombro: “El hombre, con su presencia cultural, está aquí desde hace 9 mil años”. Agradecido, como era por naturaleza, siempre reivindicó el salvataje arqueológico hecho por Carlos Gradin, durante los años 70, en Casa de Piedra sobre la margen norte del Río Colorado, impidiendo que las aguas de un embalse sepultaran para siempre el valioso vestigio de una cultura remota. “Aquel hallazgo, sabía reconocer Morisoli, a nosotros (aludía a las mujeres y hombres del quehacer artístico de la provincia) nos abrió otra perspectiva. Entonces nos sentimos continuadores de un proceso cultural que tenía una raíz muy remota”.

Santafesino de Acebal, lector sensible de José Pedroni, había llegado a La Pampa, en 1956, tras leer un aviso en el que pedían agrimensores para hacer estudios de aprovechamiento integral en el curso del Río Colorado. Primero se afincó en La Adela con su inseparable compañera Margarita Monges y los hijos Moira y Juan Pablo aún pequeños. Más tarde, fueron desplazándose por la vera del Colorado, echando raíces y enamorándose, de a poco, del paisaje, del viento y las comarcas desoladas. Hasta que el amor de Edgar por la cosa pampeana fue rotundo e imperecedero.

Cuentan que desarrolló la profesión con impecable esmero, pero en más de un período dictatorial fue expulsado de la administración pública. En total estuvo 16 años cesante por razones ideológicas. Su militancia, sostenida con sobriedad, sin alardes, siempre estuvo relacionada con la tenencia y colonización de la tierra; la problemática económica y social de los pueblos rurales; y sobre todo con la cuestión ambiental e hídrica de La Pampa. También con los derechos humanos y los alcances de la Universidad pública de esa provincia.

A la par, fue elaborando una prolífica obra literaria fuertemente ligada al entorno pampeano. En sus poemas –también en su prosa– con recurrencia se ocupó de los parajes más solitarios del Oeste y del Sur provincial, del clima árido, de sus plantas y aves; de las faenas rigurosas de los labriegos ahogadas en soledad; de las bardas o del monte bajo de caldén; del cauce de los ríos y, más que nada, del agua. «Conozco a los menducos3/ pata en el suelo,/ mano fina la viña,/ tonada al cielo.// Y ellos no tienen culpa/ de este atropello:/ la culpa está más alta,/ no es culpa de ellos», dejó dicho en “Agua de todos” en alusión a una vieja disputa interprovincial por la administración de las aguas del Atuel. Desmarcando a ambos pueblos (hermanados culturalmente) de las decisiones de Estado, de uno y otro lado.

También la presencia-ausencia ranquelina fue cardinal en su obra; compartiendo ésta y otras temáticas y preocupaciones literarias con Juan Carlos Bustriazo Ortiz y Julio Domínguez, divergentes en las proposiciones estéticas pero no en el sentir comarcano. E igualmente esenciales, los tres, en la construcción de una literatura con indubitable acento regional.

Su primer volumen de poemas “Salmo Bagual” se publicó en 1957. Le continuaron “Solar del viento” (1966) y “Tierra que sé” (1972). “Al sur crece tu nombre” fue su cuarto libro, editado en 1974, antes de un largo paréntesis impuesto por la última dictadura. La producción silenciada en eso años se conoció recién en 1994 al aparecer “Obra Callada”, un volumen que compendia seis libros. A partir de entonces, de la mano de su editor Rubén Evangelista (Ediciones Pitanguá), publicó con regularidad una buena cantidad de títulos como “Cancionero del Alto Colorado” (1998), “Hasta aquí la canción” (1999), “Cuadernos del rumbeador” (2001), “La lección de la diuca” (2003), entre otros. “Cantares y decires de la gran aventura”, aún en preparación, será su libro póstumo. Asimismo la Secretaría de Cultura del gobierno de La Pampa anunció, meses atrás, el propósito de reeditar parte de la obra agotada.

Pero su obra poética ha trascendido con holgura los títulos editados, ya que en los últimos 40 años fue ampliamente musicalizada. Su aporte contribuyó a modelar el cancionero pampeano. Imposible escindir su nombre de aquel movimiento generado en El Temple del Diablo, una peña cultural que tuvo vida en Santa Rosa entre 1972 y ‘74, donde confluyeron músicos y poetas, caldero de buena parte de lo que hoy se conoce como el repertorio folclórico de la provincia. A esa época también corresponde su vidalita “El sur es negro y rojo” con música de Délfor Sombra, cuya letra remite a los sucesos de 1921 conocidos como “Patagonia Trágica” y a la masacre de Trelew, en 1972. Tema que apenas pudo escucharse en un par de festivales; en un hecho sin precedentes en la provincia, fue censurado aún en democracia, pudiéndose conocer recién en 1994 en su versión original del dúo Sombrarena.

Calmo, reflexivo, siempre afectuoso y de una gran modestia. Fue un buen amigo de La Marea. Cada vez que estuvimos en Santa Rosa, participó fraternalmente de nuestras actividades. Siempre llegaba con bastante antelación de la hora prefijada y escrutaba en silencio las portadas de nuestra revista, buscando los números que le faltaban para completar su colección. Al cierre de la jornada, volvía a reiterar sus saludos con palabras que siempre eran de estímulo. Eso mismo hizo toda su vida con sus pares, los poetas pampeanos.

1 Popopis : Nombre que le daban los originarios al Río Quinto

2 Onashaga: Canal o mar de los Onas.

3 Menduco: Modismo con que se suele identificar, sobre todo en las áreas rurales, al que es oriundo de Mendoza.

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